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Sra. Canciller:
Chile es un país que
queda en América Latina
No cabe
duda que usted lo hace estupendo como ministra de Comercio Exterior, cartera
que habría que crear a su medida si continúa en el Gabinete.
Pero como Canciller, disculpe la franqueza, lo hace pésimo. Las
relaciones exteriores, señora, son esencialmente un asunto político.
Por eso se habla de política internacional que es el
arte de construir alianzas y forjar identidades para favorecer los intereses
permanentes del Estado. Lo que usted ha venido haciendo no es eso. Ha
convertido a la Cancillería en una agencia promotora de business,
en una herramienta de los negocios financieros que, mal que mal, constituyen
el fuerte de la actividad económica del país.
Usted podrá decir que en definitiva quien dirige las relaciones
exteriores es el presidente de la República y que usted sólo
trata de cumplir bien las directrices que el mandatario supremo le señala.
No se puede discutir que es cierto. Como tampoco que la mercantilización
que ha degradado todos los planos del quehacer nacional, incluyendo las
relaciones sociales, la cultura, la educación, la salud, y hasta
la afectividad de los seres humanos, también ha alcanzado a la
política exterior. Pero no hay que echarle la culpa al empedrado.
Usted es responsable de lo que hace o deja de hacer el Ministerio de Relaciones
Exteriores. Como demócrata cristiana y eventual candidata presidencial,
debería ponerle un poco más de ética y valores morales
a la conducción de su cartera. Su tarea no es sólo conseguir
tratados de libre comercio -que buena parte del país mira con sospecha
y preocupación-. La política internacional dice relación
con Estados y pueblos, no sólo con mercados como usted
parece creer. No sólo se trata de conseguir socios
(algunos de los cuales, por el tamaño de su economía, proyectan
una sombra siniestra sobre nuestro futuro y soberanía). Su tarea
más importante, señora, es ganar amigos, amigos de verdad,
firmes y leales para Chile. Para eso debe bajar del pedestal en que la
han colocado los aplausos por los tratados de libre comercio. No se trague
las alabanzas que le brindan los empresarios y sus medios de comunicación.
Ellos son muy pillos, tienen larga experiencia en la manipulación
de ministros y funcionarios... y también de presidentes.
Lo primero que debe aprender, señora, es que Chile no limita al
norte con EE.UU. Privilegiar las relaciones con esa gran nación
para convertir a Chile en una plataforma de negocios de las multinacionales,
puede enajenarnos -como en la práctica está sucediendo-
la amistad de los países hermanos de América Latina. Porque
-¡vaya usted a creerlo!- Chile sigue siendo un país latinoamericano;
es parte inseparable de la historia y geografía de América
Latina, de su lengua y tradiciones, de su cultura, de sus pobrezas y de
sus sueños. Chile, aunque usted no lo quiera admitir, es un país
tan mestizo como el que más (no crea el cuento de la superioridad
de la raza blanca en los mil chistes racistas que habrá escuchado
en los salones de Washington y Europa).
La conducta de la Cancillería respecto a América Latina,
señora, descarriló hace tiempo y con usted se ha acentuado.
La desconfianza ha terminado por cercar al país. Nuestros hermanos
de sangre y de historia nos miran con abierta sospecha. Creen con razón
que Chile -su gobierno, digamos- es el operador de Washington,
y su portavoz oficioso.
Y debe saber, señora, que América Latina no tiene motivo
alguno para confiar en Estados Unidos. Si no me cree, pídale a
alguno de sus asesores una minuta -no se trata que se tome el trabajo
de estudiar dos siglos o más de historia de las relaciones de Estados
Unidos con nuestro continente-. Algunas cosas, estoy seguro, la van a
horrorizar. Como invasiones, masacres, golpes de Estado, asesinatos políticos,
etc. Por ahí le saldrá al paso un señor Monroe. Póngale
atención, mire que su doctrina sigue inspirando a los gobiernos
norteamericanos. O un señor Taft, William H. Taft, por más
señas presidente de EE.UU. que afirmó en 1912: No
está lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas
señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro
territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y
la tercera en el Polo Sur. Todo el Hemisferio será nuestro, de
hecho, como en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente.
¿No le parece, señora, que el TLC que el 1º de enero
comenzó a regir entre Chile y EE.UU., ayuda a consumar la anexión
de América Latina que vaticinaba Taft? ¿Y no cree que la
misma intención tiene el Area de Libre Comercio de las Américas
(Alca) cuya suscripción para Chile será un simple formulismo?
Absorta en cerrar negocios, su Cancillería, señora, no ha
percibido que algo está cambiando en América Latina. Ese
cambio produce la desconfianza que aisla a Chile del continente.
Mire lo que ha pasado con la justa demanda de Bolivia de una salida soberana
al Océano Pacífico. Muchos chilenos -al menos el 10%, o
sea un millón y medio- también nos bañaríamos
con gusto en una playa boliviana, como dijo Chávez. Usted no puede
aferrarse a un tratado de hace un siglo para sostener que no hay problema
pendiente con nuestro hermano y vecino. El presidente de Bolivia, Carlos
Mesa, ha sostenido con razón que el problema marítimo de
su país se ha convertido en un elemento potencial de desestabilización
de la región.
Quiero demandarle a Chile -agregó- una actitud que entienda
que estamos en el siglo XXI, que entienda que no vamos a resolver una
relación fluida -necesaria porque somos complementarios de aquí
en el futuro- si no resolvemos el tema de la soberanía boliviana.
Esas palabras son razonables y constructivas, de ningún modo estridentes.
Tampoco lo han sido las alusiones a la mediterraneidad de Bolivia de los
presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro, de Kofi Annan, de Carter,
de los presidentes Lula, Kirchner y otros. El planteo boliviano -fortalecido
por una amplia solidaridad latinoamericana- debería ser recogido
con el mismo espíritu dialogante y mirada de futuro, con que lo
ha hecho el mandatario boliviano.
Su respuesta al presidente Mesa -por encargo superior, desde luego-, ha
sido decepcionante, señora. Sus palabras revelan por qué
Chile se ha automarginado de la corriente de unidad, dignidad e independencia
que irrumpe en América Latina.
Su respuesta asume el tono magisterial y arrogante de su jefe cuando en
las Cumbres latinoamericanas pontifica sobre el neoliberalismo y el modelo
chileno, provocando la natural irritación de otros mandatarios.
No es su rol, señora, decirle a Bolivia lo que tiene que hacer
en el plano interno. Lo desestabilizante para Bolivia serían sus
problemas internos, según usted. Bolivia debería dedicarse
a fortalecer el sistema democrático y responder a las situaciones
de cohesión social para sacar a los ciudadanos de la pobreza
en vez de andar reclamando una salida al mar. Usted, señora, en
materia de democracia y pobreza, ve la paja en el ojo boliviano pero no
le incomoda la viga en el suyo.
Observe, señora, las señales que está lanzando América
Latina y que demuestran que no es Chile un líder en la región.
Esto a pesar de la insoportable propaganda que quiere hacernos creer que
Chile es la estrella del continente. Son políticas
como las de Brasil, Argentina, Venezuela y, desde luego, Cuba, las que
ejercen verdadero liderazgo. Su Cancillería debería prepararse
ante los avances de esas políticas, bien diferentes a las de nuestro
gobierno. Mire usted, por ejemplo, lo que está pasando en Uruguay.
Se habrá enterado que el 7 de diciembre se realizó un referéndum
sobre la ley de ANCAP, la empresa petrolera del Estado, y que el 62% votó
contra su privatización. Y eso que no hace mucho estuvo en Montevideo
su camarada Eduardo Aninat, en su calidad de director-gerente del FMI,
recomendando la fórmula chilena de realizar activos
del Estado. Ya es un hecho, señora, que en octubre próximo
el Encuentro Progresista-Frente Amplio ganará las elecciones presidenciales
con Tabaré Vázquez que también va por la onda de
Lula y Kirchner. Y espero que se haya informado que Kirchner ordenó
revisar más de 60 privatizaciones de Menem y se niega a autorizar
alzas de tarifas de servicios en manos de los consorcios españoles
que controlan la electricidad, los teléfonos y el agua potable,
como en Chile.
Recomiéndele al presidente Lagos, señora, que en la próxima
Cumbre de Monterrey no haga caso a mandatarios decadentes como Lucio Gutiérrez,
de Ecuador. Mire que en Santa Cruz enganchó con la propuesta del
ecuatoriano para meter a la ONU en el conflicto de Colombia. Actitudes
como ésa, señora, sobre cuyos riesgos usted debería
advertir a tiempo a su jefe, sólo acrecientan la desconfianza en
Chile (en su gobierno, claro). Ya vio como Lula y Chávez rechazaron
la propuesta de Gutiérrez porque ven en ella una grave amenaza
para la Amazonía, rica presa de la biodiversidad, ambicionada por
EE.UU. A propósito: ¿le habrán informado quizás
que Lucio Gutiérrez, que el 15 de este mes recién cumple
un año en el cargo, está que se cae, ¿verdad?).
Mi buena señora: no quiero latear a los lectores con antecedentes
que confirman que algo está cambiando -para bien de los pueblos-
en América Latina. El modelito chileno ya no lo compra
nadie. Hay una búsqueda de nuevos caminos, de fortalecer la integración
regional, de escapar a las tenazas del neoliberalismo para derrotar la
injusticia social.
Si el tema le interesa, desde luego, estoy a sus órdenes. Dudo
que su Cancillería maneje los antecedentes políticos y sociales
que le permitan elaborar una política internacional acorde con
la nueva realidad. Se habría notado. Por ejemplo, he leído
en La Tercera que el embajador en Caracas, Fabio Vío, tiene instrucciones
-cuando regrese a Venezuela- de establecer relaciones amistosas con ¡las
autoridades venezolanas!... Es como descubrir la pólvora, ¿no
le parece? ¿O se trata del reconocimiento implícito de que
la embajada chilena en Caracas se dedica a cultivar relaciones con la
oposición? ¿No fue eso lo que ocurrió el 11 de abril
del 2002, en el bochornoso traspiés del gobierno chileno al apresurarse
a reconocer a un empresario golpista que se ganó el sobrenombre
de Pedro el Breve, porque no duró ni 48 horas en el palacio de
Miraflores?
Señora, hágame caso. Dedique su talento al Comercio Exterior.
Pídale al presidente que le cree esa cartera. Lo hará mucho
mejor.
La saluda atentamente,
MANUEL CABIESES DONOSO
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