Edición 678 - Desde el 9 al 22 de enero de 2008
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De nuevo la guerra estremece al Medio Oriente. Israel ha atacado la Faja de Gaza con aviones y helicópteros de alta tecnología e inició operaciones terrestres. No se trata de las eufemísticamente llamadas “operaciones militares quirúrgicas”, para minimizar víctimas y daños. En Gaza, 378 kilómetros cuadrados, viven más de un millón de personas. La guerra terrestre será “larga y difícil”, según anticipó el ministro israelí de Defensa, Ehud Olmert. Las principales víctimas hasta el momento parecen ser mujeres y niños. La resistencia palestina es cada día más dura -a pesar de la desproporción de medios- a semejanza de lo ocurrido en la última guerra en El Líbano, donde los judíos debieron retirarse sin haber alcanzado sus objetivos.
La agresión a Gaza es consecuencia de una anómala situación que comenzó hace 60 años, cuando el pueblo palestino fue obligado a dejar sus tierras para que las ocuparan los judíos que llegaban a establecerse a Palestina. Inicialmente, debía constituirse un Estado judío con participación de cientos de miles de árabes en condiciones de igualdad, en un esquema binacional. Los israelíes desencadenaron el terror -la masacre de Deir Yesin fue su punto culminante-, para que los palestinos huyeran aterrorizados, abandonando sus tierras. Al poco tiempo, el Estado judío ocupaba muchos más territorios que los que le habían sido asignados. Esa es la razón de fondo del problema, agravado por sucesivas guerras en que Israel ha seguido creciendo hasta ocupar Cisjordania, Jerusalén y otras zonas.
Responsabilidad fundamental en lo que ocurre la tiene el sionismo, por su ideología agresiva y expansiva y por el apoyo de Estados Unidos, que asigna a Israel el papel de aliado estratégico para su política petrolera en el Medio Oriente y de ser factor de contención de los pueblos árabes. Ahora, con la guerra de Iraq y el conflicto en Afganistán, se ha acentuado la interdependencia entre Israel y Estados Unidos. Se calcula que de toda la ayuda norteamericana en el mundo, a partir de 1948 un 25% ha sido destinada a Israel.
Entretanto, la población palestina hacinada en Gaza o en Cisjordania vive en el atraso y la inseguridad. Hay miles de presos políticos, las detenciones abundan. Los que resisten son reprimidos. Los familiares de los acusados de terrorismo ven destruidos sus hogares con explosivos. La desnutrición y la mortalidad infantil en la población palestina más que triplica las cifras que alcanzan en Israel. Hay más de un millón de palestinos en territorio judío que son discriminados y se encuentran bajo permanente vigilancia. Israel sigue adelante con la construcción de un muro que aisla a las zonas palestinas, a las que sólo se puede acceder a través de pasos controlados por puestos militares judíos. Se mantienen -y en algunas zonas aumentan- los asentamientos de colonos judíos, que disfrutan de protección y privilegios. En la sobrepoblada Gaza, 17 asentamientos -donde viven miles de judíos- ocupan el 20 por ciento de la superficie de la Faja. Hay asentamientos en Jerusalén y otras ciudades. En el centro de Hebrón, en una zona privilegiada, un asentamiento en que viven algunas decenas de familias judías es permanente centro de provocaciones contra la población palestina y los extranjeros que visitan la ciudad. Lo comprobó hace poco el embajador de Chile ante la Autoridad Nacional Palestina que, junto a otros diplomáticos, sufrió violencia física e insultos de los colonos a pesar de los soldados que debían protegerlos.
Estados Unidos guarda silencio. El presidente electo Barack Obama reiteró en Israel -durante la campaña- la alianza estratégica entre ambos países. La mayoría de los países árabes, especialmente Arabia Saudita y los emiratos, mantienen una actitud contemplativa, a pesar de que sus pueblos repudian horrorizados la agresión. Para los gobernantes árabes coludidos con Estados Unidos, Israel no es el enemigo principal, sino el movimiento democrático palestino, que debería ser exterminado.
El martirio de Palestina es una vergüenza en la conciencia de la humanidad. El silencio es inaceptable. En el propio Israel se levantan voces contrarias a la agresión y al genocidio. En julio pasado, el rabino de Manchester, Ahron Cohen, enemigo de la política sionista, declaró a PF: “Nuestra obligación es seguir mirando cómo empezaron las cosas, para entender bien lo que ha ocurrido”. Y agregó: “La única solución efectiva para alcanzar la paz es el desmantelamiento y disolución total y pacífica del Estado de Israel, y el surgimiento de un Estado nuevo, en que palestinos y judíos vivan en armonía y cooperación”.
Puede que ésa u otra sea la solución, pero lo que importa es detener la masacre. La causa palestina debe ser apoyada. El gobierno chileno debe presionar a Israel para que cese la agresión y acepte una solución pacífica. Hoy, en las calles de Gaza, bajo los bombardeos, está en juego la causa de la dignidad y la libertad de los hombres.
PF

(Editorial de “Punto Final”, edición Nº 678, 9 de enero, 2009. Suscríbase a PF)