Edición 571 - Desde el 9 al 22 de julio de 2004
Inicio | Traduccón | Favoritos | Recomendar Página | Cartas al Director |
Buscar
Buscar con Google

Libro de Visitas
Firma el libro de visitas Firmar el Libro
Este es el punto donde dejan su firma quienes visitan este sitio.
Ediciones Anteriores
En Quioscos
En esta edición

Editorial:
El portaaviones y la
vergüenza nacional

Perversión económica
Crecimiento
con desemple

El pecado
de la carne

Disculpe, yo soy hétero

Crímenes de la dictadura
Operación Albania

ARGENTINA
Hebe de Bonafini

Entre la lucha y los recuerdos
En edición impresa
Desafíos en el
proceso venezolano
Opinan los jóvenes:
Voto voluntario es bacán
La CUT se arrepintió
El paro que no fue
Alimentos transgénicos
¡Cuidado con lo que come!
El caso de Nieves Ayress
Todo el horror
de la tortura
REDESCUBRIMIENTO
DE NERUDA
“Euroescepticismo”
gana terreno
Autor: Paco Peña
CARTA ABIERTA AL GOBIERNO
Visita
Portadilla
PUNTO FINAL
Revista quincenal de asuntos políticos, informativos y culturales que publica la Sociedad Editora, Impresora y Distribuidora de Publicaciones y
Videos Punto Final S.A., San Diego 31, oficina 606, Fono-Fax: 6970615,
Casilla 13.954, Santiago 21, Santiago-Chile.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El portaaviones y la
vergüenza nacional


Cuando a Valparaíso se le declaró Patrimonio Cultural de la Humanidad, los pelícanos del puerto volaron asombrados por sobre la bahía, quizás presagiando que aquello de cultural le quedaba grande a una ciudad que, precisamente un año después, se sumiría en la más patética de las locuras tropicaloides -con el perdón de todos los pueblos del trópico- ante la visita del portaaviones Ronald Reagan de la Marina estadounidense. Tanto los medios de comunicación como las autoridades locales transformaron a Valparaíso en un gigantesco burdel a disposición del imperio, como en algún momento lo fue Cuba antes que la dignidad del pueblo cubano hiciera estallar en mil pedazos el dominio estadounidense.
A la burdelización del puerto se sumó la exultación de los comerciantes de todo tipo, que vieron en los tres mil tripulantes del navío una suculenta fuente de ganancias. Pareciera necesario realizar un estudio sociológico acerca del comportamiento de los miles de chilenos que arribaron al puerto y de su escala valórica, porque es deplorable que una máquina de guerra se haya transformado en una atracción turística. Claro, porque eso y nada más es este barco, el más poderoso de la flota norteamericana. El US Ronald Reagan CVN76 fue construido en 1994 por Newport News Shipbuilding and Drydock, en el estado de Virginia. Desplaza más de 77.600 toneladas, posee dos reactores nucleares y un armamento que incluye dos plataformas de lanzamiento Sea Sparrow y dos plataformas de lanzamiento 21-cell RAM. Ello, además de 80 aviones F-18 y una tripulación potencial de 6.000 marinos. Es decir, un poder de fuego que le convierte en una maquina de muerte perfeccionada hasta el límite, para minimizar la posibilidad de errores y maximizar su eficiencia destructiva.
¿Cómo es posible, entonces, que miles de porteños y medio millón de santiaguinos visitara la zona para observar a la distancia este portaaviones? ¿Cómo se produjo este fenómeno masivo de euforia y excitación? ¿Cómo es posible que nadie -o casi nadie- cuestionara la presencia de un símbolo de la arrogancia y el belicismo imperialista?
El cardenal Jorge Medina criticó “la gran feria de prostitución y lujuria” que suscitó la presencia del portaaviones. Mas él lo hizo desde una postura fundamentalista y reaccionaria, alarmado ante la supuesta trastrocación de valores que atentan contra la familia y la moral.
Pero lo sucedido en Valparaíso es más serio y profundo, pues toca las fibras más íntimas de la fábrica societal: la mercantilización de las relaciones sociales. Es la manipulación mediática, el poder y las instituciones al servicio del mercado, donde los seres humanos se convierten en meros consumidores de un producto artificial.

¿CRUCERO DE PLACER?

El barco de la destrucción y la muerte, el barco que puede estar bombardeando Iraq o invadiendo Panamá, por obra y gracia de la publicidad, se convirtió en un crucero de placer. Y ello establece un símil con la Esmeralda, la nave de la Armada chilena utilizada como lugar de detención y tortura con posterioridad al golpe militar. La Marina siempre ha negado que en el buque-escuela se hayan violado los derechos humanos, a pesar que el propio Informe Rettig y los testimonios de centenares de hombres y mujeres lo dejan claramente explicitado. Y hoy, a treinta años del golpe, numerosos porteños visitan la Esmeralda para recorrerla y admirarla en familia, ignorantes que allí se torturó y asesinó. Otra mercancía, otra atracción turística desprovista artificialmente de su historia para obnubilar la memoria de los chilenos.

PERDIDA DE MEMORIA

Y, desafortunadamente, los diecisiete años de dictadura y los tres lustros de dominio de la Concertación, han estragado la memoria de nuestro pueblo. Pero, claro, no es un proceso natural, sino que dirigido y manipulado por las clases dominantes como una forma de viabilizar el proceso de transición pactada. Hay que cercenar la memoria, castrarla, matarla, hacerla desaparecer, de la misma manera que hay que hacer desaparecer la maldad intrínseca del portaaviones Ronald Reagan, transformarlo en un carnaval para que los millares de extasiados consumidores se desplazaran por las calles, cerros y miradores de Valparaíso y Viña del Mar. Lo hicieron voluntariamente, nadie los obligó, porque el modelo económico posee, también, su trasunto cultural.
Y es precisamente esta cultura lo que motiva a los chilenos a festinar la realidad, a entenderla y aprehenderla en términos mercantiles, más como consumidores que como seres humanos, más como objetos que como sujetos. Por lo mismo, la tradicional festividad de San Pedro, patrono de los pescadores, fue relegada a un segundo plano mientras más de un millón de personas deambulaban felices por entre las callejuelas de la ciudad oteando el océano, intentando captar fotográficamente el día en que la muerte visitó Valparaíso y nadie se dio por enterado.

“¡WELCOME!”

Mientras Estados Unidos invade Iraq y Afganistán, mientras fortalece sus sanciones a Cuba y crecen las críticas a nivel internacional por su prepotencia y ambiciones de dominio unipolar, en este paisito a los yanquis se les recibe con los abrazos abiertos. De hecho, el vespertino La Estrella, de la cadena de El Mercurio, tituló en su portada “¡Welcome!”, en un gesto de genuflexión que no puede extrañar. No todos tuvieron la misma sumisa actitud: aparecieron algunos rayados y panfletos en la ciudad repudiando la presencia estadounidense en Chile. Asimismo, un pequeño grupo, encabezado por el diputado PPD Guido Girardi, realizó una manifestación en el muelle Prat de Valparaíso, criticando la visita de la fuerza militar estadounidense. Pero, lamentablemente, no fue la tónica, ya que la abrumadora mayoría de los miles de visitantes que colmaron Valparaíso y Viña del Mar, expresaron su satisfacción por haber sido testigos de un evento -supuestamente- único. De este modo, Valparaíso dejó de ser patrimonio cultural de la humanidad para convertirse en lenocinio de Estados Unidos. El puerto se repletó de trabajadoras sexuales y travestis. Los mismos que son constantemente reprimidos por la policía y por grupos homofóbicos y neonazis, fueron recibidos entusiastamente por las autoridades. El mercado manda y éste dictamina que los marinos requieren de servicios sexuales. Entonces, cerca de dos mil prostitutas esperaron y atendieron a los estadounidenses. A ello hay que agregar diez mil condones repartidos gratuitamente, sesenta mil litros de cerveza, veinte mil hamburguesas, diez toneladas de papas fritas y abundantes chorrillanas. Los marinos comieron, bebieron, bailaron y tuvieron sexo a destajo, gracias a la extraordinaria hospitalidad del porteño que pasó por alto las guerras y golpes de Estado. Los comerciantes sonrieron felices, porque se estima -según el presidente de la Cámara de Comercio de Valparaíso- que las ganancias alcanzaron a un millón de dólares. Ganaron las trabajadoras sexuales, los travestis, los garzones, los ascensoristas, los lancheros (que subieron en un 100% sus tarifas para trasladar a los turistas hasta las inmediaciones del portaaviones). ¿Y, quién perdió en esta bacanal consumista?
Contrariamente a lo que se piensa, perdieron los comerciantes del puerto, porque la mayoría de los marinos optaron por trasladarse a Viña: la presencia de los extranjeros no se hizo sentir en Valparaíso. Perdieron los habitantes de las ciudades mencionadas y de los pueblos del interior, pues el aumento del parque automotriz hizo colapsar las avenidas España y Marina; calles Alvarez, Errázuriz y Viana, entre otras. El trayecto entre Valparaíso y Viña, que normalmente dura doce minutos, duró una hora. Perdieron los pobres de la región, porque a pesar de rutilantes fiestas y paseos por la bahía, lo cierto es que Valparaíso se encuentra entre las 334 comunas del país con mayores índices de pobreza. Todo esto se refleja, también, en los guarismos de producción y generación de empleo. En el informe entregado recientemente por el Instituto Nacional de Estadísticas, correspondiente al trimestre que finaliza en mayo, se establece que los índices de producción y venta física de las industrias manufactureras de la región disminuyeron ostensiblemente. Esto dice relación con construcción de máquinas, aparatos y accesorios eléctricos, fabricación de productos derivados del petróleo y carbón y, fabricación de papel y productos de papel. Una de las consecuencias de dichas bajas es el incremento en la tasa de desempleo la cual llegó, en términos absolutos, a más de 70 mil personas. La ciudad de Valparaíso tiene una tasa de desocupación de 17,4 por ciento, la más alta del país.
Valparaíso perdió, por sobre todo, su dignidad y su vergüenza, porque en el preciso instante en que debiera estar celebrando su primer aniversario como ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad, se sumió en una vorágine consumista alabando la anticultura, la destrucción y la muerte

Volver | Imprimir | Enviar por email

 

[ Chile - Santiago ] Punto Final S.A. San Diego 31, of. 606   |    E-mails: Dirección | Webmaster