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El
ejemplo del
general Prats
General Carlos Prats
A treinta años de su asesinato, la figura del
ex comandante en jefe del ejército, general Carlos Prats González,
se fortalece como ejemplo de militar y ciudadano. Tuvo el mando de la
institución desde fines de octubre de 1970 hasta pocos días
antes del golpe. Sin compartir la ideología socialista del presidente
Salvador Allende, mantuvo el profesionalismo castrense y la lealtad hacia
las autoridades constitucionales, enfrentando la conspiración de
Estados Unidos, la derecha y sectores dirigentes de la Democracia Cristiana.
La cercanía al presidente Allende, como ministro del Interior y
de Defensa y también vicepresidente de la República, le
permitió valorarlo -según escribió más tarde-
como “uno de nuestros gobernantes más lúcidos y osados
del siglo XX y, al mismo tiempo, el más incomprendido”. Poco
a poco los enemigos del general Prats ganaron terreno y finalmente lograron
aislarlo, obligándolo a renunciar el 23 de agosto de 1973. Entregó
el mando a su hombre de confianza, el general Augusto Pinochet Ugarte.
Auto
del general Prats destruido
El asesinato de Prats en Buenos Aires, en el que también
murió su esposa, Sofía Cuthbert, fue organizado y planificado
por agentes de la Dina, en su mayoría militares, bajo las órdenes
del entonces coronel Manuel Contreras que dependía directamente
de Pinochet. La investigación de la justicia argentina no pudo
alcanzar a los militares chilenos -cuya extradición fue negada
por la Corte Suprema- y concluyó con la condena a prisión
perpetua de un agente de la Dina, Enrique Arancibia Clavel, como “partícipe
necesario” en el crimen. Posteriormente se abrió juicio en
Chile, hace más de cinco años. Pero el ejército no
ha entregado a la justicia de ninguno de los dos países antecedentes
claves para la investigación -los que sin duda maneja- haciendo
que esos procesos sigan dilatándose. Con todo, el 30 de septiembre
el ejército rindió honores a la memoria del general Prats
en una ceremonia especial con asistencia del comandante en jefe, altos
oficiales y autoridades, reparando, de acuerdo al protocolo militar, un
agravio injustificable mantenido desde su asesinato tramado por sus compañeros
de armas.
Por autoridad, rango y carácter, el general Carlos Prats fue un
destacado oficial constitucionalista que trató de mantener a todo
trance la subordinación militar a las autoridades legítimas.
Se jugó a fondo para evitar el golpe de Estado y el baño
de sangre que significó el derrocamiento del presidente Salvador
Allende. Tuvo ideas claras de progreso y avance social. Apoyó la
nacionalización del cobre y la participación de los uniformados
en el fortalecimiento de la soberanía y el desarrollo de la economía
del país, pasando de la visión abstracta de la independencia
y autodeterminación a otra vinculada directamente al manejo de
los recursos esenciales -naturales, industriales, y financieros- que permiten
hacerla efectiva frente a potencias hegemónicas, grandes corporaciones
y centros de poder interno. También fue una de sus preocupaciones
la elevación del nivel profesional de las fuerzas armadas, dentro
de una concepción de defensa nacional que compartió plenamente
con el presidente Allende. Poco antes de su muerte, Prats escribió
en el exilio: “Sería una cruel ironía del destino
que cuando se escriban serenamente las páginas de la historia de
Chile de los últimos cuarenta años, se esclarezca que el
gobierno que en dicho lapso tuvo una concepción más nítida
de la seguridad nacional y que demostró con hechos el mayor interés
en los problemas de la defensa nacional fue, justamente, el gobierno de
Allende, derrocado por las Fuerzas Armadas y de Orden”.
Prats es la figura antagónica de Pinochet. Representa la lealtad,
la consecuencia, la honradez, la valentía y el honor militar, atropellados
por su sucesor que hizo de la traición y el disimulo una norma
de conducta. Con todo, Pinochet supo interpretar lo que realmente ocurría
en los principales mandos de la FF.AA. y especialmente en el ejército.
La mayoría de los generales y mandos medios estaban ganados para
el anticomunismo, las posiciones antipopulares y la subordinación
a Estados Unidos, favorecidos por un profundo odio de clase y aspiraciones
elitistas. Pinochet encarnó ese espíritu y no vaciló
en liquidar a todos los que se opusieron a sus planes. Desencadenó
una represión implacable para imponer un modelo ajustado a los
intereses del imperialismo, las transnacionales y la gran burguesía.
El aniversario de la muerte del general Carlos Prats se produce en una
coyuntura doblemente significativa. Pinochet hace esfuerzos por escapar
de la justicia que le imputa su participación en la Operación
Cóndor mientras intenta explicar los orígenes de la fortuna
detectada en las operaciones secretas del Banco Riggs, que evidencian
el manejo corrupto y en beneficio personal y familiar que hizo Pinochet
del poder.
Entretanto, el comandante en jefe del ejército, general Juan Emilio
Cheyre, sigue buscando una salida para los militares procesados o imputados
por crímenes contra la humanidad por la vía de responsabilizar
a los civiles -cuidándose de criticar a la derecha y a EE.UU-,
como la ruta para exculpar -y asegurar la impunidad- a militares que deshonraron
el uniforme violando las leyes de la guerra y toda normativa nacional
e internacional. Cheyre disimula la presión que ejerce con sus
declaraciones y esgrime como argumento la tardanza en la tramitación
de los procesos. Calla que durante 17 años fueron las FF.AA. las
que impusieron silencio sobre los crímenes cometidos por agentes
suyos, a los que beneficiaron con una autoamnistía, y que en los
14 años de transición han eludido sistemáticamente
entregar antecedentes cruciales en los distintos procesos.
El general Carlos Prats González murió convencido de la
necesidad de un ejército comprometido con la democracia y el progreso
social, eficiente y respetuoso de las personas. Sus ideas siguen pendientes,
más allá de reconocimientos retóricos. Desde hace
años, el ejército enfrenta un camino que no está
en condiciones de recorrer atado al pinochetismo, a situaciones de privilegio
constitucional, legal y material, con creciente acercamiento a la estrategia
global de Estados Unidos. Pero no hay indicios que el ejército
pretenda hacer las reformas de fondo que requiere, las que deberían
comenzar por asumir responsabilidades en los abusos de la dictadura y
repudiar a los oficiales y clases que mancharon el uniforme al asesinar
y torturar, con extrema crueldad, a otros chilenos para imponer un modelo
que provoca una catástrofe social que se oculta.
Ni el ejército ni las otras ramas de las FF.AA. parecen tener interés
en dejar de ser una amenaza para la democracia y el progreso. Se empeñan
en seguir siendo la reserva armada de los círculos más retrógrados
de una sociedad amarrada a la globalización capitalista, cada vez
más dependiente de la superpotencia imperial
PF
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