Edición 570 - Desde el 25 de junio al 8 de julio de 2004
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Cine arte Normandie

La función
debe
continuar

SERGIO Salinas en su barricada de lucha.

Son muchas las salas de cine arte que ya pasaron a ser un recuerdo: sólo el año pasado cerraron Lo Castillo, Espaciocal y AIEP. Y aunque la situación de los cines arte, entre ellos el Normandie, no augura un final feliz, se sigue dando la lucha por sobrevivir. “Nos mantenemos a palos con el águila”, señala Sergio Salinas, uno de los dueños de la tradicional sala, junto a Alex Doll.
La declaración de Salinas no es para menos. Para financiarse, el Normandie necesita mensualmente ocho mil espectadores. El año pasado estaba en seis mil espectadores al mes, “y ahora tenemos un promedio de público de cinco mil, es decir, estamos en baja permanente”, sostiene Salinas. La deuda que arrastra el cine es de alrededor de 28 millones de pesos, repartida entre Salinas y Doll, quienes han ido sorteando una dificultad tras otra. “Muchas veces para seguir funcionando nos hemos metido la mano al bolsillo. Vivimos al día, parando la olla. De repente tenemos un mes bueno y eso permite tapar hoyos y seguir”, explica Salinas.
Aunque el cine arte Normandie ha estado en permanente crisis, la situación actual es algo más complicada, señala Sergio Salinas. “Si la situación continúa como hasta ahora, podríamos resistir un año más. Pero yo no hablaría de un posible cierre, porque todo depende de cómo evolucione la situación y de los resultados de las medidas que estamos tomando”. Entre éstas se cuentan la campaña para inscribir nuevos amigos del Normandie y los eventos cinematográficos especiales, a los que Salinas agrega otros: “Yo creo que hay que actuar con otras acciones, como utilizar la sala en horarios de la mañana, realizar funciones con colegios, desarrollar acuerdos y convenios con instituciones públicas o privadas que permitan el uso de la sala en horarios alternativos, etc.” Y en eso están.

EL MONSTRUO COMERCIAL

Esta delicada situación que atraviesan las salas de cine arte no es un fenómeno que apareció de un día para otro. Como explica Salinas, se trata de un problema con variadas aristas. Una es la homogeneización del cine comercial: “Esto viene desde hace más de dos décadas, generado principalmente en Estados Unidos; se fue expandiendo y finalmente llegó por estas latitudes”, indica Salinas. Se trata de un fenómeno muy negativo, no sólo para las salas de cine arte sino para la difusión del cine en general. “Esta homogeneización hace que si se entra a una sala de París, Buenos Aires o Santiago, se encuentra exactamente lo mismo, con la consiguiente pérdida de diversidad cultural”.
Salinas agrega que esta estandarización “es una respuesta de la gran industria cinematográfica transnacional a desafíos que ha tenido el cine, en cuanto a la competencia primero con la televisión blanco y negro, luego con la televisión a color, enseguida con el video, la televisión por cable, la televisión satelital y últimamente, el soporte digital o DVD”.
Pero para Salinas esta respuesta resulta de doble filo “porque ni siquiera todas las películas de los grandes estudios, como Warner o Miramax, tienen éxito. Sólo algunas. Y con mucha mayor razón, y por esto es doblemente negativo, el cine alternativo: prácticamente no tiene cabida. Aunque, no es que las películas no tengan cabida, exactamente. Sucede que al distribuidor de una película española, por ejemplo, los exhibidores le pueden decir: tenemos tal número de salas, dénos tal número de copias. Pero el sistema para la permanencia en cartelera de las películas se mide desde el estreno, del jueves al domingo”. En este contexto, el lunes ya está decidido si una película sigue o no en cartelera. “Un filme que no tiene gran marketing ni inmenso apoyo publicitario ya está condenado. Entonces, lo más seguro es que no tenga éxito de taquilla y al segundo jueves lo saquen de varias salas o simplemente de todas. En este sistema, no solamente el cine alternativo, o cine arte, sino que toda producción que no sea gran espectáculo hollywoodense está condenado a morir”, sentencia Salinas.
“Además del surgimiento en Chile de las grandes cadenas de salas cinematográficas, como Hoyts y Cinemark, otro punto que incide en la baja de público de los cine arte es que la televisión, el cable y el cine comercial exhiben productos audiovisuales light. El público está ya acostumbrado y un poco sedado por esta especie de invasión y masificación de la película comercial liviana. Es un fenómeno que viene de hace tiempo, y es uno de los factores para que se haya perdido algo que tuvo auge en Europa a partir de los años 50 y que se consolidó en los 70: valorar al cine como instrumento cultural”. En este sentido, explica Salinas, aunque hay seguidores del cine arte, son muy pocos. “Películas clásicas, como las de Federico Fellini o Ingmar Bergman, son muy densas para el público en general. Pero es paradójica la circunstancia de que las películas de Fellini o Bergman, en su época, no estaban reducidas a un selecto grupo de intelectuales: fueron éxitos de taquilla”.

AMENAZA DIGITAL

Como si fuese poco, existe otro factor que atenta contra la asistencia de público a los cines en general, y que para Salinas resulta el desafío más difícil: el soporte digital o DVD. “Rápidamente se transformó en un fenómeno que tenemos que enfrentar, y que está afectando no sólo a las salas independientes o de arte, como nosotros, sino también a las multisalas”, indica Salinas.
Este tema tiene dos aspectos. Primero, se ha hablado de la transformación de las salas, en que ya no se proyectaría en formato 35 mm sino en formato digital. Pero Salinas no cree que esto se haga realidad, por lo menos a corto plazo: “Se viene hablando hace años que el soporte del cine cambiará a digital. Pero todavía no se concreta, porque requeriría una gigantesca inversión a nivel mundial en proyectores acordes a ese formato. Con la inversión hecha en salas y equipos de última generación diseñados especialmente para formato celuloide, que son cientos de miles en el mundo, no creo que los exhibidores acepten fácilmente ese cambio.
Implicaría desechar como un trasto inútil la millonaria inversión para la proyección en 35 mm”, señala Salinas. Lo más complicado, es que sentaría un precedente: “Los exhibidores quedarían a merced de las nuevas tecnologías. ¿Qué pasa si surge un nuevo soporte u otros modelos de proyección digital y tienen que volver a cambiar?”.
En segundo lugar, y la verdadera amenaza, es el DVD. “No es sólo por la comercialización, sino que está también el pirateo, que por las características del formato es muy fácil de realizar”. Con lo anterior aumenta la competencia: “Surgen municipios, universidades, etc., que ofrecen ciclos de cine gratis porque no pagan arriendo, ni derechos de autor, ni de exhibición. Nosotros tenemos que pagar el arriendo del filme, un impuesto, el derecho de autor, más todos los costos de operación y exhibición en una sala; los otros tienen chipe libre, y contra eso, no se puede competir”, explica Salinas.
Para el dueño del Normandie en alguna medida pueda ser entendible que la gente tenga acceso a la cultura gracias a los bajos costos de una película pirata, pero la experiencia de exhibición en salas es irremplazable. “Al ver una película en tu casa, de repente llega alguien y te interrumpe, o te paras para hacerte un café. En cambio la experiencia del cine es cualitativamente distinta. Tiene la característica de ser colectiva, se produce un fenómeno especial y distinto en una sala oscura, con una pantalla gigante. Por eso, el nivel de concentración es mucho mayor, lo que no ofrece otro medio audiovisual”. Lo complicado es que la gente entienda y valore eso, dice Salinas. “Yo pienso que la gente que ve cine en su casa, en realidad no lo ha visto, porque en el cine se produce una percepción diferente y mejor”.
¿Influye en la baja del público que la forma de vida actual sea tan rápida y estresante, que cuando la gente va al cine sólo busca un poco de entretención y nada de cultura o que haga pensar?
“Exactamente; pero agregaría que esto también tiene que ver con un modelo de sociedad que se ha impuesto. Uno lo ve no sólo en el cine, sino en muchas otras manifestaciones. Creo que tiene que ver con un desarrollo social, ideológico y cultural del que se han apropiado intereses comerciales y banalizadores. Es una especie de maniobra con un objetivo bien determinado: impedir que la gente piense, inhibir el desarrollo del pensamiento crítico”.

ROL DEL ESTADO

En este contexto, ¿cómo puede competir el cine arte con el comercial?
“No creo que exista una forma para competir de igual a igual. Es decir, uno no puede competir con Troya, ni con El hombre araña. Tendríamos que tener dos millones de dólares para publicidad, lo que es imposible. Lo que debiera haber, y este es un reclamo por el que nunca me han dado bola, es una diferenciación entre salas comerciales y salas de arte. Las de arte debieran tener un estatuto legal diferenciado en el tratamiento tributario. Así es en los países civilizados a los cuales pretendemos emular, pero esa emulación llega hasta que el Estado tiene que invertir. Y lo que nos falta es invertir en cultura”.
¿Y cómo debiera intervenir el Estado?
“El cine arte en Chile no tiene estatuto legal. Por lo tanto, debiera regularse qué es cine arte. En Francia o España se sabe muy bien lo que es una sala de cine. Una sala de arte tiene tales o cuales características, tiene que cumplir ciertos requisitos de programación, y cumpliendo esas y otras características recibe un status que se reconoce y, por lo tanto, tiene un aporte especial, con subsidios del Estado. Así debiera ser, pero con la política económica que impera en Chile, es algo muy difícil”.
En este sentido, ¿está desilusionado con los gobiernos de la Concertación?
“Yo estoy más que un poco desilusionado de los gobiernos de la Concertación y del presidente Lagos. Pero hay que hacer un análisis más equilibrado. Por ejemplo, creo que en la producción hay un caso interesante. Al principio se pensaba que los cineastas chilenos tenían que entrar a competir de igual a igual con Spielberg, porque este era un mercado de libre competencia, cuando se sabe que eso es imposible. Ultimamente creo que han sido positivas las medidas de estímulo a la producción.
En eso se ha partido del discurso netamente neoliberal y luego del fracaso, y de experiencias muy negativas, se ha ido implementando a tropezones. El problema de fondo es que no hay una legislación cultural coherente, menos en materia de cine. De a poco se han ido refinando algunos instrumentos, como Corfo y Fondart para los guiones, rodaje y post producción, pero improvisando. En definitiva, han servido; y los resultados son crecimiento del número de producciones, aumento de público, e incluso logro de ciertos niveles de calidad que en algunos casos pueden ser sorprendentes, como Taxi para tres, o las películas de Silvio Caiozzi, que indican una madurez incipiente. Pero esto es sólo una pata de la mesa”.
¿Qué es lo que falta?
“Una visualización completa de todo el proceso: producción, distribución y exhibición. Cada uno tiene su lógica, incluso en el aspecto económico. No sirve estimular la producción si no hay políticas acordes para la distribución y exhibición: para que una película sin gran campaña de marketing no sea sacada de cartelera a la segunda semana. Pero quiero destacar que con los gobiernos de la Concertación hay un peligro continuo, que es la tendencia a privilegiar el evento vistoso, con efecto mediático, y un gran descuido en actividades o materias que no reditúan en imagen, especialmente en lo que se refiere a patrimonio e investigación. Se privilegia el hecho que tiene impacto público, que cuando se transmite en televisión deja la percepción de que se está haciendo mucho por la cultura, aunque no es así. Esa es una de las cosas que más me ha decepcionado”.
¿Qué le diría a la gente que no conoce el Normandie?
“Que se aproxime al menos para que viva una experiencia distinta. Muchas personas al ver nuestras películas y conocer nuestra sala, le van a encontrar el gusto a nuestra propuesta: cine de calidad… y no se vende popcorn”

JIMMY ALEXIS QUINTANA


Intentos fallidos

En la búsqueda de estabilidad económica, el Normandie ha realizado varios intentos. Pero las respuestas han sido negativas. El año pasado recibió uno de los golpes más duros, ya que hasta la banca estatal les negó apoyo, cuando intentaron obtener una línea de crédito a través del BancoEstado, poniendo a disposición de la entidad un patrimonio de más de 1.500 películas, documentales y noticiarios históricos, de invaluable valor cultural.
“El banco respondió que el patrimonio fílmico no era garantía. ¿Qué son garantías? Simplemente hipotecas sobre bienes inmuebles. Si hubiese tenido un fundo, habríamos tenido mejor suerte”, señala Sergio Salinas, lo cual le parece “repugnante, y prueba el tipo de mentalidad que hay incluso en entidades como el BancoEstado, que se supone debieran tener mejor disposición. Me dolió mucho la respuesta, porque ese material no nos llegó del cielo, sino que se trata de una importante inversión que hemos ido haciendo con el tiempo”.
También son varias las peticiones que se han hecho al gobierno. El año pasado se solicitó al Area de Cine del Mineduc un estatuto especial para las salas de cine arte. “Pero no pasó nada. Tras un largo período, ni siquiera nos respondieron”, recuerda Salinas. “Tiempo después, hubo respuesta informal cuando se acercó al Normandie el jefe del Area de Cine, Ignacio Aliaga. Estuvo acá en un debate que hicimos y se refirió al tema, expresando las limitaciones que tiene el gobierno para apoyar la cultura y expresando sólo buenos deseos.
En marzo, con el Ministerio de Cultura hubo algo que ayudó, un arriendo de películas para el proyecto Sismo que están realizando en todo el país”, indica Salinas. Agrega que “lamentablemente, son sólo ayudas de parche, puntuales, nada que permita que una actividad como ésta tenga un mínimo de proyección y seguridad”

En dictadura fue el
auge del Normandie

En las cercanías de Plaza Italia, a comienzos de los 80 y en plena dictadura, surgió el cine arte Normandie. Las presiones se hacían sentir: “Hubo muchas películas censuradas por razones políticas o morales. Incluso en el 86 nos hicieron una maniobra de Impuestos Internos, nos trataron de quebrar. Hicieron una revisión que nos costó bastante dinero. Obviamente, se aprovecharon de un resquicio legal”, recuerda Salinas.
Paradojalmente, entre el 82 y el 90 fue el período de auge del Normandie. Llegaron a tener quince mil espectadores por mes, con un promedio mensual de diez mil. “Nos iba mejor en esa época porque el Normandie era una especie de referente contra la dictadura, y la publicidad nos la hacía la misma dictadura con sus medidas de represión y censura”. Pero Salinas destaca que nunca hubo un propósito de manipulación política del cine, “siempre nos mantuvimos en la cinefilia, porque lo único que hacíamos era programar cine de calidad. Pero resulta que el cine de calidad muchas veces es crítico, antibélico y antiburgués. Por lo tanto, sin buscarlo, había un acto de protesta implícito”.
Inclusive, durante la semana del plebiscito, en octubre de 1988, el Normandie se dio el lujo de exhibir la película El gran dictador, de Charles Chaplin. “Fue un guiño al momento político que se vivía, y la respuesta del público fue muy buena”, indica Salinas. Es más, en esa época, muchos políticos de la Concertación que hoy ostentan importantes cargos eran fieles espectadores del Normandie: “Enrique Correa, Ricardo Solari, el senador Jorge Pizarro, Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, por nombrar algunos”, recuerda Salinas. Pocos han vuelto a la tradicional sala, entre ellos Aylwin, señala Salinas. “El resto, los ministros, parlamentarios, intendentes y miembros de las cúpulas políticas nunca más volvieron, ya no les sirve”

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