Edición 562 - Desde el 05 18 de marzo de 2004
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¿Qué hace Chile
en Haití?

No se aclaraba todavía lo que estaba sucediendo en Haití, de donde había salido al exilio el presidente Jean-Bertrand Aristide, cuando el presidente Ricardo Lagos anunció que en 48 horas efectivos militares chilenos llegarían a Puerto Príncipe, para integrarse a la “Fuerza de Paz” que normalizaría la situación. Se sumarían a tropas norteamericanas, canadienses y francesas.
Detrás de la iniciativa presidencial, mostrada como ejemplo de eficacia y preocupación humanitaria, se ocultan, sin embargo, realidades oscuras. El propio ex presidente Aristide denuncia en la República Centroafricana, satélite de Francia, que no había renunciado voluntariamente y que fue sacado del palacio presidencial y luego del país bajo la amenaza armada de soldados norteamericanos. Por otra parte, la decisión de Naciones Unidas para la creación de la “Fuerza de Paz” no fue más que una operación cosmética para legitimar lo que ya habían hecho Estados Unidos y Francia. Marines norteamericanos desembarcaron en Puerto Príncipe horas antes de sacar del mando a Aristide. También llegaron fuerzas francesas. Ambas potencias -Estados Unidos y Francia, que disfrutan de una amistad rediviva en esta aventura colonial-, actuaron sin pedir permiso de nadie. Ni a Naciones Unidas y menos a la OEA, cuyo penoso papel ha quedado de nuevo al descubierto. La caída de Aristide y el desarrollo de la crisis haitiana ha sido consecuencia de la actuación imperial que manipuló un verdadero golpe de Estado.
Ahora Chile se adelanta a los demás países latinoamericanos enviando tropas. Y eso es motivo de orgullo para el gobierno, que se apresuró a tomar una decisión que indica la voluntad de hacer cuanto sea necesario para agradar a George W. Bush y acompañarlo en lo que considere conveniente.
La “Fuerza de Paz” cohonestará lo que decida hacer (y deshacer) Estados Unidos y por lo mismo, su actuación se convertirá en complicidad y motivo de agravio para el pueblo haitiano.
Se trata además de una decisión compleja, en un escenario como el Caribe. Haití es vecino de Cuba, separado de ella por un paso marítimo, y no queda a gran distancia de Venezuela, cuyo gobierno se encuentra también en la mira de Bush y de los halcones que mandan en Washington. El territorio haitiano puede ser utilizado como plataforma del matonaje de Bush en el Caribe.
Obviamente, una “Fuerza de Paz” comandada por Estados Unidos no es la manera adecuada de ayudar al pueblo haitiano, para cuyo socorro se deberían activar formas de asistencia humanitaria en alimentos, atención médica y ayuda social para enfrentar sus necesidades apremiantes.
El presidente Lagos ha tomado una decisión grotesca y peligrosa. Coloca a Chile en la senda de un lastimoso seguidismo de las acciones intervencionistas norteamericanas. El mandatario hace el ridículo, lo cual es asunto suyo. Pero el país da otro paso en una equivocada política que le ha ido generando profunda desconfianza en América Latina, su espacio natural del que cada vez aparece alejándose más.
No son tropas extranjeras lo que Haití necesita.
Entre las causas fundamentales de la crisis permanente que ha azotado a ese país a lo lago de la historia, está la deuda externa. Primero Francia y después Estados Unidos, han esquilmado a Haití. A ello debe agregarse el saqueo realizado por los gobernantes corruptos. Su deuda externa es de 1.250 millones de dólares, contraída especialmente durante la dictadura de los Duvalier. La fortuna personal de “Baby Doc” Duvalier, que goza de un exilio dorado en Francia, se calcula en 900 millones de dólares.
El secretario general del Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, Daniel Millet, ha señalado a propósito de la deuda externa de ese país: “Haití fue puesto en entredicho después de su independencia. Tras veinte años de negociaciones y presiones, en abril de 1825, el rey de Francia, Carlos X, dictó la siguiente ordenanza: ‘...Los actuales habitantes de la parte francesa de Santo Domingo (eufemismo para no mencionar a Haití, que Francia no reconocía, N.de PF) enterarán a la caja federal de depósitos y consignaciones de Francia la suma de ciento cincuenta millones de francos destinados a pagar a los antiguos colonos que reclamen indemnizaciones. Bajo estas condiciones, nosotros concedemos por la presente ordenanza, independencia plena e íntegra a los actuales habitantes de la parte francesa de Santo Domingo’.
Desde el comienzo, las riquezas -como las provenientes de la venta de café- debieron dedicarse al reembolso de la deuda de la independencia (equivalente al presupuesto anual de Francia de entonces). Desde 1828, el gobierno haitiano debió endeudarse para poder pagar: así comenzó una espiral infernal. Durante más de un siglo, Haití tuvo que literalmente estrujarse las venas para pagar una deuda que, deliberadamente, le cortó las alas en el momento mismo de emprender el vuelo”.
Prosigue Daniel Millet: “A pesar de la independencia proclamada en 1804, Francia siguió jugando el papel de potencia dominante a través del mecanismo de la deuda. Hasta 1915, cuando la primera ocupación militar de Estados Unidos (que se mantuvo hasta 1934, N. de PF) marca la entrada de Haití en la zona de influencia norteamericana. De este modo, puede considerarse que la deuda ha sido un elemento fundacional del Estado haitiano”


PF

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