Punto Final, Nº761 – Desde el 06 al 19 de julio de 2012.
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Habla un rector: José Bengoa

Universidades buscan su destino

 

Mientras el gobierno anuncia cambios en la educación, la inquietud estu­diantil se reactiva. Se efectúan movilizaciones masivas como el paro nacional estudiantil del 28 de junio. El tema vuelve a tomar su lugar en el debate.
Entrevistamos al rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, José Bengoa(*), recientemente elegido en ese car­go por los tres estamentos de la comunidad universitaria.
¿Cuál es -a su juicio- el estado actual del conflicto estudiantil?
“Podríamos decir que el año pasado quedó fijada la demanda social por una educación gratuita, pública, de calidad y sin discrimi­naciones. El tema se ha complejizado porque en este periodo, el gobierno ha respondido con una serie de propuestas para las cuales su interlocutor no parecía estar plenamente preparado. Propuestas que, además, parecen en varios casos improvisadas. Por ejemplo, a la de­manda de educación gratuita se responde con subsidios. Frente a la demanda de calidad, se responde que será determinada por el ‘control’ de una Superintendencia que todavía no existe.
A qué lleva esto: a un ambiente de escruti­nio, que es una etapa importante. Pero hay en ese plano situaciones que son más complejas. Por ejemplo, la criminalización de los profe­sores, olvidando que para los profesores son determinantes las condiciones de trabajo, in­cluyendo su contexto social. Por otra parte, la educación es un sistema de reproducción de la estructura económica, social, política y cultural en una sociedad y en un país determinados. El profesor está obligado a reproducir algo que lo supera absolutamente, y que no depende de él en lo fundamental. La educación, por lo demás, es un proceso lento, de acumulación tranquila.
Hasta ahora el gobierno saca el cuerpo a la desmunicipalización. Lo hace porque no quiere hacer cambios de estructura. Ese es tema central, aunque la municipalización ha fracasado y con ella, terminó esa carrera do­cente que culminaba en el Instituto Nacional o en uno de los liceos de niñas o de hombres tradicionales. Hoy el profesor que comienza en una municipalidad proletaria o popular, como quiera decirse, está destinado a quedarse allí para siempre”.

TEMA CONFUSO
“El tema educación está muy confuso. To­dos los días aparecen nuevas ideas o proyectos que parecen muchas veces improvisados. Por ejemplo el mismo tema del lucro, que es ab­solutamente válido, porque no es posible que la educación superior sea un negocio con la colaboración del Estado. Por lo tanto, debe terminar, porque además es ilegal y liquida la justificada aspiración a la educación gratuita. Entiendo que la educación privada sin aporte público pueda seguir existiendo, entregada a la libertad de las familias que quieran pagarla. Por otra parte, el lucro ha imperado hasta ahora. Hubo un señor Rocha, hubo ventas de univer­sidades que obviamente significaron ganancias, que habrían sido ilegales. Hay consorcios internacionales operando, en momentos en que si las cosas cambian el valor del negocio educacional debería tender a cero. Y eso de­bería explicitarse dejando en claro que la ex­plotación ‘rasca’, que roba a los alumnos, debe ser penalizada y que hay otro ámbito, propio de la voluntad individual, reducido al sector privado. Porque el Estado debe concentrar sus recursos en un sistema universitario público, equitativo, gratuito y de calidad. Eso debería ser lo importante. Lo demás debe ser revisado y reglamentado, entendiendo además que con la Constitución que sigue vigente habría una serie de trabas, acusaciones de expropiación, supuestos atentados a la libertad de enseñanza.
En ese esquema, los planteles metidos en el sistema público no podrían transarse, cosa que ocurre con las corporaciones o fundacio­nes que por esencia no tienen fines de lucro. Por ejemplo, la Academia de Humanismo Cristiano -que originalmente tuvo apoyo del cardenal Raúl Silva Henríquez, como forma de protección- tiene edificios, terrenos, una ‘marca’ acreditada. Y no puede ser transada, por lo tanto en los hechos y en el derecho no tiene fines de lucro”.
No se trata solamente del lucro…
“Por supuesto que no. En todo esto, además, hay un tema de regulación muy importante. También está fracasando, como lo demuestran situaciones irregulares en los sistemas de acre­ditación que han motivado incluso escándalos. Sin regulación y control las cosas no andan.
El ranking que se ha puesto ahora de moda permitiría acoger al 5% de los alumnos más destacados de la enseñanza media de estable­cimientos que no consiguen buenos puntajes: en los hechos sería una ley de cuotas. Eso significa hacer tambalear la PSU, volviendo a un problema que no se ha resuelto bien. Además se necesitaría un esfuerzo especial de nivelación, que requeriría fondos especiales. ¿Cómo nivelar alumnos de 400 puntos con alumnos de 800? Nosotros recibimos alumnos con puntajes más bien bajos, pero una de nues­tras tareas ha sido establecer ‘cursos remediales’ y lo que llamamos ‘cátedras generales’, en que todos los alumnos de esta universidad tienen que pasar por cursos de historia, economía, sicología, medioambiente, género, derechos humanos, filosofía, epistemología, etc.”.

¿ACORTAR LAS CARRERAS?
“Hay otros puntos a mi juicio que ilustran la complejidad del problema. Para ponernos a tono con los países de la OCDE, deberíamos acortar carreras universitarias como ingeniería, medicina, etc. Pero no se piensa que la base de estudios en la mayoría de los países de la OCDE es más sólida que la nuestra. ¿Podría­mos, por ejemplo, disminuir a cuatros años los siete u ocho que se cursan en ingeniería civil o a cinco años los siete de medicina? Se podría, pero los resultados serían muy discutibles. Se mantendría el título, pero con un contenido inferior. Objetivamente, desde otro punto de vista, podría enseñarse a presión en cuatro años lo que hoy se enseña en siete, en forma intensiva y casi excesiva en los primeros años.
Otro asunto tiene que ver con la deserción: se dice que es el principal indicador de la mala calidad de la educación. ¿Qué significa? Uno podría suponer que muchas veces se reciben alumnos que ‘no califican’, estafándolos en el fondo, porque a los dos años se los notifica que no podrán seguir. Pero si lo que se hace es tratar de formar esos jóvenes y se les incorpora a ins­tancias como las cátedras generales -en que de una manera u otra se les abre un mundo-, me pregunto qué es mejor para el país: ¿rechazarlos en el ingreso, mantenerlos un tiempo vegetan­do o tratar de formarlos para que la selección se produzca al interior de la universidad? Creo que es mucho mejor lo último, tratar de for­marlos y abrirles camino hacia conocimientos e inquietudes que no tenían y que, sin duda, les servirán, aunque no puedan continuar en la carrera que querían. No olvidemos que la diferencia entre 500 puntos en la PSU y los 475 que pueden dejarlo afuera, son tres pre­guntas. Un año de universidad, en momentos muy cruciales en términos de edad, casi siem­pre en plena adolescencia, al muchacho(a) pueden permitirle desplegar talentos que no sospechaba, despertarle inquietudes nuevas. Eso es -además- mucho más democrático que la selección previa, que es un residuo del elitismo antiguo de que a la universidad sólo pueden ingresar los hijos de la elite. Y los otros deben ir a la formación técnica o ser mano de obra con baja calificación.
Entre estas ideas de acortar o alivianar carre­ras, se inscribe la tendencia a eliminar la tesis de grado, que incluso se aplica, tengo entendido, en algunas carreras de la Universidad Católica. Creo que es un error: la tesis obliga a un es­fuerzo de maduración, de aprendizaje y análisis crítico muy importante; es la culminación de una etapa de enorme significación formativa. En el caso de universidades como la Católica es diferente, tanto por la calidad de la educación y sus resultados como por la importancia que esa buena formación reconocida tiene en las redes que rodean a esa universidad”.

MODELO UNIVERSITARIO NORTEAMERICANO
“Todo esto está muy relacionado con lo que podríamos llamar ‘mercado de educación superior’, que funciona según el modelo nor­teamericano: compiten grandes universidades privadas con universidades públicas, todas en igualdad de condiciones, por subsidios y proyectos en un mercado organizado se­gún calidad y recursos materiales, como los metros cuadrados construidos, el número y calidad de los computadores, la dotación de las bibliotecas, los profesores, la calificación de los investigadores, el número de doctores, los laboratorios, etc.
Es el modelo que ya está presente en Chile. No es el modelo de las grandes universidades europeas, donde los estándares están fijados por los conocimientos y no por los recursos, donde la colaboración entre universidades permite cosas fanásticas, muy distintas de la competencia permanente del modelo nor­teamericano y su fijación en la infraestructura y recursos materiales. Creo que en Chile el modelo norteamericano le viene bien a las grandes universidades privadas ligadas a grupos económicos y a cuatro o cinco universidades de la Iglesia. Pero no le viene bien a las univer­sidades públicas y menos al resto.
La experiencia de las grandes universidades -la Universidad Nacional Autónoma de Méxi­co, la Universidad de Sao Paulo y la Universi­dad de Buenos Aires-, es muy interesante. Son multitudinarias, con ingreso irrestricto, con selecciones que se hacen en el interior de ellas, que no se financian por la demanda y donde el Estado nacional aporta enormes recursos (al lado de ellas, las grandes universidades privadas parecen pequeñas, incluso la Ibero, de los jesuitas, y el Tecnológico de Monterrey, ambas de México).
Con un grupo de colegas pensamos la posibilidad de (….)

Hernan Soto

(*) José Bengoa Cabello (67), licenciado en filosofía con estudios de posgrado en antropología y ciencias sociales. Académico en diversas universidades chilenas y profesor invitado en las universidades de Indiana (EE.UU.), Cambridge (Inglaterra), Bolonia (Italia), Leiden (Holanda), País, Complutense de Madrid y otras. Sus libros m‡s importantes son: Historia del pueblo mapuche, Siglos XIX y XX; Historia de un conflicto. Los mapuche y el Estado durante el siglo XX; La emergencia indígena en América Latina.

Esta entrevista se publicó completa en “Punto Final”, edición Nº 761, 6 de julio, 2012)

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