Edición 714 desde 2l 23 de julio al 5 de agosto de 2010
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Cubanos y
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Autor: Ricardo Candia Cares

No se discute lo bien que estaría recibir a disidentes cubanos que por estos días son puestos en libertad y viajan a España. Los esfuerzos del canciller para que algunos de ellos recalen en Chile, no han sido pocos. En esta cruzada, parlamentarios democratacristianos se han visto de lo más bien al lado de la derecha, y no ha faltado el socialista enchulado que aprovecha la oportunidad para disparar contra Cuba.
Por alguna razón extraña, la epidermis de los otrora cómplices y encubridores de atropellos contra los derechos humanos de centenares de miles de chilenos se ha vuelto hipersensible y, atacados por un furor humanista nunca antes visto, levantan la voz en defensa de los disidentes cubanos. Lo que podría ser adjudicable a la amnesia, que en la historia ha jugado un rol muy importante para superar traumas y pecados, en realidad no es sino la utilización de la oportunidad que ofrece la liberación de esos 52 cubanos condenados por tribunales de su país, sin que hayan sido torturados, ni hechos desaparecer en subterráneos clandestinos.
La decisión de pelear por convicciones personales, y en el intento ofrecer la vida, es un hecho respetable. Discutible será la causa si la motivación que hay detrás viene alentada por una potencia inhumana que ha hecho cuanto ha podido por derrocar lo que la mayoría del pueblo cubano ha construido. Y que no ha trepidado en invadir, bombardear y aterrorizar cuanto país se ha atrevido a desafiar sus lineamientos. Tienen derecho los disidentes cubanos a entregar su opinión, incluso a riesgo de su propia vida e integridad. A lo que no tienen derecho es a conspirar contra la mayoría de los cubanos que eligieron un sistema, que, con errores e insuficiencias, es mucho más humano que el capitalismo. Sobre todo si esa conspiración es financiada por el imperialismo norteamericano que de democrático no tiene un ápice.
El ataque de solidaridad y democracia de la actual administración -que ofrece sus brazos abiertos para recibir a los cubanos disidentes-, es esperable que no se limite sólo a los caribeños. Y que la preocupación por los derechos humanos y la ira que produce su irrespeto, no sólo les llegue a generar un escozor interesado por razones ideológicas, sino que sea de verdad y para todos los casos. La duda es razonable, si se considera que muchos de los personeros del gobierno de Sebastián Piñera difícilmente pueden lucir pergaminos no sólo democráticos, sino de respeto genuino por los derechos humanos. Diputados, senadores, alcaldes, ministros, subsecretarios que fueron cómplices, autores y encubridores de la dictadura más sangrienta que ha conocido nuestro país, circulan como Pedro por su casa.
Argumentarán que han sido investidos como autoridades mediante el ejercicio democrático de las elecciones, pero no dirán que en cuanto comiencen a perderlas, desempolvarán otros métodos menos civilizados. Como se ha visto tantas veces en la historia nacional y latinoamericana. Como se ve a diario en esa olvidada y no menos atormentada tierra mapuche. Mirando para el lado, las voces que se levantan para demonizar a Cuba y a otros países hermanos que buscan sus propios derroteros, omiten un detalle: en Chile, se violan los derechos humanos del pueblo mapuche todos los días.
Algunos de estos defensores de la vida y los derechos fundamentales en otras latitudes no han trepidado en asesinar a jóvenes mapuches por el hecho de luchar por sus tierras, por sus derechos y dignidad. Otros, han callado interesadamente sus bocas y cerrado sus ojos. Los defensores de los ayunantes del Grupo de los 75 nada dicen de la ocupación permanente de esos territorios por parte de la policía de gatillo fácil, que no ha tenido remilgos para balear y gasear a ancianos, mujeres y niños, arrasar sus casas y destruir sus pocas cosas.
Personas de poco rédito para la propaganda y el lucimiento, los mapuches han sido víctimas de montajes judiciales, persecuciones ilegales, detenciones arbitrarias, torturas y tratos crueles y degradantes. Han sido sometidos a leyes de vergüenza, sin que ningún paladín de los derechos humanos que abren sus brazos para recibir a los disidentes cubanos haya dicho esta boca es mía.
Hacen bien en postular a Chile, el asilo contra la opresión, para recibir a los cubanos que estaban presos. Se abre así una posibilidad para los mapuches que hoy están en huelga de hambre o presos a la espera de un juicio que no llega y que, como ha sido la tónica, finalmente, son puestos en libertad sin que nadie les ofrezca siquiera una disculpa.
Para ser honestos, y nadie duda que lo sean, esos cubanos que eventualmente llegarán a Chile, deben aprestarse a actuar en consecuencia y hacer honor a la solidaridad que los recibió. Deberían transformarse en activos defensores de los mapuches presos, en huelga de hambre y perseguidos.

(Publicado en Punto Final, edición Nº 714, 23 de julio, 2010)
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