Edición 654 - Desde el 21 de diciembre 2007 al 10 de enero de 2008
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En la huella de Salvador Allende

Museo del arte
y la memoria

Autor: HERNAN SOTO

JOSE Balmes, el pintor y Premio Nacional de Arte es el director del Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

 

La antigua Avenida República atraviesa hoy parte de un barrio universitario de Santiago, pero conserva restos de su pasado aristocrático. Tiene escaso tránsito de vehículos y grandes árboles. En este tiempo todavía los jacarandás deslumbran con sus flores azules. La cuadra en que está situado el Museo de la Solidaridad Salvador Allende es posiblemente la más fea, por la presencia de un horrendo templo mormón. En el Museo se luce una buganvilia junto a plantas finas y unos árboles antiguos. Un pendón con los colores de Suecia indica que hay una exposición de artistas de esa nacionalidad con las obras que cincuenta pintores y grabadores donaron en solidaridad con el pueblo de Chile, durante la dictadura. Es un homenaje a Harald Edelstam, el embajador sueco que salvó la vida a no pocos perseguidos y desafió a la dictadura entre septiembre de 1973 y mediados de 1974. Hay otras dos exposiciones: de Naul Ojeda, fotógrafo uruguayo que trabajó en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular y en los días siguientes al golpe. Trece grandes fotos digitalizadas que merecen ser vistas muestran luchas y esperanzas, las ruinas de La Moneda y la amargura de la derrota. La otra exposición es de cincuenta y cinco arpilleras de la colección de Isabel Morel que reflejan hechos esenciales de los años de la dictadura y de los tiempos de transición. Una visión popular que siguió los acontecimientos, expresión de los silenciados.
La casa de Avenida República 475 fue construida por el industrial belga Amadeo Heiremans. En la década de los 40 la compró la embajada de España que funcionó allí hasta 1968. Después del golpe de Estado del 73, la ocupó la Dina y enseguida la CNI. En 2004 la compró la Fundación Allende al Ministerio de la Vivienda.
Hace unas semanas terminó la muestra “Memorias de la colección”, un esfuerzo de gran envergadura acompañado de una guía y una cuidada publicación. Se estructuró en torno a obras que no se habían exhibido por falta de espacio (escasamente se puede presentar alrededor de un diez por ciento del fondo total). Hubo invitaciones a artistas nuevos y se aprovechó el envío de la muestra principal a Sao Paulo para sustituirla por piezas con menor difusión.
Es evidente  la actividad que existe en el Museo. No provoca,  sin embargo, todavía una respuesta masiva de público. Pero ahí están los esfuerzos, que se espera generen un cambio importante para el año 2008, cuando se cumplan cien años del nacimiento de Salvador Allende.
En el hall de entrada espera el Memorial. Una instalación circular de láminas de plástico transparente, de distintas alturas, gira lentamente mientras, a intervalos, se escucha la caída amplificada de una gota. Un rayo láser se activa en ciertos momentos y choca contra un espejo, que lo refleja nuevamente hacia la altura y la profundidad, en alusión a la trascendencia de la obra del presidente Allende. A pocos metros, están el Muro de las voces y algunos objetos personales del mandatario caído en La Moneda.

MEMORIA Y FUTURO

José Balmes, Premio Nacional de Arte, pintor, maestro de varias generaciones, es el director del Museo. Parece algo natural que lo sea, tanto por su categoría artística como porque estuvo en los orígenes mismos de la iniciativa.
Recuerda: “A Allende lo fascinaba el arte y tenía como preocupación permanente que el arte debía estar al alcance del pueblo. Todo comenzó con la Operación Verdad, que se hizo en Chile para enfrentar la campaña internacional de falsedades y distorsiones sobre su gobierno. Vinieron muchísimos intelectuales, artistas, periodistas y académicos. Entre ellos, un crítico de arte español muy importante: José María Moreno Galván. Un día, con otros amigos, en la calle Agustinas frente al diario La Nación, mirando hacia La Moneda, Moreno Galván dijo que tenía la idea de conseguir donaciones de artistas plásticos en solidaridad con Chile, para hacer un museo. Sus amistades y relaciones lo hacían ser optimista, pero había que conversar con el presidente de la República. Recuerdo que le dije: ‘Atravesemos la plaza y vamos a conversar con el presidente’. No lo podía creer. Lo hicimos. En Morandé 80, dijimos que estábamos citados. Pasamos y aunque estaba en una reunión, en pocos minutos la Payita consiguió que el presidente saliera a conversar con nosotros. Su entusiasmo fue inmediato cuando Moreno Galván le expuso la idea. Tuvo una duda: ¿Cómo hacerlo?
Yo era director de la Escuela de Bellas Artes, que tenía autonomía y presupuesto como parte de la Universidad de Chile. Le propuse que las obras podrían entregarse en las embajadas para el Museo de Arte Contemporáneo, después las entregaríamos al Estado. Así empezamos. Allende estaba muy interesado. Incluso me llamó un par de veces, en la madrugada, para preguntarme porqué no llegaban las obras. Era un problema de atraso en las embajadas. Cuando eso se arregló, las cosas resultaron. En cuatro meses pudimos hacer una primera exposición en el Museo de Arte Contemporáneo en la Quinta Normal. Luego otra en el edificio de la Unctad.
La reacción de los artistas fue conmovedora. Antes del golpe habían llegado más de setecientas obras a Chile, entre ellas de artistas tan importantes como Picasso, Miró, Matta, Lam, Alexander Calder, Portocarrero, Gutusso, Vassarely, Jesús Soto, Chillida, Tapiés, Frank Stella, Lisa Clark y otros. Echaron las bases para una colección que debe estar entre las dos o tres más importantes del continente con pintura y escultura del último tercio del siglo XX.
Con el golpe de 1973 terminó todo. Las obras fueron secuestradas, muchas se deterioraron, otras se las robaron. Luego, en el exilio se organizaron los museos de la resistencia Salvador Allende. Comenzamos en París con Miguel Rojas Mix, del Instituto de Arte Latinoamericano y Pedro Mira, decano de Bellas Artes, los tres exiliados. En pocos años se reunieron más de dos mil obras. Algunas tan importantes como un segundo Miró. Ayudaron muchas personas, de las que quiero destacar a Miria Contreras (la Payita) y a Carmen Waugh. Y no puedo omitir al inolvidable Mario Pedrosa, exiliado brasileño, un gran crítico de arte, comunista, que al final de su vida fue uno de los fundadores del PT. Pedrosa estaba en el Instituto de Arte Latinoamericano. Tomó la idea del museo con verdadera pasión, lleno de creatividad y eficiencia. No debemos olvidarlo”.
Balmes quiere hacer muchas exposiciones para darle movimiento a este fondo de obras de arte. La mayoría de las más de dos mil obras no se han exhibido nunca. “Tenemos una obligación moral. La mayoría es de muy buen nivel”. Considera hacer (…)

(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 654 de “Punto Final”, 21 de diciembre, 2007. ¡¡Suscríbase a PF¡¡)


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