Líder cubano cumple 81 años
·FIDEL
·habla de sus padres
“Con las prédicas de Cristo se puede elaborar un programa socialista radical, sea usted creyente o no”, dice Fidel Castro en sus conversaciones con Ignacio Ramonet, director de “Le Monde Diplomatique”, editadas en el libro “Cien horas con Fidel”.
El líder cubano cumple 82 años el 13 de agosto. Desde junio del año pasado, debido a una grave enfermedad que lo tuvo a las puertas de la muerte, se encuentra alejado de sus funciones de presidente de la República. Pero casi diariamente, impedido por ahora de hablar desde la tribuna, que es su método normal de comunicación con el pueblo, escribe y publica sus “reflexiones” que suelen tener amplia repercusión internacional.
Su entrevistador, Ignacio Ramonet, señala en el prólogo de Cien horas con Fidel: “La caída del muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética y el fracaso histórico del socialismo autoritario de Estado no parecen haber modificado el sueño de Fidel Castro de instaurar en su país una sociedad de nuevo tipo, menos desigual, más sana y mejor educada, sin privatizaciones ni discriminaciones, con una cultura global integral. Y su nueva y estrecha alianza con la Venezuela del presidente Hugo Chávez consolida sus convicciones.
En el otoño de su vida, movilizado ahora en defensa de la ecología, del medio ambiente, contra la globalización neoliberal y contra la corrupción interna, sigue en la trinchera, en primera línea, conduciendo la batalla por las ideas en las que cree. Y a las cuales, según parece, nada ni nadie le harán renunciar”.
Fidel Alejandro Castro Ruz nació el 13 de agosto de 1926 en una finca en Birán, Mayarí, antigua provincia de Oriente, hoy provincia de Holguín. La finca de 900 hectáreas era propiedad de su padre, un gallego y ex soldado, Angel Castro Argiz, que aprendió a leer y escribir ya adulto pero que arrendaba y administraba con éxito otras grandes extensiones de tierra. Allí comenzó la formación de Fidel. En sus conversaciones con Ramonet, recuerda a su madre:
“Se llamaba Lina. Era cubana, de Occidente, de la provincia de Pinar del Río. De ascendencia canaria. También de origen campesino y de familia muy pobre. Mi abuelo materno era carretero, transportaba caña en una carreta de bueyes. Cuando nos mudamos para la zona de Birán, mi madre, que tenía entonces unos 13 o 14 años, venía junto a sus padres, hermanos y hermanas, de Camagüey, adonde habían viajado en tren desde Pinar del Río, buscando mejor fortuna. Luego recorrieron largos trayectos en carreta, primero hasta Guaro y finalmente Birán.
Mi madre era prácticamente analfabeta y, como mi padre, aprendió a leer y escribir casi sola. Con mucho esfuerzo y mucha voluntad también. Nunca le oí decir que hubiese ido a la escuela. Fue autodidacta. Extraordinariamente trabajadora, no había detalle que escapara a su observación. Era cocinera, médico, guardián de todos nosotros, suministraba cada cosa que necesitáramos, paño de lágrimas cotidiano ante cualquier dificultad. No nos malcriaba; exigía orden, ahorro, higiene. Administraba todo lo cotidiano dentro y fuera de la casa, era la económica de la familia.
Nadie sabe de dónde sacaba tiempo y energías para tanta actividad; no se sentaba nunca, nunca la vi descansar un segundo en todo el día.
Trajo al mundo siete hijos, nacidos todos en aquella casa, (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición impresa de “Punto Final Nº 645, 10 de agosto, 2007)
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