Edición 571 - Desde el 9 al 22 de julio de 2004
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Hebe de Bonafini

Entre la lucha y los recuerdos
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Revista quincenal de asuntos políticos, informativos y culturales que publica la Sociedad Editora, Impresora y Distribuidora de Publicaciones y
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ARGENTINA

Hebe de Bonafini

Entre la lucha y
los recuerdos


En medio de declaraciones enérgicas y siempre polémicas, se cuela una enorme ternura y sensibilidad. Una pequeña ventana que Hebe de Bonafini, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, abre cuando habla de su nieto de cuatro años, a quien todos los días le escribe en una carpeta donde también guarda sus primeros dibujos, las fotos y hasta las entradas de los lugares que visitan. Es su debilidad, y el tono enfático y acusador se viene abajo si de Alejandro se trata.
Hebe de Bonafini recibió a Punto Final entre constantes llamados periodísticos y el ajetreo de sus compañeras, las otras madres, en su sede ubicada en el corazón de Buenos Aires, a dos cuadras del edificio del Congreso. Para que la casa funcione, las tareas están organizadas perfectamente y a cada una le corresponde algo del quehacer cotidiano.
Estas mujeres, que en su mayoría eran dueñas de casa, están en el ojo del huracán político desde que aterrizaron violentamente en la realidad, cuando iniciaron la búsqueda de sus hijos desaparecidos durante la dictadura.
A Hebe le llevaron a los dos hijos varones y después a su nuera. Fue devastador para una típica familia argentina, descendiente de españoles e italianos. A partir de allí, todo se cubrió de muerte, quizá por eso durante la entrevista reivindicó la vida. Tras el secuestro de sus hijos murió su único hermano y luego su padre. Y en 1982, su marido Humberto.
“Todas somos viudas, ningún hombre resistió. Murieron de cáncer o ataque al corazón a los cuatro o cinco años de dictadura. El me acompañaba, pero no tuvo una participación directa”.
Junto con el luto por sus hijos vino la organización y el compromiso. Admite que hasta entonces no tenía participación política. “Ellos me hicieron formularme preguntas que jamás me había hecho. Yo estaba metida en las cosas del barrio, el club, los títeres”.
Hoy ni ellas pueden creer hasta donde llegaron: tienen una imprenta, una biblioteca, la Casa de las Madres, un comedor, la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, un programa de radio, un café literario y hasta mantienen la plaza frente a la asociación. Allí se monta una feria de artesanos los fines de semana y funciona un carrusel. Hasta eso fue una batalla que ganaron, porque el gobierno porteño quiso desalojarlas y ellas se instalaron hasta que las aceptaron. “Para nosotras la legalidad no existe. Ni siquiera pagamos impuestos”, comenta Hebe sin importarle que eso a más de algún funcionario le saque ronchas.
“Hasta hoy tomamos predios y se los damos a los piqueteros, porque a nosotros no nos dicen nada y a ellos los echan”, agrega reivindicando la lucha de quienes bloquean calles para hacer oir sus reclamos.
Definitivamente, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo vive a mil. Charlas, conferencias, invitaciones dentro y fuera de Argentina. Es, sin duda, un emblema de lucha, logrando vencer esa imagen de “locas” que pretendieron imponer los militares cuando, en plena dictadura, las madres de detenidos desaparecidos iniciaron sus denuncias. Aunque ya casi pasaron treinta años, están lejos del sosiego. Preparan para el próximo año un congreso en París y para el 2006, un encuentro internacional de juventudes no organizadas de la Izquierda.
¿No extraña un espacio de vida personal?
“Mi vida hoy es esto. No tengo otra vida”, responde a la vez que afirma que existe gran reconocimiento del pueblo hacia su labor incansable. “Es difícil que yo pague un taxi, no me cobran. La gente tiene una actitud increíble”.
Lo más personal que tiene son los fines de semana en La Plata, a setenta kilómetros de Buenos Aires, los que pasa con su madre, de 95 años, y su única hija, Alejandra. El día sábado las visita su nieto Alejandro, hijo de Sergio Schocklender, su hijo adoptivo y compañero de lucha.
Dice que aunque sabía que sus hijos militaban en la Izquierda, en esos años de plomo no tenía miedo. “Es como el cáncer. Sabés que el tabaco lo produce pero sigues fumando porque crees que eso le pasa a otro. Primero detuvieron a Jorge, el mayor, y ahí me fui a vivir con Raúl, que se hizo clandestino y aprendí un montón de cosas para protegerlo. En esa época era tejedora y trabajaba en mi casa. En mi vida hice de todo para salir adelante. Una vez tenía a mi hermano grave y había unas macetitas en la casa. Las pinté, junté unos coquitos, compré alambre e hice unas flores que parecían marimonias. Hice diez y como las vendí todas, tuve que hacer más”, añade.
Sin vergüenzas, admite haber estudiado hasta sexto básico, pero siempre fue una mujer de avanzada. “Con mi marido tuvimos un gran debate cuando nos casamos. Él era mecánico, tenía un asistente y le dije que yo le podía ayudar. Pero mi marido era muy machista y no quería ayuda de una mujer. Igual aprendí y hoy sé arreglar válvulas y limpiar carburadores. ¿Por qué una mujer no va a poder? Una vez compramos planchas de zinc para el techo de nuestra casita, él estaba con mucho trabajo y no tenía tiempo, y yo aprendí a soldar”.
La entrevista con PF fue un jueves, día en que desde hace 27 años las Madres marchan en Plaza de Mayo -frente a la Casa Rosada- para reclamar verdad y justicia. Por primera vez, Hebe no irá porque tiene hora al médico por un problema en las vértebras, pero con sus 76 años y el peor de los dolores a cuestas, se ve muy bien, haciendo gala de su nombre que significa “lozana”.
De esto surge otro recuerdo familiar. En su casa materna le decían “Quica”, ya que su padre la quería llamar Francisca. Pero su mamá -que prefería los nombres exóticos- ganó y eligió uno griego. Así nació Hebe María Pastor, más conocida como Hebe de Bonafini, con su dedo acusador y un pañuelo blanco sobre el cabello, que se tiñó de rojo el día que el pueblo sacó a Fernando De la Rúa de la Casa Rosada en la violenta represión del 19 y 20 de diciembre de 2001. Tradicionalmente enfrentada al poder, ahora Hebe Bonafini simpatiza con el gobierno de Néstor Kirchner. Pero eso no implica incondicionalidad. Si hay que criticar, lo hace, como cuando le dijo al jefe de Estado que no iría a los actos oficiales con que se recordarían los 28 años del golpe militar. Las Madres rechazaban la presencia de los caudillos peronistas en cuyas provincias aún se practica la tortura. Sintiéndose cuestionados, éstos no asistieron pero publicaron una inserción ratificando su “compromiso” con los derechos humanos, lo que generó un momento de tensión política con el gobierno. Pero la disputa entre Kirchner y los gobernadores de las principales provincias, del mismo partido del presidente, ha sido una constante este año.
“El presidente llegó al poder porque hizo acuerdos. El sólo tenía el 22 por ciento de los votos. Cuando lo fuimos a ver le dijimos que con esta mafia no podría gobernar. Si Kirchner se tira al río con estos salvavidas, se ahoga, porque son de plomo”, asegura.

AMIGA DEL PRESIDENTE

¿Por qué siguen marchando en la Plaza de Mayo?
“Mientras haya injusticia, tienen que existir las marchas y reclamos”.
¿Qué evaluación hacen de la gestión de Kirchner en derechos humanos?
“Muy buena. Hasta ahora se ha comprometido con las investigaciones y derogó una ley, para que se investigue. Condenas fuertes no hay, porque los jueces vienen de la dictadura y son también responsables de lo que pasó. ¿Cómo puede condenar un juez cuando si vos ibas a denunciar te decía: señora, su marido se fue con otra y su hijo está con una amiga? Hay activos 446 jueces de la dictadura. A lo sumo, mandan a los culpables a cárceles especiales, porque son viejos y son lugares cómodos. Es como si a mí me pusieran presa y me mandaran a la Casa de las Madres. Es un circo”.
El presidente sometió a consulta pública el nombramiento de nuevos jueces en la Corte Suprema, ¿qué le parece?
“Me parece excelente. Pero todavía tenemos una Corte que no es toda nuestra, no lo digo en el sentido servil. Esta es menemista”.
¿Qué piensan de la decisión de Kirchner de transformar la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), que fue centro de torturas, en un museo?
“Nos parece excelente que se la hayan quitado (a los marinos). Pero no compartimos la idea de un museo del horror. Pedimos al presidente abrir allí una escuela de arte popular. Donde esté todo lo que tiene que ver con la cultura y la vida, donde se enseñe música, teatro, escultura, pintura, tallados en madera. La expresión del pasado, presente y futuro. No ligado al horror. Además no sería un museo verdadero, porque deberían estar representadas todas las organizaciones revolucionarias”.
Pero se trata de un museo de las víctimas…
“No me interesa, no somos víctimas. Ni ellos, ni nosotras. Quiero vida, canto, música, danza, exposiciones, teatro”.
¿Al exponer fusiles y otras armas de guerra no se reivindica la vida?
“Lo que digo es que tendría que estar todo, si vamos a hablar de museo de la memoria. Si no, parecería que los chicos eran terroristas. Si ponemos una cámara de tortura solamente, olvidamos que ellos dieron su vida por un país mejor. Y eso es lo que tendría que ser reivindicado, porque hasta ahora no se los ha reconocido como revolucionarios. Le tienen miedo a la palabra guerrillero, que habla de generosidad y entrega”.
¿No será bueno ese museo para enseñar a las futuras generaciones que el Estado usó toda su maquinaria para matar?
“No estoy de acuerdo. Los museos se asocian a la muerte, a cuando todo termina. Y acá nada terminó. Todo está empezando. A las futuras generaciones tenemos que hablarles de vida, no de muerte”.
En los actos recordatorios del golpe, en marzo, ustedes fueron amenazadas. ¿A qué lo atribuye?
“Fuimos amenazadas porque somos las más duras. Dijimos que si estaban ellos (los marinos) no entrábamos a la Esma. Fuimos el único organismo que lo hizo. También fue muy duro cuando dijimos que si iban los gobernadores nosotras no íbamos”.
¿En qué cambió su situación en relación a años atrás, si sigue siendo amenazada?
“Cambió en el respaldo. Porque tenemos un trabajo internacional muy grande, una universidad, una imprenta. Estamos más protegidas. Pero si me quieren matar, me matan igual. El gobierno me ofreció custodia pero la rechacé, porque no quiero ser prisionera de la custodia”.
¿Es verdad que tiene puertas abiertas con el presidente?
“Sí, cada vez que necesito preguntarle algo me atiende”

PAULA CHAHIN
En Buenos Aires

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