Edición 678 - Desde el 9 al 22 de enero de 2008
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“Porque esta gran humanidad ha dicho ¡basta! y haechado a andar. Y su marcha de gigante ya no se detendrá, hasta alcanzar su segunda, verdadera
e irrenunciable Independencia”.

EL obispo Fernando Lugo, presidente de Paraguay, símbolo de los cambios en América Latina.

Desde la proclamación de esta sentencia por Fidel Castro, ¡hace poco menos de 50 años! en la Plaza de la Revolución ante más de un millón de almas, en la histórica Segunda Declaración de La Habana, ha corrido mucha agua bajo los puentes, y mucha sangre por las tierras de América… y del mundo. Era el 4 de febrero de 1962. Cuba cumplía tres años de revolución, y hacía pocos días que la OEA, en su vergonzosa conferencia de Punta del Este, había resuelto expulsar a Cuba del organismo,“por sostener un régimen incompatible con el sistema interamericano”. Uno tras otro, los gobiernos del continente, con la sola excepción de México, fueron rompiendo relaciones con la isla rebelde.
Cuba quedaba solita con su alma, con el único lazo continental de México, y el apoyo de la Unión Soviética, el campo socialista, algunos países de Europa Occidental y la atrasada China continental de entonces. En muchos países de nuestro continente como en EE.UU., los viajes a Cuba eran penados con cárcel, la clandestinidad o el exilio. No era fácil acceder directamente a la nueva realidad generada por la revolución. Los nombres de Fidel, el Che, Raúl, y otros líderes eran asociados por la mayoría de la prensa latinoamericana con los demonios portadores de lo que llamaban “ideas foráneas”. Y había que desnaturalizarlos, denigrarlos, calumniarlos y, si se podía, destruirlos, para acabar con ellos y su obra y proclamas “subversivas”.

Del “otro lado” de la isla

De esto hace medio siglo. Pero la Revolución Cubana rompió su aislamiento, y se instaló en el corazón de los pueblos de América Latina y del mundo. Cada pueblo, a su manera y según sus condiciones, emprendió la lucha revolucionaria al influjo del ejemplo cubano. La mayoría de las experiencias fueron reprimidas a sangre y fuego por la acción combinada del imperialismo norteamericano y los ejércitos al servicio de las clases dominantes. De pronto, México, Venezuela y casi toda Europa se convirtieron en destino obligado de miles de latinoamericanos expulsados por el terror fascista, instaurado sobre todo en el sur del continente.
Habíamos perdido una batalla. O, como una vez graficó el Che, poco antes de abandonar Cuba, en 1965, perdimos el primer tramo de una carrera. “Estamos ante una carrera -dijo garabateando un dibujo en una pizarra, siempre presente en su despacho de ministro-. Por aquí viene un ferrocarril, y por aquí un automóvil. El que cruza primero este paso a nivel, gana la carrera”. El ferrocarril de la derecha cruzó primero. Era la década del 70, y durante toda la del 80 sufriríamos la cárcel, la muerte o el exilio. Después, se derrumbó el Muro de Berlín, se hizo añicos el campo socialista y se desintegró la Unión Soviética. Una suerte de “apagón cultural” recorrió el continente y el mundo. Incluso, dio lugar a que, a inicios de los 90, se aventuraran teorías como la del “fin de la historia”.
La soledad cubana se hizo más solitaria; la isla estaba más aislada que nunca. Por esos días, Eduardo Galeano describió el cuadro en su artículo “Como un niño a la intemperie”. Un riguroso “período especial” se impuso al ya quebrantado pueblo caribeño. Los presagios de la caída inminente del socialismo cubano eran constantes. La crisis sacudió incluso a algunas inteligencias de la Izquierda, que lo dieron todo por perdido, renegaron de su pasado militante y se adecuaron a “la realidad real”.

Cuba revolucionaria en Paraguay

Sin contar a Colombia, cuya guerra civil se inició una década antes, se podría afirmar que Paraguay fue el primer país en ensayar una acción guerrillera después de la experiencia de la Sierra Maestra. A mediados de 1959, medio año después del triunfo revolucionario en Cuba, se inicia la formación del Movimiento “14 de Mayo”, integrado por cuadros de los partidos Liberal y Febrerista. En diciembre de ese año se realizan las primeras incursiones armadas por el este y sur del país, desde la frontera con Argentina. Pero la experiencia dura poco. El ejército de la dictadura de Alfredo Stroessner termina cercando a los grupos alzados en la selva, apresa, tortura y asesina a sus integrantes, muchos de los cuales son lanzados desde aviones o helicópteros en vuelo. A las guerrillas del “14 de Mayo” les sobraban coraje y pertrechos, pero les faltó apoyo logístico. No se contaba con organización de sostén en los pueblos y ciudades del interior ni en la capital de Paraguay.
Poco después, se conforman las guerrillas del Frente Unido de Liberación Nacional (Fulna), liderado por el Partido Comunista y cuadros de Izquierda de diversas extracciones partidarias. Una de sus principales columnas, la “Ytororó”, es diezmada por el ejército dictatorial en cuanto pisa suelo paraguayo. ¿Delación? ¿Traición? ¿Inexperiencia? ¿Escasa formación militar? ¿Alta eficiencia de la inteligencia del ejército? Falta más investigación y, sobre todo, más sinceramiento sobre aquellas experiencias.
No obstante, nuevos intentos fueron dándose durante años. Pero nunca más ninguna fuerza revolucionaria logró articular un movimiento armado capaz de entrar en acción y dar batalla a la dictadura de Stroess-ner. Tampoco prosperaron los esfuerzos por unificar fuerzas en un Frente Unico, susceptible de organizar la resistencia cívica.
Sin embargo, hay una verdad incontrastable: como en el resto del continente, en Paraguay hay un antes y un después de la Revolución Cubana. La postura frente a Cuba determina la ubicación ideológica de un partido, un movimiento o una persona en el espectro político. No hay términos medios. La oposición antidictatorial sufre los efectos de esta disyuntiva. La Izquierda coherente siguió con su prédica y un sector importante de la derecha antidictatorial prefirió buscar patrocinios de la OEA o de la Casa Blanca para sustituir la dictadura por una democracia representativa (en la que no estaría representada, desde luego, la Izquierda “subversiva” y “castrista”). Finalmente, algunos sectores de derecha aceptaron, incluso, formar parte de un Parlamento hecho a la medida de la dictadura.

Los nuevos tiempos

La historia no interrumpió su curso, las ideologías, lejos de morir se refrescan, el fascismo criollo está en retirada, y nuevos vientos soplan en América Latina. Aquí y allá las fuerzas progresistas triunfan. De hecho, Cuba ha sido reintegrada a la familia latinoamericana. No hay reunión regional donde no sea invitada. Y con más fuerza se habla de la necesidad de un organismo latinoamericano y caribeño con la presencia de Cuba y el “Norte revuelto y brutal que nos desprecia”, como lo definió José Martí, hace más de un siglo. Con matices diversos, pero indicadores de que en esa diversidad está la unidad de nuestros pueblos y, tal vez, la base del Nuevo Pensamiento Latinoamericano, vivimos los nuevos tiempos.
Paraguay, después de 138 años de frustraciones, se suma a la nueva corriente. Con aciertos y errores, se respiran aquí aires nuevos, de fe y esperanza. La tarea de reconstruir un país desquiciado durante más de un siglo, no es fácil. Tampoco imposible. Podríamos parafrasear a Fidel, cuando al partir hacia Cuba desde México, en noviembre de 1956, dijo: “Si salimos, llegamos; si llegamos, entramos; si entramos, triunfamos”. Es el mejor homenaje paraguayo a Cuba, en sus 50 años de vida revolucionaria.

AUSBERTO RODRIGUEZ JARA (*)
En Asunción
(*) Periodista y escritor paraguayo.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 678, 9 de enero, 2009. Suscríbase a PF)