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Perversión económica
Crecimiento
con desempleo
El
aumento de la tasa de desempleo de mayo, en 0,6 puntos porcentuales en
comparación con mayo de 2003, es una clara señal que la
economía no es capaz de crear nuevos puestos de trabajo. Una afirmación
que tiene rasgos aún más brutales si se tiene en cuenta
que el alza de la desocupación sucede en momentos de alto crecimiento
económico. La economía, como han apuntado muchos economistas
y cientistas sociales, puede prescindir del trabajo humano y reemplazarlo
por alta tecnología. Así sucede en la banca y otros servicios
financieros, en los servicios públicos y en la explotación
de los recursos naturales, actividad que lidera las exportaciones.
El alza del desempleo en mayo no es un dato puntual. La anterior medición
también había anotado un aumento respecto a abril de 2003,
y ya un amplio espectro de los economistas de la plaza augura -sin ser
agoreros- nuevos aumentos durante el resto del invierno.
Esta es sólo una cara de nuestra economía. La otra está
radiante. Las exportaciones del año en curso, que superarían
los US$ 28 mil millones (algunas proyecciones llegan a los US$ 30 mil
millones), la cifra más alta de la historia, son el motor de la
economía, que crecería en 2004, según estimaciones
oficiales, en torno a un cinco por ciento. Para tal estimación
ya están los índices de actividad mensual (Imacec), que
vienen expandiéndose a tasas superiores a ese cinco por ciento.
El auge de las exportaciones, que hoy son un nuevo boom -basta compararlas
con las de 2001 de US$ 21 mil millones-, es, lejos, el impulso del actual
crecimiento económico. La semana pasada un informe de la Cámara
de Comercio de Santiago (CCS) constató que el 80 por ciento del
actual empuje en la economía lo han dado las exportaciones. No
se trata de un simple dato: entre 1997 y 2003 las exportaciones representaron
sólo el 44 por ciento del crecimiento del producto nacional, en
tanto el resto, el 56 por ciento, fue responsabilidad de la demanda interna.
Hoy esta actividad interna mueve apenas el 20 por ciento del producto.
El informe de la CCS tiene interpretaciones directas del aumento del desempleo.
Contrasta la década de los 90, de fuerte crecimiento exportador
y virtual pleno empleo, con este nuevo boom exportador, asociado a un
alto desempleo. La respuesta estaría en las bajas inversiones actuales
orientadas al mercado interno, situación que, sin embargo, podría
cambiar en el curso de los meses, a medida que el sector privado aumente
sus niveles de confianza y comience a invertir. Pero en el gremio surge
una duda nada menor. ¿Qué pasaría si en estos diez
años la economía chilena ha sufrido cambios estructurales
que desliguen la relación entre el sector externo y el interno?
Sin duda algo (o mucho) de aquello hay. Para enfrentar la crisis asiática
y las sucesivas crisis financieras, el sector privado se ha reacomodado
para permanecer a flote. Las ganancias privadas pueden provenir principalmente
de tres fuentes: expansión de mercado y ventas; inversiones financieras
y, reducción de costos. Durante los años de crisis las dos
primeras alternativas estuvieron más o menos vedadas (mercados
deprimidos y bajas tasas de interés) por tanto, la solución
fue reducción de costos, principalmente laborales e incorporación
de alta tecnología. Hoy, con los mercados en alza y hechas ya las
reconversiones, es posible enfrentar la demanda de producción sin
necesidad de contratar más mano de obra.
REACTIVACION PRIVADA
La reactivación económica es un fenómeno
acotado a la empresa, a la gran empresa. El jolgorio corporativo, expandido
a través de las autoridades económicas y los medios especializados,
no alcanza a llegar a las personas, que perciben en carne propia una economía
que se mueve a dos bandas. Una encuesta realizada por El Diario alertó
que las personas se sienten mucho menos seguras que antes -un año
atrás- para endeudarse o sienten menos estables sus trabajos.
Decimos una economía a dos bandas: por arriba, la cúspide
de la pirámide, grandes ganancias corporativas; abajo, en la base,
temor y evidente inseguridad derivada de altas tasas de desempleo.
Este nuevo fenómeno nos lleva a la obsesión gubernamental
por los tratados de libre comercio, que actualmente ascienden a cerca
de 50 y apuntan a crecer hacia gigantes como India y China. Un récord,
tal vez mundial, digno de Ripley, que, pese a la profusa propaganda, no
ha logrado entusiasmar al ciudadano. La apertura comercial no pasa por
el bolsillo de los chilenos.
Es posible afirmar que esta profusión de tratados de libre comercio
es una nueva fuga hacia adelante de la autoridad, para entregar la ilusión
de un fuerte crecimiento económico. Habrá, sin duda, un
aumento de las exportaciones, que impulsará el producto; sin embargo,
tras las grandilocuentes estadísticas tendremos una deprimida demanda
interna y alto desempleo. ¿O no habían pensado que las exportaciones
están lideradas por transnacionales que requieren remesar sus utilidades
a sus centros de poder? Las estadísticas de la balanza de pagos
ya comienzan a expresar este fenómeno.
La complicada situación económica en torno al empleo comienza
a rebasar la economía y a introducirse en otros problemas sociales.
La última medición del Instituto Nacional de Estadísticas
(INE) señaló que durante mayo “se mantuvo un aumento
de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo. Esta
se elevó 36,2 por ciento y contrasta con la disminución
de la tasa de participación masculina que, al llegar a 70,5 por
ciento, se situó en su más bajo nivel desde que se lleva
el registro”.
Siguiendo al INE, la tasa de desocupación por sexo fue de 8,4 por
ciento para los hombres y de 11,4 por ciento para las mujeres. Comparando
la situación con respecto a igual trimestre del año anterior,
la tasa masculina aumentó en 0,5 por ciento y la tasa femenina
en 0,9 por ciento. De acuerdo a estos datos, es posible decir que hay
una fuerte incorporación de la mujer al mercado laboral, que, a
grandes y muy groseros rasgos, sería la causa del alza del desempleo.
Nadie aquí ha dicho que hay que regresar a los viejos esquemas
del hombre como único proveedor. Las estadísticas del INE
debieran expresar una situación mucho más dramática,
que se relaciona con cambios en el imaginario de género y también,
con igual o tal vez más fuerza, con la reestructuración
del mercado laboral. La mayoría de los despidos de los puestos
flexibilizados, corresponden al género masculino.
Estudios del INE señalan que en los últimos años
ha habido una fuerte inserción de la mujer en el mercado laboral
remunerado. Si en 1986 la tasa de participación femenina llegaba
a un 28,7 por ciento, en 2002 ésta alcanzó casi un 34 por
ciento. La tendencia, por tanto, es creciente durante toda la década
pasada y tiene características explosivas en la actual coyuntura.
No obstante, hay una baja participación de la mano de obra femenina
en el mercado laboral chileno -la media latinoamericana es de 44 por ciento-
lo que ha llevado a los especialistas a denominarla como secundaria. No
sólo es proporcionalmente menor a la masculina, sino que es también
muy irregular, fenómeno que tiene mayor incidencia durante la edad
fértil pero, sin embargo, crece en los tiempos de crisis.
Un informe de la Cepal señala que si las mujeres pobres ingresaran
al mercado laboral, la pobreza en Chile bajaría en ocho puntos
porcentuales. De hecho, es en los sectores de menores ingresos en los
cuales la participación femenina en el mercado laboral es menor.
Si en el primer quintil (más pobre) la tasa de participación
es de apenas un 22 por ciento, en el más rico supera el 50 por
ciento.
Un informe elaborado por Mariana Schkolnik y publicado por la Fundación
Chile 21 detecta otro fenómeno: el aumento en la participación
laboral de las mujeres tiene especial fuerza entre los 25 y los 54 años,
tendencia más notoria entre las que son jefas de hogar que en aquellas
que no lo son. Esta trayectoria, sin embargo, no se detecta entre la población
laboral masculina de la misma edad, la que ha decrecido desde 1999. Por
tanto, sería posible deducir que en no pocos hogares la jefatura,
determinada por los ingresos, ha pasado desde el hombre a la mujer.
Sobre estos datos es posible argumentar que el aumento del desempleo deviene
de cambios sociales. Sin embargo, nosotros afirmamos que estos cambios
sociales -que sin duda son reales- provienen de cambios económicos.
La gran economía, aquella que se mueve en la cúspide de
la pirámide, hace estragos en su base, que es su alimento
PAUL WALDER
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