Edición 721 desde 29 de octubre al 11 de noviembre de 2010
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Trabajadores europeos dan la pauta

La rabia es
Contagiosa

TRABAJADORES y estudiantes franceses protagonizan grandes manifestaciones en todo el país. Protestan contra el nuevo régimen de pensiones que aumenta la edad para jubilar.

Hace un tiempo fue Grecia, más tarde España y ahora, Francia. La protesta social crece en Europa expresando un renacimiento de los trabajadores, que rechazan los recortes a derechos obtenidos tras largas luchas. El hilo que conecta este despertar es el comienzo del final del Estado de bienestar, impulsado por los organismos financieros internacionales, el gran capital mundial y los gobiernos, que para el caso es lo mismo que sean de derecha o socialdemócratas. Las mismas políticas han sido lanzadas por el presidente Nicolas Sarkozy como por los socialistas Rodríguez Zapatero (PSOE) y Yorgos Papandreu (PASOK).
Estos casos, y los que probablemente se sumarán, Portugal y Gran Bretaña, tienen un rasgo común que los latinoamericanos ya hemos conocido. Es la tradicional política de gobiernos débiles ante las presiones del capital para endilgar la crisis económica a los asalariados: que sean los trabajadores los que paguen la ayuda que estos gobiernos entregaron hace muy poco al sector financiero. Sumas millonarias que amenazan con desequilibrar las economías.
No hay grandes diferencias con las políticas auspiciadas por los organismos financieros internacionales en Latinoamérica tras la crisis de los ochenta. Durante la década siguiente, para saldar los efectos de la crisis, se pusieron en marcha las llamadas reformas estructurales, que por medio de privatizaciones, despidos masivos y reducción del gasto fiscal buscaron tapar los agujeros financieros del Estado. Los que pagaron esa cuenta fueron los ciudadanos.

Mayo del 68,
octubre de 2010

Por mucho menos que eso los franceses han salido a las calles. El plan de Sarkozy quiere elevar la edad de jubilación de los 60 a 62 años y desde 65 a 67 años para los que pretenden cobrar la pensión completa. Un programa que ha logrado unir no sólo a los trabajadores cercanos a la edad de jubilar, sino hasta a los estudiantes secundarios. Con una cohesión política y social y una solidaridad generacional no vista desde 1968, millones de franceses han salido a las calles y han puesto al gobierno de Sarkozy en un trance complejo. Estudiantes, organizaciones de la sociedad civil, sindicatos de variados sectores han protestado y paralizado actividades. El gobierno ha tenido que recurrir a la fuerza pública para garantizar el suministro de combustible y evitar el bloqueo de calles y carreteras. Una crisis social y política que podría extenderse a otros países de Europa que aplican políticas similares.
El 21 de octubre el gobierno español de Rodríguez Zapatero hizo un importante cambio en su gabinete, como reacción a la profunda crisis política que sufre tras las medidas de austeridad impuestas a la ciudadanía. La reforma laboral impulsada por el gobierno para enfrentar la grave crisis financiera ha decretado una mayor flexibilidad en el mercado del trabajo y una reducción de sueldos de los empleados públicos. Pese a la huelga general del 29 de septiembre pasado, que paralizó importantes sectores de la economía española, el gobierno del PSOE no ha vacilado. Pero el eco de las protestas en Francia puede alterar la aparente calma actual.
La economía británica, tras haber apuntalado hacia finales de 2008 y comienzos de 2009 a numerosos bancos en bancarrota, arrastra un enorme agujero fiscal, que pretende reducir por medio de drásticos recortes en el presupuesto. El plan propuesto por el primer ministro David Cameron prevé reducir en un 25 por ciento todas las partidas, lo que ya ha generado fuerte descontento en la población. Porque no sólo espera contraer el gasto, sino reducir también centenares de miles de empleos públicos, lo que sin duda generará fuertes reacciones de los sindicatos y de la población. Gran Bretaña espera ahorrar unos siete mil millones de euros para reducir una deuda pública de 187 mil millones de euros, un déficit presupuestario superior al 12 por ciento del producto, casi tan alto como el de Grecia. Organizaciones sindicales ya se han movilizado para rechazar estas medidas, las que pueden amplificarse con el ejemplo francés.
El otro país que podría sumarse a este malogrado grupo es Portugal. En la misma línea que los otros gobiernos de la Unión Europea, el gobierno luso aumentará los impuestos y reducirá el gasto público para recortar un profundo déficit fiscal que puede llevar al país a una situación similar a la vivida por Grecia. No pocos analistas prevén que Portugal caerá en moratoria en el corto plazo.

¿Frente Antineoliberal Europeo?

El periodista Ignacio Ramonet, en una reciente entrevista en el semanario francés L’Humanité, expuso su visión de las protestas francesas y europeas: “Sería necesaria una jornada de acción europea. Añado que en algunos países, donde las protestas son más fuertes, gobierna la socialdemocracia. Y por tanto, muchos ciudadanos se preguntan si la socialdemocracia, cuando está en el poder, no termina por aceptar las consignas del Fondo Monetario Internacional (FMI), dirigido por un socialdemócrata. Hay por tanto una hipoteca, que los partidos socialdemócratas deben cancelar”. Para Ramonet, como para gran parte de la Izquierda mundial, ya no hay diferencia entre las derechas y la socialdemocracia. Las actuales políticas que apuntan hacia un sistema económico desregulado y neoliberal, es la mejor evidencia. Un proceso que en Chile pudimos comprobar durante los últimos veinte años.
El filósofo y activista italiano Franco Berardi escribe en el diario de Izquierda Il Manifesto: “Lo que está sucediendo en Francia es extremadamente importante. Para todos. De este movimiento amplio, radical y decidido podría venir la primera respuesta victoriosa contra la dictadura financiera que se ha constituido en Europa tras la crisis griega (…) y que aspira a imponer medidas unificadas de ataque contra el salario y contra la sociedad en nombre de la competitividad”.
¿Cuál es el cálculo que hacen los gobiernos? El gran argumento para extender la vida laboral de los ciudadanos es el aumento de las expectativas de vida y la reducción de la natalidad, lo que lleva, en un sistema solidario de jubilaciones, a que sean cada vez más los pensionados y menos los trabajadores activos que aporten recursos para esas pensiones. Para evitar estos desajustes, dicen, hay que prolongar el tiempo de trabajo de los ancianos. Pero este argumento, levantado como si se tratara de un dogma, se estrella contra otra evidencia: durante los últimos cincuenta años la productividad media en Europa ha crecido unas cinco veces, por lo que la reducción de la unidad de trabajo no es un problema. Esto significa que muchos menos jóvenes pueden producir lo necesario para muchos jubilados.
Pero el aumento de la edad de jubilación oculta otra estrategia, ya detectada por los trabajadores europeos: un aumento del tiempo de trabajo (desde la extensión de la vida laboral a horas extraordinarias) es, en suma, una reducción del empleo. Mientras más horas o años se trabaje, habrá menos puestos de trabajo. Es éste el gran reclamo de los jóvenes y estudiantes. La reforma de Sarkozy y otros, generalizará las condiciones de subempleo para las nuevas generaciones. Se les obliga a aceptar cualquier trabajo bajo cualquier condición contractual. La gran empresa y los gobiernos europeos desean esta fórmula para hacerse más competitivos, lo que es también la fórmula para mantener su rentabilidad ante la competencia extranjera de naciones que ya hicieron esas reformas aplastando los derechos de sus trabajadores. Eso es lo que tenemos en casa.

Chile: el trabajo
ya está hecho

Para cualquier trabajador europeo el modelo de lo que ha de evitarse está en un sistema como el chileno, que está, desde hace 30 años, entregado al devenir del capital y a la suerte de cada inidividuo. El sistema de capitalización individual, que ha favorecido a los grandes capitales y a sus administradores como son las AFPs y bancos, ha colocado a los trabajadores, desde los más jóvenes a los jubilados, en una situación de total desamparo. Jubilar, lo mismo que enfermarse, en Chile es una tragedia.
Hace un par de años, los trabajadores chilenos perdimos casi la mitad de nuestros ahorros previsionales. Y no pasó nada. Hoy, con el repunte de los mercados financieros estimulados por los paquetes de ayudas fiscales, los fondos de pensiones han recuperado aquellas pérdidas, pero nada indica que esta tendencia se mantendrá en el futuro. Tanto, que hasta los administradores del sistema advierten que la actual rentabilidad es un fenómeno temporal que puede variar en cualquier momento. Los desequilibrios que vive hoy la economía mundial, la guerra de divisas, la incertidumbre para la economía de Estados Unidos y de la Unión Europea puede conducir a nuevas y letales sorpresas para los trabajadores chilenos, forzados a hipotecar su futuro en el gran casino financiero mundial.
Porque se trata de estadísticas que no responden a la realidad de los trabajadores chilenos, gran parte de ellos en trabajos flexibles y precarios. Si la vida es ya dura para el trabajador, su futuro como jubilado será la sobrevivencia. Bien sabemos que las pensiones son sensiblemente bajas en relación con sus anteriores sueldos, como también que gran parte de la población sólo podrá optar a una pensión asistencial, que sirve poco más que para la alimentación.
Las reformas que los gobiernos europeos prevén para sus trabajadores se hicieron en Chile bajo la bota militar en una versión bestial y amplificada, y fueron certificadas por todos los gobiernos de la Concertación. La reforma laboral de los años ochenta, que incorporó la privatización de la seguridad social y la paralización y fragmentación social a través de una restrictiva sindicalización, ha sido génesis de las lamentables condiciones laborales y de jubilación actuales. Si este antecedente es oscuro, la nula movilización social de los trabajadores chilenos durante los años de la crisis financiera mundial y las consecuentes pérdidas de sus ahorros lo es aún más.
¡Qué diferencia podemos ver hoy entre los trabajadores chilenos y los franceses! Pero hay esperanzas, que surgen no sólo en este periodista, sino en otras latitudes latinoamericanas, como escribió hace unos días el columnista cubano residente en México Angel Guerra Cabrera en un artículo titulado “Europa: Ahí sigue la lucha de clases”: “La apertura de un frente europeo antineoliberal podría anudarse firmemente con las luchas latinoamericanas y las que se organizan desde una gran diversidad de movimientos en Africa y Asia, y todas juntas, estimular hacia la Izquierda la rebeldía y el descontento en Estados Unidos”. Así fue en 1968.
Esperamos que hoy también así sea.

PAUL WALDER

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 721, 29 de octubre, 2010)
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