Prisión perpetua para
el general Salas Wenzel
La Corte Suprema condenó a presidio perpetuo al general de ejército (r) Hugo Salas Wenzel, ex director de la CNI, como autor intelectual del asesinato de doce militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en la llamada Operación Albania. La masacre fue perpetrada por agentes de seguridad los días 15 y 16 de junio de 1987. Cinco frentistas fueron abatidos en las calles o en allanamientos. Los otros siete, entre ellos tres mujeres, fueron detenidos por la CNI y llevados en la madrugada del 16 de junio hasta la casa de calle Pedro Donoso 582, en Conchalí, que estaba abandonada. Allí fueron baleados a corta distancia. Después se realizó un montaje para simular un enfrentamiento. Salas Wenzel ordenó directamente la matanza, que también estuvo en conocimiento de Augusto Pinochet.
Aparte de la sentencia a prisión perpetua para el general Salas, recibieron condenas quince ex agentes de la CNI, entre los cuales están el mayor (r) Alvaro Corbalán, el teniente coronel (r) de Carabineros Iván Quiroz y el teniente coronel de ejército (r) Emilio Neira.
Después de más de dos décadas, se ha establecido la verdad y se ha hecho justicia. También se ha definido la reparación del Estado a los familiares de los asesinados. La sentencia de la Corte Suprema, la primera que condena a presidio perpetuo a un jefe de seguridad de la dictadura, constituye un avance significativo en la lucha contra la impunidad. El mérito principal corresponde a los familiares y compañeros de las víctimas y a las organizaciones y abogados de derechos humanos. Hay que destacar, al mismo tiempo, la labor de magistrados como el ministro Milton Juica y, especialmente, del ministro Hugo Dolmetsch, que llevaron adelante las investigaciones hasta culminarlas con éxito.
La condena a Salas Wenzel y sus se-cuaces tiene un significado adicional. Da un ejemplo a los jueces que vacilan en aplicar la ley para hacer justicia. Compromete, también, a la Corte Su-prema en una actitud más rigurosa ante la necesidad de acelerar los procesos pendientes, cuando se aproxima el fallo en el caso Prats y es de esperar que se apresure una sentencia en el caso Caravana de la Muerte, cuyo responsable principal, el general (r) Sergio Arellano Stark desvergonzadamente sigue alegando inocencia.
La sentencia de la Corte Suprema con más fuerza que otras que han llevado a presidio a casi la totalidad de la cúpula de la DINA y de la CNI, encabezada por Manuel Contreras, es una señal para los militares de que los crímenes deben ser castigados y que ellos no constituyen una casta por encima de la ley.
El caso del general Hugo Salas Wenzel, y otros ex uniformados, se convierte en paradigmático de la degradación a que fueron arrastrados muchos militares chilenos seguidores de la doctrina de Seguridad Nacional, entrenados por el Pentágono. El fenómeno fue especialmente agudo entre los oficiales que sirvieron en los organismos de seguridad. Se involucraron en asesinatos, torturas, violaciones y otros ilícitos. Muchos se corrompieron e hicieron ricos, como el propio comandante en jefe del ejército. Salas Wenzel, por ejemplo, intentó vender de manera fraudulenta el inmueble de Villa Grimaldi a una inmobiliaria controlada por parientes suyos: fue condenado por “negociación incompatible”.
El ex director de la CNI tenía, como otros oficiales, notables antecedentes profesionales, pero en la represión se fue maleando mientras disfrutaba de poder, tal como ocurrió con sus antecesores Manuel Contreras, Odlanier Mena y Humberto Gordon. Salas Wenzel trabajó con Alvaro Corbalán y Krantz Bauer, militares involucrados en asesinatos y atrocidades que todavía tienen procesos pendientes.
La Operación Albania fue organizada por la CNI para vengar el atentado a Augusto Pinochet de septiembre de 1986. El dictador se preparaba para el plebiscito de 1988 y quería un país tranquilizado a la fuerza y con el FPMR aniquilado. Fue derrotado en el plebiscito y comenzó una declinación que terminó en un verdadero desastre unos años después.
Pinochet nunca asumió su responsabilidad, que descargó en sus subordinados abandonándolos a su suerte. Son sus seguidores más incondicionales y crueles, como Salas Wenzel, los que ahora deben pagar sus propias responsabilidades y las de su jefe
PF
(Publicado en Punto Final” Nº 647, 7 de septiembre, 2007)
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