Edición 714 desde 2l 23 de julio al 5 de agosto de 2010
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Autor: Juan Jorge Faundes

“El drama de la pobreza exige un análisis de fondo,
en un debate basado en razones objetivas…”.
(“El Mercurio”, editorial de 14/07/2010)

La derecha sostiene, como un dogma, que si crece la producción, disminuye la pobreza. En economía, la “producción” corresponde al Producto Interno Bruto (PIB), cantidad que suma todos los bienes y servicios producidos en el país, generalmente durante un año. Si el PIB crece, dice la derecha, crecerán los empleos, crecerán las remuneraciones.  Nos preguntamos: ¿Históricamente ha sido así?
El PIB es como una torta, cuyos ingredientes son los salarios (remuneraciones procedentes del trabajo); las ganancias (beneficios, utilidades) de los empresarios; las rentas del capital, de la tierra e intereses financieros (lo que éstos pagan por arriendos, comisiones y créditos); las amortizaciones (o reposición de los medios de producción consumidos en el proceso productivo), y los impuestos a la producción y a las compraventas.  Pero las rebanadas de esta torta no crecen  o disminuyen en la misma proporción que la torta, cuando ésta crece o disminuye. Ello se mide por la participación en el PIB que calcula el INE.
Por ejemplo: entre 2003 y 2004, la torta creció 6 por ciento. Pero si observamos la participación en el PIB, las ganancias empresariales aumentaron 9,3 por ciento y las remuneraciones disminuyeron 5,2 por ciento.  No es verdad que si “el país” crece, todos crecen. En el caso citado, sólo aumentaron las ganancias patronales.
Entre 2007 y 2008 fue a la inversa: la torta creció un 3,7 por ciento,  pero las ganancias cayeron un 13,4 (impacto de la crisis global que se inició en agosto de 2007) y las remuneraciones crecieron un 10,9. No es que los salarios hayan aumentado en ese mismo porcentaje, sino fue su participación en el PIB, su proporción respecto de la torta. De hecho, el índice de remuneraciones subió sólo 2,8 por ciento. Al achicarse la torta, la rebanada salarial quedó proporcionalmente mayor que las ganancias.
Si retrocedemos a los tiempos de Allende, en 1971 y 1972 coincidieron una torta grande, altas remuneraciones (índice 122) y la más baja desocupación (tasa de 3,1 en 1972). Pero, cuando la dictadura de Pinochet dejó el país a la suerte del mercado (1975) la caída del crecimiento arrastró salarios y empleos. Respecto de 1972, el PIB cayó 17 por ciento, las remuneraciones cayeron 51% y la desocupación subió al 14,5 por ciento.  En 1981, el PIB se recuperó de su caída y superó en un 27 por ciento el volumen alcanzado en la UP, pero el índice de remuneraciones quedó 25 por ciento más bajo y la tasa de desocupación se situó en 11,2 por ciento. En 1982, el PIB volvió a caer; las remuneraciones se mantuvieron, pero la desocupación subió al 19,4 por ciento. En 1985, el PIB creció un 15,1 por ciento por sobre el de 1972, el índice de remuneraciones se fue al suelo (un 36 por ciento más bajo que en la UP), y  la desocupación quedó 24,2 por ciento más alta que durante Allende. Es decir, el crecimiento se apoyó como trampolín en una mayor explotación de los trabajadores. 
Podemos sostener entonces que cuando el PIB cae, arrastra salarios y empleos. Pero cuando crece, no disminuye la pobreza como por arte de magia. Se requiere de una voluntad política que active la acción reguladora del Estado.
Una ecuación estadística (regresión lineal) muestra que entre 1974 y 1989 el impacto del crecimiento en las remuneraciones fue sólo del seis por ciento, y de 32 por ciento en la tasa de desocupación. El crecimiento necesitó generar cesantía y canalizar sólo un mínimo de capital a los salarios. Sin embargo, de cada 100 pesos que ganaron los empresarios en aquella época, 76 provinieron del crecimiento. En la dictadura de la derecha, el crecimiento se fue al saco de las ganancias empresariales. ¿Por qué ahora, con Piñera, sería diferente?
La misma ecuación indica que en los gobiernos de la Concertación (1990-2009) el PIB aportó 98 por ciento a las remuneraciones y contribuyó en 96 por ciento a la disminución de la pobreza (e indigencia). Ello implica que hubo una voluntad política y acciones destinadas a combatirla, no en forma radical ni estructural, pero sí en mayor proporción que en los 17 años de la derecha. Del mismo modo, durante la Concertación se observa que hubo una correlación negativa entre el PIB, la plusvalía y la cuota de ganancia. Es decir, la torta creció, y con ella crecieron más las remuneraciones que la plusvalía y las ganancias patronales. Disminuyó la explotación. La Concertación no se apoyó para el crecimiento en el desempleo ni en la mayor explotación, como ocurrió durante el gobierno dictatorial de la derecha, hoy representada por Piñera.
No fue la revolución. Pero Pinochet entregó el país con un 38,6 por ciento de pobres e indigentes, y Bachelet lo devolvió con un 15,1. La Concertación redujo la pobreza en un 61 por ciento. ¡Ahora el gato volvió a quedar al cuidado de los ratones!

(Publicado en Punto Final, edición Nº 714, 23 de julio, 2010)
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