Edición 696 - Desde el 16 al 29 de octubre de 2009
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Autor: PEDRO ARMENDARIZ

La decisión del gobierno -dada a conocer por la propia presidenta Bachelet- de optar por la tecnología japonesa a la hora de introducir en el país la televisión digital, acentuó el incipiente debate acerca de qué rumbo ha de tomar en Chile el uso de este poderoso medio de difusión masiva.
Si bien para los televidentes la digitalización supondrá un gasto relativo en aparatos diversos, sus potencialidades técnicas -al permitir la posibilidad de aumentar significativamente el número de canales-, hacen abrigar la esperanza de pasos concretos en aras del pluralismo, la diversidad y la calidad de la televisión abierta.
Desde que hace unos diez años se empezó a hablar en Chile de la importación de la tecnología digital para la televisión abierta, la Asociación Nacional de Canales de Televisión (Anatel), que reúne a los dueños y responsables de los actuales canales de televisión abierta, se ha referido al tema sólo en sus aspectos técnicos, particularmente respecto a la norma o sistema digital que el país adoptaría y la calidad superior de la imagen y el sonido que llegará a cada televisor adecuado al sistema.
Como era de esperar, Anatel ha escamoteado el debate sobre aspectos de fondo, entre ellos la crítica a lo existente y la propuesta de alternativas al papel de la televisión, su subordinación financiera a la publicidad, la falta de pluralidad y diversidad de canales emisores, y la mala calidad del contenido de la programación.
El actual marco jurídico no permite acceder al beneficio de más de una concesión televisiva en una zona geográfica del país. Para que los actuales canales de televisión puedan transitar a lo digital y hacer uso de las nuevas señales que esperan recibir en concesión, sería preciso reformar las leyes 18.838 y 19.132, que regulan a la televisión en general y a la televisión pública, en manos de Televisión Nacional de Chile. Para responder a esta necesidad de reforma legal, el gobierno presentó un proyecto de ley a fines del año pasado, que se encuentra en la Cámara de Diputados.
Frente a los cambios que se avecinan, los canales comerciales, incluyendo el canal público estatal, quieren seguir gozando de lo que obscenamente llaman la “torta publicitaria”, limitando las posibilidades de la digitalización a ser sólo una herramienta al servicio de nuevos y lucrativos negocios. De tal forma, al abrir la televisión digital la posibilidad técnica de aumentar el número de canales, los detentadores del poder en la “industria de la televisión” aspiran a la adjudicación del sesenta por ciento del nuevo espectro radioeléctrico digital televisivo abierto. Los canales establecidos esperan que tal beneficio se les conceda sin más, sólo pasando por la ventanilla de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), sin hacer mención al contenido con que alimentarán a esa enorme capacidad medial. Su intento se encuentra expresado y defendido en el proyecto de reforma a la ley de televisión actualmente en trámite.
Esta aspiración de los canales de televisión abierta es cuestionada desde varios frentes, entre ellos el Consejo Nacional de Televisión, universidades, catedráticos e investigadores, productoras y realizadores de televisión, canales regionales, locales y comunitarios de televisión, y personas e instituciones que esperan ingresar en el mundo de las empresas o de las iniciativas sin fines de lucro vinculadas a la emisión televisiva. A pesar de la amplitud de este cuestionamiento, poco llega a la opinión pública, que se mantiene desinformada sobre los temas importantes que tienen que ver con la televisión. No se perciben intentos claros y efectivos por romper el cerco informativo para ampliar, profundizar y difundir el debate. La discusión en el Parlamento de la nueva ley de televisión constituye una oportunidad única para elevar las voces y animar un debate fructífero.

Papel de la televisión

Francisco Gedda, profesor de la Universidad de Chile, productor de televisión y director de la valiosa serie documental Al Sur del Mundo y del programa Frutos del País, sostiene que “en Chile y numerosos países del mundo, la televisión comercial generalista se ha convertido esencialmente en un instrumento de negocios y poder político. No representa ni construye identidades. Más bien, por su estructura intrínseca comercial, sirve a modelos de desarrollo que intentan en forma sistemática sobrepasar y destruir las identidades locales, para convertir al espectador en sujeto homogéneo de un consumo también homogéneo. La diversidad de identidades, cuando se mantiene, es por resistencia cultural ante los grandes medios, y se expresa en redes de comunicación periféricas, marginales y generalmente precarias.
Hoy, supuestamente, los usuarios piden a los pocos canales de la televisión comercial generalista y homogénea del país que satisfagan sus necesidades culturales y de información. Ante este supuesto, hay que plantear a cambio la necesidad de la existencia de múltiples actores o canales de emisión televisiva representativa, que generen y programen sus contenidos recogiendo y representando la identidad plural de las comunidades nacionales, acercándonos así a la ecuación Comunicación = Democracia = Convivencia”.
Jorge Navarrete, presidente del Consejo Nacional de Televisión y ex director de Televisión Nacional de Chile durante dos períodos, señala que “en una sociedad muy desorganizada y desmovilizada como la chilena, la televisión en definitiva juega o pretende jugar el papel que tradicionalmente desempeñaba la plaza pública, y lo hace mal. La importancia de la televisión para la cultura e identidad de comunidades concretas del país está determinada por cómo el resto de la sociedad las ve, y eso a su vez se refleja en su propia percepción. No es indiferente que en la televisión haya grupos que tienen una sobrerrepresentación y otros que prácticamente no existen. No sólo en el tema político. Aparece banal una televisión con gente linda en pantalla cuando hay grupos sociales importantes, minorías significativas, que por no estar en televisión se ven afectadas, al contribuir ello a su invisibilidad social”. Jorge Navarrete agrega que en la actual coyuntura de la televisión chilena, “el tema real es qué se quiere hacer con ella, y quién tiene poder para decir qué se hace”.
Luis Lillo, representante del comunitario Canal 3 de La Victoria, que lleva más de diez años en el aire, dice que “no necesitamos más canales de televisión en el país si van a mostrar lo mismo que ahora, pero multiplicado por diez. No se justifica comprar aparatos de alta definición de imagen y sonido si no hay un cambio de contenidos. Nosotros apuntamos a la diversidad de contenidos”.
Hay en Chile veinticinco canales comunitarios de televisión abierta, ninguno con reconocimiento legal. En el proyecto de reforma de la ley 18.838 por primera vez se los considera en un texto jurídico, junto a las televisoras regionales y locales. Dada la importancia de la ley en trámite, Luis Lillo reclama la realización de un (…)

 

(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 696 de Punto Final, 16 de octubre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)