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En el ojo del “reality”
EL campamento Esperanza, un gran estudio cinematográfico en el desierto.
Chile está celebrando / Alegre un país entero / Porque encontraron con vida / A los treinta y tres mineros.
Ahora viene el rescate / Las máquinas están sondeando / En el campamento Esperanza / Las familias esperando
(…) Chile espera con fe / Que salgan los treinta y tres…
(“La cueca de los 33”. Don José, folclorista de Diego de Almagro, Atacama).
Los sencillos versos de don José, escuchados apenas llegamos el domingo 10 de octubre al campamento Esperanza, y bailados incluso por una monja de las Hermanitas del Hogar del Anciano Minero, de Diego de Almagro, nos sitúan en el simbolismo universal de este reality. Uso la palabra reality aunque no lo fue exactamente al inicio. Porque un reality es un hecho diseñado conscientemente para ser espectáculo y provocar determinados efectos. Una mercancía con valor de uso y valor de cambio. La diferencia con los hechos de la mina San José estriba en que éste fue un fenómeno de la vida real transmutado en espectáculo por obra de múltiples factores, desde las estrategias comunicacionales del gobierno, hasta la espontánea avalancha mediática mundial. Que los mineros comprendieron el cambio, es evidente, basta ver su tarifado por entrevistas. Está bien que sea así. El mercado mediático es una industria. Si ya los explotó la empresa minera, ¿por qué dejarse explotar por la empresa mediática?
Lo ocurrido entre el 5 de agosto y el 13 de octubre fue un fenómeno in crescendo y sin precedentes que concluyó con -así dicen- mil doscientos millones de pares de ojos de todo el planeta concentrados en el agujero de 622 metros de profundidad perforado en la mina San José, 45 minutos al noreste de Copiapó, en pleno desierto de Atacama. Por allí “renacieron” los 33 mineros que habían quedado sepultados vivos tras el derrumbe. La cobertura mediático-periodística generada por esta hazaña fue comparada con la que suscitó la llegada del hombre a la Luna. Tan sólo que aquí emergieron una suerte de terranautas, propios de una novela de Julio Verne.
Si se tratara de una película y hubiera que explicar de qué trata, al mejor estilo del Manual del guionista, del maestro hollywoodense Syd Field, habría que decir: 33 mineros quedan sepultados vivos a 700 metros de profundidad tras el derrumbe de una mina, sobreviven durante 17 días hasta que son descubiertos por una sonda, lanzan un mensaje que da la vuelta al mundo (“estamos bien en el refugio los 33”) y al cabo de 70 días, son rescatados ante la expectación mundial. Dice Field: “Un buen guión tiene siempre una sólida línea de acción dramática; va hacia algún lugar, avanza paso a paso hacia la resolución (…) Tenemos un lugar de destino. Partimos de aquí y terminamos allí (…) La estructura mantiene todo unido; toda la acción, los personajes, la trama, los incidentes, episodios y acontecimientos que constituyen el guión…”.
¿Dónde está el guionista?
Lo acontecido a lo largo de 70 días fue un excelente guión. Y fueron “guionistas” los diversos protagonistas de la historia y sus respectivas sub-tramas.
Primer guionista, el Estado de Chile, que permaneció 15 años (y todavía persiste en ello) sin ratificar el Convenio 176 de la OIT sobre salud y seguridad en las minas, lo que generó las condiciones objetivas para que la tragedia se desatase: “La causa de fondo del accidente de la mina San José -dijo el diputado comunista Lautaro Carmona- fue la falta de rigor desde el punto de vista de la seguridad minera, que permite gestiones empresariales con irresponsabilidad y que los dueños asuman que esto es obra de la suerte, o la desgracia, y que no se podía prever. Todo dice que era absolutamente prevenible, no tanto el accidente de los mineros sino que su salida al primer o segundo día, sencillamente con una salida de emergencia que fuera un camino alternativo al que había y así, tendríamos a los mineros hoy día comentando el hecho en superficie”. Un primer paso en dirección a la ratificación del Convenio lo dio la Cámara de Diputados hace un mes y medio, cuando con 52 votos a favor y 24 abstenciones, aprobó un proyecto de acuerdo presentado por diputados comunistas y de la Concertación que solicitan al presidente de la República el envío al Parlamento del Convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Seguridad y Salud en las Minas, para su ratificación.
El Convenio 176 de la OIT fue aprobado en Ginebra el 22 de junio de 1995 y suscrito por los representantes del Estado de Chile y las organizaciones representativas de los empresarios y los trabajadores de nuestro país. A la fecha ha sido ratificado por 24 países, entre ellos Brasil y Perú, por América Latina.
Segundo guionista, los dueños de la mina, que con o sin ley debieron tomar los resguardos del caso y no lo hicieron. Pocas horas antes del accidente, a las 11:00 de la mañana, “…empezamos a sentir fuertes ruidos de explosión de roca. Pedimos autorización para salir de la mina, y no nos autorizaron”, dijo el minero y ex militar Juan Illanes al parlamentario Carlos Vilches (UDI), de la comisión investigadora de la Cámara de Diputados. El gerente de la mina, Pedro Simunovic, y el jefe de operaciones, Carlos Pinilla, negaron tales versiones. Al margen de este hecho, debieron tener escaleras y elementos de salvataje en las salidas de emergencia. Pero actuaron con el criterio propio de las empresas privadas miopes: maximizar la plusvalía y las ganancias, y minimizar los costos, a riesgo de la seguridad de sus trabajadores.
Tercer guionista, los 33, quienes desde que quedaron sepultados, comenzaron a escribir su propia historia, a vivir su propia sub-trama, primero buscando formas de salir y de hacerse oír en la superficie; luego, organizándose para la sobrevivencia. Víctor Hermógenes Zamora Bugueño, uno de los 33, dijo en Canal 13 (al día siguiente del rescate) que “tomábamos las decisiones, como se dice, en mesa redonda. Todos éramos iguales, ninguno tenía la vanidad de creerse superior”. Y en la misma oportunidad agregó: “¿Nuestro mensaje al mundo? Que se acuerden de todos los demás mineros, de los que no volverán nunca más a su casa, de los pirquineros, que se terminen los abusos...”. Estos 33 guionistas, durante sus días de encierro encarnaron la cultura minera y proletaria, aquella cultura hija del rigor y que se caracteriza por una solidaridad básica, por valores, principios y costumbres netamente solidarios, producto de la necesidad. O se es solidario o se muere.
Cuarto guionista, André Sougarret, el ingeniero jefe de la operación San Lorenzo y su equipo, y a través suyo, la estatal Codelco. El y su equipo fueron tomando las decisiones operativas para vencer los obstáculos con sus respectivos planes A, B y C. Ellos desarrollaron y vivieron una sub-trama que los fue guiando por sucesivos “nudos de acción” (cada uno de ellos con su respectivo planteamiento, nudo y desenlace) hasta el final de la historia, el gran desenlace que se desata con el “punto de giro” que marca el rompimiento del techo del taller y el inicio de la fase final del rescate.
Quinto guionista, el gobierno de Sebastián Piñera, quien hizo lo posible para que esta historia tuviera un final feliz, pero al mismo tiempo, que le redituara rentabilidad política, razón por la cual hizo de vocero de los principales hechos. Cuando a los 17 días del accidente el “punto de giro” del término del acto primero puso fin a la incertidumbre con la noticia de que los 33 estaban vivos y bien en el refugio, no fue el ingeniero jefe ni el ministro de Minería, sino el presidente de la República quien dio la noticia. Y aunque oficialmente lo han negado, permanece la sospecha de manipulación, de refreno de la noticia a los familiares y al mundo. “A las seis se hizo contacto”, confirmó Sougarret a El Mercurio. “Me llamaron a esa hora que fue cuando se rompió…”. Y de inmediato se le avisó al presidente que tomó la decisión de viajar a Copiapó. Luego, con el paso de las horas fueron apareciendo paulatinamente signos de vida: una marca de pintura en las barras, dos cartas, “…y después apareció el famoso mensaje que todos conocimos y con eso ya hubo certeza de que estaban todos bien…”. A esa altura Piñera ya había arribado y demoró diez minutos en llegar desde el helipuerto para comunicar la noticia a los familiares, aseguró el ingeniero.
Colaborando con el Hado
Bueno, y por qué no decirlo, hubo un sexto guionista: el destino. Un pícaro Hado que se empeñó en jugar con el número 33 hasta el final.
En efecto, horas antes de salir el último minero, moría en un accidente el minero número 33 (según el vespertino La Segunda) en lo que iba corrido del año 2010. Pero hay más coincidencias: el mensaje que dio la vuelta al mundo el día 22 de agosto: “Estamos bien en el refugio los 33” tiene 33 caracteres (incluidos los espacios). Y si se suman los números de esa fecha, resulta la cifra 33 (22 + 8 + 2 + 01+0). Además, ¡ocurrió en la semana número 33 de 2010! Y el último día (13 del mes 10 del año 10) también suma 33. Los numerólogos sostienen que el 33 tiene una tremenda potencia energética, pues resulta de sumar tres veces el número 11 (que es el arcano de La Fuerza). Sus significaciones claves son: coraje, heroísmo, autodisciplina y nuevo comienzo.
Es evidente que el gobierno de Sebastián Piñera (hombre no ajeno al mundo de la televisión y del espectáculo) trató de colaborar con el Hado en el impacto del guión. Aparte de que Lan ofreciera pasajes gratis a algunos medios extranjeros (al menos de Colombia), contrató a la empresa RCT Producciones, encargada de la producción de la Teletón y del Festival de Viña, así como de los espectáculos en Chile del roquero Rod Stewart, para facilitar el trabajo de la prensa nacional y extranjera instalando pantallas gigantes, monitores, etc.
Que el gobierno se haya empeñado en la transparencia del rescate es consistente con las políticas de acceso a la información, aunque se hizo evidente que pugnaron fuerzas con opiniones encontradas en su interior. Ello se reflejó en la instalación de una bandera como biombo junto a la boca del ducto para cubrir cualquier percance de última hora, o desfasar cinco segundos la transmisión en vivo. André Sougarret dijo a El Mercurio que “…nosotros habíamos construido una plataforma para la prensa y era medio ilógico que les diéramos espacio para que miraran y que después lo tapáramos”. Los argumentos contrarios a la total transparencia se referían a la privacidad de los mineros. Por otro lado, se critica el “circo” o el show. Supongo que hay que distinguir entre la fuente que transparenta los hechos (el gobierno) y el mensaje (más o menos sensacionalista y farandulero) que elaboran los diversos medios. La mayor responsabilidad del circo sería de éstos.
El mito del renacimiento
Por muy eficiente que haya sido la estrategia comunicacional del gobierno, es imposible que hubiera podido desatar la avalancha mediático-periodística internacional que se dejó caer sobre este punto del planeta. Había periodistas del Financial Times y de la cadena Aljazeera, de la CNN y de Telesur, de la BBC y de Radio Cobremar. Unos 2.500 reporteros, camarógrafos, sonidistas, tramoyas, etc., de los más diversos países del mundo. ¿Qué los impulsó a estar ahí? Consultados por su motivación, dijeron mayoritariamente que “por la vida”. “Lo habitual es que cubramos muerte, sangre, violencia”, dijo una periodista palestina, “y este es un hecho de vida, un re-nacimiento”.
La metáfora de la Madre Tierra y su cordón umbilical, asociada al ducto por el que circularon cables con energía y “palomas” con alimentos, medicinas, cartas, etc., fue difundida urbi et orbe. También la metáfora del parto. El reiterado número 33, por analogía, se asocia a Cristo y a la Resurrección. También es significativo el nombre de “Fénix” dado a la cápsula del rescate, el ave mitológica que renace de sus cenizas cada 500 años (en mitos de diversas culturas). El siquiatra y sicólogo suizo Carl Gustav Jung, aplicando su método analítico “amplificador e histórico-simbólico”, diría que todo ello, y hasta el nombre de “Esperanza” dado al campamento, remite al arquetipo del renacimiento, a una crisis global del alma de la especie humana y a la inminencia de un cambio de era. Diría que la audiencia de 1.200 millones de personas que participó mediáticamente en el rescate de los mineros, se interesó, vibró y emocionó con la salida de los mineros porque está proyectando su propia necesidad de re-nacer. Es como si la especie humana necesitara inconsciente y colectivamente asomarse a una nueva oportunidad. Eso explicaría el interés mundial. “Y lo que renace es la clase obrera, el proletariado representado por los 33 mineros, no son los empresarios”, dice una amiga sindicalista.
Más allá de la contingencia, este acontecimiento nos habla de la necesidad inconsciente y colectiva que tiene la humanidad de un renacimiento, de una revolución que encarne los valores de solidaridad y vida que representan los 33 mineros
JUAN JORGE FAUNDES
RECUADRO
Esperanzalandia
El campamento Esperanza emerge en el desierto como un gran estudio cinematográfico. Centenares de tiendas de campaña. Montículos de rocas blancas e improvisadas rutas por las cuales circulan miles de personas.
Confundidos y extasiados, observamos las carpas roídas por el viento del desierto, atravesadas por cables diversos y habitadas por sofisticados monitores de edición, micrófonos y computadores. Un ruido lejano, pero constante, se hace presente. Decenas de generadores eléctricos ronronean, junto a bidones de plástico que alojan al preciado combustible que los alimenta.
¿Dónde estábamos? ¿Era este el sitio donde las familias de los mineros atrapados habían decidido esperarlos, hasta el momento de su milagroso rescate? Seguramente cuando recién estalló la noticia, efectivamente fue un campamento. Llegaron con trapos y petacas a instalarse como una eficaz forma de presionar al gobernante de turno para que emprendiera la quijotesca tarea de rescatar a los 33 hombres, medio muertos, de la mina. Pero a la hora del rescate, ya no era un campamento, sino una verdadera y concentrada Aldea Global de las Comunicaciones.
Los set de televisión están instalados en carromatos de las más diversas empresas de la comunicación mundial. NBC, BBC y CNN, colocaron en alto sus logotipos, disputándose el espacio con los canales locales. Pero también convivieron con Radio Cobremar, por citar una de las modestas estaciones radiales de los poblados aledaños que, con sillas playeras frente a las pantallas gigantes instaladas por el gobierno, transmiten minuto a minuto los detalles de la operación San Lorenzo, bautizada así en honor al santo de los mineros. Tratamos de encontrar un espacio vacío. La realidad nos relega a un montículo periférico, con vecinos de Telesur y la argentina Telefe.
Pese a que el gobierno regional les ha instalado tiendas de campaña en un espacio delimitado y resguardado contra el paso de los periodistas, familiares se colocan en sus antiguas carpas, con sillas dirigidas al exterior. Son cerca de 30 ó 40 entrevistas diarias las que protagonizan. Radios, periódicos, canales, portales web, twitcam de Japón, Perú, Bolivia, Inglaterra, Corea, Argentina, Colombia, Chile, Estados Unidos, Brasil, Francia, España o Alemania se disputan al que mejor exprese la emoción buscada: ansiedad, angustia, llanto, histeria.
Los políticos de turno, mientras tanto, se pasean esperando entrevistas que, excepcionalmente, para ellos escasean. Diputados y senadores de la zona, alcaldes y concejales, dan pasos calculados hacia las improvisadas estaciones de radio y televisión con su BlackBerry o IPad.
“Talento chileno”
Como salidos del nuevo fenómeno televisivo llamado “Talento Chileno”, excéntricos personajes también arriban a Esperanzalandia. Sin saber cómo, han esquivado el control policial o han convencido al carabinero de turno invocando la importancia vital de su presencia en los momentos finales del rescate. Están presentes dando el toque “teletonístico”. El payaso Oli increpa, megáfono en mano, a los ladrones de su maleta, repleta de pelucas de colores y pinturas. En la misma montaña, donde simbólicamente los familiares han posado 33 banderas, un maratonista uruguayo recorre el montículo con la inmensa bandera celeste de su país. De reojo observa cómo las cámaras fotográficas con lentes de gran alcance se disparan al unísono, para captar la esencia de este acto de solidaridad latinoamericana. Aparece el mismísimo Don Francisco, para saludar a una anciana en silla de ruedas que ha llegado vistiendo camiseta y pantalones amarillos, y quien en su espalda indica que ha recorrido cientos de kilómetros. En otro rincón, el Negro Piñera (sí, el hermano del presidente) canta a dúo la canción compuesta por ese artista callejero que, con botella de Escudo de litro en mano, ya había entonado unas treinta veces en el día.
Los pescadores de Caldera han instalado inmensos sartenes con aceite hirviendo para lanzar cientos de merluzas que reparten sin distingo a quienes pacientemente hacen una larga fila. Disputándose comensales, un emblemático vendedor de mote con huesillos de Copiapó reparte el brebaje nacional, mientras una conductora de la televisión japonesa intenta explicar qué diablos es el “mote”, luego de dilucidar con facilidad el concepto de “huesillo”.
El sol se esconde. El frío aparece como león enjaulado. Ocupa cada milímetro del aire respirado. Aparecen las chaquetas North Face, Columbia y Doite arropando a los héroes de la comunicación. Los tíos, primos, cuñados y padrinos de los mineros atrapados encienden fogones para hervir agua en teteras ennegrecidas y tomar el Té Club de la tarde. Se enfundan ponchos y chalecos sucios, impregnados de la arena del desierto, mientras observan cómo la aldea global comienza a apagarse.
Los últimos despachos para los noticieros de la noche sobreviven al éxodo masivo. Los más pudientes marchan a Bahía Inglesa. Los camarógrafos, sonidistas y carpinteros de las grandes cadenas televisivas caminan hacia su tienda de campaña, en donde el sagrado saco de dormir los salvará de morir entumidos
HUGO CRISTIAN FERNANDEZ
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 721, 29 de octubre, 2010)
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Punto Final
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