Edición 674 - Desde el 7 al 20 de noviembre de 2008
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Tarek William Saab, gobernador y poeta:

“La neoderecha
está neutralizada”


EL gobernador de Anzoátegui y candidato a la reelección, Tarek William Saab, en el bautizo del libro “¡Hagámoslo, no hay excusa!”, que reúne cien artículos de Antonio Aponte sobre la revolución bolivariana.

Tarek William Saab Halabi, 43 años, poeta y abogado de derechos humanos, es el gobernador del Estado Anzoátegui, en Venezuela, y candidato a la reelección por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Enfrenta al candidato opositor, Gustavo Marcano, que parece no tener opción. Tarek ganó su cargo en 2004, con el 57% de los votos. Anzoátegui, un Estado ribereño del Mar Caribe, tiene un millón y medio de habitantes y lleva el nombre del general José Antonio Anzoátegui, jefe de la guardia de honor del Libertador Simón Bolívar.
Hijo de libaneses -en el gobierno del presidente Chávez hay varios descendientes de árabes, como los ministros del Interior y Justicia, Tarek El Aissami, y de Planificación, Haiman El Troudi-, Saab es autor de varios libros de poesía, entre ellos Los ríos de la ira, Cielo a media asta, En un paisaje boreal y Memorias de Gulan Rubani. Para el golpe de Estado de abril de 2002, Tarek era diputado de la Asamblea Nacional. Fogoso defensor del jefe de la revolución bolivariana, fue arrestado y confinado a los calabozos policiales de la Disip. Militante de Izquierda desde los 13 años (en el Partido de la Revolución Venezolana, PRV, heredero de la lucha guerrillera), Saab participa hoy activamente en la lucha ideológica que se libra al calor de la construcción del PSUV, que el 23 de noviembre se someterá a una nueva prueba en las elecciones de gobernadores y alcaldes.
“En el seno del movimiento revolucionario -dice Tarek- coexisten corrientes ideológicas que son antagónicas. Es una realidad desde que Hugo Chávez asumió el gobierno, en febrero de 1999. No es asunto nuevo, por ejemplo, la existencia de una corriente de neoderecha dentro del movimiento bolivariano. Al inicio de este gobierno tuvimos una figura que encabezaba la quinta columna de la neoderecha en el seno del movimiento. Se trata de Luis Miquilena, que fue ministro del Interior y Justicia en la primera etapa. Miquilena era un antiguo dirigente de Izquierda. En su trayectoria se fue asociando a grandes grupos económicos y sectores políticos de la IV República(*). Al llegar Chávez al gobierno, los hilos de poder que manejaba Miquilena se infiltraron en el movimiento bolivariano: en la Asamblea Nacional, en el Poder Judicial, en la administración pública, en los estamentos del partido -que entonces era el Movimiento V República-. La neoderecha también tuvo importantes cuotas de poder en gobernaciones y alcaldías y se convirtió en un factor importante en los preparativos del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, en alianza con el golpismo militar.
Chávez entendió a tiempo que si el proceso revolucionario no avanzaba, si no se profundizaban las transformaciones, comenzaría una peligrosa etapa de estancamiento. La revolución corría el riesgo de empantanarse. Por lo tanto, tomó iniciativas. Primero, fue la Asamblea Constituyente que elaboró una nueva Constitución. La Carta Fundamental bolivariana se promulgó en marzo de 2000. En 2001 se aprobaron las primeras leyes habilitantes que afectaron intereses del gran poder nacional y transnacional, como la ley de tierras, la ley de pesca, la ley de hidrocarburos, etc. Entonces Luis Miquilena -en diciembre de 2001- presentó a Chávez una especie de ultimátum: ‘Si estas leyes habilitantes no se derogan -le dijo-, vendrá un golpe de Estado’. Y Chávez le contestó: ‘Que venga’. Ahí se produjo la ruptura entre quien encabezaba en ese momento la corriente de neoderecha y el líder de la revolución que representa a una nueva Izquierda en Venezuela y en América Latina.
En nuestro país esta Izquierda presenta signos propios. Tiene raíces en el pensamiento de nuestros héroes patrios, en el de Bolívar sobre todo, y en Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora más que en ideologías desconocidas para nuestro pueblo. Este nuevo concepto de la Izquierda y su misión, que Chávez ha llamado ‘socialismo del siglo XXI’, no excluye lo más puro y valioso del marxismo ni tampoco lo más nodal del cristianismo y del humanismo. Las revoluciones no pueden ser dogmáticas, y la revolución venezolana no lo es. Chávez ha contribuido al proceso revolucionario latinoamericano construyendo una teoría y una práctica que parte de lo nuestro, de lo venezolano original, y que recoge la mejor tradición de las luchas populares y revolucionarias de América Latina y Europa. La fusión de estas ideas se convierte en la revolución bolivariana, en un acervo moral que impulsa el proceso de transformación de nuestra sociedad.
Hacer la revolución en que estamos empeñados en Venezuela, respetando las reglas democráticas, el pluralismo y los eventos electorales, resulta sumamente complejo. Ahí tenemos la trágica experiencia de Chile, donde Allende fue derrocado por intentar hacer lo que Chávez hoy hace en Venezuela. Por respeto a las normas democráticas, hemos tenido que convivir con lo más podrido de la IV República y hacer frente a sus poderosos medios de comunicación, que distorsionan diariamente la realidad. Y simultáneamente, como saben los lectores de Punto Final, la corporación mediática global cumple esa misma tarea en el mundo, calumniando y tergiversando el proceso venezolano.
Con la derrota del golpe de Estado del 11 de abril de 2002, se produjo otra decantación de las fuerzas de la revolución bolivariana. Salieron un sector golpista de las Fuerzas Armadas y un sector civil infiltrado en el movimiento y asociado al golpismo. Sin embargo, quedó en pie la conspiración en el sector económico petrolero. Allí se reagruparon los contrarrevolucionarios para lanzar un paro patronal -aliado con el sindicalismo corrupto- para derrocar a Chávez a través del sabotaje económico. Ese paro se prolongó desde diciembre de 2002 hasta febrero de 2003 y causó pérdidas que se calculan en 20 mil millones de dólares.
Pero esa fue también la prueba de fuego de nuestra revolución. El pueblo logró derrotar la conspiración patronal y consolidó el liderazgo de Chávez. Se produjo una nueva decantación, con la salida del núcleo de derecha de la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA) que fue verdaderamente nacionalizada. La renta petrolera se puso al servicio de la nación. La acumulación de fuerza, tanto orgánica como ideológica, que produjo la lucha librada en ese período, fue el factor que permitió al pueblo derrotar a su enemigo en el referéndum revocatorio del mandato presidencial del 16 de agosto de 2004. El intento de sacar a Chávez por esa vía, utilizando la propia Constitución bolivariana, también fracasó”.
¿Sin embargo, por qué resurge esa neoderecha si el proceso revolucionario está más fuerte?
“Sencillamente porque los procesos revolucionarios verdaderos -y el venezolano lo es-, siempre generan contradicciones. En la revolución bolivariana existen el debate, las críticas y autocríticas, se producen reagrupamientos de fuerzas, etc. Al calor de nuestras discusiones va surgiendo la nueva Venezuela y también la gran patria latinoamericana. Vemos con nuestros propios ojos cómo avanza la integración de América Latina. Allí están el Alba -que cerró el paso al Alca norteamericano-, el Banco del Sur, la Unasur, etc.
En el Estado Anzoátegui, por ejemplo, están las más grandes reservas de la Faja Petrolífera del Orinoco, hoy nacionalizada. Con Chávez han venido a Anzoátegui los presidentes Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Correa, el ex presidente Kirchner, el presidente de Irán, a discutir en terreno planes de complementación energética y económica. Empresas de esos países, junto con PDVSA, exploran esta zona. Este proceso, que abre un futuro distinto al país, inevitablemente genera reacciones de los enemigos de la liberación de los pueblos.
El presidente Chávez está desmontando una estructura de poder que tiene más de cien años en Venezuela. Esto produce, como es lógico, fuertes contradicciones de intereses y visiones diferentes que repercuten en el joven Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Pero lo importante es que existe una garantía de que la neoderecha -enquistada todavía en la burocracia- no podrá avanzar. Se trata del liderazgo del comandante Hugo Chávez. Ese liderazgo tiene un alcance histórico similar al que jugó Fidel Castro en Cuba. El liderazgo de Chávez es el factor que garantiza la unidad de los revolucionarios venezolanos, de los que tenemos un ideario nacionalista, antiimperialista y socialista, de los que venimos de la Izquierda radical de este país”

MANUEL CABIESES DONOSO
En Barcelona, Estado Anzoátegui, Venezuela

(*) Como IV República se conoce el período de 40 años en que gobernaron Venezuela los partidos Acción Democrática, socialdemócrata, y Copei, democratacristiano, mediante el Pacto de Punto Fijo.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 674, 7 de noviembre, 2008)