Punto Final, Nº816 – Desde el 31 de octubre al 13 de noviembre de 2014.
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Evo: el nombre de un pueblo

 

EVO Morales Ayma y Alvaro García Linera, reelegidos presidente y vicepresidente de Bolivia.


El 12 de octubre, en el corazón del continente, el pueblo boliviano eligió una vez más a Evo Morales y a Alvaro García Linera -el líder cocalero y el ex guerrillero-, para conducir este momento de “su revolución”. El compañero presidente, en un gesto de coraje, dedicó el triunfo a Fidel, a Chávez, y a los pueblos que luchan contra el imperialismo y el colonialismo.
Nuestra América respira profundo y toma nuevo impulso. En un continente disputado palmo a palmo por las corporaciones transnacionales, las políticas imperialistas, los organismos financieros internacionales, los narcoEstados que avanzan en la militarización, la “necropolítica”, el control de la población, la afirmación en Bolivia de un gobierno popular -del campo más consecuente de los países del Alba- es un aliento no sólo para su pueblo sino para todos los pueblos del Abya Yala.
Es posible, dicen estos resultados, seguir caminando sin perder la hegemonía, y desafiando las políticas restauradoras y conservadoras de la derecha, que busca imponer la mano dura crispando el humor social con el discurso de la inseguridad (que ellos mismos han provocado multiplicando la miseria y la exclusión).
Del triunfo de Evo Morales podemos sacar un aprendizaje: la firmeza en el rumbo antimperialista y anticolonial, en el contenido social de la política, en la identificación de los gobernantes como pueblo en lucha. No sólo no es una amenaza para los gobiernos que se pretenden progresistas, sino es condición para sostener y profundizar estos procesos -siempre amenazados desde afuera y desde adentro-.
La experiencia boliviana se viene desplegando en el siglo XXI en clave de descolonización, de socialismo, de antimperialismo, de buen vivir. Tiene sin embargo una deuda fuerte con la despatriarcalización de la política y de la sociedad, que las mujeres bolivianas organizadas, particularmente las feministas, desde adentro y desde fuera del gobierno, intentan superar. De acuerdo con datos ofrecidos por la representante del Comité Impulsor de la Agenda Legislativa, Mary Marca, desde 2009 hasta este año se registraron 585 casos de femicidios, y la mayoría sigue sin sentencia. Pocos días después de la elección, el gobierno de Evo reconoció esta deuda, y avanzó en la reglamentación de una ley integral para garantizar una vida libre de violencia hacia las mujeres.

AMPLIAS ALIANZAS
Pero la experiencia boliviana no puede leerse en las mismas coordenadas de otros procesos latinoamericanos que se suelen en-globar bajo el título de “progresistas”, y que han hecho de las concesiones a las derechas locales y a las corporaciones transnacionales la base de sus estrategias, con argumentos de posibilismo y pragmatismo escandalosos.
Si bien las alianzas establecidas por el gobierno del MAS en Bolivia incluyen acuerdos con las derechas locales, los mismos se vienen subordinando -en lo fundamental- al proyecto político popular. En una entrevista realizada después de conocer el resultado electoral, Evo aclaraba que no invitará a representantes de la derecha a integrar su gabinete. Dijo que de su experiencia de sindicalista aprendió que el rol de la oposición es rechazar y hacer propuestas, y que ese es el lugar para los opositores a su gobierno. “Que hagan propuestas y las consideraremos”, sostuvo.
De hecho, quedó atrás la división del país en dos partes absolutamente confrontadas, donde los gobiernos de la “media luna” dominados por la derecha (Tarija, Beni, Pando y Santa Cruz) avanzaban en políticas separatistas, y llegaron incluso a negar el ingreso del presidente a sus territorios, conspirando abiertamente con proyectos golpistas. Quedó lejano también el propio secuestro del avión de Evo Morales por los gobiernos europeos.

RELACIONES COMPLEJAS
La estrategia de gobierno del MAS, y su relación con los movimientos sociales, en muchos casos es compleja. De hecho algunos movimientos que fueron parte de la Guerra del Agua y del Gas, y algunos movimientos indígenas cuestionan aquellas políticas que afectan sus intereses (como en el caso de la carretera del Tipnis). También las feministas y los movimientos Glttbi (gays, lésbico, travestis, transexuales, bisexuales, intersex) han marcado límites en este proyecto. En algunos casos, Evo ha sido obligado a retroceder en sus decisiones, y ha sabido hacerlo. De hecho, se ha producido una democratización de la vida política, tanto a través de los cambios constitucionales que reconocen a Bolivia como Estado Plurinacional, como con el ingreso a las instituciones de quienes nunca habían accedido a las mismas, y ni siquiera a la política pública, en un país fuertemente marcado por la exclusión racista.
Aquí están los elementos de esperanza. También en el intenso debate entre los sujetos que se van volviendo parte del proyecto popular que requiere, precisamente para serlo, protagonismo desde abajo.
El triunfo del MAS en las urnas no es obra de una buena campaña electoral. Es fruto de un proceso que tiene raíces en la movilización indígena, de campesinos y campesinas, de los mineros, de las mujeres, desde las Marchas por el Territorio y la Dignidad (1990), la Guerra del Agua (2000), la Guerra del Gas (2003), y más atrás en las vidas del Che, Tania, Inti Peredo sembradas en la tierra boliviana, y más atrás todavía, en las guerras de liberación encabezadas por Túpac Katari y Bartolina Sisa: en más de cinco siglos de resistencia aymara, quechua, indígena, negra, feminista, popular.
Si se trata de números, resumimos: Evo ganó con el 61% de los votos, seguido por Unidad Democrática, con el 24,49%, el Partido Demócrata Cristiano, con 9,07%. Aun en las regiones históricamente opositoras, como el Departamento de Santa Cruz, el MAS obtuvo más del 50% de los votos.

EXITOS ECONOMICOS
El gobierno de Evo se ha afirmado. Algunas razones las podemos buscar en la economía. Entre 2005 y 2013, Bolivia experimentó un crecimiento del PIB (Producto Interno Bruto), que pasó de 9.525 millones de dólares a 30.381, mientras que el PIB per cápita, subió de 1.010 a 2.757 dólares en esos mismos años. La razón de este incremento se encuentra en la nacionalización de los hidrocarburos. La recuperación de la mayor parte de la renta gasífera y petrolera, dio también una mejora significativa en las cuentas fiscales. Bolivia terminó el año 2013 con 14.430 millones de dólares en reservas internacionales (en 2005 tenía 1.714 millones). Estos “éxitos económicos”, muestran una mayor destreza de las políticas macroeconómicas del gobierno del MAS que las que han encarado otros gobiernos de la región.
Según la Cepal, la extrema pobreza bajó del 39% al 18%, y la meta para el próximo quinquenio es reducirla al 8%. Son números que se traducen en sentidos, y van formando hegemonía política, social, cultural. Las nociones de estabilidad, de gobernabilidad (¡conservadoras por cierto!), el sentido de identidad, de dignidad como pueblo, el orgullo de “uno como nosotros es gobierno” después de siglos de condena colonial, la conciencia de que se está escribiendo la historia, la revancha cultural frente a las opresiones ancestrales, la experiencia de construcción colectiva de un proyecto histórico, han ido creando esta posibilidad de que un proceso de revolución pacífica vuelva a proponer el horizonte socialista.
Por esas astucias de la historia, en el mismo territorio donde el Che Guevara concretó su última herejía, hoy crece un sueño enredado en la memoria de Salvador Allende. Como si el Che y Chicho se abrazaran, para intentar reinventar juntos el camino, desde las lecciones aprendidas con dureza en nuestro continente.
Para los movimientos populares que deciden impulsar las transformaciones sociales en el contexto de la institucionalidad vigente -modificándola al mismo tiempo-, la exigencia de conquistar la mayoría y sostenerla es parte de la batalla por la hegemonía de un poder popular que debe construirse en la lucha misma. Cómo construir esa mayoría, cuáles son los sujetos organizados que la sostienen, cuál es la conciencia política de defensa del proceso revolucionario, cómo atrapan los mecanismos de la institucionalidad vigente, son análisis complejos y decisiones que se van aprendiendo y asumiendo en los contextos concretos en los que se realizan estos cambios.

UN PAIS EN TRANSFORMACION
En el gobierno del MAS se combinan acciones de corte antimperialista y anticolonial, antirracista, con un proyecto neodesarrollista que alienta la “utopía tecnológica”. Energía solar, hidroeléctrica, la controvertida energía nuclear (según Evo “con fines pacíficos”), son parte de la “agenda de desarrollo” que también contempla un satélite (Túpac Katari), y el teleférico de transporte que une La Paz y El Alto (una obra de ingeniería gigantesca a 4.000 metros de altura). Escribe al respecto el analista político Pablo Stefanoni en el periódico La Vanguardia: “Los discursos sobre el ‘vivir bien’ (que buscan avanzar en un proyecto posdesarrollista, apelando a fuentes supuestamente ancestrales), conviven con la enorme popularidad del Rally Dakar, la diversidad étnica con la negación de la diversidad sexual, la autonomía social con la centralización estatal, las críticas al capitalismo, con una desconocida expansión del consumo. En estas tensiones y pliegues transita hoy el cambio en Bolivia. Un país en plena transformación, que está dando vuelta una página en una historia llena de injusticias y resistencias heroicas”.
En este camino, las políticas sociales han sido el contrapeso de la balanza. De las regalías obtenidas por la política de nacionalizaciones se han financiado numerosos planes sociales. A la vez, con la ayuda solidaria de otros pueblos del continente, y en particular de la Revolución Cubana, Bolivia ha logrado derrotar al analfabetismo. La Unesco reconoció a Bolivia como país libre de analfabetismo, éxito que comparte en Latinoamérica con Cuba y Venezuela.
También ha dado pasos decisivos en políticas de salud y seguridad social. La reivindicación de la hoja de coca está en la base de la batalla cultural que Evo ha realizado tanto nacional como internacionalmente, y que a su vez pone en discusión las políticas gringas de control del narcotráfico a partir de la erradicación de cultivos. Reivindicando su origen como campesino cocalero, Evo ha hecho de esta batalla un aspecto central de defensa de la cultura de su pueblo.

GOLPEANDO AL IMPERIO
Tal vez en el plano de la política internacional es donde el gobierno de Evo Morales ha dado mayores muestras de sabiduría y coraje. La expulsión de la Usaid y del embajador yanqui, la declaración de los gobernantes israelíes como terroristas de Estado, la decisión de exigir visa para los ciudadanos israelíes, así como la expulsión de la Coca Cola, son parte de una pedagogía antimperialista y anticolonial que, además, interesó a los y a las jóvenes, que se sumaron activamente al proceso de cambios. Una de las novedades del último tramo del gobierno y del proceso electoral, ha sido la aparición de la llamada “generación Evo”. Jóvenes que han crecido durante su gobierno, y que se integran en el proyecto popular con energía y dinamismo, forjando un relevo.
También ha sido relevante la incorporación de la Central Obrera Boliviana, renovando el acuerdo político con el MAS y ampliando así su base de sustento organizado.
El triunfo electoral de Evo y Alvaro abre un nuevo momento para la agenda de descolonización de nuestra América. Hay varios temas en esa agenda. Uno inmediato es la demanda de salida al mar realizada por el gobierno de Bolivia, históricamente, a los gobiernos chilenos. Existe también la oportunidad de dar impulso a los proyectos de unidad e integración de Nuestra América, desde el Banco del Sur hasta Unasur, poniendo en debate algunas temáticas como las políticas de remilitarización impulsadas por Estados Unidos bajo la consigna del combate al narcotráfico. En el plano de los movimientos sociales, este momento reimpulsa a los pueblos originarios en el continente, y estimula su presencia e identidad política en la batalla cultural por el reconocimiento de sus derechos ancestrales y en la propuesta de Estados plurinacionales.
Evo se coloca así en el centro de la historia y de las esperanzas de un continente. Pero Evo es apenas el nombre y el rostro de un pueblo, y es también una contraseña para quienes sienten, en su piel y en sus corazones, las ofensas del poder.

Claudia Korol

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