La Moneda
estresada
Autor: MANUEL SALAZAR SALVO
Belisario Velasco, ministro del Interior.
La muy consultada enciclopedia Wikipedia en internet afirma que “los episodios cortos o infrecuentes de estrés representan poco riesgo. Pero cuando las situaciones estresantes se suceden sin resolución, el cuerpo permanece en un estado constante de alerta, lo cual aumenta la tasa de desgaste fisiológico que conlleva a la fatiga o el daño físico, y la capacidad del cuerpo para recuperarse y defenderse se puede ver seriamente comprometida”.

La revista “Cosas” publicó en octubre de 1998 esta entrevista a Andrés Velasco, actual ministro de Hacienda. Lo entrevistó la periodista Karen Poniachick, actual ministro de Minería. Ambos pertenecen al influyente grupo de Expansiva.
Estos síntomas son perceptibles en La Moneda desde hace varios meses. Incluso son cada vez más los altos funcionarios que se resisten a acudir a la sede de gobierno para no contagiarse con la tensión ambiental que reina allí.
Como nunca antes en los gobiernos de la Concertación, la epidermis de la sede del gobierno se ha mostrado sensible a los titulares de la prensa y noticiarios de televisión. Pocas veces también se había percibido tamaña cantidad de filtraciones, trascendidos y opiniones ocultas en el ya tan común off the record, facilitado al extremo por los teléfonos celulares.
Ello ha ocurrido, por una parte, debido a la carencia de una política de comunicaciones sólida, transparente y centralizada, confiándose las decisiones más sensibles a personas que no tienen ni la experiencia ni las capacidades necesarias. Por otro lado, se ha desatado una competencia creciente entre los jefes, encargados o responsables de las comunicaciones de ministerios, subsecretarías y servicios, los que privilegian obviamente sus propias parcelas por sobre las del gobierno en general y de La Moneda en particular.
Para cada traspié gubernamental -que han sido reiterados- se improvisan estrategias distintas, incluso contradictorias, las que son traspasadas a los medios de prensa, amplificándose o creándose la sensación de pugnas que muchas veces no existen o que son bastante menores a lo que se publica.
Desde La Moneda se pide de manera cotidiana y reiterada “una mayor visibilidad mediática” a los miembros del Gabinete, sumiéndolos en un permanente estrés y obligándolos a transformar sus equipos de comunicaciones en la herramienta principal de sus actuaciones.
“Lo que no está en CNN no existe”, es una frase enquistada en la epidermis de la política estadounidense. En Chile, está ocurriendo lo mismo con El Mercurio, La Tercera, La Segunda, TVN y Canal 13. Son ellos los principales receptores de lo que dice y hace el gobierno. Y es el manejo editorial que esos medios realizan de las actuaciones de La Moneda lo que está socavando gran parte de la arquitectura gubernamental.
LAS FORMAS Y LOS GESTOS
Desde comienzos de 2000, en algunos ámbitos del mal llamado “progresismo concertacionista” se acuñó el término “ciudadano” para reemplazar conceptos como “pueblo” o “gente”. Se dijo que era una palabra más amable y unificadora, que aglutinaba más, que era más moderna y permitía obviar odiosas divisiones de clases y aquellas añejas nociones de “pobres”, “clase media” y “ricos”. Surgió entonces un “diario ciudadano”, una “plaza ciudadana”, una “expresión ciudadana”, hasta llegar a convencer a la entonces candidata Michelle Bachelet de que su administración también tenía que ser un “gobierno ciudadano”.
Era, se afirmaba en el naciente “bacheletismo”, el momento de refundar la Concertación, de impulsar un mayor equilibrio de géneros, de sostener que “nadie se va a repetir el plato”, de construir una nueva elite gubernamental.
Hasta hoy se desconoce, como en la mayoría de los problemas que ha enfrentado este gobierno, quiénes fueron los ideólogos de aquella entelequia. Lo que sí se sabe es que fue un rotundo fracaso.
No obstante, en los círculos más cercanos a la mandataria se siguen aconsejando nuevas fórmulas que escapan o se apartan de los códigos propios de la política, se-mejantes a los que se emplean en la diplomacia, en los ámbitos pontificios, en el protocolo y simbología militar o en los tribunales, por mencionar algunos.
¿Es comprensible que la presidenta haya designado a su joven jefe de gabinete para que tome apuntes sobre las conversaciones de su equipo político con los jefes de los partidos que la apoyan? ¿No es acaso un gesto de desconfianza sólo comparable a los empleados por Augusto Pinochet para vigilar las eventuales disidencias en su gobierno?
¿Es entendible que públicamente in-tente silenciar a sus ministros? ¿Son ne-cesarios tamaños gestos de autoridad con personeros que han pasado todas las pruebas de blancura en sus lealtades a la coalición oficialista?
¿Es esa la manera que tiene la presi-denta de mejorar la interlocución y coor-dinación de su gobierno?
CORAZON DIVIDIDO
Todos los analistas y comentaristas políticos han previsto un inminente cambio de Gabinete, discrepando sólo en las fechas: desde los próximos días, hasta octubre o marzo del próximo año. La mayoría de ellos también afirma que la cirugía será mayor, incluyendo a lo menos a seis ministros.
No obstante, hay algunas variables que se deben tener en cuenta antes de enumerar las cabezas que rodarán en La Moneda. Por de pronto se avecina la discusión del Presupuesto 2008, que requiere un gabinete afiatado y hablando el mismo lenguaje sobre los énfasis que el gobierno desea poner en los gastos del próximo año. Otro ámbito de preocupación serán las demandas laborales que están creciendo rápidamente tras el movimiento de los trabajadores contratistas de Codelco, las que se verán acicateadas por el alza de precios de los alimentos, el transporte y otros productos y servicios de consumo básico. Los gremios de salud, educación y justicia han expresado también sus intenciones de movilizarse en procura de sus reivindicaciones. Por otra parte, el inicio de la primavera y la llegada de septiembre coinciden casi siempre con un aumento de los delitos y una ofensiva temporal de la delincuencia, bandera que la oposición no tarda en levantar para acosar al gobierno.
Al mismo tiempo, en las esferas pro-piamente partidarias, comienzan a aclararse las cartas para las próximas elecciones municipales, que será la gran prueba de fuego para el gobierno.
Resulta más o menos evidente, entonces, que La Moneda deberá concentrar parte importante de sus esfuerzos en sacar adelante las tareas y las promesas electorales realizadas en las regiones, así como en solucionar no más allá del próximo verano las dificultades que aún tiene el Transantiago.
Si prima la cordura y se templan los nervios, la presidenta Bachelet debiera ampliar su equipo de asesores más cercanos y soltar las riendas a sus ministros, a los que ya conoce bastante, alineándolos detrás de objetivos claros y precisos.
Cuesta imaginar, dado lo exhibido hasta ahora, que la mandataria opte radicalmente por una de las dos corrientes que anidan en su gobierno: una encabezada por los ministros Belisario Velasco y Osvaldo Andrade, más cercana a un modelo económico socialdemócrata; y la otra, representada por los ministros Andrés Velasco y Eduardo Bitrán, muy cercana a los postulados de Expansiva, más liberales y proclives a los parámetros financieros dictados desde Estados Unidos.
También influirá de modo determinante el posicionamiento en las encuestas y en las simpatías partidarias de los precandidatos presidenciales que hasta ahora conforman una lista que integran Ricardo Lagos, José Miguel Insulza, Soledad Alvear, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Adolfo Zaldívar, Marcelo Trivelli, Sergio Bitar, José Antonio Gómez y otros que se mantienen “tapados”. Todo indica que de los cuatro primeros saldrá el elegido y que, cualquiera sea, tendrá un ascendiente relevante en los apoyos que requerirá Bachelet para concluir con éxito su gestión.
VELASCO VS. VELASCO
El ministro de Hacienda, Andrés Velasco, ha sacado ventaja a su colega de Interior, Belisario Velasco, a la hora de acumular elogios en los medios de prensa de la derecha. El ex ministro de la dictadura y ex candidato presidencial, Hernán Büchi, sostuvo en La Segunda que “(…) se hizo evidente que el ministro de Hacienda enfrenta serias limitaciones políticas, y es poco lo que se ha podido hacer en la realidad. Más razón para valorar la actitud de la autoridad de Hacienda y esperamos que sea más exitosa en el futuro”. Dos días después, en El Mercurio del 5 de agosto, en una larga crónica titulada “Velasco cuida su lazo con Bachelet y se esfuerza por tejer redes”, se le baña con loas atribuidas a fuentes no identificadas como ya se hizo habitual en el diario de Agustín Edwards: “Bachelet sabe que con Velasco forma una buena sociedad. Tiene mucho prestigio en el sector privado y a nivel internacional. Ese es un plus para el gobierno”, sentencia un ex funcionario del Estado, asegura el articulista, y agrega: “allegados expresan que la presidenta confía en él porque lo ve técnicamente sólido, y, muy importante, porque sabe que él no tiene agendas personales”. Y añade: “Por ejemplo (Bachelet) lo invita a actividades en terreno, donde, espontáneamente, pide un aplauso para él diciendo que es alguien a quien no se le reconocen mucho sus logros. Esos son gestos que se valoran y que hablan de la sintonía entre ambos”.
Los críticos de Andrés Velasco tienen muy poca tribuna. Uno de ellos, el escritor Antonio Gil, en su columna (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición impresa de “Punto Final Nº 645, 10 de agosto, 2007)
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