Edición 560 - Desde el 9 al 22 de Enero de 2004
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Sra. Canciller: Chile es un país que queda en América Latina

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Sra. Canciller:
Chile es un país que
queda en América Latina


No cabe duda que usted lo hace estupendo como ministra de Comercio Exterior, cartera que habría que crear a su medida si continúa en el Gabinete. Pero como Canciller, disculpe la franqueza, lo hace pésimo. Las relaciones exteriores, señora, son esencialmente un asunto político. Por eso se habla de “política internacional” que es el arte de construir alianzas y forjar identidades para favorecer los intereses permanentes del Estado. Lo que usted ha venido haciendo no es eso. Ha convertido a la Cancillería en una agencia promotora de “business”, en una herramienta de los negocios financieros que, mal que mal, constituyen el fuerte de la actividad “económica” del país. Usted podrá decir que en definitiva quien dirige las relaciones exteriores es el presidente de la República y que usted sólo trata de cumplir bien las directrices que el mandatario supremo le señala. No se puede discutir que es cierto. Como tampoco que la mercantilización que ha degradado todos los planos del quehacer nacional, incluyendo las relaciones sociales, la cultura, la educación, la salud, y hasta la afectividad de los seres humanos, también ha alcanzado a la política exterior. Pero no hay que echarle la culpa al empedrado. Usted es responsable de lo que hace o deja de hacer el Ministerio de Relaciones Exteriores. Como demócrata cristiana y eventual candidata presidencial, debería ponerle un poco más de ética y valores morales a la conducción de su cartera. Su tarea no es sólo conseguir tratados de libre comercio -que buena parte del país mira con sospecha y preocupación-. La política internacional dice relación con Estados y pueblos, no sólo con “mercados” como usted parece creer. No sólo se trata de conseguir “socios” (algunos de los cuales, por el tamaño de su economía, proyectan una sombra siniestra sobre nuestro futuro y soberanía). Su tarea más importante, señora, es ganar amigos, amigos de verdad, firmes y leales para Chile. Para eso debe bajar del pedestal en que la han colocado los aplausos por los tratados de libre comercio. No se trague las alabanzas que le brindan los empresarios y sus medios de comunicación. Ellos son muy pillos, tienen larga experiencia en la manipulación de ministros y funcionarios... y también de presidentes.
Lo primero que debe aprender, señora, es que Chile no limita al norte con EE.UU. Privilegiar las relaciones con esa gran nación para convertir a Chile en una plataforma de negocios de las multinacionales, puede enajenarnos -como en la práctica está sucediendo- la amistad de los países hermanos de América Latina. Porque -¡vaya usted a creerlo!- Chile sigue siendo un país latinoamericano; es parte inseparable de la historia y geografía de América Latina, de su lengua y tradiciones, de su cultura, de sus pobrezas y de sus sueños. Chile, aunque usted no lo quiera admitir, es un país tan mestizo como el que más (no crea el cuento de la superioridad de la raza blanca en los mil chistes racistas que habrá escuchado en los salones de Washington y Europa).
La conducta de la Cancillería respecto a América Latina, señora, descarriló hace tiempo y con usted se ha acentuado. La desconfianza ha terminado por cercar al país. Nuestros hermanos de sangre y de historia nos miran con abierta sospecha. Creen con razón que Chile -su gobierno, digamos- es el “operador” de Washington, y su portavoz oficioso.
Y debe saber, señora, que América Latina no tiene motivo alguno para confiar en Estados Unidos. Si no me cree, pídale a alguno de sus asesores una minuta -no se trata que se tome el trabajo de estudiar dos siglos o más de historia de las relaciones de Estados Unidos con nuestro continente-. Algunas cosas, estoy seguro, la van a horrorizar. Como invasiones, masacres, golpes de Estado, asesinatos políticos, etc. Por ahí le saldrá al paso un señor Monroe. Póngale atención, mire que su doctrina sigue inspirando a los gobiernos norteamericanos. O un señor Taft, William H. Taft, por más señas presidente de EE.UU. que afirmó en 1912: “No está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el Hemisferio será nuestro, de hecho, como en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente”.
¿No le parece, señora, que el TLC que el 1º de enero comenzó a regir entre Chile y EE.UU., ayuda a consumar la anexión de América Latina que vaticinaba Taft? ¿Y no cree que la misma intención tiene el Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) cuya suscripción para Chile será un simple formulismo? Absorta en cerrar negocios, su Cancillería, señora, no ha percibido que algo está cambiando en América Latina. Ese cambio produce la desconfianza que aisla a Chile del continente.
Mire lo que ha pasado con la justa demanda de Bolivia de una salida soberana al Océano Pacífico. Muchos chilenos -al menos el 10%, o sea un millón y medio- también nos bañaríamos con gusto en una playa boliviana, como dijo Chávez. Usted no puede aferrarse a un tratado de hace un siglo para sostener que no hay problema pendiente con nuestro hermano y vecino. El presidente de Bolivia, Carlos Mesa, ha sostenido con razón que el problema marítimo de su país se ha convertido “en un elemento potencial de desestabilización de la región”.
“Quiero demandarle a Chile -agregó- una actitud que entienda que estamos en el siglo XXI, que entienda que no vamos a resolver una relación fluida -necesaria porque somos complementarios de aquí en el futuro- si no resolvemos el tema de la soberanía boliviana”.
Esas palabras son razonables y constructivas, de ningún modo estridentes. Tampoco lo han sido las alusiones a la mediterraneidad de Bolivia de los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro, de Kofi Annan, de Carter, de los presidentes Lula, Kirchner y otros. El planteo boliviano -fortalecido por una amplia solidaridad latinoamericana- debería ser recogido con el mismo espíritu dialogante y mirada de futuro, con que lo ha hecho el mandatario boliviano.
Su respuesta al presidente Mesa -por encargo superior, desde luego-, ha sido decepcionante, señora. Sus palabras revelan por qué Chile se ha automarginado de la corriente de unidad, dignidad e independencia que irrumpe en América Latina.
Su respuesta asume el tono magisterial y arrogante de su jefe cuando en las Cumbres latinoamericanas pontifica sobre el neoliberalismo y el “modelo chileno”, provocando la natural irritación de otros mandatarios. No es su rol, señora, decirle a Bolivia lo que tiene que hacer en el plano interno. Lo desestabilizante para Bolivia serían sus problemas internos, según usted. Bolivia debería dedicarse a fortalecer el sistema democrático y “responder a las situaciones de cohesión social para sacar a los ciudadanos de la pobreza” en vez de andar reclamando una salida al mar. Usted, señora, en materia de democracia y pobreza, ve la paja en el ojo boliviano pero no le incomoda la viga en el suyo.
Observe, señora, las señales que está lanzando América Latina y que demuestran que no es Chile un líder en la región. Esto a pesar de la insoportable propaganda que quiere hacernos creer que Chile es la “estrella” del continente. Son políticas como las de Brasil, Argentina, Venezuela y, desde luego, Cuba, las que ejercen verdadero liderazgo. Su Cancillería debería prepararse ante los avances de esas políticas, bien diferentes a las de nuestro gobierno. Mire usted, por ejemplo, lo que está pasando en Uruguay. Se habrá enterado que el 7 de diciembre se realizó un referéndum sobre la ley de ANCAP, la empresa petrolera del Estado, y que el 62% votó contra su privatización. Y eso que no hace mucho estuvo en Montevideo su camarada Eduardo Aninat, en su calidad de director-gerente del FMI, recomendando la fórmula chilena de “realizar activos” del Estado. Ya es un hecho, señora, que en octubre próximo el Encuentro Progresista-Frente Amplio ganará las elecciones presidenciales con Tabaré Vázquez que también va por la onda de Lula y Kirchner. Y espero que se haya informado que Kirchner ordenó revisar más de 60 privatizaciones de Menem y se niega a autorizar alzas de tarifas de servicios en manos de los consorcios españoles que controlan la electricidad, los teléfonos y el agua potable, como en Chile.
Recomiéndele al presidente Lagos, señora, que en la próxima Cumbre de Monterrey no haga caso a mandatarios decadentes como Lucio Gutiérrez, de Ecuador. Mire que en Santa Cruz enganchó con la propuesta del ecuatoriano para meter a la ONU en el conflicto de Colombia. Actitudes como ésa, señora, sobre cuyos riesgos usted debería advertir a tiempo a su jefe, sólo acrecientan la desconfianza en Chile (en su gobierno, claro). Ya vio como Lula y Chávez rechazaron la propuesta de Gutiérrez porque ven en ella una grave amenaza para la Amazonía, rica presa de la biodiversidad, ambicionada por EE.UU. A propósito: ¿le habrán informado quizás que Lucio Gutiérrez, que el 15 de este mes recién cumple un año en el cargo, está que se cae, ¿verdad?).
Mi buena señora: no quiero latear a los lectores con antecedentes que confirman que algo está cambiando -para bien de los pueblos- en América Latina. El “modelito chileno” ya no lo compra nadie. Hay una búsqueda de nuevos caminos, de fortalecer la integración regional, de escapar a las tenazas del neoliberalismo para derrotar la injusticia social.
Si el tema le interesa, desde luego, estoy a sus órdenes. Dudo que su Cancillería maneje los antecedentes políticos y sociales que le permitan elaborar una política internacional acorde con la nueva realidad. Se habría notado. Por ejemplo, he leído en La Tercera que el embajador en Caracas, Fabio Vío, tiene “instrucciones” -cuando regrese a Venezuela- de establecer relaciones amistosas con ¡las autoridades venezolanas!... Es como descubrir la pólvora, ¿no le parece? ¿O se trata del reconocimiento implícito de que la embajada chilena en Caracas se dedica a cultivar relaciones con la oposición? ¿No fue eso lo que ocurrió el 11 de abril del 2002, en el bochornoso traspiés del gobierno chileno al apresurarse a reconocer a un empresario golpista que se ganó el sobrenombre de Pedro el Breve, porque no duró ni 48 horas en el palacio de Miraflores?
Señora, hágame caso. Dedique su talento al Comercio Exterior. Pídale al presidente que le cree esa cartera. Lo hará mucho mejor.
La saluda atentamente,

MANUEL CABIESES DONOSO

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