La Torre de Papel
Encuestas y campañas políticas
Hay una relación directa entre la campaña política y los medios de comunicación. Una relación tan inseparable, que la difumina y esconde. Incrustada en silencio en los medios, la campaña está siempre presente. El centro de encuestas de La Tercera, El Mercurio-Opina o el tándem La Segunda-Universidad del Desarrollo sólo confirman esta simbiosis. Primero el sondeo a fuego lento, y más tarde el amasado. El período que precede a la elección es sólo la coreografía de un plan elaborado y ensayado. En eso estamos.
Tenemos un amasado que tomará velocidad con las encuestas. Los sondeos, que son muestras o fotografías, son también mensajes que actúan como en toda publicidad orientando actitudes, modelando comportamientos. Los medios, y los poderes tras ellos, así como en cualquier estrategia publicitaria buscan colocar, posicionar el producto, darlo a conocer, comunicar sus atributos, como lo sugiere el lenguaje del marketing.
La encuesta es hoy la herramienta para esa etapa de exhibición de cualidades. El consumidor, el potencial elector, se suma al ganador. Los tecnócratas publicitarios y burócratas políticos lo tienen comprobado. Como sucede con los detergentes, los celulares o los automóviles, el consumidor-elector tiene tendencia a comprar lo exitoso. Se trata de un proceso nunca estático, alimentado por la encuesta y por la información. Tanto los errores como los aciertos de los candidatos serán amplificados por las encuestas. Lo mismo ocurre con la agenda política, que se construye a partir de la información de los medios y sus efectos en los consumidores. Se trata de temas aparentemente abstractos, que también circulan como productos. A la pregunta, “qué es lo más preocupante”, o “cuál es el mayor problema que sufre Chile”, el entrevistado reacciona frente a información elaborada y amplificada por los medios y, por cierto, por la televisión. Así surgen respuestas que se convierten en “los grandes temas que le preocupan a la gente”. Palabras que se mutan en realidades, en miedos, en deseos. Palabras, afirmaciones, negaciones, por cierto mentirosas.
Los sondeos de opinión, levantados como una herramienta objetiva y “científica”, son simples cuestionarios, meras preguntas realizadas a veces con intencionalidad. Diferentes enunciados y elementos como la entonación del encuestador, pueden guiar las respuestas. Son numerosos los sondeos y también sus resultados. Hay predicciones, proyecciones, hay tendencias. Pero ha habido y hay tremendos fiascos: las encuestas pueden reforzar tendencias, influir en la opinión, pero difícilmente pueden crear una realidad política. Un poderoso movimiento social de base no se verá alterado por meras encuestas.
Pero en Chile es otra cosa. Los resultados de las encuestas tienen especial efecto en un electorado apático, desinformado y desmovilizado. Políticamente ignorante. Por tanto, la maquinaria publicitaria-política funciona en la fase de creación de escenarios y sus reforzamientos. En las últimas semanas hemos leído tres encuestas con resultados aparentemente diversos. En una, Eduardo Frei y Sebastián Piñera empatan y el diputado Marco Enríquez-Ominami alcanza el tercer lugar con un 14 por ciento. Otra encuesta da como ganador a Piñera, secundado por Frei. Y más abajo también aparece Enríquez-Ominami, con 14 puntos. La tercera encuesta también le otorga el liderazgo a Piñera, pero Enríquez-Ominami suma apenas uno por ciento. Hay diversidad y hasta disparidad en los resultados. Pero es sólo apariencia. En todas hay un solo ganador, que es el derechista Sebastián Piñera. Esta información, que se consume como si fuera la realidad, construirá la agenda política futura. Un ganador y el joven diputado que irrumpe con fuerza inusitada en la carrera presidencial generando un ruido enloquecedor en los oídos de los operadores de Eduardo Frei. Si hace un par de meses nadie apostaba por el diputado Enríquez-Ominami, a partir de ahora es un factor que circula por todos los medios, que se reproduce y amplifica.
La comunicación humana es un proceso artificial, que requiere de un lenguaje, de una invención humana. ¿Por qué, entonces, hablamos de realidad cuando invocamos a la información que nos entregan los medios de comunicación? Si el lenguaje humano es un proceso artificial, la comunicación de masas es un proceso industrial, que elabora un producto de consumo masivo. Falsa base que nos modela una falsa conciencia política. Sobre esta espuria base la campaña electoral, en un país apático e inmóvil, parte con ventaja para los dueños de los medios y sus intereses afines.
Paul Walder
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