Obispo González
En los años 60 y después, la Iglesia chilena fue una de las más avanzadas de América Latina. En ella el obispo Carlos González Cruchaga, que acaba de fallecer, ocupó un lugar destacado. Sucedió en la diócesis de Talca a Manuel Larraín, un obispo de vanguardia, y trató de aplicar las orientaciones de los Papas Juan XXIII y Paulo VI y del Concilio Vaticano II.
En predios de la Iglesia comenzó a aplicarse la reforma agraria y más adelante, bajo el liderazgo del cardenal Raúl Silva Henríquez, la Iglesia mantuvo relaciones cordiales con el gobierno del presidente Salvador Allende. La dictadura militar sometió a la Iglesia a la más dura prueba, con apoyo de unos pocos obispos. Sin embargo, se definió pronto por los perseguidos, defendió a las víctimas y se convirtió en baluarte de respeto y protección a los derechos humanos y la democracia. Monseñor Carlos González estuvo siempre en la primera línea.
Hombre sencillo, tuvo especial cercanía con los campesinos y los humildes. Como presidente de la Conferencia Episcopal no vaciló en enfrentar a Pinochet, a pesar de las amenazas y persecuciones. En una provocación fraguada por la Dina, estuvo detenido junto a otros obispos en Ecuador y fue insultado y vejado al regresar a Chile. No se amilanó y más tarde jugó un papel importante en la transición.
Su modestia, la claridad de sus orientaciones y su valentía en defensa de los sin voz seguirán presentes. Sobre todo, será recordado por su sentido evangélico que lo llevó a acercarse al pueblo hasta fundirse con él en sus dolores y esperanzas.
PF
(Publicado en “Punto Final” edición Nº 671, 26 de septiembre, 2008)
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