Edición 721 desde 29 de octubre al 11 de noviembre de 2010
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Cristián Cuevas:

El “royalty” es
una vergüenza

Cristián Cuevas Zambrano (41) es dirigente de los trabajadores contratistas y subcontratistas del cobre. Se hizo conocido cuando encabezó la huelga de esos trabajadores en El Teniente, que terminó exitosamente. Es presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre y dirigente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Para él, los dirigentes deben ser “dirigentes totales”, no sólo deben preocuparse de su propio sector sino que necesitan una visión amplia de los problemas del país, que algún día será gobernado por los trabajadores. Es fundamental, entonces, la organización, la importancia del trabajo colectivo, el entusiasmo y la ética. Anticipa que el gobierno de Sebastián Piñera “tendrá que enfrentarse a los trabajadores que hasta ahora han sido ignorados”.

¿Cuál es su opinión sobre el “royalty” que acaba de ser aprobado por los partidos de gobierno y de la Concertación?
“Rechazamos el ‘royalty’ que aprobó el Parlamento. Fue una iniciativa de este gobierno que ya tenía el precedente del que aprobó Ricardo Lagos. Ambos en la línea de entregar soberanía a las transnacionales. Para nosotros ha sido un acto ilegítimo e inconstitucional. Habla de la distancia que existe entre el mundo político y lo que necesitan y piensan los ciudadanos. La inmensa mayoría quisiera que el cobre fuera de todos los chilenos y sus recursos se utilizaran en beneficio de todos. El mundo político sustentado en el sistema binominal, se ha distanciado del mundo social. El mundo social no tiene aún la capacidad orgánica de hacer cambios que permitan acorralar a este Parlamento, como está ocurriendo en Francia, donde hay disposición de los actores sociales a oponerse a medidas que los afectan (ver págs 6 y 7, N. de PF).
Medidas y comportamientos que afectan a la ética, a la soberanía nacional y al futuro, son resueltos entre cuatro paredes. Sería bueno que el pueblo pudiera ver cómo actúan diputados y senadores en el Congreso, de manera muy distinta a cómo se comportan ante sus electores. El ‘royalty’ -que es apenas un ‘impuestito’, ligado a más invariabilidad- es impresentable. Artificialmente se lo liga a la reconstrucción, pero apenas rendirá, según se ha dicho, entre 500 y 1.000 millones de dólares, que podrían conseguirse de otra fuente. Es, con todo, un aspecto de algo más grave: el tema del cobre en su conjunto y de nuestras riquezas mineras, como el oro y el litio.
La Constitución establece que el Estado es dueño de todas las riquezas mineras. Sin embargo, eso no es así. Una ley orgánica constitucional de la dictadura estableció la figura de la ‘concesión plena’ a favor de los particulares -en el hecho las transnacionales-, que han pasado a controlar algunos de los más importantes yacimientos. Esa concesión plena es un verdadero derecho de propiedad que puede ser vendido, traspasado o arrendado. Autoriza a explotar el recurso hasta su agotamiento o no explotarlo, si no les conviene, es decir, a usar, gozar y disponer libremente del mineral sobre el cual se tiene concesión plena y que, en la práctica, pasa a ser intocable. Es un escándalo mayor, pero se silencia, se invisibiliza.
Hay que agregar que el régimen jurídico que protege esas inversiones es de privilegio en materia tributaria. Ha permitido que empresas operaran durante más de veinte años sin declarar utilidades y sin pagar impuestos, y que luego fueran vendidas a otra transnacional en cientos de millones de dólares. Un régimen tributario tan privilegiado ha permitido que las multinacionales de la gran minería hayan tenido utilidades varias veces superiores al total de las inversiones que han hecho en el país y a la suma total de impuestos cancelados en ese tiempo. La derecha ha apoyado este despojo y los distintos gobiernos de la Concertación han hecho más o menos lo mismo, lo que ha quedado nuevamente al descubierto con el acuerdo para este ‘royalty’ vergonzoso aprobado con los votos de la derecha y la Concertación, salvo excepciones que hay que destacar como la del senador Mariano Ruiz-Esquide y unos quince diputados”.

Manifiesto de Copiapó

“Hay una interesante iniciativa que surgió el 13 de agosto en un encuentro en la Universidad de Atacama. Allí se generó otro encuentro, realizado en Copiapó, los días 28 y 29 de agosto, con participación de trabajadores del cobre, la energía, metalúrgicos y otros, comprometidos a coordinarse en función de grandes objetivos que ayuden en el mediano plazo a un proceso unitario que actualmente no es posible. Esa reunión produjo un Manifiesto, que está en la red en la página de la Confederación. Entre otras materias aborda temas de salud, seguridad e impacto ambiental de la minería en que, como todos sabemos, hay problemas muy graves. Contiene también la exigencia de que se ponga en marcha una política nacional minera, con bases como las siguientes: protección y control del precio del cobre; renacionalización de las riquezas básicas; fundición y refinación de la totalidad de la producción de cobre en el país, para evitar que se exporten concentrados y que se aprovechen los otros minerales que van en el concentrado; derogación del decreto 600 sobre inversión extranjera; el término de la invariabilidad tributaria y el establecimiento de un royalty del 20 por ciento sobre el precio de venta del mineral; fortalecimiento de Codelco y apoyo a pirquineros y pequeños mineros.
Hemos contribuido a generar un coordinador, no sé bien como llamarlo, de trabajadores del cobre, la energía y la metalurgia para defender nuestras principales riquezas, la base industrial y el desarrollo soberano del país. El llamado Manifiesto de Copiapó ha sido asumido por la Federación de Trabajadores del Cobre que preside Raimundo Espinoza; la Confederación de Trabajadores del Cobre, que agrupa a quienes trabajan con contratistas o subcontratistas de la gran minería; la Federación Minera de Chile; los trabajadores de Enap, de la electricidad y otras organizaciones. Nos preocupamos por cierto de un royalty, y también de aspectos del país que quisiéramos construir. Obviamente no basta con la declaración. Lo importante es sensibilizar a los trabajadores y al mundo social”.
La defensa de las riquezas básicas es un tema fundamental. Tanto por el enorme poder de las transnacionales -se dice que hay cincuenta mil millones de dólares en inversiones a la espera de llegar a la gran minería chilena-, como por la creciente demanda de materias primas provenientes de América Latina y de Africa. Por eso es tan importante la acción de los trabajadores.
“Lo sabemos y nos preocupa. En el caso nuestro, comienza con las luchas que hemos dado trabajadores de áreas como el cobre, forestales, la pesca, salmoneras, y que han tenido un fuerte costo en despidos y aplastamiento de las organizaciones. Esa es la ‘manera chilena’ de hacer bien las cosas, de que habla el presidente Piñera. Así se resuelven los asuntos de derecho laboral: a empujones. Ahora, el fenómeno global es cada vez más trascendente. Por eso hay que mirar lo que ocurre en otros países y especialmente en América Latina: Bolivia, Venezuela, Centroamérica, Ecuador, Argentina. También en Africa.
En Chile somos muy deficitarios en las relaciones internacionales. El movimiento social chileno se mira casi exclusivamente a sí mismo, lo que no es bueno, porque en esencia en todas partes los problemas de los trabajadores son los mismos y las transnacionales que controlan los gobiernos, la economía y la política son las mismas. Esa debe ser la solidaridad entre los pueblos, que va más allá de los gobiernos. La tendencia va hacia allá: los entendimientos entre movimientos sociales, que incluyen entre otros el diálogo con los movimientos campesinos e indígenas”.

Rol de los trabajadores

¿Cómo conseguir que los trabajadores se convenzan de la importancia de temas fundamentales como el cobre y que esa convicción se exprese en organización y responsabilidad?
“Debería ser un proceso, como seguramente fue el que se produjo antes de la dictadura cuando los trabajadores proyectaban sus aspiraciones hacia un cambio social, entendiendo que ese cambio permitiría la materialización de sus anhelos y potencialidades. Allende llegó al poder político gracias a un enorme movimiento social, político y cultural ajustado a su época. Hoy, muchos dirigentes siguen preocupados sólo de su ‘terrenito’. En muchos aspectos somos un país de quejumbres y pareciera que no somos capaces de luchar para que las cosas cambien. Pero es posible: necesitamos nuevos liderazgos, nuevos métodos, más imaginación y entusiasmo para construir un proyecto de mayoría amplia con apoyo sólido en los movimientos sociales y en partidos que aporten la proyección política. Creo que debemos ser subversivos, luchadores, organizativos, conspiradores, éticos, observadores y muy realistas. Para construir políticas tenemos que observar el comportamiento de millones.
Ahora mismo, pienso que hay posibilidades de movilizaciones. Especialmente entre los mineros, que han pasado a estar en el foco de la atención por los 33 de la mina San José y por la visibilización que se produjo en torno a los mineros en general. Muy importante es solucionar la situación de los 300 mineros de esa empresa que quedaron cesantes y sin finiquitos, sin posibilidad de cobrar la indemnización por años de servicio. Es inconcebible, por ejemplo, que no sea posible recurrir a los fondos de emergencia de que dispone el gobierno, y que después los recuperen de los empresarios. Otra cosa es la falta de seguridad. Y, por supuesto, la legislación laboral.
Cuando Piñera dice que quiere avanzar hacia un nuevo trato laboral, lo que para todos es algo que cae bien, hay que mirar con atención. Decirle, por ejemplo, ‘de acuerdo presidente, preocúpese de que se ratifiquen o que se cumplan, según proceda, el Convenio 155 de la OIT sobre salud y seguridad en el trabajo, el 176 sobre seguridad en la minería y los Convenios 87 y 88 sobre libertad y negociación colectiva. Preocúpese de que en materias de salud y seguridad minera sean los trabajadores actores primordiales’. Debemos instalar temas que nos interesen a nosotros y no someternos a los que proponga el gobierno. Los únicos que pueden hacerle contrapeso al gobierno son los trabajadores. No hay oposición política, la oposición no es verdadera oposición. La Izquierda desorientada no sabe cómo armarse. Todavía está teorizando. Todo apunta, por ejemplo, a que se necesita una nueva Constitución, a que el cobre debe estar en manos de los chilenos”.

HERNAN SOTO

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 721, 29 de octubre, 2010)
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