Edición 562 - Desde el 05 18 de marzo de 2004
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Chile necesita gas y agua, Bolivia una salida al mar.

El MAS propone el camino de la integración económica.

Bolivia a corazón abierto

El diputado Antonio Peredo Leigue, jefe de la bancada parlamentaria del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia -27 diputados y 8 senadores-, tiene un sueño: que la enorme riqueza de gas natural de su país -54 trillones de pies cúbicos en reservas probadas- se convierta en un factor de integración de América Latina. “Así como la Unión Europea partió del acuerdo del acero y el carbón -dice Peredo-, ¿por qué no imaginar que el gas boliviano sirva también para unir a América Latina? Gas necesita Brasil -podemos duplicar las ventas a ese país a cambio de tecnología-; gas necesitan Argentina y Perú, porque se están acabando sus reservas; gas -y agua- necesita Chile. Bolivia puede responsabilizarse del desarrollo del norte chileno. ¿Por qué Chile, en una perspectiva de integración latinoamericana no podría entregar a Bolivia una salida soberana al mar? Ya no se trataría, como hasta ahora, de considerar el gas una mercancía que se transa al mejor postor en beneficio de las transnacionales, sino de transformarlo en un elemento integrador para el desarrollo independiente de naciones hermanas”.
El sueño de Antonio Peredo -hermano de Coco e Inti, que murieron en la lucha guerrillera del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que en Bolivia fundó el Che Guevara en la década del 60-, podría hacerse realidad en un plazo no lejano. El MAS ya es un importante factor político en Bolivia. Si las agujas de la historia siguen marchando en la actual dirección, ganará el gobierno el año 2007 y su líder, Evo Morales Ayma, se convertirá en presidente de la República. Ya en junio del 2002, Evo Morales -con un definido programa antineoliberal- fue superado sólo por 1,5% de los votos, por Gonzalo Sánchez de Lozada, derrocado por el pueblo el 17 de octubre del 2003. Sin embargo, EE.UU. -que ha demonizado a Evo Morales al incluirlo en una arbitraria lista de “terroristas y narcotraficantes”- hará todo lo posible, junto con las clases privilegiadas de Bolivia, para cerrarle el paso al Palacio Quemado, incluyendo sin duda acciones golpistas y criminales.
La visión latinoamericanista del MAS, en todo caso, necesita encontrar oídos receptivos en los países vecinos. Sobre todo en Chile, cuyo gobierno se niega a discutir la reivindicación boliviana de un corredor al Océano Pacífico. La postura del presidente Ricardo Lagos, conocido en el exterior como un “socialista”, resulta más conservadora en este tema que el gobierno de Gabriel González Videla, que en 1950 aceptó negociar un corredor boliviano al mar o que la dictadura militar de Pinochet, que en los años 70 también ofreció solucionar la mediterraneidad de Bolivia. El presidente Salvador Allende también se propuso corregir esa injusticia histórica (ver pág. 15).
Chile se apoderó de 180 mil kms2. de territorios de Bolivia y Perú en la guerra del salitre de 1879, un conflicto azuzado por capitales británicos y chilenos que costó más de 23 mil vidas de soldados de los tres países. El botín de guerra fueron Tarapacá y Antofagasta (incluyendo 400 kms. de costa). Una tupida selva de tratados condena a Bolivia -cuyos primeros presidentes fueron Bolívar y su lugarteniente Sucre, campeones de la unidad latinoamericana- a una mediterraneidad que no compensan las facilidades portuarias que “otorga” Chile. La amputación territorial se ha convertido en un peso insoportable para el pueblo boliviano. Enerva su conciencia, menoscaba la dignidad del país y dificulta su desarrollo. Quizás la construcción de un puerto propio al norte de Arica -incluyendo instalaciones, carretera, vía férrea, aeropuerto, etc.- exceda toda posibilidad real de la economía boliviana. Para entonces -porque sin duda Chile y Perú tendrán que ceder al justo reclamo de Bolivia- el proceso de integración latinoamericana resolverá las cosas de otro modo. Entretanto, el problema de la mediterraneidad sigue siendo utilizado por astutos políticos, militares, publicistas y empresarios en interminables intrigas y conspiraciones para burlar la soberanía popular. Esto hace del Estado el patrimonio de un puñado de audaces. Una y otra vez, con admirable coraje, el pueblo boliviano se ha levantado para defender su libertad y reclamar sus derechos. Aunque Bolivia es conocida por sus golpes de Estado, detrás de cada cuartelazo y traición ha habido un levantamiento popular. Es muestra clara de una recia voluntad popular. A ella apuesta el MAS para construir una Bolivia diferente.
La reivindicación marítima de Bolivia tiene además gran apoyo internacional. Pero los únicos que pueden desatar el nudo -en virtud de los tratados de 1904 y 1920-, son los gobiernos y parlamentos de Chile y Perú. Un rol decisivo están llamados a jugar en el siglo XXI los pueblos de los tres países. Si sus organizaciones sociales asumen la responsabilidad política que les asigna esta nueva época, la salida al mar de Bolivia se hará realidad en un contexto de integración, espíritu que gana terreno en América Latina como réplica a la estrategia anexionista de Estados Unidos.

REFERENDUM Y ASAMBLEA CONSTITUYENTE

En la Bolivia post-Sánchez de Lozada, el presidente ultra neoliberal derrocado en octubre del año pasado por una sublevación popular que costó 60 muertos y 400 heridos, llama la atención el clima de gobernabilidad que vive el país. El presidente Carlos Mesa Gisbert tiene indudable apoyo. Se ha disipado el aura de provisorio con que surgió su gobierno. Esto se debe a que no ha eludido cumplir las demandas que la movilización del pueblo planteó en octubre. El pasado 20 de febrero el presidente Mesa promulgó la ley de reforma de la Constitución Política aprobada por el Congreso. La reforma incorpora al texto constitucional la Asamblea Constituyente y el referéndum, abriendo caminos democráticos y de participación popular. En junio próximo se convocará al referéndum para que el pueblo decida si los hidrocarburos vuelven al patrimonio del Estado. El trasfondo, desde luego, es la explotación del gas natural, apetecido por las transnacionales que financiarán campañas publicitarias para defender sus intereses. Por su parte, la Asamblea Constituyente que dotará a Bolivia de una nueva Constitución, será convocada el próximo año sobre la base de una consulta nacional que se realizará en estos meses a través de seminarios, talleres, mesas de trabajo, encuestas, etc. La consulta determinará el número de constituyentes, las formas cómo éstos se elegirán, su representatividad, etc. La reforma ha suprimido el monopolio de los partidos políticos y las organizaciones sociales y los pueblos originarios podrán presentar candidatos. Ambas demandas -referéndum sobre los hidrocarburos y Asamblea Constituyente- encabezaron las movilizaciones de octubre a las que Sánchez de Lozada respondió con represión. La exigencia de una Asamblea Constituyente viene planteándose desde el 2000, bajo el gobierno de Hugo Banzer. “Esta fue la respuesta de los sectores populares -dice el diputado Antonio Peredo- a la aplicación del modelo neoliberal -a partir de 1985- que agravó la miseria del país por la entrega de los recursos naturales y del aparato productivo y de servicios a las transnacionales. En julio del 2002 una marcha indígena que recorrió el país desde Santa Cruz a La Paz, tuvo como única consigna la Asamblea Constituyente”.
Para el MAS se trata nada menos que de refundar el país: “La nueva Constitución -dice Peredo- debe incorporar, por primera vez en la historia de Bolivia, las concepciones, los usos y costumbres, la cultura misma de los pueblos originarios que conforman la mayoría de nuestra sociedad. Y el primer elemento de esas concepciones es la recuperación de la estructura productiva del país que fue destruida para dar paso al modelo colonial del neoliberalismo”.

NEOLIBERALISMO
EN RETIRADA

Hay quienes sospechan que el presidente Mesa está ganando tiempo para tranquilizar el país y volver al cauce neoliberal alterado en los últimos meses por algunas medidas tributarias. Los suspicaces no olvidan que Mesa fue vicepresidente de Sánchez de Lozada, que lo escogió porque ser un conocido comentarista de TV (socio del canal P.A.T.), vinculado a la embajada norteamericana y entusiasta defensor de la economía de mercado.
Sin embargo, también existe la opinión de que Mesa es el general de una retirada ordenada de las fuerzas neoliberales. Las clases dominantes percibirían como inevitables los cambios que vienen y no quieren emprender la fuga como ocurrió a Sánchez de Lozada. La experiencia del breve segundo gobierno de Goni (agosto del 2002 a octubre del 2003) marcó a fuego al neoliberalismo. Las masacres de febrero y octubre del 2003, costaron cerca de 130 vidas. Washington Estellano, periodista uruguayo que vive hace muchos años en La Paz y conoce bien la realidad boliviana, percibe el “inicio de un período de transición posneoliberal” en las medidas de Mesa, sobre todo aquellas que se orientan a refundar Yacimientos Petroleros Fiscales de Bolivia (YPFB). Sin embargo, advierte en la reticencia norteamericana para ayudar al país, que necesita 105 millones de dólares este año para financiar el gasto fiscal, la intención de no apoyar incondicionalmente al actual presidente. “Porque ayudarlo a lograr un gobierno estable es, en la perspectiva, abrir más las puertas para un muy probable gobierno de Evo Morales. Y eso no lo puede admitir el gobierno de Estados Unidos”, concluye Estellano.

EL MAS RUMBO AL GOBIERNO

Cualquiera sean las intenciones de Mesa, es evidente que el movimiento social -convertido en actor político- ejerce una presión calculada sobre el gobierno. Así se van haciendo realidad las demandas de octubre. Los sectores más radicalizados, sin embargo, han perdido el paso. El dirigente de la Central Obrera Boliviana (COB), Jaime Solares, llamó en febrero a una huelga general indefinida contra las medidas del gobierno. Pero el movimiento fue un estruendoso fracaso que acentúa el debilitamiento de la COB. Lo mismo sucedió al dirigente de la Central Obrera de El Alto, Roberto de la Cruz, actor importante en octubre. Sus compañeros lo destituyeron por sus pronunciamientos inconsultos.
En cambio la destreza y madurez política con que se mueve el MAS, le hace ganar adeptos. Su táctica podría definirse como “apoyo crítico” al gobierno en tanto este cumpla las demandas populares. Así ha logrado imponer objetivos como la Asamblea Constituyente y el referéndum. Su bancada parlamentaria allanó el camino a estas iniciativas, articulando consensos. Su conducta, que combina acción política con movilización social, le está dando la fisonomía de partido de gobierno que aspira a ser.
No obstante, en rigor el MAS no es un partido sino el instrumento político de organizaciones sociales (para una exhaustiva historia del MAS ver entrevistas a Evo Morales en PF 537 y 543).
El Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) nació en 1995 en un congreso campesino. En corto tiempo ha ganado sólido prestigio, mientras los partidos tradicionales van por el declive del agudo deterioro. El histórico MNR -el de la revolución nacional de 1952- y el MIR, asociados al gobierno de Sánchez de Lozada, son acusados de vínculos con el narcotráfico y la corrupción. Por su parte, la derechista Acción Democrática Nacional (ADN), que creó Banzer, está reducida a 1 senador y 4 diputados.
El MAS también parece estar ganando tiempo. Se advierte su intención de no llegar al gobierno en forma prematura. Las próximas elecciones presidenciales (y parlamentarias) serán el 2007. Sin embargo, en diciembre de este año hay elecciones municipales y el MAS pretende ganar la mitad de los municipios. Entretanto, necesita superar muchas insuficiencias, producto de su explosivo crecimiento. En importante medida su fuerza radica en el liderazgo de Evo Morales que cuenta con impresionante respaldo de masas: fue reelegido diputado -pocos meses después de haber sido desaforado- con 83,16% de los votos de su circunscripción. A los 45 años de edad, ha ganado su liderazgo en incesante contacto con los sectores populares e indígenas a los que él mismo pertenece. También realiza un importante trabajo de relaciones internacionales. Varios presidentes lo distinguen con su amistad: Fidel Castro, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula. Lo ha recibido el Congreso mexicano. Ha conversado en Europa con gobernantes, dirigentes políticos y parlamentarios. Varias organizaciones europeas lo postulan candidato al Premio Nobel de la Paz. Hace unos días estuvo en Quito y prepara visitas a Chile y Canadá.
Si bien Bolivia cuenta con mayoritario apoyo internacional para su reivindicación marítima, su estrategia tiene un grave defecto: no intenta convencer a los chilenos de la justicia de su demanda. Los chilenos en Bolivia son tratados con cortesía y amable hospitalidad. Turistas y residentes chilenos gozan de un trato mucho mejor que el que suelen recibir bolivianos (y peruanos, coreanos y muchos otros extranjeros) en Chile. Las manifestaciones antichilenas que muestran la prensa y TV, son de grupos insignificantes. Sin embargo, faltan gestos que ayuden a despejar las brumas del chovinismo a ambos lados de la frontera. En el ámbito oficial, por ejemplo, la reanudación de relaciones diplomáticas. Y en el plano de las relaciones entre pueblos, una política de intercambio más activo. Es lo que se propone hacer Evo Morales, un dirigente que cree en el diálogo, en su próxima visita a Chile

MANUEL CABIESES DONOSO
En La Paz


Perfil de un país saqueado

A pesar de las mutilaciones de territorio sufridas a manos de sus vecinos, Bolivia es uno de los países más grandes de América Latina. Más de un millón de kilómetros cuadrados de altiplano, valles tropicales, selvas y ríos. Un territorio casi despoblado con enormes riquezas naturales. Bolivia sería capaz de alimentar a su actual población multiplicada por diez. Pero el pueblo boliviano es uno de los más pobres del continente. La Paz -donde vive el 35% de la población- no lo refleja. Altos y modernos edificios, tiendas, bancos, agencias de viaje, cafés, hermosos paseos, iglesias y cines, que en estos días exhiben dos películas de la interesante cinematografía boliviana: El atraco, de Paolo Agazzi y Los hijos del último jardín, de nuestro conocido Jorge Sanjinés.
Son días de carnaval en Bolivia y en los diarios se ofrecen tours (en dólares) a Brasil y Argentina, o reparadores descansos en lujosos hoteles de Santa Cruz de la Sierra. La prensa -en parte en manos del grupo español Prisa- destaca que la obra del escritor chileno Bartolomé Leal, Morir en La Paz, fue finalista en el concurso de Novela Negra de Gijón, España. Leal vivió un año en Bolivia y se documentó en la obra del escritor paceño Jaime Sáenz. Da en el clavo en declaraciones al diario La Prensa: “La historia pesa mucho en el inconsciente colectivo de los bolivianos”, dice.
Pasear por Sopocachi, en La Paz -si lo permiten los 3.600 metros de altura, que pueden hacer vomitar el corazón y los pulmones si no se ha bebido suficiente mate de coca con unas cápsulas de Sorojchi Pill- hace recordar sectores tradicionales de Ñuñoa o Providencia, en Santiago. También La Paz tiene su equivalente a Las Condes o Lo Barnechea en el imponente Valle de la Luna. Las mansiones de Calacoto, La Florida, San Miguel, etc., no tienen nada que envidiar a los barrios ricos de otros países latinoamericanos. Los centros comerciales “made in Miami”, esperpénticos monumentos al colonialismo cultural, también florecen aquí. Los exclusivos Club y Colegio Alemán, en medio de bellos parques con piscinas y canchas deportivas, dejan con la boca abierta a quien esté pensando en la pobreza de Bolivia. A poca distancia está su rival, el Colegio Francés.
La pobreza cuelga de los cerros que custodian La Paz. Sobre todo en El Alto (4.100 metros), que comenzó como barrio vecino al aeropuerto y que ya es una ciudad con miles de habitantes, en su mayoría indígenas de increíble valentía en la lucha callejera como lo demostraron en octubre.
Primero la plata de Potosí y luego el estaño -que en el siglo pasado forjó las fabulosas fortunas de Simón Patiño, Mauricio Hochschild y Carlos Víctor Aramayo-, sólo dejaron socavones en los cerros, enfermedades en los cuerpos y frustraciones en el alma de los bolivianos. Después vino el petróleo y detrás suyo, las norteamericanas Standard Oil y Gulf Oil, dos veces nacionalizadas pero todavía vivas y explotando. Enseguida adquirió importancia el gas natural y se alzó la sombra de la española Repsol, que aquí se llama Andina. A través de Chile quiere llevar el gas a México y desde allí, abastecer a Estados Unidos. Otra vez el pueblo boliviano corre el peligro de quedar con las manos vacías. Es lo que se intentará evitar en el próximo referéndum que decidirá el destino de los hidrocarburos.
Bolivia es la nación de América Latina con más población indígena: el 71% es aymara, quechua o guaraní. Aventaja a Perú, con 47% de indígenas y a Ecuador, con 38% (Chile aparece en esa estadística con un pudibundo 8%, que debe ser en realidad más del 10%). El estudio del Banco Mundial sobre el tema confirma que los indígenas son los más pobres entre los 220 millones de pobres que, en América Latina, viven con menos de dos dólares diarios. Ellos ganan entre 35 y 65% menos que los mestizos y blancos pobres.
Evo Morales, aymara que a los diez años aprendió español, puede convertirse en el primer presidente indígena de un país cuya mayoría étnica jamás ha gobernado. La administración norteamericana está dispuesta a impedirlo: por algo tiene la embajada más grande de Estados Unidos en América del Sur, con 1.800 funcionarios. En su mayoría pertenecen a la CIA, FBI, DEA y otras agencias de inteligencia. Asesoran a la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico (FELCN), pero los agentes norteamericanos también están repartidos en toda actividad que permita tomarle el pulso político al país. La embajada cuenta con la desinteresada ayuda del personal boliviano de la FELCN y de los fiscales antidrogas. Todos, reciben una bonificación mensual de esa misión “diplomática”

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[ Chile - Santiago ] Punto Final S.A. San Diego 31, of. 606   |    E-mails: Dirección | Webmaster