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De los negocios al gobierno, ida y vuelta
LA PUERTA
Giratoria
RENE Cortázar: va y viene del ámbito público a la empresa privada.
Durante la visita de Michelle Bachelet a México, un columnista de La Jornada, en un artículo titulado “La presidenta Bachelet y la otra Izquierda”, se preguntaba sobre el color político de la Concertación, del gobierno de “Izquierda” de la presidenta. Una pregunta sin duda legítima, que por estas latitudes también correspondería hacer, a estas alturas de la vida concertacionista. Con el nuevo cambio de gabinete desapareció lo poco que quedaba del concepto de gobierno ciudadano, y la paridad de género ha terminado rodando bajo la fuerza de la tradición y el poder mascu-lino. Lo mismo con la renovación de rostros y figuras: de tanta rotación, han vuelto a ingresar los primeros. El economista René Cortázar, anunciado como el nuevo mago del transporte capitalino, fue también presidente de Televisión Na-cional entre 1995 y 2000 y el primer mi-nistro del Trabajo de la Concertación, durante el gobierno de Patricio Aylwin. Es una puerta giratoria.
Pero hay otras transformaciones que corresponden a la naturaleza de la Concertación, a la genética de las figuras de la coalición, que se abren paso a golpes entre las iniciales intenciones de cambio. La corriente concertacionista vuelve con energía desatada a su original cauce, el que fue delineado en los albores de la década pasada. Tenemos hoy nuevamente en boga el mejor estilo de la transición de los 90. El genoma oficialista de pactos y remiendos ha vuelto a imponerse.
Adolfo Sánchez Rebolledo, que es el aludido analista político y columnista de La Jornada, no se ha confundido, pe-se a la distancia hemisférica con nues-tra Concertación. Hace una aguda reflexión sobre esta “otra” Izquierda, “buena”, “moderada”, dice, para los me-dios y sectores de la derecha, con la que puede gobernar con comodidad. Una Izquierda, que a decir de nuestros gobernantes, no tiene rival, porque las otras -según la nueva nomenclatura que ha difundido esta Izquierda de salón y de directorio- no son Izquierdas, son populismos.
Esta Izquierda, continúa Sánchez Re-bolledo, “prefiere la amnesia histórica, pero tampoco es capaz de discutir en serio el presente y, por ser una visión aco-modaticia, al final discurre siguiendo la lógica del que manda, es decir, apoya al más fuerte”. La historia chilena bajo los gobiernos de la Concertación ha ido, de forma bastante clara, al lado del más fuerte, y si nos ceñimos a las políticas económicas, esta ligazón y empatía resulta palmaria. Nada identifica mejor al modelo económico chileno que su relación con el libre mercado, espacio económico finalmente ocupado y controlado por el más fuerte. En otras palabras, con nadie se identifica mejor la Concertación que con el empresariado.
El ex presidente Ricardo Lagos durante una reciente gira por Europa se ocupó de los posibles desmemoriados y confundidos ante tanto cambio en Latinoamérica. Lagos les recordó que la Concertación no sólo continúa, sino es la Izquierda. En una entrevista a El País, afirmó que “el proceso chileno es mucho más complejo de lo que se ve, es decir, el restablecimiento de la democracia y el crecimiento económico. Lo más importante que ha pasado en Chile es lo que no se ve. A estas dos cosas hay que agregar un conjunto de políticas sociales que no están en el Consenso de Washington, esenciales para entender por qué hemos mantenido un país en relativa calma y armonía”. Y agregó: “Como otros países de América Latina, Chile se acerca a una discusión sobre qué tipo de sociedad queremos: una que se asemeje más a la estadounidense, donde buena parte de los problemas se resuelven por los seguros privados, o una que se parezca mucho más a la europea, con una protección social que viene del ámbito público y una solidaridad en último término relacionada con un gran esfuerzo tributario”. Si miramos un poco nuestro escenario social y económico, quien conoce Chile ya sabe la respuesta. La opción que plantea el ex presidente desde hace tiempo ya la tomó su conglomerado político.
UNA PARADOJA
COMO POCAS
Extraña contradicción entre ser y parecer de Izquierda, una paradoja que se halla con énfasis entre el actuar y el decir. Una práctica que ha resultado muy útil en los períodos electorales, pero como política terminará por desfondarse. En esta línea oscura y temblorosa se ha inscrito el reciente cambio de gabinete, que ha licuado no sólo los conceptos iniciales inscritos en el programa y las intenciones de gobierno, sino que en el plano económico ha terminado por cristalizar el carácter extremista de la inspiración en el mercado. La tendencia ha vuelto a su cauce, y lo ha hecho con inusitada fuerza neoliberal. Durante las últimas dos semanas de marzo dos iniciativas netamente económicas nos recordaron viejos tiempos, los que han regresado recargados pero a estas alturas también revenidos: una ha sido la ayuda tributaria a las empresas, a las grandes corporaciones, encubierta bajo el programa Chile Invierte (ver PF 635); la otra, la vuelta de los TLCs. El canciller Alejandro Foxley, que fue el primer ministro de Hacienda de la Concertación durante el gobierno de Aylwin, firmó en marzo el tratado con Japón y lo publicitó tal como otros ministros han hecho con el casi medio centenar de tratados, acuerdos y convenios de comercio con distintos Estados, bloques y economías del planeta. Una actividad obsesiva y un discurso que en 17 años no ha aportado al que no exporta, que es más del 95 por ciento del universo empresarial del país. Foxley, que fue el inspirador de la apertura económica y el tratado de libre comercio con Estados Unidos hacia comienzos de la década pasada, hoy, con bastante más de diez años de evidentes y desiguales resultados insiste en que es éste el camino hacia el desarrollo. El actual canciller, que durante su etapa en Hacienda repetía que en sólo diez años Chile sería tan desarrollado como España, continúa, ahora desde este otro cargo, empujando exactamente las mismas políticas.
El cambio de gabinete ha reforzado la visión económica de la actividad social: vamos de la economía de mercado a la sociedad de mercado. Es una nueva vuelta de tuerca a la forzada relación entre el mercado, que es también la cesión a privados de las áreas claves de la producción y los servicios, y las actividades ciudadanas, de consumidores o sociales, o como las queramos llamar. Eso es política, neoliberalismo, un tipo de filosofía extrema.
Hacia finales de marzo, el ministro Andrés Velasco tuvo una cita con la fron-da neoliberal-empresarial, durante un foro para comentar los negocios del año. Allí dijo, tras el cambio de gabinete, una frase para el bronce transmitida por todas las agencias de inversiones: “Un Estado ágil potencia y facilita la inversión”, que es casi igual a decir el Estado está allí para facilitar la inversión de los privados, o, también, que el buen Estado es el que le facilita los negocios a los privados. Dos semanas atrás, Velasco les había agilizado los negocios a estos privados al concederles dos años de vacaciones tributarias.
UN ECONOMISTA
A TRANSPORTES
La inclusión de un economista en el Ministerio de Transportes ha sido la piedra angular del último cambio de gabinete. Una nueva apuesta de La Moneda que no recoge la idea del gobierno ciudadano, sino de un gobierno que facilita la inversión. Y para eso están los economistas: hoy en Transportes, pero han estado en gobiernos anteriores en los ministerios de Salud y Educación, con resultados, recordamos, lamentables. La entrega al mercado de áreas tan sensibles para la ciudadanía -aun cuando esté normado- no ha conducido a la solución de los problemas. Así ha ocurrido con la educación básica y media, y así también con el transporte público, que ha pasado durante los últimos 17 años desde la más completa desregulación, con todos sus efectos de congestión, contaminación y muertes, a un mercado regulado, hasta el momento sin mejores consecuencias.
René Cortázar es un hombre que, pese a su trayectoria en el sector público, proviene del corazón mismo del sector privado. Cortázar era miembro -ha debido renunciar- de los directorios de varias grandes corporaciones, tales como D&S (dueños de los supermercados Líder), Corpbanca (que preside Alvaro Saieh, dueño de Copesa), Entel y AEG-Gener. Pese a que ahora está en el lado público, no le faltarán ni relaciones ni intereses con el otro bando. La relación público-privado, que en nuestros políticos es como una bisagra, ha estado presente en no pocos funcionarios, y hoy, también, en el recientemente nombrado ministro secretario general de la Presidencia: José Antonio Viera-Gallo ha sido (declaró al asumir que había renunciado) miembro del directorio de la AFP Provida y abogado de las empresas concesionarias de autopistas urbanas. Estos vínculos obligan pero también facilitan las cosas. El nombramiento de Viera-Gallo, así como el de Cortázar, fue largamente aplaudido tanto en la opo-sición de derecha como en el sector privado.
“EXPANSIVA”
ES LA ECONOMIA
Otro gran respaldo lo recibió el titular del nuevo Ministerio de Energía, Marcelo Tokman. Se trata de un economista muy cercano al titular de Hacienda. Tan cercano, que pertenece también a Expansiva, el think tank liberal con énfasis en la economía y en el mercado que ha nutrido de ministros y subsecretarios al actual gobierno. Al ser Andrés Velasco el fundador y ex presidente de Expansiva, y también el titular de la principal cartera del área económica, la influencia y el poder que ejerce en otros ministerios a cargo de otros miembros de Expansiva no deja de ser menor. A modo de ejemplo, además de Tokman, en Energía, son también miembros de Expansiva la subsecretaria de Hacienda, María Olivia Recart; la ministra de Minería, Karen Po-niachik; Eduardo Bitrán, ministro de Obras Públicas; y Pilar Romaguera, subsecretaria de Educación, entre otros. El titular de Economía, Alejandro Ferreiro, aun cuando no está adscrito al club, tiene grandes afinidades con Velasco. Un equipo que gana poder y que ha llevado a la prensa a referirse a Velasco como un ministro “poderoso”.
La creación del Ministerio de Medio Ambiente ha sido recibida con elogios por sectores aparentemente contrapuestos, como la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) y los dirigentes de organizaciones relacionadas con el cuidado del medioambiente, como Sara Larraín, Manuel Baquedano y Rodrigo Pizarro. Resulta evidente que nadie quiere prejuzgar a la nueva ministra, Ana Lya Uriarte, abogada que estaba a cargo de la Comisión Nacional de Medio Ambiente, pero es y ha sido una realidad que la protección del medioambiente mantiene una permanente tensión con diversas áreas de la industria y con las mismas políticas llevadas a cabo históricamente por la Concertación.
Será difícil que los dos nuevos ministerios estén exentos de tensión. Responden a intereses, en principio, contrapuestos. Pero el nombramiento de un asesor de Velasco en una cartera que estará en la primera línea de fuego -desde la escasez de gas hasta el aumento de los precios de la gasolina por un inminente ataque británico-norteamericano a Irán- es probable que desequilibre la balanza de poderes al interior del gobierno. Una disputa anunciada, al tener en cuenta el proyecto de Endesa para la construcción de cuatro centrales hidroeléctricas en la región de Aysén, además del eventual uso de carbón, y la no menor discusión sobre la incorporación de energía atómica para la obtención de energía eléctrica. La frase de Velasco, anunciando que “un Estado ágil potencia y facilita la inversión”, es bastante más que un susurro en los oídos de Tokman.
La nueva baraja ministerial ha consolidado a un equipo económico no sólo en torno a Hacienda, sino alrededor de la figura y pensamiento de Andrés Ve-lasco. Pero la influencia neoliberal no está limitada a esta cartera. Es falso afirmar que Foxley sea parte del equipo de Velasco, aun cuando sí es clara la relación y empatía entre ambos ministros respecto del enfoque económico basado en el mercado. Una relación que resulta sin duda coherente y hasta armónica, pero vale preguntarse si es ésta la inspiración que llevó al gobierno de Michelle Bachelet a La Moneda. En entrevista con El Mostrador, el senador socialista Carlos Ominami expresaba sus dudas en cuanto a si el nuevo equipo ministerial podría llevar adelante las políticas de protección social.
El analista de La Tercera y miembro de Expansiva Patricio Navia, escribía hace un par de semanas una columna que revelaba la tensión en política exterior entre el ministro Foxley y la propia presidenta Bachelet. Según Navia, Bachelet es partidaria de un acercamiento sin condiciones ni sesgos hacia Latinoamérica, en tanto Foxley aplica, tal como ya es evidente, todo tipo de sesgos en su política, llevan-do a Chile, lo que no es una novedad, a alejarse más de la región con la sola excepción de los gobiernos con políticas similares a la chilena: buenos vínculos con la Colombia del derechista Alvaro Uribe, con el Perú de Alan García -que sólo desea copiar el modelo chileno- y, ahora, con Felipe Calderón, del PAN, en México. Con los otros, si no hay comercio -o libre comercio- de por medio, de mal en peor.
Navia dice que Foxley ha logrado convencer a la presidenta en momentos claves, aun cuando Bachelet, explica, mantiene la prerrogativa de decidir las prioridades de política exterior. “Por eso, aunque Foxley ha optado por no asistir a algunas cumbres de líderes sudamericanos (especialmente cuando están Chávez o Kirchner) e incluso se opuso al próximo viaje de Bachelet a Venezuela, la presidenta no está dispuesta a ceder en su intento por mejorar las relaciones con los países vecinos”.
Expansiva sanciona la disputa con la siguiente afirmación: “A menos que la presidenta y el canciller solucionen sus diferencias, el enorme capital político de ambos en el mundo será desperdiciado y Chile terminará enviando señales confusas tanto a los países de América Latina como a las naciones que comparten nuestra adscripción al modelo y que, razonablemente, esperan que Chile asuma un liderazgo pragmático e incluyente en la promoción del libre mercado en América Latina”, concluye Navia en su columna.
Una señal clara que revela el espíritu y la fe ciega de la organización en el modelo económico chileno, tanto, que debe ser, insisten, paradigma para la región y el mundo. Expansión interna y externa del modelo. Un modelo neoliberal administrado por la Concertación por 17 años, podemos agregar, que hoy es también el objetivo oculto pero certero de las revueltas callejeras, con o sin Transantiago mediante
PAUL WALDER
(Publicado en “Punto Final” Nº 636, 5 de abril, 2007)
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