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Escándalos del capitalismo
“made in USA”
NAUFRAGIO
DEL MODELO
Hasta el año 2001, el capitalismo de Estados Unidos fue erigido
como modelo. En Europa, la mayor parte de los responsables políticos
-incluidos socialistas y laboristas- jugaban este juego. El modelo, impulsado
por gobiernos de todos los colores políticos, se extendió
progresivamente a la gestión de las empresas multinacionales “europeas”
(Vivendi, Vodafone, Arcelor). Las críticas que se escuchaban señalaban
que no se iba lo suficientemente rápido en la aplicación
del modelo. En Francia, el gobierno de Jospin hizo que la Asamblea Nacional
adoptara una ley sobre las “nuevas regulaciones económicas”,
directamente inspirada en el modelo estadounidense.
El “nuevo” capitalismo:
un fiasco económico y un drama social
Lejos de apreciar el carácter no reproducible y artificial del
crecimiento sostenido de los Estados Unidos entre 1995 y 2000 -la burbuja
financiera en formación, la inflación del crédito
y el enorme flujo de capitales europeos y japoneses hacia Estados Unidos-,
los imitadores de todas partes del mundo estaban obnubilados por el “gobierno
de empresa”, que les permitiría valorizar al máximo
los intereses de los accionistas convertidos en su mayoría en zinzins
(inversores institucionales: fondos de pensiones, seguros, financieras
de inversión). Al adoptar el “gobierno de empresa”,
querían resolver la contradicción entre los intereses de
los accionistas y los de los managers.
Según los partidarios del “gobierno de empresa”, los
managers buscan acrecentar su poder y su remuneración beneficiándose
de la información privilegiada de que disponen en razón
de su función. El “gobierno de empresa” tiene el objetivo
particular de impedir esto. O sea, trata de reducir las “asimetrías
de información”, trata de obligar a los managers a abastecer
a los accionistas vía informes trimestrales. El “gobierno
de empresa” trata de incitar a los managers a gestionar las empresas
en interés de los accionistas, haciendo todo lo posible para que
aumente el valor de las acciones.
A fin de lograr este objetivo, la remuneración de los managers
se establece -en principio- en función de los resultados de la
empresa. Una de las principales técnicas utilizadas es el sistema
de las stock-options, que consiste en darles la posibilidad de adquirir
acciones de la empresa -opción de compra- a un precio inferior
al de la Bolsa, así como la opción de revenderlas cuando
éstas hayan aumentado. Las stock-options incitarían así
a los directores y cuadros superiores de la empresa a tomar decisiones
conforme a los intereses de los accionistas.
Pero lo que fue presentado como un nuevo capitalismo terminó en
un lamentable fiasco y en un drama social para los asalariados. A partir
de 2001-2002, tanto las quiebras monumentales como los escándalos
sucesivos sirvieron para mostrar prácticas delictivas sistemáticas,
que nos recordaron lo que ocurrió al final de los años 20
y durante la crisis de los años 30.
Cuando aparecieron los signos de implosión de la estructura financiera
y la carrera de la Bolsa bajó, a partir del segundo semestre del
2000, los directivos de las empresas trucaron sus números a fin
de presentar simulacros de beneficios, y convencer a los mercados para
que continuaran comprando sus acciones. Aumentaron, una vez más,
el endeudamiento de “su” empresa con el objeto de comprar
más acciones para sostener la carrera bursátil. Ciertas
empresas inflaron todos sus números para hacer creer que su crecimiento
continuaba.
Frente a estos trucos, las autoridades monetarias de Estados Unidos -Alain
Greenspan, presidente de la Reserva Federal, Larry Summers y luego Paul
O’Neill, que se sucedieron en la Secretaría del Tesoro- adoptaron
la posición de Tartufo, haciéndose los que ignoraban lo
que ocurría. A la vez, seguían profesando una confianza
a toda prueba en la genialidad de los mercados. Las prácticas de
los directivos de empresas como Enron eran bien conocidas: el presidente
George W. Bush y el vicepresidente Dick Cheney ya habían recurrido
a estos artilugios algunos años antes, en sus propias empresas.
Y en septiembre de 1998, Greenspan había salvado a la empresa LTCM
y conocía bien el recorrido que la había llevado a la quiebra.
El escandaloso escándalo de un gigante
Enron era una empresa que especulaba con materias primas (petróleo,
gas, aluminio, carbón, madera), energía (electricidad),
agua, y en los mercados de los productos derivados de estos recursos.
Operaba en cuarenta países, poseía centrales eléctricas
en India y en los bosques de Escandinavia, tenía actividades en
las antiguas repúblicas de la Unión Soviética y,
al momento de su quiebra, intentó comprar el sector de energía
de la República Checa. Enron realizaba el 25% de sus negocios fuera
de Estados Unidos. En su apogeo, controlaba el 20% del mercado de la electricidad
en Estados Unidos y Europa.
Para organizar sistemáticamente la evasión fiscal, en relación
al Tesoro de Estados Unidos y en otros Estados donde era activa, Enron
utilizaba varios subterfugios. Había creado 874 filiales en paraísos
fiscales, 195 en las Islas Caimán. Como declaraba sus beneficios,
esto le permitió no pagar impuestos sobre ingresos al Tesoro estadounidense
durante sus últimos cinco años de existencia. En los paraísos
fiscales en los que se había implantado Enron, los impuestos eran
exiguos o mejor dicho, nulos.
Otro subterfugio: hacer una declaración fiscal diferente a la que
consta en el balance de la empresa presentado a los accionistas. Para
la mirada del fisco, las stock-options eran contabilizadas como un costo,
mientras que para los accionistas, a quienes era necesario hacerlos participar
de beneficios crecientes, no eran consideradas como tales. Enron quería
ocultar sus pérdidas y sus deudas a los mercados financieros, para
que sus acciones siguieran siendo consideradas atractivas. Para evitar
miradas indiscretas, el balance financiero de Enron no tomaba en cuenta
el balance del conjunto del grupo Enron. Y con el objeto de comprar la
colaboración de quienes seguían de cerca la salud financiera
de la empresa -auditorías (Andersen), bancos de inversiones (Merryl
Lynch, Morgan Stanley), bancos (Citigroup, J. P. Morgan)- Enron los asociaba
a los resultados de la empresa de manera que fueran a la vez jueces y
parte.
Enron y la desregulación de la electricidad
Las cifras y los resultados de Enron pegaron un gran salto a partir de
fines de 1992, cuando la empresa logró ser exceptuada del control
del Estado sobre sus actividades especulativas en los mercados derivados.
Enron mantenía contactos muy estrechos con representantes demócratas
y republicanos. En doce años (1991-2002) vertió en la caja
de estos representantes más de 5 millones y medio de dólares
(75% para los republicanos y 25% para los demócratas). Esto hizo
de Enron una de las empresas más “generosas” con los
dos partidos que se alternan en el poder en Estados Unidos. El político
republicano que recibió mayor cantidad de dinero por parte de Enron
fue el senador Phil Gramm, quien a cambio hizo uso de su influencia para
favorecer los objetivos de la empresa en materia de desregulación
del mercado de la electricidad.
En 1992, Wendy Gramm, su esposa -había ocupado cargos durante las
administraciones de Reagan y de Bush padre-, obtuvo de la empresa que
ella presidía en aquel momento, la CFTC, que la Enron fuera exceptuada
de la obligación de rendir cuentas sobre sus operaciones en los
mercados derivados. Esta misma señora logró hacer pasar
esta decisión de manera expedita en los últimos días
de la administración de Bush padre. Seis días después,
renunciaba, y cinco semanas más tarde era incorporada a Enron,
en el consejo de dirección. En el seno del consejo, ella estaba
a cargo del comité de auditorías, lo que le dio acceso a
una cantidad importante de información financiera, y por consiguiente,
estar al tanto de las numerosas manipulaciones contables y de los delitos
financieros realizados de manera sistemática por la empresa. Entre
1993 y 2001 fue más que holgadamente recompensada con ingresos
de más de 915 mil dólares.
La desregulación del mercado de la energía se llevó
a cabo en 1996, durante la presidencia de Bill Clinton. Numerosas empresas
públicas de producción y distribución eléctrica
fueron privatizadas, lo que favoreció ampliamente a sociedades
como Enron. Durante 1999 y 2000, Enron gastó tres millones y medio
de dólares para hacer lobby político. Los “aportes”
de Enron para la campaña presidencial de George Bush hijo, fueron
importantes. En diciembre de 2000, el senador Phil Gramm obtuvo el cambio
de legislación que Enron deseaba. La empresa se benefició
creando una filial llamada EnronOnline, la cual pasó a controlar
el mercado de la electricidad y del gas natural en el estado de California.
Una vez producido el cambio de legislación, la distribución
de electricidad en California se degradó rápidamente: se
multiplicaron los cortes de energía en dimensiones tales, que se
tuvo que decretar el estado de emergencia energética en 38 ocasiones,
durante el primer semestre de 2001. Durante este mismo período,
las cifras de Enron se multiplicaron por dos.
La historia de Enron había comenzado en 1984, cuando Kenneth Lay
-de 42 años, antiguo subsecretario de Estado de Energía
en el gobierno Reagan- se puso a la cabeza de la empresa Houston Natural
Gas, que se convertirá en Enron. El 21 de diciembre de 1991, la
acción Enron valía 21.5 dólares. El 7 de agosto del
2000 valía 90 dólares. El 3 de diciembre de 2001, al día
siguiente de la quiebra, cayó a 1.01 dólares. Entre 2000-2001,
las ventas de Enron se multiplicaron por cuatro, pasando de 12 a 48 mil
millones de dólares. En agosto de 2001, Enron declaró 401
millones de dólares de beneficios. Tres meses más tarde,
la empresa reconocía 618 millones de dólares de pérdidas.
A partir de junio de 2001 se precipitó el declive de la empresa,
debido al retorno hacia una mayor regulación. Sin embargo, la crisis
venía de más lejos: desde el año 2000, la capitalización
bursátil de la empresa, así como la de la mayor parte de
las otras empresas estadounidenses, mostraba la tendencia a hundirse.
Los beneficios reales también bajaban.
A fin de que las acciones siguieran siendo atractivas, la dirección
de la empresa infló de manera artificial las cuentas, registrando
como ingresos los préstamos bancarios otorgados por el principal
grupo bancario mundial, Citigroup, y por J. P. Morgan y otras operaciones.
Para disimular las pérdidas, la dirección de la empresa
las sacó directamente del balance. Con el objetivo de mantener
una cotización bursátil lo más elevada posible, la
dirección de la empresa llevó a Enron a comprar masivamente
sus propias acciones. Siguiendo esta línea, la dirección
hizo todo lo posible para que los fondos de pensiones de los asalariados
de Enron aumentaran la cartera de acciones de Enron. Mientras en julio
de 2001 Kenneth Lay invitaba a sus empleados a comprar las acciones de
Enron, al mismo tiempo las vendía ocultamente, embolsándose
una plusvalía importante en relación al precio al que las
había adquirido en el cuadro de sus stock-options. Entre noviembre
de 2000 y el 31 de julio de 2001, Kenneth Lay vendió 672 mil acciones
de Enron. Esto aceleró la caída de las acciones de la empresa.
Al mismo tiempo, todos los empleados se habían visto impedidos
de ejercer el derecho de vender sus acciones, dado que el fondo de pensiones
Enron había sido declarado en reestructuración y todas las
operaciones habían sido bloqueadas.
Kenneth Lay es hijo de un ministro bautista. El 2 de febrero de 2001,
mientras hacía todas estas operaciones, declaraba en The San Diego
Tribune: “Yo creo en Dios y en el mercado libre. Es la manera más
adecuada de distribuir y estimar los recursos. Esto crea más riquezas
y un nivel de vida más elevado como no lo haría otra alternativa.
Ciertamente, Jesús intentó cuidar a las personas que lo
rodeaban, intentó que tuvieran una vida mejor. Él estaba
también enamorado de la libertad, él quería que la
gente tuviera la libertad de elegir. Cuanto más libre es un país
en términos de mercado y de sistema político, más
elevado es el nivel de vida de la gente”.
La familia Bush y Enron:
expedientes oscuros
Tanto la familia Bush como Enron están asentadas, y tienen sus
principales intereses económicos, en Texas. La familia Bush tiene
importantes intereses en el sector petrolero. Enron y los Bush, padre
e hijo, han tenido intereses comunes. En 1988, George W. Bush influyó
sobre el ministro argentino de Obras y Servicios Públicos, para
obtener un contrato a favor de Enron en relación a los oleoductos
argentinos. Una vez que Bush hijo llegó a ser gobernador de Texas,
permitió a Enron violar las leyes antipolución de ese Estado.
Más adelante, Enron no tuvo dificultades para convencer a Bush
hijo de que era necesario rechazar los acuerdos de Kioto, respecto al
cambio climático y a la emisión de gases que afectan la
capa de ozono.
Cuando se habla de petróleo, no se puede dejar de evocar las tropelías
de George W. Bush y de Richard Cheney. La SEC, gendarme de los mercados,
inició una investigación a propósito de George Bush
hijo en abril de 1991, y en octubre de 1993 llegó a la conclusión
de un “no ha lugar”. Naturalmente, se podría poner
en duda la seriedad de esa investigación, porque el presidente
de la SEC, Richard Dreeden, había sido nombrado por George Bush
padre.
George Bush hijo comenzó su carrera de hombre de negocios a comienzos
de los años 80, cuando se hizo cargo de una pequeña sociedad
petrolera bautizada Spectrum 7 Energy. Esta empresa fue vendida en 1986
a Harken Energy. George Bush hijo recibió a cambio 200 mil acciones
Harken, un puesto en el consejo de administración y un contrato
de asesor, cuya remuneración era de 125 mil dólares anuales.
Se le reprocha haber utilizado su puesto de administrador para obtener
un préstamo de 180 mil dólares, que le permitió adquirir,
vía las stock-options, unas 105 mil acciones suplementarias.
Esta es una de las prácticas que George Bush hijo, en tanto presidente,
prohibió en el 2002. Se le acusa de haber vendido un número
muy importante de acciones a un precio elevado dos meses antes de que
la sociedad Harken anunciara la pérdida sin precedentes de 23.2
millones de dólares, y antes de que el valor de la acción
cayera a la mitad en relación al precio de venta que él
había obtenido.
Como administrador, Bush hijo estaba bien informado de la mala salud de
la empresa. La venta le permitió a George Bush hijo embolsarse
848 mil 560 dólares. Como administrador, actuó de la misma
forma en la que actuaron después los miembros de los consejos de
administración de Enron y de WorldCom, a quienes criticó
como presidente.
George W. Bush no es el único alto funcionario del gobierno estadounidense
cuyas prácticas como hombre de negocios son criticables. Cuando
era presidente general de la sociedad Halliburton, la número uno
mundial en investigación petrolera, Richard Cheney habría
obtenido beneficios por 18.5 millones de dólares vendiendo en agosto
de 2000 más de 600 mil acciones de su empresa. Dos meses más
tarde, la sociedad anunciaba malos resultados y su cotización en
la Bolsa caía estrepitosamente.
Worldcom: otro escándalo monumental
Al escándalo de Enron siguió el de WorldCom, el segundo
operador estadounidense en telecomunicaciones y el primer operador mundial
de servicios de Internet. La cifra de negocios de la empresa se elevó,
durante el año 2000, a 35 mil millones de dólares. En momentos
en que se colocó al abrigo del capítulo 11 de la Constitución
de Estados Unidos, WorldCom tenía 41 mil millones de dólares
de deuda. WorldCom empleaba 85 mil asalariados y contaba con 20 millones
de abonados en 65 países. Como Enron, era una estrella, símbolo
de los eufóricos Estados Unidos de fines de los años 90.
El fundador de esta empresa, Bernard Ebbers, había sido, como su
colega de Enron, Kenneth Lay, la figurita de los medios y de los diarios
financieros. En una decena de años, WorldCom se convirtió
de pequeña estrella naciente en un imperio estelar que amenazaba
al histórico gigante de las telecomunicaciones ATT. Entre 1998
y 1999, las acciones de WorldCom en la Bolsa se multiplicaron por seis.
Como en el caso de Enron, igualmente dura y fulgurante fue su caída.
Entre el 1º de enero de 2002 y la declaración de quiebra,
el 21 de julio de ese año, las acciones de WorldCom perdieron 99.38%
de su valor. Y como Enron, WorldCom trucó sistemáticamente
sus cuentas.
La quiebra de las empresas abrió también el tema de las
remuneraciones astronómicas de los ejecutivos. Desde los años
de Reagan, el abismo entre los ingresos de los asalariados y el los de
los dirigentes de empresas que reciben salario no hizo más que
progresar de manera vertiginosa. Según Business Week, en 1980 un
director general medio ganaba 42 veces más que el obrero. En 1990
ganaba 85 veces más. Y en el 2000 ganaba ya 531 veces más.
Si salimos de las fronteras de Estados Unidos, encontraremos situaciones
similares.
Veinte años después...
Veinte años de desregulación y de apertura de los mercados,
a escala mundial, suprimieron las barreras de seguridad que habrían
podido limitar los efectos en cascada de las crisis que atravesaron Enron
y otras empresas. El conjunto de las empresas capitalistas y las empresas
de los mercados emergentes evolucionaron, ciertamente con sus particularidades,
en el mismo sentido que las de Estados Unidos. Las instituciones privadas
bancarias y financieras, así como las empresas de seguros del planeta,
se encuentran hoy en mala posición: adoptaron prácticas
cada vez más aventureras. Todos los grandes grupos industriales
conocieron una financierización pronunciada, y por ende, se han
vuelto muy vulnerables. Enron, Worldcom, Global Crossing, Vivendi, Universal,
Ahold, Parmalat... La sucesión de escándalos ha mostrado
la vacuidad de las afirmaciones de los dirigentes de Estados Unidos y
de sus seguidores en los cuatro puntos cardinales. Es hora de pensar en
otro sistema, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo
ERIC TOUSSAINT (*)
(*) Historiador y politólogo. Presidente del CADTM
(Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo).
Extractos editados por la revista Envío de Nicaragua, Nº264,
marzo 2004.
(Revista “Punto Final”, edición N^566, 30 de abril,
2004)
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