Cuatro cartas
para abril
AUTOR: MANUEL SALAZAR SALVO
EDUARDO Frei Ruiz-Tagle partió en punta proclamado por la DC
Existen actividades donde el tiempo es una variable temible. En las pruebas olímpicas de mediano y largo aliento, por ejemplo, el ritmo de la carrera y el instante preciso de la arremetida final, marcan la diferencia entre la victoria y la derrota. Lo mismo ocurre en las pistas de la hípica o en la cocina de un chef que se esfuerza en afinar los momentos exactos de cocción de los alimentos. En breve lapso, todo puede cambiar.
Algo similar ocurre en la política. Hillary Clinton era la carta demócrata segura para la Casa Blanca, hasta que Barack Obama irrumpió para igualarla, primero, y desplazarla luego en la carrera final. En Chile, el año 2005 Joaquín Lavín vivió una experiencia parecida a la de Clinton, cuando Sebastián Piñera lo postergó en el último tramo de la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
Derrotado en aquella oportunidad por Michelle Bachelet, Piñera decidió emprender, a comienzos de 2007, una temprana marcha hacia La Moneda, en una especie de escape que lo ha mantenido en solitario al frente de las encuestas de popularidad política. Pese a correr solo, en los últimos veinte meses nunca el empresario derechista ha podido acercarse a los 50 puntos que requiere para llegar en primer lugar a la meta, en diciembre de 2009.
Su estrategia para mantenerse en la retina pública se ha sostenido hasta ahora en algunas iniciativas concretas de gran impacto mediático, como haber adquirido cerca del 12% de la propiedad del club de fútbol Colo Colo; promesas de construir dos nuevos estadios deportivos multiuso; aportes para reflotar el submarino Flach, hundido en 1866 en la bahía de Valparaíso; compra y promoción del parque ecológico Tantauco, en Chiloé; un compromiso, aún no cumplido, de inyectar fondos a una fundación educacional para demostrar eficiencia en su gestión; insistencia en su proyecto de hacer navegable el río Mapocho y, futuras contribuciones para rescatar galeones españoles hundidos en las costas chilenas entre los siglos XVII y XIX, entre otras.
En términos políticos, Piñera ha oscilado entre una doctrina de nuevo trato hacia el gobierno y la teoría del desalojo, elaborada por Andrés Allamand. En los últimos meses sumó la consigna del “cambio”, que también empleó Lavín y que hizo célebre la campaña de Obama. Tanto es el entusiasmo del candidato de Renovación Nacional por este eslogan, que recién propuso ampliar la Alianza por Chile hacia una Coalición por el Cambio.
Misterios de Piñera
Sebastián Piñera no ha revelado los contenidos de su programa de gobierno, pero a través de entrevistas se advierte que sus ideas se enmarcan en el mantenimiento y profundización del modelo económico imperante: libertad de recorridos en el transporte público; mayor participación de privados en la salud y educación; venta de empresas públicas; disminución de impuestos; mayor flexibilidad laboral y, reducción del tamaño del Estado, entre otras. Todo acompañado de un “perfeccionamiento” del sistema binominal de elecciones. En suma, los cambios necesarios para que todo siga igual.
En esas ideas se sostiene el apoyo electoral de Piñera, que se concentra en los estratos ABC1 y C2, el mismo tercio ciudadano que históricamente vota por la derecha y que ha sido el favorecido por el modelo económico impuesto en la dictadura militar y mantenido por los gobiernos de la Concertación. Tanto es así que, en enero de 2008, Piñera se vio tentado a emplear uno de los lemas de Margaret Thatcher: “Hagamos nuevamente grande a Gran Bretaña”, refiriéndose a la necesidad de recuperar el sostenido crecimiento que Chile había tenido en parte de los gobiernos de la Concertación. Un asesor cercano lo convenció de que no lo siguiera usando.
Si el candidato de la Alianza requiere apelar a otros sectores ciudadanos para conseguir la diferencia de votos que necesita, deberá encarnar un deseo, una aspiración colectiva (un sueño lo llamaron los partidarios de Obama) que los entusiasme y los convoque a las urnas. Ese es el gran desafío de Piñera. No le basta con tratar de convencer a la gente de que el gobierno de Michelle Bachelet lo ha hecho mal; lo que necesita es convencer de que él y su equipo lo harán mejor: y por ahora eso no sucede.
Pese a haber recibido el apoyo formal de la UDI, que se comprometió a proclamarlo oficialmente en abril, no todos los miembros del gremialismo están dispuestos a trabajar por su campaña, según reveló la senadora Evelyn Matthei. “Un tercio de la UDI no está con Piñera”, dijo la parlamentaria.
Muy pronto, además, Piñera deberá comenzar a explicar qué hará con su fortuna, que algunos calculan en unos dos mil millones de dólares. En los últimos años el empresario ha reiterado una y otra vez que traspasará y/o venderá sus acciones y bienes para dedicarse sólo a la actividad política. Ese momento ha llegado, y no se le escucha nada al respecto.
Frei y los lotes de la DC
En el oficialismo, el ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle logró situarse sin grandes complicaciones como el candidato del Partido Demócrata Cristiano para las primarias de abril. No obstante, su nominación se vio opacada por las ya endémicas pugnas de poder al interior del falangismo, donde esta vez resultaron paradojalmente damnificados los representantes del sector que mayores éxitos obtuvo en los comicios municipales y que encabezan los alcaldes Claudio Orrego, Alberto Undurraga y Claudio Arriagada, los llamados “príncipes” o “sherpas” del PDC.
El alvearismo, que controla Gutenberg Martínez, impuso una mesa de consenso presidida por el diputado Juan Carlos Latorre, e integrada por representantes de casi todas las tendencias del partido, incluido el ex intendente Marcelo Trivelli, quien desistió de sus aspiraciones a La Moneda. Los abrazos y gestos fraternos no lograron ocultar un conflicto que puede ser el inicio de problemas mayores en el partido de la flecha roja, en esta ocasión marcados por agudas diferencias generacionales, tal como ocurrió hace casi 40 años, cuando se marginó un importante grupo de jóvenes que constituyó el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU).
Uno de los líderes de los “príncipes”, el ex canciller Ignacio Walker, sacó ronchas en el alvearismo con una columna el 2 de diciembre en La Tercera, donde se refirió a “(…) la lógica desquiciada de los ‘grupos organizados que permanecen en el tiempo’ como Jaime Castillo llamara a los lotes, grupos y máquinas internas que se agotan en la lógica del poder, cuyo único norte es la política clientelista que se nutre de los cargos y las pegas disponibles en el Estado”. A la hora de la verdad, sin embargo, los “príncipes” sólo consiguieron cerca del 25% de los votos de la Junta Nacional del PDC.
Frei deberá enfrentar en las próximas semanas las presiones de las tendencias de su partido, cada vez más ensimismadas en sus propios intereses y con crecientes desconfianzas entre ellos y en sus socios del oficialismo. Por de pronto intentará replicar en su propio comando de campaña los consensos obtenidos para conformar la directiva del PDC, incorporando a figuras representativas de todos los “lotes” o sensibilidades, incluidos los derrotados “príncipes”. Está por verse si será posible la convivencia pacífica entre los miembros del núcleo duro del freísmo y los más vociferantes partidarios del alvearismo, entre los cuales existen rencillas y cuentas pendientes desde hace bastante tiempo.
Insulza y el eje
Mientras, José Miguel Insulza, con paciencia de zurcidor japonés, concentró su atención en recomponer primero las deterioradas relaciones y confianzas al interior de su propio partido, y luego entre éste y sus socios del PPD y del PRSD. El retiro de Ricardo Lagos de la carrera presidencial despejó gran parte de las dudas del actual secretario general de la OEA, quien se abocó en su visita de cuatro días al país a la creación de nuevas bases para revivir al llamado eje progresista, que conforman socialistas, pepedeístas y radicales.
Insulza, al igual que Lagos, considera que estas tres fuerzas tienen gran parte de sus raíces en la socialdemocracia internacional; juntas reúnen más del 25% de los votos de la Concertación, duplicando al PDC; y que, principalmente, comparten una historia común en los últimos veinte años. Cree, además, que las actuales dirigencias del PS y del PPD se han dejado llevar más por el hígado que por la cabeza y que se requiere mayor temperancia para conseguir acuerdos. El ex canciller y ex ministro del Interior, al que muchos consideraban un muerto caminando, ha demostrado una actitud que es extraña en la política actual: mesura en los gestos y el verbo.
Tanto Frei como Insulza parecen (...)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 677 de “Punto Final”, 19 de diciembre, 2008. Suscríbase a Punto Final)
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