Documento sin título
|
Al general se le cruzaron los cables
Parece que al general Humberto Oviedo Arriagada se le cruzaron los cables y creyó que estaba en septiembre de 1973. Eso pasa porque los militares desfilan bajo las radiaciones cósmicas que nos envía el agujero de ozono. El general dijo cosas insólitas, como criticar los juicios que se siguen contra algunos militares asesinos, torturadores y autores de horrores bien conocidos. La norma que se aplica siempre por los gobiernos y sus funcionarios, civiles o militares, es no inmiscuirse en asuntos que están en manos del Poder Judicial, ya que se entiende que éste es independiente. Hacer consideraciones que inciden en juicios en curso, es meterse en terreno minado. También las expresiones del general Oviedo infringen el artículo 101 de la Constitución que todavía nos rige y que dispone: “Las Fuerzas Armadas y Carabineros, […] son esencialmente obedientes y no deliberantes”.
Por lo tanto, la misión de las fuerzas armadas consiste en defender al país y ser fiel al gobierno de turno, sin chistar.
El comandante en jefe del ejército se permitió referirse a la “situación concreta y al contexto histórico y político de ese periodo”. El contexto mencionado era el de un gobierno legítimo que estaba recuperando la soberanía de Chile al nacionalizar el cobre y otros bienes públicos y tomaba medidas para proporcionar una vida digna a su pueblo, en condiciones de absoluta democracia y libertad, sin tocarle un pelo a nadie ni salirse un milímetro de la legalidad. En tal contexto los militares atacaron al gobierno que habían jurado defender, y cometieron crímenes aberrantes, como asesinar, torturar y hacer desaparecer a numerosos civiles. Estos crímenes de lesa humanidad están completamente establecidos y probados.
Quienes cometieron esos crímenes obedecían órdenes, dice el general. Bueno, habría sido útil que dijera quiénes daban las órdenes, lo que permitiría avanzar en la eliminación de la impunidad que todavía campea en nuestro país. En lugar de quejarse deberían congratularse porque siguen ganando sus jubilaciones millonarias y todavía no llega una madre doliente a pegarles un tiro en la nuca.
Todos los procesados y condenados en estos casos son oficiales responsables que daban las órdenes. Porque los soldados o reclutas que las obedecían, sabían que si no lo hacían no iban a enfrentarse a una sanción administrativa, sino al pelotón de fusilamiento.
Por lo demás, negarse a obedecer órdenes ilegales e injustas es un derecho. Aún más, una obligación de todo militar que se da cuenta de la inequidad de tal orden. Este principio de justicia está establecido en los Convenios de Ginebra de 1949, que fijan las normas de la guerra. Y particularmente en el artículo 3, común a los cuatro Convenios, que marcó un gran avance, ya que abarca conflictos que nunca habían sido incluidos en los tratados. Pueden ser guerras civiles, conflictos armados internos o conflictos internos en los que interviene una fuerza internacional. El artículo 3 común establece, entre otras, las siguientes normas fundamentales:
· Que se debe tratar con humanidad a todas las personas que no participen en las hostilidades o que caigan en poder del adversario. Prohíbe específicamente los atentados contra la vida, las mutilaciones, la toma de rehenes, la tortura, los tratos humillantes, crueles y degradantes, y dispone que deben ofrecerse todas las garantías judiciales.
· Que se debe recoger y asistir a los heridos y enfermos.
Pero yendo al fondo de lo expresado por el general Oviedo, diría que lo ha hecho porque se cree impune, piensa que todavía estamos en dictadura y eso es lo que enseña a su gente. Es que durante estos 27 años de seudodemocracia, los militares se han quedado retrasados, obedeciendo a concepciones vetustas y a fantasías caducas. No perciben que lo que en otra época hicieron, no lo pueden volver a hacer porque nadie los apoyaría en semejante aventura.
Parece que el general nos estuviera amenazando pero se equivoca porque sabemos que sin financiamiento ni apoyo externo, nuestros valientes soldados no son capaces de enfrentarse a nadie. ¿Y quién los iba a apoyar ahora, cuando todos los gobiernos posteriores a la dictadura les entregaron el cobre, todas las riquezas naturales y hasta el agua a empresas privadas extranjeras? Los gringos, que son los que financian este tipo de acciones, están muy satisfechos y no van a gastar su plata ni poner sus tropas al servicio de unos milicos trasnochados, que creen que juzgar a un criminal es un acto de mala educación.
El pueblo de Chile ya no les tiene miedo a estos señores porque sabe que están meando fuera de tiesto, pues han permanecido tan aislados que no saben lo que pasa en el mundo y ni siquiera en Chile.
El general Humberto Oviedo Arriagada, basándose en las normas del honor, debería presentar de inmediato su renuncia por haber faltado notablemente a sus deberes.
Margarita Labarca Goddard
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 881, 4 de agosto 2017).
revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
¡¡Suscríbase a PF!!
|
Punto Final
|