Chile para ricos
La desigualdad
no retrocede
OSVALDO Sunkel (izq.) y Ricardo Infante, economistas de CEPAL.
Un seminario-taller de la Fundación Chile 21, donde un grupo de economistas analizó durante dos años la política económica, fue el marco en el cual los investigadores Ricardo Infante y Osvaldo Sunkel llegaron a concluir que la actual estructura productiva es un factor determinante de la desigualdad en los ingresos y en la calidad de vida de los chilenos. Para revertir este proceso, que va unido a una creciente percepción de exclusión social, sugieren transformaciones estructurales en la economía chilena.
Estas ideas las desarrollan en un artículo titulado “Chile: hacia un desarrollo inclusivo”, que se publicó en Revista de la Cepal Nº 97, de abril de 2009 (ver PF 688). Allí muestran que a pesar que en las últimas dos décadas ha habido un crecimiento económico que permitió duplicar el ingreso per cápita y reducir la pobreza “dura” o absoluta, la desigualdad se mantiene inalterable y se acentúan problemas sociales como la desocupación, la precariedad laboral y la “pobreza relativa”, que afecta a la cuarta parte de la población. Ni el crecimiento económico, ni las políticas sociales con las cuales se busca compensar los desniveles socioeconómicos son suficientes para cambiar ese cuadro. “Hay que crear una estrategia de desarrollo diferente”, dicen ambos economistas independientes. A partir de este análisis proponen lineamientos generales de una “estrategia de desarrollo de largo plazo que conduzca a un desarrollo inclusivo, con equidad creciente”. Pero su trabajo no se agota allí. Ese artículo es parte de un libro en preparación que esperan publicar antes de fin de año con el propósito de contribuir a abrir un debate sobre estos temas.
Osvaldo Sunkel tiene larga trayectoria como profesor titular de la Universidad de Chile e investigador de la Cepal en varios países latinoamericanos. Ha escrito libros y numerosos artículos, y actualmente preside el consejo editorial de la Revista de la Cepal.
Ricardo Infante es economista de la Universidad de Chile con estudios de postgrado en Cambridge. También es profesor universitario y durante 25 años fue funcionario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), llegando a dirigir esa institución en el Cono Sur
¿Se ha cumplido la promesa de los gobiernos concertacionistas de “crecimiento con equidad”?
Osvaldo Sunkel: “La observación que dio origen al seminario-taller de Chile 21 fue que la política de desarrollo con equidad iniciada por la Concertación se había cumplido en forma notable respecto de los objetivos de crecimiento económico -en veinte años se duplicó el ingreso per cápita- y reducción de la pobreza. ¿Cómo una política tan exitosa en esos aspectos no logró reducir la desigualdad? Esa fue la pregunta que nos hicimos. Y nosotros sugerimos que se debía a la heterogeneidad de la estructura productiva. La economía chilena es como un tren con coches de primera, de segunda y de tercera. La locomotora y los coches de primera impulsan con fuerza el crecimiento económico. Son los sectores exportador, financiero y del retail -vinculados al comercio exterior-, que han crecido a tasas muy altas. Pero el resto de los coches -las empresas medianas y pequeñas- se quedan atrás, porque hay desconexión.
En los países desarrollados existen mallas productivas muy tupidas que interrelacionan a los sectores grandes, medianos y pequeños mediante la compra y venta de insumos que se requieren para generar productos -como el acero, por ejemplo-, que a la vez son insumos para producir otra serie de cosas. En los países en desarrollo de América Latina esta tupida malla productiva sólo existe entre las grandes empresas, es casi inexistente entre las empresas medianas y pequeñas. Es decir, las empresas medianas y pequeñas no están articuladas con el resto del sistema productivo. Esta ausencia de integración productiva es un problema estructural”.
Ricardo Infante: “Las empresas grandes, con altos niveles tecnológico y educativo, con gran capacidad de innovación y alta productividad, contratan sólo al 25% de los trabajadores y producen el 80% de la inversión, de las exportaciones, del consumo, de todo. Aquí prácticamente no participan las empresas medianas y pequeñas, que son las que generan empleo para el 75% de los trabajadores. Un empleo de baja calidad, porque no tienen productividad ni articulación con el núcleo altamente productivo. Alrededor del 40% -casi la mitad de los trabajadores- se distribuye en empresas pequeñas, microempresas y actividades por cuenta propia, con muy bajas remuneraciones.
Cuando se pensó en el desarrollo con equidad se supuso que el sector alto iba a arrastrar a los sectores medio y medio-bajo, en un círculo virtuoso que no se produjo. De ahí viene la desigualdad. Es una desigualdad que las políticas sociales pueden corregir sólo en cierta medida, sin lograr llegar a la equidad. Lo único que puede lograrlo es una participación inclusiva de los trabajadores. A partir de eso nace la concepción de ‘desarrollo inclusivo’”.
La inequidad que no cede
Ustedes utilizan los conceptos “pobreza absoluta” y “pobreza relativa”. ¿Cómo los definen y cómo se representan en nuestra realidad?
Ricardo Infante: “En Chile la pobreza se determina de acuerdo con una ‘línea de pobreza’ y se caracteriza mediante la ficha CAS. Ese es el grupo objeto de políticas sociales: la pobreza absoluta, donde se ubican las familias con ingresos mensuales menores a 200 mil pesos. Dentro de ese grupo están los indigentes, que ganan menos de 100 mil pesos al mes.
La pobreza relativa, en cambio, es un concepto utilizado en la Unión Europea. En Chile abarca a 25,6% de la población (alrededor de 4,3 millones de personas) y corresponde a quienes tienen ingresos bajo los 350 mil pesos mensuales”.
Osvaldo Sunkel: “El grupo de altos ingresos, obtenidos del sector económico de alta productividad, representa entre el 10 y el 20% de la población. Después vienen la clase media y la clase media baja. Esta última constituye la pobreza relativa, cuyos ingresos provienen fundamentalmente del trabajo en empresas medianas y pequeñas con baja productividad, o del trabajo independiente (por cuenta propia). La pobreza absoluta y la indigencia obtiene parte de sus ingresos de trabajos con muy baja productividad (jardineros, cuidadores de autos) y el resto -casi 50%- proviene de la redistribución que hace el Estado. Todo esto, desde el punto de vista de dónde salen sus ingresos.
Lo que nosotros planteamos es que no basta con el crecimiento. Podrá aumentar mucho el crecimiento, pero estos sectores de la población seguirán amarrados a sectores económicos de escasa productividad. La red de protección social corrige fuertemente los bajos ingresos, pero no tiene futuro. Para que estos sectores empiecen a levantarse se requieren políticas que los hagan productivos”.
La nueva estrategia que proponen ¿es un cambio del modelo económico neoliberal, o una corrección de éste?
Ricardo Infante: “Los principios básicos son el Estado, el mercado y la sociedad. Habría que ver hasta qué punto interviene cada uno de ellos en el nuevo esquema. Lo que define al modelo neoliberal es la gran presencia del mercado. Por el tipo de medidas que estamos proponiendo, pensamos que el mercado tiene que existir con mayores regulaciones, con un Estado bastante más fuerte y con participación de la sociedad a través del diálogo social”.
Entonces, ¿es una corrección del modelo?
Ricardo Infante: “Sí, una corrección bastante fuerte, porque si se deja funcionar al mercado resulta la estructura que tenemos hoy. Sin duda que el mercado es enormemente útil para asignar recursos, pero postulamos un Estado con mayor presencia, que intervenga más y empiece a retomar otras funciones, junto a una sociedad que participa”.
Osvaldo Sunkel: “Se habla mucho de modelo económico, pero yo creo que es un concepto difuso y vago. Estamos en una época en que lo que hay en el mundo son básicamente economías mixtas, donde existe sector privado, Estado y mercado, el cual tiene la importante función de asignar recursos. En algunos países hay más intervención del Estado, en otros menos. Esa es la naturaleza de los sistemas contemporáneos, y nos parece bien. Pero es indudable que lo que hemos detectado exige una mano externa que intervenga sobre el mercado, porque lo que éste hace es reproducir la distribución del ingreso. Si hay gente que tiene mucha plata y otra muy poca, el sistema productivo se orienta a abastecer a los que demandan más fuertemente. El Estado tiene que hacer una corrección fundamental del sistema productivo, lo que requiere capacidad para definir objetivos de futuro, diseñar estrategias y planificar actividades, pensando cómo queremos al país en veinte años más.
Hay que recuperar esa capacidad que se desechó durante veinte o treinta años. Eso significa intervenir en educación, capacitación, infraestructura, organización, asociación, desarrollo de capacidades científico-tecnológicas y de innovación, no sólo para los sectores de punta sino también para los más atrasados. Se trata de diseñar un gran plan de desarrollo para levantar la productividad de los sectores atrasados con una dimensión territorial. Por ejemplo, ¿cómo hacer para que lo que usa y produce la actividad minera del norte se reparta también en actividades que se desarrollan en el resto del país? Que no se importe cada neumático que se necesita, sino que se produzca en Chile, y ojalá en la región. En todo el país debería haber capacidad para incentivar la producción, la modernización e innovación tecnológica”.
Inversión millonaria
¿A través de qué mecanismos se incluiría a los sectores medianos y pequeños en el nuevo tipo de desarrollo?
Osvaldo Sunkel: “Con apoyo tecnológico, educacional, en capacitación, con acceso a créditos y al mercado, con obras de infraestructura, como carreteras y puertos”.
¿Habría que aplicar más impuestos a los sectores de mayores ingresos?
Ricardo Infante: “Algo así, a menos que tengamos una situación tan espectacular como la producida recientemente con el alza de precios de los productos primarios. Una gran transformación para implantar un nuevo tipo de desarrollo requiere muchos recursos. En Alemania costó un producto geográfico bruto. Si lo trasladamos al caso de Chile, serían cerca de 200 mil millones de dólares invertidos en un programa de esta envergadura por un lapso aproximado de 20 años. Hay que destinar grandes recursos para mejorar la condición de los sectores medios y bajos. Tiene que concurrir un conjunto de cosas para que un mediano o pequeño empresario esté en posición competitiva a nivel productivo”.
¿Qué cambios institucionales habría que hacer?
Osvaldo Sunkel: “Queremos abrir un debate. La derecha y Piñera plantean que hay que crecer más y más, porque eso generará más empleo y un ‘chorreo’. Nosotros argumentamos que eso no se produce por esta falla estructural que tiene la economía. Hay una segunda posición, más de Izquierda, que reclama un aumento de la protección social. Pero eso, por sí solo, tampoco tiene destino. Se requieren innumerables cambios institucionales en educación, capacitación, créditos, acceso a capacidades científicas y tecnológicas. ¿Qué se hace primero y qué después? Depende del país. Entre el Estado, la sociedad civil y el mercado -o sea, gobierno, ciudadanía y empresas- tendrán que diseñar algún tipo de institución que permita pensar a 10, 15 y 20 años, y tomar decisiones que impliquen esos plazos. Decisiones que tendrían que ser políticas de Estado que vayan más allá de los períodos presidenciales. Eso hace mucha falta”.
Ricardo Infante: “Nosotros sugerimos por lo menos tres niveles de cambios institucionales. Uno de ellos se refiere a la vigencia de la competencia en los mercados. Una segunda área de cambio institucional es la parte laboral, principalmente las relaciones de trabajo en las empresas grandes, medianas y pequeñas. El tercer nivel es el diálogo social, que creemos debe llegar al terreno comunal, al lugar donde se invierte y se toman decisiones. En este caso los actores deben ser el gobierno comunal, los empresarios y los trabajadores de la comuna”.
¿Reconocen algunos aspectos de este enfoque en los programas de los candidatos presidenciales?
Osvaldo Sunkel: “Desgraciadamente nos parece que hay muy poca percepción. En todos los programas presidenciales hay un saludo a la bandera en el sentido de apoyar a la mediana y pequeña empresa… Pero equivale a decir que ‘hay que apoyar a Arica y Magallanes’, porque están en los extremos del país. Nosotros estamos tratando de lograr que se entienda que esta es una cuestión central, que lo afecta todo y nos seguirá afectando por mucho tiempo. Y que hay que dar un giro en la manera de pensar”
PATRICIA BRAVO
(Publicado en Punto Final, edición Nº 689, del 10 al 23 de julio, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)
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