Edición 570 - Desde el 25 de junio al 8 de julio de 2004
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Bien vestido,
bien recibido


Falabella es para los chilenos el mayor símbolo de la globalización, en su expresión cotidiana de consumo. Es el barómetro del bolsillo nacional, el efecto doméstico de los tratados de libre comercio, de la evolución del tipo de cambio, de los problemas de demanda y oferta, de empleo. Expresa en sus ventas no sólo las pulsiones económicas y sociales, sino también las culturales. En tres cuotas y a precio contado, los chilenos pueden llevarse a la casa los efectos de la globalización cultural a través de artesanías africanas o tailandesas.
Es también el ascensor más visible, el reflejo de la movilidad social: la moda internacional en 24 cuotas, que no denota en la etiqueta el esfuerzo ni la máscara, ha logrado ser el símbolo de la integración social -la que no ha logrado ni éste ni ningún gobierno- mediante el crédito de consumo masivo. Varios millones de tarjetas, repartidas desde La Dehesa a La Cisterna, pueden acceder a los mismos y democráticos productos. Con la tarjeta CMR de Falabella no hay desigualdad en los ingresos: la utopía de la sociedad igualitaria se ha conseguido con la sociedad de consumo.
Falabella es también la industria de los afectos por excelencia, que nos recuerda, cual preciso calendario, nuestras fechas más sentidas. No sólo la Navidad y el Día de la Madre; también los gastos de septiembre, de las vacaciones y marzo. Allí está Falabella para darnos una mano.
¿Ironía? Tal vez. Pero hay una estrategia comercial que penetra nuestro inconsciente, nuestras aspiraciones. Por un lado estimula nuestras posibles necesidades y por otro, nos da la mano, como con su campaña publicitaria que recuerda sus bajas tasas de interés. Los chilenos, asediados por los cuatro vientos, han caído, finalmente, rendidos ante tal afecto.
Y así parece ser. Según el Sernac (Servicio Nacional del Consumidor), al observar el cumplimiento de la tasa máxima de interés vigente a marzo pasado, que era de 3,23 por ciento, “todos los establecimientos (de Falabella) analizados en el estudio, en todos los plazos de venta sondeados, principalmente en las líneas de productos de electrónica, electrodomésticos, línea blanca y computación, tuvieron tasas de interés que oscilaron entre 2,84% (a seis meses plazo) y 2,38% (a dieciocho y veinticuatro meses plazo)”. La competencia, según el Sernac, superó el cinco por ciento.
Falabella no es sólo una de las empresas chilenas más profundamente incorporadas en el imaginario del consumo nacional. La multitienda hoy representa un nuevo fenómeno de ascenso y expansión corporativa. Un proceso meteórico, que conjuga al menos tres variables. Una entrada impresionante en la élite corporativa nacional, al posicionarse entre las diez primeras sociedades anónimas del país; una expansión hacia nuevas e insospechadas áreas de negocios y, lo que es menos novedoso pero no por ello olvidable, su proceso de integración regional.

SI ES CHILENO, ES BUENO

Sus orígenes, netamente comerciales y por todos conocidos -al tratarse de una empresa que se hunde en los símbolos de la movilidad social chilena del siglo XX (desde aquellos viejos eslóganes Bien vestido, bien recibido o Si es chileno, es bueno; si lo vende Falabella, mejor)-, los comienza a transformar a partir de los ochenta, al ingresar, de forma más o menos oblicua pero enérgica, en el terreno financiero a través de las ventas a crédito. Un proceso que al finalizar la década de los noventa la coloca como la principal emisora de tarjetas de crédito entre las multitiendas, la lleva a crear un banco y a expandirse hacia otros rubros, como la venta de medicamentos (Farmacias Ahumada), insumos para el hogar y la construcción (Home Store, hoy fusionado con Sodimac), y los viajes.
El mayor salto lo ha dado este año. El grupo familiar controlador de Falabella (Solari-Cúneo) ingresó al negocio lácteo en mayo, al adquirir Parmalat en Chile; ganó, en junio, los derechos de concesión de las últimas empresas sanitarias en manos del Estado y negocia la compra del mayor predio productivo nacional, la Hacienda Rupanco, de 47 mil hectáreas. Falabella, que es un caballito -no un pony, sino un equino hecho y derecho-, muestra que en la cultura ecuestre, de pequeño sólo tiene nombre.
Ya había ido tras las sanitarias. Hace casi un año perdió la posibilidad de tomar el control de Esval, la sanitaria de la V Región. Pero hace un mes se apropió de la concesión, por veinte años, de las empresas Essat, de la I Región; de Essar, IX Región y Esmag, XII Región. Una operación que le costó US$ 170 millones y coloca al grupo como el cuarto operador sanitario del país.
En mayo fue por la leche. A través del holding de inversiones Bethia, la familia que controla Falabella adquirió por unos US$ 20 millones la filial chilena de la compañía láctea italiana Parmalat, que sufría una debacle financiera de grandes proporciones. Con esta transacción, el grupo Solari obtuvo casi un siete por ciento del mercado lácteo nacional, que prevé ampliar en un plazo de dos a tres años al diez por ciento.
La fuerte expansión de Falabella ha quedado registrada en sus resultados corporativos del año pasado. Como un recién llegado a la élite de las sociedades anónimas nacionales, la que ha estado ocupada básicamente por conglomerados industriales y financieros, el consorcio de la multitienda obtuvo el 2003 ganancias por US$ 165 millones, un 40 por ciento más que el 2002 y se ubicó entre las primeras corporaciones del país.
Como multitienda, hasta el momento su núcleo operacional, Falabella tiene el 52 por ciento de las ventas sectoriales. Se trata de un conglomerado comercial que ha logrado absorber la capacidad de consumo de los sectores medios a través de la venta a crédito. Pero los afectos entran aquí en un terreno confuso. El ingreso de las multitiendas al sector financiero está libre de regulaciones y está orientado básicamente hacia los sectores medio y medio bajo, donde hay muchos consumidores que no tienen acceso al sistema financiero regulado. Tal vez Falabella publicite sus bajas tasas de interés respecto de su competencia, pero poco se sabe de comisiones y castigos a los morosos. Un territorio que manejan las multitiendas a su antojo y que podría estar otorgándoles grandes beneficios.
Este será un año de gran crecimiento para la multitienda. Un análisis de CB Capitales, de marzo pasado, relaciona las expectativas económicas con las ventas del comercio. “La auspiciosa trayectoria que ha mostrado el consumo interno durante los últimos trimestres -a raíz de la mayor confianza existente sobre el rendimiento de la economía local y su positivo impacto en el empleo- y la alta probabilidad de que ella continúe, permiten establecer para las empresas ligadas al retail un marco de operación mucho más aliviado que lo que se observaba hace sólo algunos meses atrás, cuando las señales de reactivación local no se apreciaban tan nítidamente. Las ventas del comercio hasta el mes de abril acumulaban un incremento de 5% respecto de igual período del año 2003, registrando incluso en algunos meses crecimientos sobre el 7%, lejos de lo observado por ejemplo durante el año 2002, cuando las tasas negativas se mezclaban con las mínimas o nulas variaciones de crecimiento”.
Si atendemos al análisis de CB Capitales, tendremos una empresa no sólo en expansión en nuevas áreas, como la láctea o sanitaria, sino en la tradicional del comercio. Una expansión a la que hemos contribuido, como muy buenos chicos, todos los chilenos

PAUL WALDER
(Revista “Punto Final” edición Nº 570, 25 de junio, 2004)

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