Edición 566 - Desde el 30 de abril al 13 de mayo de 2004
Inicio | Traduccón | Favoritos | Recomendar Página | Cartas al Director |
Buscar
Buscar con Google

Libro de Visitas
Firma el libro de visitas Firmar el Libro
Este es el punto donde dejan su firma quienes visitan este sitio.
Ediciones Anteriores
En Quioscos
En esta edición
El lobby feroz y
los 15 chanchitos
 
Mano negra en los cajeros
del BancoEstado
Royalty “en la medida
de lo posible”
 
El síndrome chileno
Epidemia de “suicidios” en el ejército
NAUFRAGIO
DEL MODELO
El autoritarismo en Chile
Intelectuales al
servicio de la CIA
Visita

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Royalty “en
la medida
de lo posible”


Luego de meses de negociaciones, el gobierno decidió establecer un royal­ty a la minería. Lo comunicó median­te una declaración oficial fijando las bases de un proyecto que debería enviar al Con­greso dentro de las próximas semanas. Al día siguiente del anuncio, el presidente La­gos, hablando en la inauguración de la Ex­po­min, en presencia de representantes del Consejo Minero -que reúne a las transna­cionales y a las empresas de la Sociedad Nacional de Minería-, defendió la iniciativa como una manera de despejar incertidum­bres y establecer un criterio de justicia fren­te al aumento de las ganancias que para las empresas significa el alza del precio del cobre.
La reacción de los empresarios fue una ce­rrada oposición. William Hayes, presi­den­te del Consejo Minero, denunció que se estaba produciendo “una radical altera­ción de las reglas de juego”. Hernán Hoschs­child, presidente de Sonami, sostu­vo que el presidente no hablaba “con la ver­dad”. El presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, Juan Claro, afirmó que el royalty significará un golpe a la confianza indispensable para asegurar el desarrollo del país. El ex ministro de Ha­cienda de Pinochet, Hernán Büchi, habló de que se produciría una suerte de “expro­piación” en perjuicio de los empresarios.
Elemento central del royalty definido por el gobierno es que deberá perfeccionar­se a través de una modificación de la Ley Minera, que tiene ran­go constitucional y re­quiere para su aprobación de los 4/7 de di­pu­tados y se­nadores en ejercicio. Compren­derá los si­guien­tes aspectos:
- un cobro variable, entre un 0 y 3%, so­bre el valor de los excedentes que reporte la explotación. Se aplicará sobre las ventas brutas, dependiendo de la rentabilidad de las empresas conforme a un coeficiente que hará pagar más, con el tope del 3%, a las empresas que obtengan mayores utilidades;
- el cargo se aplicará a todas las empre­sas mineras -metálicas y no metálicas- que tengan márgenes operacionales superiores al 5%. Quedarán exentas las empresas que vendan menos de 2.000 Unidades Tributa­rias Anuales, vale decir, menos de 771 mi­llones de pesos;
- la contraprestación no se aplicará con efecto retroactivo;
- el cargo o contribución se constituirá en una obligación impuesta a los titulares de concesiones mineras de explotación;
- el producto total -que se estima alcan­zará a unos 100 millones de dólares- se des­tinará íntegramente a un Fondo de Investi­ga­ción Científica y Tecnológica.
El gobierno intentó convencer a los gran­des empresarios mineros que volunta­ria­mente, ojalá como iniciativa de ellos mis­mos, se modificara la legislación minera y el régimen tributario privilegiado de que disfrutan. Los empresarios se negaron, ar­gumentando que se produciría un “cambio en las reglas de juego” que podría conver­tirse en incontrolable. Ese cambio de­jaría a algunas empresas frente a la imposi­bi­lidad de cumplir sus proyec­tos de inver­sión y sería un factor de inhi­bición para nuevas inversiones en Chile. Finalmente, y ante la decisión del gobierno, anticiparon que uti­lizarían todos los recur­sos legales a su al­cance para impedir el royalty, lo que an­ti­cipa una batalla jurídica de proporcio­nes y hasta un intento para una eventual apli­ca­ción de normas del TLC con Estados Uni­dos, a propósito de la inversión extran­je­ra a la que atribuye características de vir­tual intangibilidad.
Sin embargo, el escenario no parece fa­vo­rable a las empresas. Según diversas en­cuestas, entre el 60 y 70% de los chilenos es partidario de elevar la tributación a las empresas, que éstas paguen impuestos y también que paguen royalty. Un número no despreciable de parlamentarios de derecha comparte esa opinión, y reclama que una parte de los ingresos fiscales por impuestos o royalties a las empresas se invierta en las regiones donde están ubicados los yaci­mientos.
Tres factores juegan en contra de las trans­nacionales. En ninguna parte se acepta la vigencia indefinida de cualquier tipo de legislación, que queda sometida a la deci­sión de las autoridades y poderes soberanos y a los cambios objetivos de la situación so­cioeconómica de los países. La propia le­gitimidad de la legislación minera es cues­tionable: el DL 600, Estatuto del Inversio­nis­ta Extranjero, fue un decreto-ley im­puesto por la dictadura pocos meses des­pués del golpe militar. La Ley Orgánica Cons­titucional Minera y el propio Código de Minería fueron producto de la dictadura, en el marco de la Constitución de 1980.
A ello se agrega el hecho objetivo que las empresas, en su inmensa mayoría, no han pagado ni pagan impuestos. Y, en ese sentido, el “caso Disputada” le pena a las transnacionales: no pagó impuestos durante veinticinco años, sacó miles de millones de dólares del país y finalmente, fue vendida en 1.300 millones de dólares.
No hay duda que el gobierno habría pre­ferido otra salida. El arreglo consensual con las empresas era el ideal, pero no pudo lo­grarse. También, había un problema de tiem­po. Está a punto de conocerse el infor­me del Senado sobre la situación tributaria de la gran minería, que demostrará la vera­ci­dad de las denuncias de que casi todas las transnacionales mineras que operan en Chile no pagan impuestos, lo que, natural­mente debería producir escándalo y una reacción de la opinión pública, que se con­vertirá en factor que pesará en las próximas campañas electorales. Al interior de la Con­certación aumentaba la presión para intro­ducir modificaciones profundas en el cua­dro jurídico y de control de la gran minería del cobre, presión que podía ser atenuada si se proponía un royalty muy bajo que po­día ser negociado o, incluso, atenuado du­rante la discusión parlamentaria.
El senador socialista Carlos Ominami no trepidó en calificar la iniciativa como “un royalty en la medida de lo posible”. Y sos­tuvo que las empresas se habían equivoca­do en su posición de choque frontal. “De­ben verlo -agregó- como una póliza de se­guro que las empresas deben tomar”.
Entretanto, contrastando con la escanda­lera de las empresas, expertos internaciona­les sostuvieron que el tema del royalty -en la forma anunciada- era un asunto relativa­mente menor que no influiría en la confian­za de los inversionistas, y que los capitales extranjeros seguirán afluyendo a los yaci­mientos chilenos. Porque -reiteraron- el co­bre en Chile es un excelente negocio

HERNAN SOTO


Orlando Caputo:
“El royalty es bajísimo”

Economista que se ha especializado en el tema del cobre, Orlando Caputo, presi­den­te de Cetes, reflexiona sobre el royalty.
Aunque la propuesta del gobierno no se co­noce en detalle, ¿cuál es su opinión respec­to de la anunciada iniciativa?
“Pienso que tiene más cosas malas que bue­nas. Destaco, para empezar, algunas de las buenas: establece que el royalty es un de­recho y no un impuesto, lo que se ajusta a la teoría económica. Es el derecho a la ren­ta mi­nera que debe ser pagado por los que ex­plotan el recurso. El ministro Eyza­guirre dijo: ‘En este caso lo que se está es­tructurando es un cobro sobre el mineral que se está extra­yendo que, como la Consti­tución lo establece, pertenece al Estado y a través del Estado a to­dos los chilenos’. Eso es algo muy impor­tante, porque en estos me­ses se ha cuestiona­do, por parte de per­so­nas ligadas a las empre­sas, el dominio constitucional del Estado so­bre los recursos mineros: lo reducen a una especie de fic­ción jurídica, ya que se dice que los verda­deros propietarios son los titulares de las concesiones mineras”.
¿Qué importancia tiene eso?
“El hecho de que sea o no sea impuesto tie­ne consecuencias jurídicas evidentes. Otra cosa, a mi juicio determinante, es que si Chile no capta todo lo que le correspon­de, es decir si no cobra la renta minera, todo se transfor­ma en un gran subsidio que in­centiva la so­bre­producción mundial, que pro­duce una dis­torsión en el mercado pro­vocando caída de precios como lo que ocu­rrió, principalmente por acción de las trans­nacionales que operan en Chile, entre 1995 y el año pasado”.
Una de las características del ‘royalty’ es su bajo monto…
“Es un monto que podría calificarse de irri­sorio. Con un máximo del 3% sería, en pro­­medio, de un 1% o algo así. En Estados Uni­dos y Canadá las empresas, además de pa­gar impuestos, pagan royalties de 8 a 12%. La comparación es obvia. Doy otro ejemplo, hace algunos años el profesor Eu­genio Fi­gueroa, de la Universidad de Chile, publicó en Canadá un libro -en inglés- ti­tulado Renta económica y manejo ambien­tal de la minería y sectores de recursos na­tu­rales, en que sos­tie­ne que en Chile el ro­yalty minero debería estar entre el 15 y el 25%. En Chile debería ser más alto que en otros países porque los mi­nerales tienen leyes más altas, hay una geo­logía mejor y los yacimientos se encuen­tran cerca del mar. Esos porcentajes -y mu­chos otros en diversos países- ejemplifican que el royalty a que aspira el gobierno es bají­simo.
En un trabajo que acabo de publicar sos­tengo: ‘El precio del cobre este año puede lle­gar a 130 centavos de dólar la libra o más. Es decir, 50 centavos más que el pre­cio de 2003, que fue de 80 centavos. Por lo tanto, los 50 centavos de dólar adicionales incre­men­tarán el valor de las exportaciones de co­bre en 5.500 millones de dólares.
De este incremento, las empresas privadas obtendrían este año 4.000 millones de dólares adicionales por sus exportaciones. Estos ingresos adicionales, debido en gran medida al aumento de precios, se transfor­marán en su totalidad en ganancias para las empresas privadas.
Las empresas privadas ya obtenían gran­des ganancias en los precios, del orden de los 80 centavos la libra de cobre. Por lo tan­to, las ganancias operacionales totales de las empresas privadas, con los aumentos de pre­cios de este año, llegarán a una cifra su­perior a los 5.200 millones de dólares, lo que equi­vale a 52 veces el royalty del gobier­no’. Agrego que esa cifra equivale a tre­ce veces lo que cuesta el Plan Auge”

Volver | Imprimir | Enviar por email

 

[ Chile - Santiago ] Punto Final S.A. San Diego 31, of. 606   |    E-mails: Dirección | Webmaster