La victoria del FMLN
Sí se pudo
El Paseo General Escalón, emblemático lugar de la aristocracia económica salvadoreña, fue invadido la noche del 15 de marzo por una marea roja que al grito de “Sí se pudo” daba la bienvenida a sus nuevos gobernantes, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) .
El triunfo en las urnas del partido de Izquierda es considerado como el principal acontecimiento político desde la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992.
Debieron transcurrir 17 años para que el país estuviese, por fin, a las puertas de hacer realidad todas las esperanzas contenidas en ese pacto, cuyos resultados no se tradujeron en beneficios concretos para la población. Larga fue la espera. Sin embargo, la nación se encuentra ahora en el umbral no de una época de cambios, sino que de un cambio de época, cuando por primera vez en la historia republicana los sectores del poder económico entregarán la administración del país a una fuerza de oposición real.
Cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ratificó la ventaja irreversible del Frente, culminó un proceso de lucha militar y política que abarcó las últimas tres décadas.
El objetivo sigue siendo el que mantuvo en pie a las fuerzas insurgentes desde 1980 hasta 1992: construir un país sin exclusiones, donde las personas puedan vivir con dignidad el pleno respeto de sus derechos humanos, sociales, económicos y culturales.
Una vez terminada la confrontación armada, el FMLN se transformó en partido político, consolidó sus bases y, paso a paso, avanzó hasta convertirse en una fuerza capaz de enfrentar a las agrupaciones tradicionales y arrebatarles el control de importantes ciudades y municipios. Para las elecciones generales de 2009, las condiciones estaban maduras, como quedó demostrado en los comicios legislativos y municipales del 18 de enero. Aunque se perdió el gobierno de la capital, en poder del FMLN desde hacía doce años, se conservaron importantes municipios del departamento de San Salvador, se recuperó Santa Ana y, por primera vez en la historia, se conquistó la cabecera de La Unión, un bastión de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), y en general de la derecha.
De 56 alcaldías, se llegó a 96, y en la Asamblea Legislativa se obtuvieron 35 escaños, tres más que ARENA, mientras que de los 20 diputados que le corresponden al país en el Parlamento Centroamericano, nueve fueron para el FMLN.
El escenario para la gran confrontación del 15 de marzo quedó preparado y la certidumbre de alcanzar el gobierno era latente, aunque aún había serios obstáculos por vencer, ya que el adversario tampoco permaneció inactivo y sus recursos políticos, económicos y mediáticos no eran irrelevantes.
Su primera maniobra fue sacar de la jugada a los partidos minoritarios con candidatos a la primera magistratura: Conciliación Nacional (PCN) y Democracia Cristiana (PDC), con el ánimo de sumar ese caudal de votos para enfrentar a la creciente simpatía de la fórmula del FMLN, expresada en casi todas las encuestas. El alcance de esta acción fue parcial, porque muchas bases y varios alcaldes de estas agrupaciones se sumaron a Funes, incluyendo a los aspirantes a la presidencia y vicepresidencia del PCN, José Tomas Chévez y Rafael Garcíaguirre, respectivamente, descontentos por los métodos poco éticos utilizados por ARENA para sacarlos de la contienda.
A ello se sumó la preparación de actos fraudulentos. Aprovechando la vulnerabilidad del sistema electoral, se dotó de dos o más documentos de identidad a muchos ciudadanos o se trajo personas de países vecinos a votar. Los observadores de los comicios, tanto los voluntarios como los institucionales de la Organización de Estados Americanos y de la Unión Europea, tuvieron acceso a pruebas materiales de estos actos, en tanto que la Policía Nacional Civil capturó antes y durante la jornada electoral a varios guatemaltecos, hondureños y nicaragüenses pretendiendo hacerse pasar por salvadoreños.
Finalmente, ARENA realizó una campaña muy agresiva, plagada de insultos y descalificaciones contra los candidatos del FMLN, sus familias y la dirección del partido, utilizando su poder económico y la parcialidad de los grandes medios de comunicación. Ante la inacción de las autoridades electorales, se violó flagrantemente el silencio electoral con la realización de propaganda el mismo día de la contienda.
A pesar de todo, el voto masivo, la vigilancia en las urnas, el buen funcionamiento de las estructuras partidarias y la efectiva observación internacional, impidieron la consumación del fraude.
La tensión extraordinaria de las fuerzas está reflejado en los datos oficiales del TSE: con 91,7% de los votos contados, Funes y Sánchez Cerén alcanzaron el 51,76% de los sufragios, en tanto que Rodrigo Avila y Arturo Zablah quedaron con 48,24%.
El día siguiente
Si difícil fue vencer en las mesas, no menos costará gobernar un país sumido en una profunda crisis tras veinte años de aplicación de las políticas neoliberales. Desde que Alfredo Cristiani tomó el poder en 1989, ARENA se dio a la tarea de desmontar las estructuras del Estado, privatizar las principales empresas públicas y los servicios esenciales, además de eliminar la soberanía monetaria al adoptar el dólar estadounidense y atar la economía por medio de un Tratado de Libre Comercio.
En un pueblo ya devastado por la guerra, el impacto fue brutal, sobre todo para los campesinos y obreros. La pobreza afecta a casi el 40% de la población y 19% está en extrema pobreza. El país se convirtió en un exportador neto de migrantes, con más de 2,5 millones -de sus casi siete millones de habitantes- en el exterior. Ellos sostienen el 18% de la economía nacional con sus remesas.
La violencia, hija natural de la miseria, es un penoso fenómeno cotidiano, al grado de convertir al país en uno de los más inseguros de la región. La tasa de homicidios es de 54 por cada 100 mil habitantes, lo que representa unos doce diarios.
Consciente de la seriedad de los retos, el FMLN propuso un programa de gobierno que parte de la unidad de todos los sectores, incluyendo el empresarial, para transformar la realidad. Este plan es fruto de un amplio consenso y tiene como puntos principales superar el desempleo, bajar el costo de la vida y combatir la pobreza, la exclusión y la inequidad.
“No tenemos otra alternativa que la unidad”, reiteró Funes en sus primeros mensajes a la nación. Justamente de eso se trata, para demostrar que si se pudo llegar, se podrá también gobernar con y para la gente.
Afortunadamente, El Salvador no estará solo, pues a partir de ahora se suma al conjunto de pueblos que en el continente buscan alternativas propias y sistemas de integración para alcanzar el desarrollo con paz, justicia social e igualdad de oportunidades.
(PL)
AMILCAR MORALES
En San Salvador
(Especial para “Punto Final”)
(Publicado en “Punto Final” Nº 681, 20 de marzo, 2009. Suscríbase a “Punto Final”)
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