Edición 636 - Desde el 5 al 19 de abrill de 2007
Inicio |   Favoritos | Recomendar Página | Cartas al Director |
Libro de Visitas
Firma el libro de visitas Firmar el Libro
Este es el punto donde dejan su firma quienes visitan este sitio.
Ediciones Anteriores.
En Quioscos
Archivo Histórico
Publicidad del Estado

Denuncia de Punto Final

En esta edición

El otoño
de la matriarca

De los negocios al gobierno, ida y vuelta
LA PUERTA
Giratoria

Recuerdos
del 2 de abril del 57

Catástrofe
silenciosa

El escarabajo
y el partido

En edición impresa

Corrupción sobre ruedas

La novela de la
Resistencia

Memorias de un guerrillero argentino

Lo sumergido
NO MUERE

China y Venezuela consolidan importantes acuerdos en materia energética
FRANCIA GIRA
a la derecha
Visita

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La desertificación en Chile

Catástrofe
silenciosa


La pérdida de tierra fértil, hoy uno de los problemas medioambientales más graves, afecta a alrededor del 40 por ciento de la población mundial, pero lo más alarmante es que el fenómeno sigue creciendo. Chile no está al margen y se calcula que dos tercios de su territorio está en proceso de degradación.
El fenómeno, mundialmente conocido como desertificación, más que implicar un avance de los desiertos existentes se refiere a la destrucción de suelos fértiles por la acción humana. Este problema en la actualidad afecta en forma directa a cerca de un millón y medio de chilenos. Entre las principales causas destacan: la deforestación y los incendios forestales, malas prácticas agrícolas, ganaderas y de riego.
En Africa, Asia y América Latina alrededor del 70 por ciento de los suelos agrícolas están afectados por la desertificación. En este contexto, nuestro país, junto a otros 176 Estados, ratificó la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, en noviembre de 1997. Con este acuerdo las partes se comprometen a aplicar medidas conjuntas para combatir el flagelo. Estas políticas, o Programas de Acción Nacional contra la Desertificación, llevan a preguntarse si las acciones implementadas han sido efectivas para enfrentar el problema.
El avance de los desiertos se explica por la presión que ejercen ciertos métodos productivos sobre ecosistemas delicados, definidos por Naciones Unidas como zonas áridas, semi-áridas y sub-húmedas. En Chile se conjugan estos dos elementos: un país semi-árido con extendidas malas prácticas de producción agrícola, que vienen desde la Colonia. Para diversos especialistas el problema de la desertificación es un círculo vicioso entre el deterioro del medioambiente y las condiciones de vida de la población: la pérdida de fertilidad de los suelos se traduce en menores cosechas y producción ganadera, por tanto hay precarización de la vida campesina, con lo que se potencia la migración campo-ciudad, engrosándose las filas de trabajadores no calificados y los cordones de miseria en torno a las urbes.
Existen cuatro grandes causas de la desertificación: deforestación, sobrepastoreo, malas prácticas agrícolas y malas técnicas de riego. La tala o quema de bos-ques hace que la tierra pierda una importante protección frente a la erosión, ya que los árboles fijan y humedecen los suelos, así como canalizan las aguas. El exceso de ganado destruye la vegetación que protege los suelos, exponiéndolos a los efectos erosivos del viento y el agua. Asimismo, la sobreexplotación agrícola termina agotando los nutrientes del sue-lo y, finalmente, un riego inadecuado, mu-chas veces excesivo, se traduce en sa-li-nización de la tierra.
El mundo ya encendió la alarma frente a este fenómeno, ya que casi un 30 por ciento de los suelos del planeta tienen problemas graves de erosión y alrededor de mil millones de personas, particularmente en las zonas rurales de los países pobres, están en riesgo vital por las hambrunas y epidemias que trae consigo la desertificación. El problema es de tal magnitud, que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) calificó a la desertificación como “uno de los más graves problemas ambientales globales”. Y el problema sigue crecien-do: las zonas en riesgo de desertificación al-bergan cerca del 40 por ciento de la población mundial.

UN PROBLEMA CON  RAICES PROFUNDAS

Según un estudio de la Universidad de Chile, a fines de la década del 70 el territorio es vulnerable a la erosión y desertificación en un 63 por ciento. Una investigación más reciente, realizada por la Conaf, señala que de 208 comunas estudiadas en-tre la III y la VIII regiones, además de la XII, 90 por ciento tiene suelos con algún grado de desertificación, lo que afecta al 13 por ciento de la población del país. Para encontrar las claves de la situación actual, hay que recorrer un par de siglos de historia.
Hoy resulta difícil imaginar que la IV Región tuvo alrededor de dos tercios de su territorio cubierto por vegetación, que tuvo, incluso, un gran bosque, conocido como Fray Jorge; más difícil aún resulta creer que en el Norte Grande hubo bosques de especies nativas como algarrobo, tamarugo o guayacán. Pero lo peor es que las grandes extensiones desérticas que abarcan buena parte del país se crearon en gran medida por acción del hombre.
De norte a sur, los árboles nativos entre la I y la III regiones fueron tragados por las calderas de las fundiciones mineras o sirvieron para la construcción de ciudades. En el Norte Chico, la sobreexplotación agrícola y ganadera, en particular la de ganado caprino, especialmente perjudicial para los suelos, terminaron destruyendo la vegetación. Ilustrativo es que hasta hace unos 50 años, en la IV Región se podía introducir ganado mayor, dada la cantidad de vergeles que había en la zona, mientras que hoy apenas pueden mantenerse pequeños rebaños de ganado menor.
La zona central del país, de la IV a la IX regiones, vivió un proceso similar. Estos territorios, desde hace unos 150 años, sufrieron una intensiva explotación de trigo; de hecho nuestro país fue considerado el “granero del mundo”, en el período de la “fiebre del oro” de California. Pero la sobreexplotación de los suelos terminó deteriorándolos fuertemente. Durante el apogeo de la producción triguera en nuestro país, se llegó a producir 120 quintales promedio por hectárea, hoy tenemos una media de tres quintales, casi una producción de subsistencia.
En el sur la situación resultó más dra-mática que en el resto del país. Con los colonos -chilenos, yugoslavos y alemanes- llegaron las quemas de bosques. Había que ganarle territorio a las selvas para la ganadería que requería extensas zonas de pastoreo. Durante décadas se promovió la quema masiva de bosque nativo. Como elocuente y dramático testigo de estos tiempos aún quedan en la región de Aysén un millón y medio de hectáreas de bosques quemados: miles y miles de troncos carbonizados empinados como estacas hacia el cielo.
Hoy hay una conciencia más clara de las autoridades sobre el problema y se están desarrollando iniciativas en el marco del Programa de Acción Nacional contra la Desertificación suscrito por el Estado. Conaf, Indap y el SAG son los brazos operativos de la lucha contra la desertificación. Hasta la fecha se calcula la recuperación de unos tres millones de hectáreas, a un ritmo de 150 mil hectáreas por año. Sin duda son iniciativas importantes, pero insuficientes incluso para los propios protagonistas de este combate. Mal que mal, no sólo hay que luchar contra las causas actuales de la desertificación, sino también contra siglos de una depredación indiscriminada de nuestros recursos naturales

IVAN VALDES

(Publicado en “Punto Final” Nº 636, 5 de abril, 2007)

 

Volver | Imprimir | Enviar por email

 

[ Chile - Santiago ] Punto Final S.A. San Diego 31, of. 606   |    E-mails: Dirección | Webmaster