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Nicaragua
Atrapados en un
triángulo fatal
Enrique
Bolaños, presidente de Nicaragua.
Durante doce tensos y largos días -del 26 de noviembre al 7 de
diciembre- la crisis política alcanzó en Nicaragua cimas
espectaculares. Los hechos que se sucedieron a ritmo vertiginoso en esa
docena de días -hechos complejos en los que los tres grupos de
poder en conflicto, bolañistas en el gobierno, arnoldistas en el
PLC y danielistas en el FSLN, buscaron imponer sus lógicas- sumieron
a la población, muy especialmente a la población sandinista,
en la indignación, la incertidumbre y la perplejidad, sin ninguna
salida de corto plazo a la vista.
El miércoles 26 de noviembre del 2003, muy de mañana, el
ex presidente Arnoldo Alemán, reo acusado por gravísimos
delitos de corrupción y en vísperas de recibir sentencia,
fue trasladado, por orden judicial, de la cárcel especial en la
que permanecía desde mediados de agosto, a su hacienda, recibiendo
el insólito privilegio de un arresto municipal, con
derecho a desplazarse libremente por los más de 200 kilómetros
cuadrados del municipio en donde ésta ubicada su finca.

ARNOLDO Alemán: condenado por corrupción a 20 años de cárcel.
Al instante, una interminable caravana de vehículos de lujo -diputados,
contralores, magistrados, políticos, incluso el vicepresidente
José Rizo- llegaron a felicitar a Alemán. La fiesta con
parlantes, cervezas y toldos de feria duró varias horas. Los hechos
dejaron estupefacto al país. Alemán, el más grosero
exponente del saqueo al Estado, sería declarado inocente, quedaría
impune y retornaría al escenario político. Por más
que la orden de trasladar a Alemán a su domicilio la dio la jueza
sandinista que llevó el caso, Juana Méndez, no quedó
duda para nadie con un dedo de frente que la decisión la tomó
Daniel Ortega. La había tomado días antes en un arreglo
bis a bis con el propio Alemán.
DANIEL
Ortega: la penosa decadencia del FSLN.
La excarcelación de Alemán culminó tanteos previos
de Ortega para iniciar una negociación de fondo con el PLC, y de
hecho la inició, dejando sin margen de maniobra legal al presidente
Enrique Bolaños. De nuevo, se cernía sobre el país
la sombra de un nuevo pacto entre Ortega-Alemán. De inmediato se
le llamó re-pacto. Y sin conocer claramente sus alcances, de inmediato
quedó claro que significaría un nuevo reparto, como ya había
sucedido en el pacto del año 2000.
Tras doce días de turbias negociaciones a dos y a tres bandas entre
los tres grupos de poder -con avances, rupturas, desmentidos, presiones,
falacias, simulaciones, golpes de efecto, amenazas de golpe de Estado,
medias verdades y una colosal montaña de intereses económicos
en juego- la crisis quedó -de momento- cerrada con
un giro espectacular: la condena de Alemán.
El domingo 7 de diciembre, fiesta mayor del país, poco antes de
comenzar el tradicional jolgorio que Nicaragua dedica a la Virgen María
-un escenario calculado por el FSLN que rozó con la blasfemia y
que buscó echar leña emotiva a los fuegos de las crisis
que están por venir-, la jueza Juana Méndez dictó
sentencia de 20 años de cárcel contra Alemán.
Fue la sentencia más drástica que se podía esperar.
Alemán fue condenado por el delito de lavado de dinero y por los
delitos conexos de malversación de fondos públicos, defraudación,
peculado, instigación y asociación para delinquir. También
por delitos electorales. Se le decretó también muerte
política y civil, al suspendérsele por 20 años
-más tres años extra- sus derechos ciudadanos y sus derechos
políticos -lo que lo saca del juego político, cargos y candidaturas
incluidas-, y hasta se le quitó la patria potestad sobre su hija
de tres años. Causó estupor que Byron Jerez, el otro procesado
por idénticos delitos en este caso, fuera declarado inocente.
La dureza de la sentencia contra Alemán -aunque merecida, y con
base legal- fue también decidida por Daniel Ortega, tras dar marcha
atrás en el reparto que había iniciado en el re-pacto con
Alemán. El insólito fallo de inocencia para Jerez quedó
como pieza clave de la próxima crisis.
en el MOMENTO PROPICIO
Esta crisis requiere de diferentes puntos de vista para ser mejor analizada.
El momento y el ámbito internacional también la explican:
estalló en vísperas de llegar Nicaragua al punto de culminación
de la condonación del 80% de su impagable deuda externa, y explotó
poco después que el gobierno de Estados Unidos enviara a Nicaragua
a su canciller, Colin Powell, y a uno de sus vicecancilleres, Dan Fisk,
para dar órdenes de acción al presidente Bolaños
y a las fuerzas políticas antisandinistas, y órdenes de
rendición al ejército de Nicaragua.
Tras trece años de ajuste estructural de consecuencias sociales
devastadoras, el Fondo Monetario y la comunidad internacional exigían
a Nicaragua que los diputados aprobaran en pocos días, antes de
cerrar la legislatura, la ley del presupuesto 2004 con un techo fijo y
dos leyes más. Este condicionamiento -en un calendario tan estrecho-
y el mismo calendario jurídico del caso Alemán -tocaba dictar
sentencia antes de fin de año- sirvieron de excelente pivote para
que los diputados del PLC leales a Alemán confeccionaran un escenario
a la medida de los cálculos de Daniel Ortega, quien decidió
realiarse abiertamente con Alemán, ocupándolo como escudo
con el que defenderse de los cada vez más explícitos proyectos
antisandinistas de Estados Unidos. Y ocupándolo como pieza de negociación
con Bolaños.
En vísperas de la sorpresiva excarcelación de Alemán,
el proceso judicial contra el ex presidente por lavado de dinero y otros
delitos en perjuicio del Estado, llegaba a su fin y tocaba a la jueza
Méndez dictar sentencia.
En las escenas finales del juicio, el abogado defensor de Alemán
solicitó a la jueza Méndez tomar declaración a 45
altos funcionarios del gobierno Alemán -algunos, actuales funcionarios
del gobierno Bolaños-, para preguntarles si habían recibido
alguna vez alguna orden indebida del presidente. Encabezados por el propio
Bolaños -vicepresidente durante cuatro años de Alemán-
todos desfilaron declarando no haber recibido nunca ese tipo de órdenes
ni haber visto nunca ninguna irregularidad.
En el desfile, la declaración de Byron Jerez fue el plato más
fuerte. Jerez sí lo admitió todo: por obediencia debida,
él sí había realizado todas las operaciones de las
que se le presentaron las pruebas y que incriminaban a Alemán,
que le daba las órdenes. ¿Sinceridad que es señal
del acuerdo que el hábil capo ha logrado al amparo de la justicia
de Estados Unidos, para que le rebajen penas a cambio de hundir
a Alemán? ¿Qué otro amparo lo liberó
de todos los cargos en la sentencia del 7 de diciembre? Las declaraciones
de Jerez contra Alemán dieron sustento a la sentencia de Méndez
para concluir que Alemán lavó dinero de fondos públicos.
Y es a Jerez a quien los arnoldistas responsabilizaron de la draconiana
sentencia que se dictó contra su máximo líder.
arnoldo alemAn, LIBRE POR VALETUDINARIO
El tiempo ya venía demostrando que en el caso de Arnoldo Alemán,
tan jurídico como político desde su inicio, el desenlace
dependería de la correlación entre las tres fuerzas políticas
en juego en el escenario.
El más afectado con un veredicto de inocencia era Bolaños.
El más beneficiado, Alemán, naturalmente. Quedaba Daniel
Ortega como gran decisor, por tener el control de la jueza. Cualquiera
que fuese su decisión, era menester envasarla legalmente.
La justificación legal con que la jueza Méndez
excarceló a Alemán en la mañana del 26 de noviembre
fueron tres dictámenes médicos de hace tres meses que establecían
la condición de valetudinario del ex presidente, por
padecer de varias enfermedades crónicas, derivadas todas ellas,
menos una -prótesis de cadera-, de su colosal exceso de peso, causado
por su conocida falta de control ante los alimentos. Estas enfermedades,
a juicio de Méndez, tenían a Alemán al borde de un
infarto silencioso y era humanitario preservar su derecho a la vida. Así,
por incapaz de valerse por sí mismo, por achacoso y decrépito,
Alemán regresó a su hacienda.
El acuerdo que Ortega le ofreció a Alemán al excarcelarlo,
era de envergadura: Alemán podría volver a la arena política,
la Constitución sería reformada, el período de Bolaños
podría ser recortado... Hay que negociarlo todo, dicen
que dijo Alemán al regresar, satisfecho, a su finca. Bolaños
quedó en una situación legal muy difícil, con un
margen de maniobra estrechísimo, al contar con apenas ocho diputados
ante los ochenta diputados con que cuentan danielistas y arnoldistas en
la Asamblea Nacional, con poderes para legalizar todo lo que
los dos caudillos negociaran.
El primer acuerdo concreto y visible de la negociación FSLN-PLC
fue la introducción de un proyecto de reforma constitucional para
suspender las elecciones municipales de noviembre 2004 para juntarlas
con las elecciones generales de noviembre 2006.
La primera reacción del gobierno de Estados Unidos ante el acercamiento
entre arnoldistas y danielistas fue calificar de corrupto al Poder Judicial
de Nicaragua y de decisión política manipulada la excarcelación
de Alemán, lo que coincidía plenamente con el sentir de
una mayoría de la población. Unidos danielistas y arnoldistas
en una posición antiimperialista, magistrados de ambos
partidos en la Corte Suprema de Justicia respondieron calificando de injuriosa,
desacertada e injerencista la declaración del gobierno estadounidense.
Y el gobierno estadounidense replicó recortando proyectos de respaldo
técnico, capacitación y asesoría a las instituciones
del Poder Judicial, advirtiendo privadamente a los arnoldistas que se
aliaran a los sandinistas para perjudicar a Bolaños, que les serían
canceladas a ellos y a todos sus parientes las visas de entrada a Estados
Unidos.
UN combo
de corrupciOn
El mayor costo de la crisis lo estaba pagando, sin duda, el FSLN, el
danielismo y el propio Daniel Ortega. También el sandinismo, que
aunque lleva años tomando distancia del danielismo, se veía
también salpicado por la incalificable actitud de Ortega al negociar
con Alemán, símbolo de la corrupción y el latrocinio,
traicionando así, y nuevamente, todos y cada uno de los principios
de la revolución.
Para demostrar esto aún más escandalosamente, la excarcelación
de Alemán ocurrió dentro de una especie de combo de
corrupción judicial orquestado por el danielismo: en 72 horas
sucedieron los tres hechos. Alemán fue excarcelado por la jueza
Méndez en la mañana y el mismo día, en la noche,
Silvio Conrado, asesor económico de Ortega, fue declarado inocente
por la jueza Ileana Pérez -otra de las juezas leales al danielismo-
tras ser acusado, con pruebas suficientes, de haber abusado sexualmente,
de forma continuada, de niñas muy pobres en un motel de Managua.
Tercera pieza del combo: dos días después, Henry
Ruiz, el legendario Comandante Modesto fue sentenciado a un
año de cárcel por tratar de defender la institucionalidad
y la transparencia en la mayor de las ONG del país, la FACS, junto
a sus otros directivos.
Tan gran ola de indignación no se veía desde hacía
mucho tiempo entre el pueblo sandinista. Especial conmoción causó
la sentencia contra Modesto, que al calor de la crisis confesó
que había renacido en él la pasión por retornar a
la lucha, tras largos años de silencio y enclaustramiento.
El costo político que estaba pagando Daniel Ortega al mostrar a
la nación su complicidad con Alemán y su total falta de
principios, era demasiado alto. El mensaje con el que estaba defendiendo
sus posiciones era indigerible para propios y extraños: negaba
cínicamente cualquier influencia en el Poder Judicial y en las
decisiones de la jueza Méndez y justificaba su alianza con Alemán
en el deber de unirnos para frenar la injerencia yanqui y buscar
la estabilidad y profundos cambios para lograr una democracia participativa.
Amenazaba al presidente Bolaños con mandarlo preso y a la nación
con cambiar instituciones, leyes y hasta la propia Constitución
con los votos de sus desprestigiados diputados y los de los aún
más desprestigiados diputados arnoldistas.
Tres horas después Ortega daba marcha atrás, y el presidente
Bolaños le respondía en un mensaje a la nación.
Por primera vez en la crisis reflejando firmeza, y -también por
primera vez en un mensaje de este tipo- flanqueado por el alto mando del
ejército y de la policía, Bolaños menospreció
la politiquería de los dos caciques, se puso al lado
del pueblo y anunció que el próximo año, enviaría
iniciativas de ley para reformar el Poder Judicial y el Poder Electoral,
advirtiendo que si se las engavetaba, organizaría una consulta
popular vinculante para aprobarlas.
Media hora después de hablar Bolaños, la jueza Méndez
anunciaba que la sentencia contra Alemán se dictaría en
la tarde del día más alegre del calendario festivo nicaragüense.
En esa sentencia estaba contenida la respuesta de Ortega a Bolaños
y a Alemán y su salida de la crisis: para Alemán
rechazo total, la condena más drástica que se podía
esperar. Para Bolaños, una espada de Damocles sobre la cabeza.
Porque la jueza Méndez vinculó el lavado de dinero al delito
electoral, porque en la lista de quienes pueden ser encausados, procesados
y condenados por esos delitos electorales está, en primera fila,
Enrique Bolaños y un buen número de sus funcionarios.
HOMBRE MIRANDO AL NORTE
Esta crisis, que no es independiente de inestabilidades anteriores, en
un país en donde las reglas del juego vienen cambiando abruptamente
desde hace 25 años sin que se logre un verdadero consenso nacional,
tiene una lógica. Más exactamente, tiene varias lógicas
encadenadas unas con otras. Se trata también de una crisis con
responsabilidades compartidas.
El gobierno de Estados Unidos tuvo una enorme responsabilidad en la crisis.
Afirmar esto no es una consigna, un cliché. Y no aludimos a esa
responsabilidad histórica que a Estados Unidos le corresponde por
tanto de lo que sucede en Nicaragua. Es algo más reciente. En el
actual gobierno de Bush hijo -plenamente dominado por el militarismo y
la codicia y por una ideología expansionista que atropella los
derechos de todos los demás pueblos- están en muchos cargos
de poder varios personajes de los años 80 que aún anhelan
vengarse de todo lo que significó la revolución en Nicaragua.
Ni entendieron entonces ni olvidan ahora.
Desde su llegada al gobierno en enero 2002, el presidente Bolaños
y su equipo comenzaron a dar muestras de que su proyecto era actuar como
diligentes administradores de los planes y prioridades de Estados Unidos
para Nicaragua y para la región: el tratado de libre comercio,
la reducción de las fuerzas militares, el control de armamentos,
la uniformización de las leyes nacionales con las gringas, la guerra
contra el terrorismo con todas sus injusticias y arbitrariedades
y con su altísima cuota de terrorismo de Estado...
Carente de respaldo en las instituciones del Estado -el resto de poderes
estaba, por el pacto Alemán-Ortega en manos de danielistas y arnoldistas-,
carente de respaldo en el partido que le llevó al poder -por priorizar
el desplazamiento de Alemán del liderazgo del PLC-, y perdiendo
muy pronto el respaldo popular con el que llegó al gobierno por
su insensibilidad social y su arrogancia, Bolaños, un hombre siempre
mirando al Norte, lo apostó todo a ser sostenido desde el Norte.
EL SUICIDIO ETICO DEL FSLN
Cuando el FSLN perdió el gobierno, varios de sus dirigentes, hoy
en la cúpula del FSLN, ya venían pervirtiendo los principios
de la revolución con toda clase de vicios personales e institucionales:
desde los abusos sexuales hasta la apropiación de bienes del Estado
en formas similares al lavado por el que ha sido sentenciado
Arnoldo Alemán, pasando por lujosos estilos de vida, ofensivos
en un país tan pobre. Con la pérdida del gobierno, este
proceso de descomposición se aceleró y se extendió
en las estructuras que conservaron más poder dentro del FSLN.
Si con la llegada al gobierno de Violeta Chamorro el FSLN decidió
hacerse potable a Estados Unidos y a la comunidad internacional apoyando
la gobernabilidad que se le exigía a Nicaragua, desmontando
o manipulando cualquier movilización popular que surgiera en cualquier
punto del país en defensa de una causa justa, este proceso se agudizó
al extremo con la llegada al gobierno de Arnoldo Alemán. Han sido
muy largos los años en los que el FSLN, golpe a golpe, traición
a traición, abandono a abandono, día a día, caso
a caso, se fue desvinculando de sus bases, del sandinismo y de los principios
de Sandino: justicia social y soberanía nacional.
Primaron los intereses personales y de grupo, donde esos fines justificaron
cualquier medio y fue así como el FSLN conservó un poder
determinante en la política nacional: enquistando a los dirigentes
más leales al grupo Ortega en las instituciones del Estado y transformándose
en un partido orientado exclusivamente a ganar votos en las elecciones
para conservar esos espacios y, de vez en cuando, capaz de armar cualquier
incidente violento en el centro de Managua. El discurso a favor
de los pobres se mantuvo intacto, de ahí tan grandes confusiones
aún vigentes en las bases sandinistas. El discurso antiimperialista
se desempolvaba o se guardaba según las ocasiones. Sin principios,
sólo había finales: dinero y cuotas de poder a conservar.
Esta ambigüedad, expresada de manera tan hábil en las diversas
coyunturas de los últimos trece años, le ha permitido al
FSLN sobrevivir en el escenario político con mucho poder y mantener
secuestrada la conciencia de buena parte del sandinismo.
El FSLN llega a esta hora, la hora de Bush y de su expansionismo militar,
la hora de Bolaños y de su poner orden en el Estado y de su pro-norteamericanismo,
la hora de la globalización del TLC, demasiado corrupto, demasiado
desgastado tras todo tipo de trampas para mantener el poder de una red
de caudillos que siguen al caudillo mayor, sin proyecto, sin estrategia
propia, sin principios, sin capacidad de liderazgo nacional, sin nada
de lo que fue su distintivo en los años de la utopía revolucionaria,
sin ninguna carta limpia que jugar en un tablero tan complejo.
Tras su suicidio ético en los 90, en esta desnudez de ahora, con
los tiempos políticos agotados en vísperas de elecciones
municipales, se evidenció que el único escudo que tenía
ya el FSLN de Daniel Ortega para enfrentar los avasallantes planes militares
y económicos de Estados Unidos -rendir políticamente al
ejército nacido del sandinismo por la vía de reducir su
armamento y descabezar a su alta oficialidad, instalar una base militar
en Nicaragua, llenar con el libre comercio el país
de zonas francas y de productos agrícolas importados que terminarán
de quebrar la economía rural-, su único escudo, su única
carta de presión era Arnoldo Alemán. Sólo aliándose
con Alemán y garantizándole impunidad y pervivencia en el
escenario político podría sobrevivir Ortega, la dirigencia
de su partido y el partido, ya destrozado por la corrupción, pero
aún poderoso en el escenario nacional, también por la corrupción.
Esta fue la lógica del FSLN en el re-pacto. Y con esa misma lógica,
pero ahora ya con otra estrategia -también sin principios- Ortega
desmontó el re-pacto para montar nuevas crisis
(Extracto del reportaje del equipo Nitlapan-Envío.
Revista Envío de la Universidad Centroamericana de Managua)
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