Edición 658 - Desde el 21 de marzo al 3 de abril de 2008
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Jaime Guzmán:

memoria o memorial


Autor: ROBERTO ORTIZ

 

Al cumplirse 17 años de su asesinato, el 1º de abril se inaugurará el memorial en homenaje a Jaime Guzmán Errázuriz. Se ha anunciado que a la ceremonia asistirá la presidenta Michelle Bachelet. El blanqueo del golpe militar, la dictadura y el fascismo tendrá una nueva expresión en el monumento levantado en la Plaza Unesco, de Las Condes, a un costo de unos dos millones y medio de dólares. A lo largo de más de veinte metros se ordenará una fila de figuras fundidas en bronce que representan a los chilenos; miran hacia la Virgen del cerro San Cristóbal. Una fuente completa el conjunto. Inicialmente el memorial se levantaría en Plaza Italia, pero hubo que desistir debido a la protesta de los vecinos que temían atentados contra un monumento que resulta polémico en cualquier sector con mucha afluencia de público.
Líder del gremialismo en la Universidad Católica en medio de la efervescencia de la lucha por la reforma, Jaime Guzmán se convirtió en crítico implacable del gobierno de Salvador Allende. Se sabe que participó en la conjura que organizaba el golpe militar. A los 27 años, ocupó cargos de responsabilidad en la asesoría a la Junta Militar. Participó activamente en el estudio y preparación de la Constitución que fue aprobada en 1980 en una votación realizada sin registros electorales, virtualmente bajo estado de sitio y sin garantías mínimas para críticos y opositores. En los años finales de la dictadura, Guzmán se concentró en la organización de la Unión Demócrata Independiente (UDI), partido de derecha con orientación populista. Ya en democracia, fue elegido senador. A la salida de una clase que impartía en la Universidad Católica, fue atacado a balazos por un comando del FPMR y murió en el Hospital Militar.
Inteligente, de mente ágil y bien organizada, elocuente y austero, Jaime Guzmán tenía condiciones para transformarse en mito. Convertido en mártir por la UDI, hoy comienza a ser considerado un prócer republicano y ciudadano ejemplar.

GUZMÁN Y LA DICTADURA

Guzmán jugó, sin duda, papel importante en la institucionalización de la dictadura. Algunos lo comparan con Carl Schmitt, abogado cercano a Hitler, que creó la estructura jurídica del Estado nazi; lo propio habría hecho Guzmán con el régimen de Pinochet. Esta es una exageración. Guzmán no tenía la envergadura teórica de Schmitt, si es que importan los conocimientos, las destrezas y los recursos jurídicos frente a la responsabilidad moral que implica ponerlos al servicios de gobiernos inhumanos.
Diversas fuentes alimentaron el pensamiento de Jaime Guzmán. El catolicismo preconciliar lo llevó al integrismo. Pensaba que la revelación está por encima de la ciencia y debe imperar sobre ella. Decía que toda ciencia rectamente conducida ha de estar en consonancia con los principios revelados. De lo contrario -agregaba- se trataría de una “seudo ciencia”, a menos que se pretenda negar la armonía con lo sobrenatural.
En su formación política, que partió con una temprana admiración por el franquismo, influyó el ex presidente de la República Jorge Alessandri Rodríguez, a quien visitaba a menudo. El sacerdote Osvaldo Lira, filósofo tomista, admirador de Franco y de pensadores españoles de ultraderecha como Donoso Cortés y Vásquez de Mella, y acérrimo enemigo de las “ideas foráneas”, lo formó en diversos aspectos. Se dice que durante la dictadura, Lira fue capellán de la Dina. El historiador Jaime Eyzaguirre, con sus ideas hispanizantes y nacionalistas, crítico severo de la democracia liberal, fue otro de sus mentores. Más tarde, después de 1973, Jaime Guzmán se fue acercando a las ideas económicas del neoliberalismo, a través de economistas chilenos formados en Chicago.
En todo caso, el centro de su pensamiento y el elemento ordenador de su accionar era la lucha contra el comunismo. Lo veía como un engendro luciferino. “El comunismo -declaraba- no es un simple error, sino la suma diabólica de todos los errores de la historia, acaso el grado final de la expresión del mal moral en la historia de la humanidad”. Esas condenas tan lapidarias terminan justificándolo todo con tal de vencer al mal por antonomasia. Como un eco, Pinochet lo diría en estos términos: “La realidad contemporánea nos indica que el marxismo no es sólo una doctrina intrínsecamente perversa. Es además, una agresión permanente al servicio del imperialismo soviético”. La agresión es la guerra, base de la doctrina de la Seguridad Nacional. Lo que también se vincula con el pensamiento de Von Treit-schke para el cual “…la guerra es el único remedio para las naciones enfermas”. Y Chile estaba enfermo, según ellos.
No hay mayor originalidad en el pensamiento de Guzmán. Los rasgos integristas y corporativos -fascistoides- que aparecen en la declaración de principios de la Junta Militar parecen interesantes por su arcaísmo, pero eso duró poco. El repudio internacional al golpe militar fue tan generalizado - y transversal- que hizo rápidamente impresentable que, además, la dictadura apareciera como ostensiblemente fascista.

EL ESTADO MILITAR

Guzmán recoge y combina elementos de diversos orígenes en un plan coherente que va cambiando. Por ejemplo, la idea del Estado militar -que eso en el hecho preconiza la doctrina de Seguridad Nacional- era proclamada por el abogado Sergio Miranda Carrington, un fascista asumido, mucho antes que la manejara Jaime Guzmán. Correspondía, según ella, hacer que las Fuerzas Armadas funcionaran con independencia “de todo otro poder del Estado” y asumieran un rol determinante porque en ellas se concentra la esencia misma de la nación, por encima de divisiones, clases sociales y partidos políticos. Jaime Guzmán defiende la idea de convertir a los militares en “custodios” de la institucionalidad. Entrega funciones deliberativas y decisorias a los comandantes en jefe, para lo cual habría que garantizarles independencia del poder político. Debía alterarse el principio de obediencia al poder político, sustituyéndolo por una obediencia conceptual al ordenamiento jurídico.
En materia económica, Guzmán fue asumiendo las posiciones de los economistas de la Escuela de Chicago. El desmantelamiento del Estado era una condición para su aplicación -que facilitaba el principio de la subsidiaridad- que ya se había incluido en forma atenuada en el programa de la candidatura de Jorge Alessandri, en 1970.
Una buena parte de estas ideas circulaban en los regímenes militares de América Latina. En 1971, el general Hugo Banzer dio un golpe en Bolivia. En 1973 cayeron Uruguay y Chile, poco tiempo después Argentina y otros países. La doctrina de la Seguridad Nacional, basada en la bipolaridad de un mundo dividido en dos partes irreconciliables -el Occidente y el comunismo- era la “armadura ideológica del imperio” que la patrocinaba. El anticomunismo era el núcleo unificador y se barajaban fórmulas para institucionalizar la hegemonía de los militares, comprometidos con “Occidente”.
Fuerte influencia tuvo a partir de 1975 un memorándum preparado por el presidente uruguayo Juan María Bordaberry, quien se hizo cómplice del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Ideas como la “democracia protegida”, el papel subsidiario del Estado, la instalación de un Consejo de Estado, el funcionamiento de corrientes de opinión en vez de partidos políticos, se pusieron en debate.
Jaime Guzmán fue intelectualmente atrevido. Articuló elementos que estaban en la médula del pensamiento de una derecha que no se atrevía a expresarlos públicamente, como el anticomunismo que conducía a la justificación del exterminio del enemigo. Como asesor y consejero, Guzmán se movió en las bambalinas de la dictadura, primero junto a Leigh y luego cerca de Pinochet. Hacia el final del régimen apareció convertido en fundador y líder de la UDI, partido creado para controlar el mundo popular. Tuvo notable habilidad táctica e indiscutible carisma. Esto le permitió conseguir la adhesión de importantes grupos de jóvenes, especialmente de los sectores acomodados. Sin embargo, la influencia ideológica de Guzmán no fue determinante en el régimen, que se guiaba por las orientaciones de la Seguridad Nacional perfiladas en las distintas dictaduras militares latinoamericanas a partir de 1964, con el golpe de Estado en Brasil. Pero Guzmán fue capaz de formular, a partir de elementos doctrinarios existentes, un discurso coherente y atractivo para los militares y estrictamente funcional a los intereses de las multinacionales y grupos económicos internos y a la estrategia global de Estados Unidos.
Guzmán escribía en 1979, en favor de la “economía libre” ( o libre mercado), vinculándola directamente a la libertad personal -que en Chile virtualmente no existía-: “El mundo actual indica que la libertad personal no sólo se encuentra amenazada por los sistemas declaradamente totalitarios. La realidad contemporánea nos enseña que una excesiva intervención del Estado en la economía, que desconozca el principio de la subsidiaridad, constituye una amenaza más sutil y no menos grave y peligrosa para la libertad personal. Por ello, y porque el estatismo exagerado perturba el crecimiento sano y acelerador de la economía, una institucionalidad concebida al servicio de la libertad y el progreso debe robustecer una economía libre”. (Cursivas del propio Jaime Guzmán).

GUZMÁN Y LOS ATROPELLOS  A LOS DERECHOS HUMANOS

Tema central para el análisis del pensamiento y la obra del líder derechista es su actitud frente a los crímenes de la dictadura. Es efectivo que hizo críticas a Manuel Contreras por los abusos de la Dina y también parece que actuó en favor de algunos perseguidos, aunque en menor escala de lo que le atribuyen sus partidarios. Sin embargo, su conducta general fue de silencio y complicidad frente a los atropellos a los derechos humanos.
Es conocida su declaración de marzo de 1991: “Con la misma claridad con la que afirmo que las transgresiones a los derechos humanos ocurridas entre 1973 y 1974 son de responsabilidad principal de la Unidad Popular, creo que lo sucedido entre 1975 y 1977 son de responsabilidad principal de la Dina. Lo que he dicho y reafirmo es que tengo una negativa opinión de Manuel Contreras y creo que hizo un gran daño al gobierno anterior (la dictadura, PF), a muchos chilenos y al país”.
Atribuir a la Unidad Popular la responsabilidad y virtualmente la autoría de los fusilamientos, torturas, masacres y atrocidades posteriores al golpe y hasta 1974 es, sin duda, increíble. Por otra parte, reducir la represión y su secuela de horrores exclusivamente a los años 75 al 77, responsabilizando a la Dina y a Manuel Contreras sin condenar al mismo tiempo a Pinochet, es excesivo y éticamente inaceptable. Finalmente, cerrar el capítulo en 1977 significa dar por terminada la represión en ese año, omitiendo más de una década de arbitrariedades, torturas y muertes realizadas por la CNI y otros grupos represivos de las Fuerza Armadas y Carabineros.
El silencio de Jaime Guzmán excede la simple debilidad y cobardía moral; indica más bien una actitud consciente orientada hacia objetivos políticos, sin importar los excesos y crímenes que se consideren necesarios para alcanzar la meta.
Más que un teórico fue un político práctico, incluso calificado de oportunista por críticos de ultraderecha. Así lo describe, en términos casi diplomáticos, la académica Belén Moncada que ha estudiado su pensamiento: “La ‘Declaración de principios del gobierno de Chile’ constituyó la base doctrinal primera del gobierno de Pinochet (...) A la hora de concretar esta doctrina el propio Guzmán irá modificando posturas, limando asperezas ideológicas y calzando realidades hasta convertir la teoría de la ‘Declaración de principios’ en una realidad viable. De este modo, el tradicionalismo o el tinte corporativista que destila la ‘Declaración’ irá desapareciendo del discurso de Guzmán a medida que vaya avanzando el régimen y su participación en él. Esa transacción ideológica virará hacia el pensamiento neoliberal en lo económico y hacia la democracia protegida en lo político”.

LA CONSTITUCIÓN DEL 80

Participó activamente en la elaboración de la Constitución de 1980, destinada a perpetuar la dictadura bajo el manto de la “democracia protegida”. En su versión original (porque ha tenido muchas modificaciones a pesar de las cuales conserva la impronta dictatorial) prohibía las ideas y organizaciones de Izquierda; restringía drásticamente el ejercicio de la soberanía popular eliminando, en la práctica, el plebiscito, reemplazando la proporcionalidad por el binominalismo y estableciendo una institucionalidad “protegida” por las FF.AA. y Carabineros, que controlaban, además, el Consejo de Seguridad Nacional. Además, se creaban los senadores designados. El establecimiento de quórums elevadísimos para la modificación de las leyes orgánicas constitucionales y más altos aún para la reforma de la Constitución, aseguraban la perduración de régimen.
Poco tienen los chilenos que agradecer a Jaime Guzmán. Por desgracia, muchas de sus ideas siguen vivas en la ultraderecha, como un huevo de serpiente que amenaza la democracia y la libertad ante cualquier proceso efectivo de cambios

(Publicado en la edición Nª 658 de Punto Final, 21 de marzo, 2008)