|
Cine arte Normandie
La función
debe
continuar
SERGIO Salinas en su barricada de lucha.
Son muchas las salas de cine arte que ya pasaron a ser
un recuerdo: sólo el año pasado cerraron Lo Castillo, Espaciocal
y AIEP. Y aunque la situación de los cines arte, entre ellos el
Normandie, no augura un final feliz, se sigue dando la lucha por sobrevivir.
“Nos mantenemos a palos con el águila”, señala
Sergio Salinas, uno de los dueños de la tradicional sala, junto
a Alex Doll.
La declaración de Salinas no es para menos. Para financiarse, el
Normandie necesita mensualmente ocho mil espectadores. El año pasado
estaba en seis mil espectadores al mes, “y ahora tenemos un promedio
de público de cinco mil, es decir, estamos en baja permanente”,
sostiene Salinas. La deuda que arrastra el cine es de alrededor de 28
millones de pesos, repartida entre Salinas y Doll, quienes han ido sorteando
una dificultad tras otra. “Muchas veces para seguir funcionando
nos hemos metido la mano al bolsillo. Vivimos al día, parando la
olla. De repente tenemos un mes bueno y eso permite tapar hoyos y seguir”,
explica Salinas.
Aunque el cine arte Normandie ha estado en permanente crisis, la situación
actual es algo más complicada, señala Sergio Salinas. “Si
la situación continúa como hasta ahora, podríamos
resistir un año más. Pero yo no hablaría de un posible
cierre, porque todo depende de cómo evolucione la situación
y de los resultados de las medidas que estamos tomando”. Entre éstas
se cuentan la campaña para inscribir nuevos amigos del Normandie
y los eventos cinematográficos especiales, a los que Salinas agrega
otros: “Yo creo que hay que actuar con otras acciones, como utilizar
la sala en horarios de la mañana, realizar funciones con colegios,
desarrollar acuerdos y convenios con instituciones públicas o privadas
que permitan el uso de la sala en horarios alternativos, etc.” Y
en eso están.
EL MONSTRUO COMERCIAL
Esta delicada situación que atraviesan las salas
de cine arte no es un fenómeno que apareció de un día
para otro. Como explica Salinas, se trata de un problema con variadas
aristas. Una es la homogeneización del cine comercial: “Esto
viene desde hace más de dos décadas, generado principalmente
en Estados Unidos; se fue expandiendo y finalmente llegó por estas
latitudes”, indica Salinas. Se trata de un fenómeno muy negativo,
no sólo para las salas de cine arte sino para la difusión
del cine en general. “Esta homogeneización hace que si se
entra a una sala de París, Buenos Aires o Santiago, se encuentra
exactamente lo mismo, con la consiguiente pérdida de diversidad
cultural”.
Salinas agrega que esta estandarización “es una respuesta
de la gran industria cinematográfica transnacional a desafíos
que ha tenido el cine, en cuanto a la competencia primero con la televisión
blanco y negro, luego con la televisión a color, enseguida con
el video, la televisión por cable, la televisión satelital
y últimamente, el soporte digital o DVD”.
Pero para Salinas esta respuesta resulta de doble filo “porque ni
siquiera todas las películas de los grandes estudios, como Warner
o Miramax, tienen éxito. Sólo algunas. Y con mucha mayor
razón, y por esto es doblemente negativo, el cine alternativo:
prácticamente no tiene cabida. Aunque, no es que las películas
no tengan cabida, exactamente. Sucede que al distribuidor de una película
española, por ejemplo, los exhibidores le pueden decir: tenemos
tal número de salas, dénos tal número de copias.
Pero el sistema para la permanencia en cartelera de las películas
se mide desde el estreno, del jueves al domingo”. En este contexto,
el lunes ya está decidido si una película sigue o no en
cartelera. “Un filme que no tiene gran marketing ni inmenso apoyo
publicitario ya está condenado. Entonces, lo más seguro
es que no tenga éxito de taquilla y al segundo jueves lo saquen
de varias salas o simplemente de todas. En este sistema, no solamente
el cine alternativo, o cine arte, sino que toda producción que
no sea gran espectáculo hollywoodense está condenado a morir”,
sentencia Salinas.
“Además del surgimiento en Chile de las grandes cadenas de
salas cinematográficas, como Hoyts y Cinemark, otro punto que incide
en la baja de público de los cine arte es que la televisión,
el cable y el cine comercial exhiben productos audiovisuales light. El
público está ya acostumbrado y un poco sedado por esta especie
de invasión y masificación de la película comercial
liviana. Es un fenómeno que viene de hace tiempo, y es uno de los
factores para que se haya perdido algo que tuvo auge en Europa a partir
de los años 50 y que se consolidó en los 70: valorar al
cine como instrumento cultural”. En este sentido, explica Salinas,
aunque hay seguidores del cine arte, son muy pocos. “Películas
clásicas, como las de Federico Fellini o Ingmar Bergman, son muy
densas para el público en general. Pero es paradójica la
circunstancia de que las películas de Fellini o Bergman, en su
época, no estaban reducidas a un selecto grupo de intelectuales:
fueron éxitos de taquilla”.
AMENAZA DIGITAL
Como si fuese poco, existe otro factor que atenta contra
la asistencia de público a los cines en general, y que para Salinas
resulta el desafío más difícil: el soporte digital
o DVD. “Rápidamente se transformó en un fenómeno
que tenemos que enfrentar, y que está afectando no sólo
a las salas independientes o de arte, como nosotros, sino también
a las multisalas”, indica Salinas.
Este tema tiene dos aspectos. Primero, se ha hablado de la transformación
de las salas, en que ya no se proyectaría en formato 35 mm sino
en formato digital. Pero Salinas no cree que esto se haga realidad, por
lo menos a corto plazo: “Se viene hablando hace años que
el soporte del cine cambiará a digital. Pero todavía no
se concreta, porque requeriría una gigantesca inversión
a nivel mundial en proyectores acordes a ese formato. Con la inversión
hecha en salas y equipos de última generación diseñados
especialmente para formato celuloide, que son cientos de miles en el mundo,
no creo que los exhibidores acepten fácilmente ese cambio.
Implicaría desechar como un trasto inútil la millonaria
inversión para la proyección en 35 mm”, señala
Salinas. Lo más complicado, es que sentaría un precedente:
“Los exhibidores quedarían a merced de las nuevas tecnologías.
¿Qué pasa si surge un nuevo soporte u otros modelos de proyección
digital y tienen que volver a cambiar?”.
En segundo lugar, y la verdadera amenaza, es el DVD. “No es sólo
por la comercialización, sino que está también el
pirateo, que por las características del formato es muy fácil
de realizar”. Con lo anterior aumenta la competencia: “Surgen
municipios, universidades, etc., que ofrecen ciclos de cine gratis porque
no pagan arriendo, ni derechos de autor, ni de exhibición. Nosotros
tenemos que pagar el arriendo del filme, un impuesto, el derecho de autor,
más todos los costos de operación y exhibición en
una sala; los otros tienen chipe libre, y contra eso, no se puede competir”,
explica Salinas.
Para el dueño del Normandie en alguna medida pueda ser entendible
que la gente tenga acceso a la cultura gracias a los bajos costos de una
película pirata, pero la experiencia de exhibición en salas
es irremplazable. “Al ver una película en tu casa, de repente
llega alguien y te interrumpe, o te paras para hacerte un café.
En cambio la experiencia del cine es cualitativamente distinta. Tiene
la característica de ser colectiva, se produce un fenómeno
especial y distinto en una sala oscura, con una pantalla gigante. Por
eso, el nivel de concentración es mucho mayor, lo que no ofrece
otro medio audiovisual”. Lo complicado es que la gente entienda
y valore eso, dice Salinas. “Yo pienso que la gente que ve cine
en su casa, en realidad no lo ha visto, porque en el cine se produce una
percepción diferente y mejor”.
¿Influye en la baja del público que la forma de vida actual
sea tan rápida y estresante, que cuando la gente va al cine sólo
busca un poco de entretención y nada de cultura o que haga pensar?
“Exactamente; pero agregaría que esto también tiene
que ver con un modelo de sociedad que se ha impuesto. Uno lo ve no sólo
en el cine, sino en muchas otras manifestaciones. Creo que tiene que ver
con un desarrollo social, ideológico y cultural del que se han
apropiado intereses comerciales y banalizadores. Es una especie de maniobra
con un objetivo bien determinado: impedir que la gente piense, inhibir
el desarrollo del pensamiento crítico”.
ROL DEL ESTADO
En este contexto, ¿cómo puede competir
el cine arte con el comercial?
“No creo que exista una forma para competir de igual a igual. Es
decir, uno no puede competir con Troya, ni con El hombre araña.
Tendríamos que tener dos millones de dólares para publicidad,
lo que es imposible. Lo que debiera haber, y este es un reclamo por el
que nunca me han dado bola, es una diferenciación entre salas comerciales
y salas de arte. Las de arte debieran tener un estatuto legal diferenciado
en el tratamiento tributario. Así es en los países civilizados
a los cuales pretendemos emular, pero esa emulación llega hasta
que el Estado tiene que invertir. Y lo que nos falta es invertir en cultura”.
¿Y cómo debiera intervenir el Estado?
“El cine arte en Chile no tiene estatuto legal. Por lo tanto, debiera
regularse qué es cine arte. En Francia o España se sabe
muy bien lo que es una sala de cine. Una sala de arte tiene tales o cuales
características, tiene que cumplir ciertos requisitos de programación,
y cumpliendo esas y otras características recibe un status que
se reconoce y, por lo tanto, tiene un aporte especial, con subsidios del
Estado. Así debiera ser, pero con la política económica
que impera en Chile, es algo muy difícil”.
En este sentido, ¿está desilusionado con los gobiernos de
la Concertación?
“Yo estoy más que un poco desilusionado de los gobiernos
de la Concertación y del presidente Lagos. Pero hay que hacer un
análisis más equilibrado. Por ejemplo, creo que en la producción
hay un caso interesante. Al principio se pensaba que los cineastas chilenos
tenían que entrar a competir de igual a igual con Spielberg, porque
este era un mercado de libre competencia, cuando se sabe que eso es imposible.
Ultimamente creo que han sido positivas las medidas de estímulo
a la producción.
En eso se ha partido del discurso netamente neoliberal y luego del fracaso,
y de experiencias muy negativas, se ha ido implementando a tropezones.
El problema de fondo es que no hay una legislación cultural coherente,
menos en materia de cine. De a poco se han ido refinando algunos instrumentos,
como Corfo y Fondart para los guiones, rodaje y post producción,
pero improvisando. En definitiva, han servido; y los resultados son crecimiento
del número de producciones, aumento de público, e incluso
logro de ciertos niveles de calidad que en algunos casos pueden ser sorprendentes,
como Taxi para tres, o las películas de Silvio Caiozzi, que indican
una madurez incipiente. Pero esto es sólo una pata de la mesa”.
¿Qué es lo que falta?
“Una visualización completa de todo el proceso: producción,
distribución y exhibición. Cada uno tiene su lógica,
incluso en el aspecto económico. No sirve estimular la producción
si no hay políticas acordes para la distribución y exhibición:
para que una película sin gran campaña de marketing no sea
sacada de cartelera a la segunda semana. Pero quiero destacar que con
los gobiernos de la Concertación hay un peligro continuo, que es
la tendencia a privilegiar el evento vistoso, con efecto mediático,
y un gran descuido en actividades o materias que no reditúan en
imagen, especialmente en lo que se refiere a patrimonio e investigación.
Se privilegia el hecho que tiene impacto público, que cuando se
transmite en televisión deja la percepción de que se está
haciendo mucho por la cultura, aunque no es así. Esa es una de
las cosas que más me ha decepcionado”.
¿Qué le diría a la gente que no conoce el Normandie?
“Que se aproxime al menos para que viva una experiencia distinta.
Muchas personas al ver nuestras películas y conocer nuestra sala,
le van a encontrar el gusto a nuestra propuesta: cine de calidad…
y no se vende popcorn”
JIMMY ALEXIS QUINTANA
Intentos fallidos
En la búsqueda de estabilidad económica,
el Normandie ha realizado varios intentos. Pero las respuestas han sido
negativas. El año pasado recibió uno de los golpes más
duros, ya que hasta la banca estatal les negó apoyo, cuando intentaron
obtener una línea de crédito a través del BancoEstado,
poniendo a disposición de la entidad un patrimonio de más
de 1.500 películas, documentales y noticiarios históricos,
de invaluable valor cultural.
“El banco respondió que el patrimonio fílmico no era
garantía. ¿Qué son garantías? Simplemente
hipotecas sobre bienes inmuebles. Si hubiese tenido un fundo, habríamos
tenido mejor suerte”, señala Sergio Salinas, lo cual le parece
“repugnante, y prueba el tipo de mentalidad que hay incluso en entidades
como el BancoEstado, que se supone debieran tener mejor disposición.
Me dolió mucho la respuesta, porque ese material no nos llegó
del cielo, sino que se trata de una importante inversión que hemos
ido haciendo con el tiempo”.
También son varias las peticiones que se han hecho al gobierno.
El año pasado se solicitó al Area de Cine del Mineduc un
estatuto especial para las salas de cine arte. “Pero no pasó
nada. Tras un largo período, ni siquiera nos respondieron”,
recuerda Salinas. “Tiempo después, hubo respuesta informal
cuando se acercó al Normandie el jefe del Area de Cine, Ignacio
Aliaga. Estuvo acá en un debate que hicimos y se refirió
al tema, expresando las limitaciones que tiene el gobierno para apoyar
la cultura y expresando sólo buenos deseos.
En marzo, con el Ministerio de Cultura hubo algo que ayudó, un
arriendo de películas para el proyecto Sismo que están realizando
en todo el país”, indica Salinas. Agrega que “lamentablemente,
son sólo ayudas de parche, puntuales, nada que permita que una
actividad como ésta tenga un mínimo de proyección
y seguridad”
En dictadura fue el
auge del Normandie
En las cercanías de Plaza Italia, a comienzos
de los 80 y en plena dictadura, surgió el cine arte Normandie.
Las presiones se hacían sentir: “Hubo muchas películas
censuradas por razones políticas o morales. Incluso en el 86 nos
hicieron una maniobra de Impuestos Internos, nos trataron de quebrar.
Hicieron una revisión que nos costó bastante dinero. Obviamente,
se aprovecharon de un resquicio legal”, recuerda Salinas.
Paradojalmente, entre el 82 y el 90 fue el período de auge del
Normandie. Llegaron a tener quince mil espectadores por mes, con un promedio
mensual de diez mil. “Nos iba mejor en esa época porque el
Normandie era una especie de referente contra la dictadura, y la publicidad
nos la hacía la misma dictadura con sus medidas de represión
y censura”. Pero Salinas destaca que nunca hubo un propósito
de manipulación política del cine, “siempre nos mantuvimos
en la cinefilia, porque lo único que hacíamos era programar
cine de calidad. Pero resulta que el cine de calidad muchas veces es crítico,
antibélico y antiburgués. Por lo tanto, sin buscarlo, había
un acto de protesta implícito”.
Inclusive, durante la semana del plebiscito, en octubre de 1988, el Normandie
se dio el lujo de exhibir la película El gran dictador, de Charles
Chaplin. “Fue un guiño al momento político que se
vivía, y la respuesta del público fue muy buena”,
indica Salinas. Es más, en esa época, muchos políticos
de la Concertación que hoy ostentan importantes cargos eran fieles
espectadores del Normandie: “Enrique Correa, Ricardo Solari, el
senador Jorge Pizarro, Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, por nombrar algunos”,
recuerda Salinas. Pocos han vuelto a la tradicional sala, entre ellos
Aylwin, señala Salinas. “El resto, los ministros, parlamentarios,
intendentes y miembros de las cúpulas políticas nunca más
volvieron, ya no les sirve”
Volver | Imprimir
| Enviar
por email |