¿Está agotada
la Concertación?
Alvaro Ramis
Un debate que cruza el complejo escenario electoral y del que parecen depender las grandes decisiones de 2009 es la crisis de la Concertación, su profundidad y su significado.
¿Cuáles son algunas interpretaciones que se han traído a la palestra para dar cuenta de la “fatiga” de la Concertación? Por una parte, se plantea que el agotamiento es total. Por ejemplo el historiador de la PUC Cristián Gazmuri se aventuró a afirmar: “Me temo que la respuesta sea que estamos presenciando el agotamiento de la Concertación, presagio de su crisis terminal”. Es el mismo tono de Sebastián Piñera, quién afirmó que el retiro de la candidatura de Ricardo Lagos y la indefinición del candidato de la Concertación demuestran que “el bloque oficialista está agotado y que sus eventuales postulantes son más de lo mismo, por lo cual han ido cayendo como palitroques”. El senador Alejandro Navarro ha coincidido en este punto con Piñera, señalando que “el agotamiento de la Concertacion es irreversible”. Adolfo Zaldívar, por su parte, ha calificado a su ex camarada Eduardo Frei de “representar a la Concertación, una fórmula agotada”.
Algunos optimistas irreductibles sostienen la tesis opuesta. Orlando Alfonso Olave, por ejemplo, afirma que “el agotamiento de la Concertación no es tal. Los que están estresados son ciertos líderes ansiosos por transformarse en íconos e imponer ideologismos de Izquierda y derecha”. Incluso Juan Guillermo Tejeda señala que “estamos en un momento de sano agotamiento. Los candidatos concertacionistas son todos héroes del ayer”.
Antonio Cortés Terzi, tratando de precisar el lenguaje, ha sostenido que “la Concertación está cansada, pero no agotada”. Para Cortés Terzi “basta un poco de objetividad y/o probidad intelectual para aceptar que los síntomas que aquejan a la Concertación no son de vaciamiento absoluto de sus energías. Lo que sí es innegable es su cansancio, un cansancio agudo”.
En una línea similar encontramos a Carlos Ominami, que recurre a metáforas para decir que “el agotamiento de la Concertación tiene que ver con fatiga de materiales, con la pequeña corrupción, con falta de ánimo y entusiasmo, con la instalación de una parte de sus elencos más en la administración del poder que en avanzar en la generación de propuestas”.
Muchos sostienen que es normal que una fuerza política que gobierna por muchos años tienda al agotamiento. En ese caso, los agotados no serían los partidos de la Concertación, sino nosotros, la ciudadanía, que ya no soportamos los mismos rostros y los mismos discursos.
Otros replican que el agotamiento es un efecto de la endogamia crónica de las elites concertacionistas, de su oligarquización y centralización, como resultado del sistema electoral binominal y la disfuncionalidad de partidos políticos inoperantes y que no tienen la amenaza de serios competidores en su propio campo de representación.
Desde la Izquierda, un grupo de dirigentes comunistas y socialistas suscribieron un manifiesto titulado “Agotamiento, lucha, esperanza y alternativa”, donde han recordado que “la Alianza, y su candidato Piñera, no son alternativa ante el agotamiento de la Concertación”.
Muchos argumentan que aunque la Concertación esté agotada, el proyecto democratizador está inconcluso, y para viabilizarlo es indispensable la “unidad política y social del pueblo”, como lo propuso Radomiro Tomic en 1970. Y para ello la solución no pasa por poner fin a la Concertación, sino ampliarla, refundarla y desoligarquizarla. El problema, ha reflexionado Cortés Terzi, es que esta solución implica reconocer una crisis profunda de los pactos y acuerdos de gobernabilidad al interior de la coalición, que parecen haber llegado a sus límites: “La supuesta carencia de ideas en la Concertación puede ser sólo la apariencia de un fenómeno contrario: a la Concertación le ‘sobran’ ideas. No por nada se habla de ‘almas de la Concertación’”.
En la Grecia clásica este tipo de impasse político se resolvía por medio del ostrakos, un voto negativo que se escribía en conchas negras y que determinaba que un personaje político era desterrado. Evidentemente, las experiencias de nuestro pasado dictatorial nos recuerdan que no es justo restaurar el exilio, pero es evidente que se necesita una forma de revocabilidad de mandatos para evitar que la casta política se eternice en sus fastos. ¿Por qué no pensar en una forma moderna de ostrakos que permita el ostracismo electoral de tantos políticos que ya han colmado la paciencia cívica? ¿Por qué no establecer un Dicom político en que caigan quienes incumplen sus compromisos y traicionan sus programas, promesas y deberes? Tal vez esta sea la única forma de solucionar el agotamiento de nuestro sistema político, que hace agua por la inconsistencia de sus dirigentes..
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 678, 9 de enero, 2009. Suscríbase a PF) |