Edición 681 - Desde el 20 de marzo al 2 de abril de 2009
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El 11 de marzo -fecha que marca el aniversario del gobierno de Michelle Bachelet-, a escasos metros al sur de La Moneda la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) dio inicio a un programa de movilizaciones que se extenderá durante las próximas semanas y meses. No es, claro está, una protesta contra la crisis, pero sí por la dirección y objetivos que tienen las acciones económicas desplegadas desde el Ministerio de Hacienda. El gobierno de Bachelet ha demostrado una vez más, dicen los trabajadores sindicalizados, tener sus prioridades económicas en el empresariado. La primera gran movilización nacional está convocada para el 16 de abril.
Hay ciertas circunstancias que se deben tener en cuenta. Que la crisis es global, no hay duda. Y también puede afirmarse sin riesgo que el gobierno no tiene responsabilidad en ella, no ha sido el causante. Pero con el mismo énfasis podemos decir que ha sido cómplice. Todos los gobiernos de la Concertación se deleitaron con las políticas neoliberales que han padecido los trabajadores, con las desregulaciones, con la apertura unilateral y total de los mercados. Chile era elogiado, durante la década pasada, por los organismos financieros que propiciaron e incentivaron la globalización neoliberal, por la “profundidad” de sus medidas liberalizadoras. Las políticas económicas chilenas las estimaron como “adelantadas” a su tiempo. Chile fue el modelo libremercadista para la región. Sobran registros y materiales para recordar ese discurso.
No sólo fue el más aplicado en el desmantelamiento de todas las instalaciones estatales para venderlas al mejor postor. Los gobiernos creyeron, y nos hicieron creer, que el libre mercado no sólo haría florecer la economía, sino también distribuiría de manera justa. Desde los primeros años de la década pasada los ministros de Hacienda nos prometieron que el “salto al desarrollo” sería en unos diez años. Que el derrame sería abundante. Pero el tiempo de los trabajadores más que estar detenido, ha retrocedido. Nunca, en la historia moderna, habían tenido menos poder.
Andrés Velasco, quien hoy administra los efectos de la crisis sobre la economía chilena, es de esta misma progenie neoliberal. Quienes nos han conducido a la catástrofe ahora intentan remediarla. ¿Cómo? Con las mismas políticas de antaño. Cuando el 13 de marzo comenzó a regir el programa de subsidio para la contratación de mano de obra juvenil, Velasco dijo, sin pudor, que con esa medida “todos ganan”: el joven, la empresa, la economía, el país. Un sistema utilizado durante la crisis asiática que no derivó en mejorías. Si miramos las estadísticas de entonces, la tasa de desempleo se elevó en 1999 y sólo bajó cinco o seis años más tarde. La discusión económica del gobierno de Ricardo Lagos para enfrentar aquella crisis giró alrededor de la agenda pro crecimiento y la flexibilidad laboral. En cómo facilitarle las cosas a la empresa. Lo de Velasco tiene, evidentemente, esa misma inspiración.

De las AFP hacia
un sistema de reparto

De allí la profunda desconfianza de las organizaciones sindicales. Temen que esta crisis, la peor desde la Gran Depresión, la paguen los trabajadores, con la carencia de empleo, con los recortes salariales, con las pérdidas de los ahorros para la jubilación. “Hoy los trabajadores han perdido muchos millones y creemos que tiene que haber una reforma al sistema previsional. No puede existir un sistema previsional que esté basando en una capitalización individual, administrado por privados y sujeto a la volatilidad del mercado, que hace que hoy los trabajadores hayan tenido millonarias pérdidas en sus fondos de previsión”, afirmó entonces el presidente de la Asociación de Empleados Fiscales, Raúl de la Puente. La ANEF,  hacia finales del año pasado, marcó un hito en su capacidad de convocatoria y movilización durante el proceso de reajuste salarial. Este año es posible que las protestas y movilizaciones se profundicen y que se levante como reivindicación nacional la propuesta de estos trabajadores: cambiar el fracasado sistema privado de capitalización individual por un sistema de reparto, tal como el año pasado se hizo en Argentina.
El colapso del sistema de AFPs, que el gobierno no comenta y tampoco parece vigilar, no da tregua. Desde que se inició el derrumbe hacia mediados de 2007, se evaporaron más de 28 mil millones de dólares. Hacia mediados de marzo, el fondo había perdido 28.171 millones de dólares, 27,6 por ciento del total. Un proceso que no tiene fin: la crisis carcome día a día los ahorros de los trabajadores y, por increíble que parezca, el gobierno no dice ni hace nada. Absolutamente nada. En agosto pasado las pérdidas llegaron a poco más de doce mil millones de dólares y en noviembre a 27 mil millones. La tendencia es evidente.
Esteban Maturana, el dirigente de los trabajadores de la salud, ha criticado esta actitud gubernamental cercana a la indolencia. Dijo que “la autoridad ya sabía lo que iba a ocurrir en el mundo en los primeros meses del año pasado, sabía que se iba producir una debacle. El gobierno debería haber aconsejado a los trabajadores cambiarse de los fondos de alto riesgo a los de bajo riesgo”. De allí la presentación de un recurso contra el Estado por las responsabilidades que le caben en la pérdida del ahorro para las jubilaciones.

Esconder la cabeza

Las opiniones de Maturana expresan lo que ha sido hasta ahora la actitud gubernamental ante la crisis. Tras un año de abierta desidia con no pocos rasgos de cierta soberbia, cuando se llegó a afirmar que los efectos de la crisis no llegarían a Chile, desde enero La Moneda ha admitido, ante la evidencia, que la crisis se ha instalado. Realidades como el alza del desempleo, despidos masivos, violenta caída de las exportaciones, de la producción y las ventas son indesmentibles. En suma, el país ya está en recesión.
Ante el palmario descalabro del andamiaje económico neoliberal, el establishment aún es renuente a admitir que las cosas empeorarán. Una actitud que inhibe todavía más las acciones y retarda las reacciones.
Hay evidencias, pero también proyecciones. Como las que surgen desde una institución tan cercana a Chile como la Cepal. Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva, en una entrevista publicada en La Jornada, de México, traza el panorama futuro, que es sin duda crepuscular: “Obviamente va a afectar en muchos ámbitos. Uno de los que más preocupa es el del empleo. Ya ha habido una caída de la actividad industrial del sector secundario en países como Brasil y México, lo mismo pasa con la industria automotriz. No solamente va a impactar a la banca, sino a la economía, el ingreso, el consumo”, afirma. Y agrega: “Hay que prepararse porque en realidad es una crisis que va a ser más profunda de lo que se hubiera pensado inicialmente”.
Tal vez las previsiones más sensibles se refieren a una transformación global, que no se limitará al área económica. Porque el impacto de la economía sobre otros ámbitos será total. Dice Bárcena que “estamos en un momento muy importante, es un cambio civilizatorio; esta crisis no solamente va a impactar a la banca o las finanzas o la actividad comercial y económica. Va a tocar todos los ámbitos de nuestra vida, nos va a hacer repensar nuestros estilos de vida e inclusive nos va a llevar a revisar cómo se están desarrollando y conviviendo las sociedades”.
Es un trance que va para largo. Si consideramos que se trata de la crisis más grave desde los años 20 del siglo pasado, podemos prepararnos para cambios mayores. Para ello podemos hacer algunas sencillas comparaciones. En los años 80 del siglo pasado, durante la llamada “década pérdida” para la región, cuando el crecimiento fue prácticamente cero, la parte económica tardó 10 años en recuperarse. Pero remontar a los niveles de pobreza que había antes de esa década demoró 20 años. “Por ello muchas de las respuestas a la actual crisis tienen que ver con proteger a las poblaciones más vulnerables y tratar de que no haya retrocesos en materia de equidad. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, porque uno de los temas que se va a ver comprometido sin duda es el empleo. Proteger el empleo es hoy el gran dilema”, dice Bárcena.
Pero no todo puede ser pesimismo. Hay una esperanza generacional a largo plazo. Porque “ésta es una oportunidad para que la sociedad tenga que recrearse a sí misma, porque tampoco es una solución pensar que ya llegó la crisis y hay que esperar a que termine. Hay que buscar soluciones innovadoras, creación de nuevas categorías de empleo a través de la innovación científica y técnica. Hay espacios para innovar en el ámbito social, económico, productivo, inclusive en el ámbito ambiental. Es hora de cambiar, y se puede y debe hacer”, agrega.
Y ante estos pronósticos e interpretaciones, el gobierno chileno ¿qué hace? Enfrenta la crisis como si fuera una oscilación más de la economía. Pone en marcha los mismos mecanismos destinados a mantener a flote el mismo modelo. Como si las bajas tasas de interés fueran a solventar la catástrofe, como si estos escasos subsidios fueran a resolver el masivo desempleo.

Pesimismo de los Nobel

Estas advertencias se amplifican y replican en muchos otros ambientes. En prácticamente todos hay un consenso apocalíptico. La crisis del capitalismo es un equivalente a la caída del Muro de Berlín, hace casi exactamente veinte años.
De los Premio Nobel a Fidel Castro. Paul Krugman, legítimo keynesiano -de Izquierda, si se quiere- estima que el plan de rescate del gobierno de Barack Obama no sólo no dará resultado, sino que hará perder un tiempo valioso para enfrentar la crisis. En una de sus últimas y habituales columnas en The New York Times, dijo que
el empleo ya ha caído más en esta recesión de lo que lo hizo en la crisis de 1981-1982, considerada la peor desde la Gran Depresión. “Como resultado, la promesa de Obama de que su plan crearía o salvaría 3,5 millones de trabajos para finales de 2010 parecería poco impresionante, por decir lo menos”.
Otro Nobel de Economía tampoco está conforme con el plan de estímulo de Obama. Joseph Stiglitz dijo que “el paquete estadounidense de rescate económico del presidente Barack Obama de más de 700.000 millones de dólares es mucho mejor que la respuesta de Bush en 2008, pero no es suficiente y la crisis será peor”. En esta oportunidad, Stiglitz dijo que la crisis será brutal en todo el mundo, “pero países como Brasil van a sufrir de verdad”. La crisis, iniciada y desatada en los centros financieros internacionales, será padecida principalmente en los países pobres.
Hay numerosas áreas en las que los países pobres, como Chile, sufrirán con mayor rigor. De partida, porque hemos padecido de forma endémica los efectos del modelo neoliberal y todas sus injusticias. Pero también por haber seguido a rajatabla todos los dictámenes de los organismos financieros. La completa apertura económica chilena podría convertirse en su mayor mal. Y Stiglitz lo sugiere, porque aun cuando “hay un acuerdo global de no recurrir al proteccionismo, muchos paquetes de rescate económico tienen medidas proteccionistas en su base. Quienes más sufrirán serán los países en desarrollo”.
Fidel Castro también ha venido observando este trance. En una de sus últimas reflexiones, y ante la reunión que sostendrá este mes en Londres el Grupo de los 20, que integra también a las principales economías en desarrollo, confiesa su pesimismo. “La ONU ha dicho que se necesitarían 72 mil millones de dólares para ayudar a Africa, una fracción de lo que los gobiernos de Europa y Estados Unidos han puesto para resucitar sus economías”. Recordemos que el paquete de rescate de Obama suma 700 mil millones de dólares. Por tanto, “ninguna esperanza para los países del Tercer Mundo viene de Nueva York o Washington”.
“Degradado y satanizado durante décadas por la retórica monetarista -dice Ilán Semo, columnista de La Jornada,de México- el Estado ha devenido el único agente viable para enfrentar el colapso. Pero el Estado ha sido -y sigue siendo- un agente estrictamente local, acaso el más local de todos. Y, para decirlo con un eufemismo, sólo vela por los suyos. En términos más escénicos: Obama sólo tiene en mente al mercado de Estados Unidos, Zapatero al de España y los gobernantes chinos al de China”.
Y los neoliberales se encargan de nosotros.

 

PAUL WALDER

(Publicado en “Punto Final” Nº 681, 20 de marzo, 2009. Suscríbase a “Punto Final”)