Edición 696 - Desde el 16 al 29 de octubre de 2009
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La crisis permanente

El 6 de octubre los mercados financieros del mundo coronaron el estado de euforia colectiva de los últimos dos a tres meses. El alza en las tasas de interés, desde un 3 a 4 por ciento anual, decretada por el Banco Central de Australia, fue interpretada como el más reciente y evidente indicio del fin de la recesión. Una señal que se sumaba a otras diversas, como una menor caída en el consumo, en las ventas, en la producción. La economía mundial -dicen desde Wall Street a Santiago- habría tocado fondo.
Pero la economía australiana ha sido un caso muy particular: fue el único país del G-20 y del mundo que creció durante la primera mitad de este año. Y prácticamente no sintió la recesión. Sólo se contrajo levemente durante el último trimestre del año pasado.
Las preguntas, por cierto, surgen al observar el fenómeno australiano. Una de las respuestas ha sido el voluminoso plan de estímulo público a la economía: han sido más de 35 mil millones de dólares en ayudas directas, en dinero en efectivo, a los pensionados y a proyectos de vivienda para familias de ingresos medios y bajos. Esta es una respuesta en la más estricta línea keynesiana. La otra, según informó la BBC, ha sido la fortaleza de su sector minero, favorecido por la fuerte demanda de materias primas desde China.
La misma euforia la podemos observar a este lado del Pacífico. Pero sin los mismos argumentos, sino sobre la base de especulaciones y creencias. Una serie de estadísticas han sido interpretadas como la luz al final del túnel, tales como el aumento en septiembre de las ventas de vivienda, de artículos de supermercados en agosto, el estancamiento en la tasa de desempleo en agosto o una menor caída del PIB en la última medición de julio. Y está la celebración bursátil, con una hinchazón sostenida en el precio de las acciones de las grandes corporaciones.

Chile, otra vez
el “modelito regional”

El gobierno, el sector privado y todo el establishment político-empresarial-mediático han armado una campaña para ocultar la crisis bajo el discurso cándido de “Chile, modelo regional”, avalado en reiteradas ocasiones a través de elogios desmedidos e interesados por el gobierno de Barack Obama. Chile, se dijo, ha sido un ejemplo en la forma de enfrentar la crisis mundial. Tras este discurso de características arbitrarias y sesgadas que ha impedido la divulgación de la crítica, coartada del mismo modo que las expresiones y movilizaciones de trabajadores, hoy se anuncia el fin de la crisis. Todo estaría superado. Fue un mal sueño neoliberal.
Pero todo ello puede ser una mirada relativa, reduccionista. Una mirada deseosa e interesada. Porque las ventas de los supermercados han caído en lo que va del año en un 2,5 por ciento y la construcción, más de un 7 por ciento. La tasa de desempleo nacional de agosto se mantuvo en 10,8 por ciento -casi 800 mil cesantes, que en rigor supera con creces el millón de personas-, y el índice mensual de la economía de aquel mes sigue retrocediendo. Cae menos, pero se contrae y según las proyecciones del gobierno, la economía caerá 1,6 por ciento en el año, pero crecerá un 5 por ciento en 2010.
Sobre estas endebles bases se apoya la euforia. Porque la caída de la economía chilena ha sido una de las más pronunciadas de Latinoamérica, verdad jamás reconocida por el gobierno y menos por el ministro Velasco, elevado por los medios a la categoría de prócer. Al observar las proyecciones de crecimiento de las economías latinoamericanas elaboradas por la Cepal, vemos que Chile ocupa un lugar muy desmejorado en su región.
México es el país que ha sufrido y seguirá sufriendo con una intensidad casi sin precedentes los efectos de la crisis estadounidense. Al ser el vagón de cola de ese malogrado proyecto neoliberal llamado Nafta o Tlcan, que le llevó a depender casi en su totalidad de la economía de su vecino del norte, el PIB mexicano caerá este año un 7 por ciento. Si descartamos algunas de las pequeñas economías centroamericanas, la mayoría de ellas muy dependientes del imperio, el siguiente país en esta lista de los más golpeados por la crisis es Paraguay, con una contracción del 3 por ciento, y luego Chile, cuyo PIB caerá este año, ha dicho el gobierno, 1,6 por ciento. En comparación, podemos ver que Brasil caerá 0,8 por ciento, pero Argentina crecerá 1,5 puntos; Perú, dos por ciento; Colombia, 0,8; Venezuela, 0,3; Ecuador y Cuba, uno por ciento. El país que tendrá el mejor desempeño económico este año será Bolivia, cuyo PIB aumentará, según la Cepal, 2,5 por ciento.
Otra variable clave es el desempleo, que en Chile se ha estancado en 10,8 por ciento y ha dado pie a todo tipo de interpretaciones alegres. Pero como pasa con la distorsión del crecimiento del PIB, aquí también se aplica el mismo y mentiroso discurso. ¡No estamos mejor que el resto de la región! Las proyecciones de la Cepal son claras: la tasa de desempleo en Latinoamérica llegó a 8,5 por ciento en el segundo trimestre del año en curso, la que es sensiblemente menor a la que registra Chile. Si comparamos por países, vemos que sólo Colombia, con un 12,8 por ciento, supera a Chile en desempleo. El resto tiene menores índices. Por citar algunos, vemos que Argentina tiene 8,7; Brasil, 8,2; Ecuador, 8,7; México, 7,2; Perú, 8,4 y Venezuela, 7,7 por ciento. ¡Y en Chile se celebra!

Reactivación:
más dudas que certezas

Hay quienes sí observan las estadísticas y no se creen el fin de esta malograda historia. El economista Manuel Riesco, que ha seguido día a día el devenir de la crisis, hace una observación sobre el aumento de los precios bursátiles, los que en Chile, durante el año en curso, han subido en promedio más de 40 por ciento, pero al analizar la evolución de las Bolsas desde el año 2000 a la fecha, éstas nunca han recuperado los precios de inicios de la década. Riesco levanta sus dudas sobre todas estas señales de recuperación: “El mes terminó con mayores señales de recuperación económica. La recesión era ya la más prolongada, profunda y global de postguerra y en algún momento tenía que tocar fondo. Existen muchas dudas, sin embargo, respecto de la fuerza y durabilidad de la recuperación en curso”. Porque el período actual podría ser un remanso derivado de las ingentes cantidades de dólares y euros inyectados por los gobiernos a sus sectores financieros, posibilidad de la que no se cansan de advertir los organismos económicos internacionales. Tras el daño realizado, ¿sobre qué bases podría rearmarse el capitalismo globalizado? La crisis financiera mutó en una crisis sistémica, cuya solución pasa por una profunda transformación. La maquinaria de producción y consumo no puede volver a apoyarse en sus corroídas bases.
El problema está en el corazón económico del mundo, en el centro del imperio. Allí también se habla de recuperación, pero no de su extrema debilidad, la que se expresa en el frágil consumo, el limitado acceso al crédito, que sigue cayendo, el estancamiento de los salarios. Y el enorme desempleo: en septiembre la tasa nacional de cesantía en Estados Unidos se mantuvo en 9,8 por ciento, la más alta en 26 años y mayor que la del mes precedente. Según la mayoría de los analistas, el desempleo seguirá en aumento.
Y están las insolvencias bancarias. La cifra de bancos quebrados en Estados Unidos tras la crisis financiera suma y sigue. Durante la primera semana de septiembre cerraron tres nuevos bancos, sumando la lista un total de 98. Días más tarde, durante la reunión del FMI y el Banco Mundial en Estambul, Turquía, el inversionista y especulador mundial George Soros dijo que “Estados Unidos avanzará muy lentamente en la recuperación, porque tiene un largo camino por recorrer”. Uno de sus problemas son las compañías financieras “básicamente quebradas” y los consumidores altamente endeudados. Un obstáculo mayor en un país cuya economía se basa en el consumo de masas.
Un Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, tampoco confía en este aparente proceso de reactivación. Hay muchas señales que juegan en contra, como el disminuido consumo, el alto desempleo -es probable que supere en el corto plazo el 10 por ciento- y las gigantescas deudas de las familias. Para Stiglitz las causas que llevaron a la crisis están presentes.
Es lo que ha anotado el sociólogo filipino y activista antiglobalización Walden Bello. Tras la crisis no se ha aprobado ninguna medida regulatoria que impida a las compañías de Wall Street hacer todo tipo de juegos especulativos y caer, en el futuro, en un colapso similar. “Al contrario: se han inventado nuevos instrumentos especulativos, como los derivados, que permitirían a los inversores hacer dinero con la venta de planes de seguros de vida contratados por personas mayores que no pueden ya seguir pagándolos”.
El director del FMI, el francés Dominique Strauss-Kahn, fue cauto en su optimismo durante la reunión en Estambul. Habló sobre una próxima salida de la crisis, pero advirtió a los gobiernos que deben mantener las medidas de rescate financiero. De lo contrario, el riesgo de una recaída está a la vuelta de la esquina, posibilidad también expresada un par de semanas antes en la reunión del G-20 en Pittsburg, Estados Unidos. En la declaración final, llama la atención la advertencia: “El proceso de recuperación y reparación no ha concluido. En muchos países el desempleo es muy alto para ser aceptable. No existen aún condiciones para que se recupere la demanda privada... Sostendremos nuestra vigorosa respuesta de política hasta asegurar una recuperación duradera y asegurar también que, junto con el crecimiento, retornen los empleos. No descansaremos hasta que la economía mundial sea saludable por completo y las familias en todas partes puedan encontrar trabajos idóneos. Evitaremos el retiro prematuro de los estímulos…”.
El riesgo, ya advertido por las instituciones multilaterales es, precisamente, el retiro de las ayudas y subsidios, que son hoy la causa de la muy incipiente reactivación. Este es un riesgo real, que aumenta a medida que aparecen nuevas estadísticas alegres. Este nuevo ánimo ha sido el que impidió que se aprobaran las nuevas regulaciones a los mercados financieros, lo que ha dejado a los tiburones de Wall Street en las mismas condiciones pre-crisis. Las prácticas especulativas podrían volver a ser en el breve plazo el alimento del capitalismo.
¿Cómo solventará estas millonarias medidas la ya sobreendeudada economía estadounidense? ¿Cómo se reactivarán el consumo, la producción, las ventas? ¿A quién le venderá China sus manufacturas? ¿Cómo se resolverá el alto desempleo?
O preguntas más cercanas. ¿Seguirá China comprando cobre chileno a raudales? ¿Dónde se crearán los cientos de miles de empleos que faltan? ¿Qué pasará con los bajos salarios? ¿Por dónde crecerá la economía chilena a altas tasas? ¿Será posible terminar con el proceso de concentración de la riqueza y la desigualdad? Porque es bueno recordar: tras la crisis asiática la economía chilena nunca más creció a tasas sobre el 7 por ciento, el alto desempleo ha durado ya casi una década y la concentración de la riqueza e índices de desigualdad han marcado registros históricos en los últimos años.
Aun así están eufóricos ante el “fin” de la crisis. Pero en los hechos, llevamos más de diez años de recesión y treinta y tantos de plena crisis.
PAUL WALDER

(Publicado en Punto Final, edición Nº 696, 16 de octubre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)