Edición 563 - Desde el 19 de marzo al 1 de abril de 2004
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Editorial:
Oligarquización de la política
Olor a sangre en la derecha
Esa vieja costumbre
de la puñalada trapera
España en el corazón
Recorte de subsidios
Juicio en Temuco a la etnia mapuche
La segunda guerra
de la Araucania
Final con espada en llamas
Trabajadores de Johnson’s
Balance de la huelga  
Registro nacional de detenidos y torturados El derecho a la verdad  
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Olor a sangre en la derecha

Esa vieja costumbre
de la puñalada trapera

Acomienzos de los años 80, tras una dura batalla desde el decanato de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Concepción en contra del rector Guillermo Clericus -un oficial de ejército en retiro que dirigía las huestes nacionalistas de la zona-, Joaquín Lavín fue exonerado. El joven economista había recibido fuerte apoyo del naciente gremialismo local, encabezado por los alcaldes de Concepción, Penco, Tomé y Chillán. Otro poderoso respaldo le había entregado el diario El Mercurio, muy interesado en desbancar al rector Clericus y consolidar la influencia de los gremialistas en la región.
Alvaro Bardón, Jovino Novoa, Juan Francisco Folch, Andrés Passicot y Sergio de Castro, entre otros, monitoreaban desde El Mercurio los pasos de Lavín. Tras la derrota, se le ofreció trasladarse a la capital y hacerse cargo del nuevo cuerpo “Economía y Negocios” de ese diario.
En los años siguientes, Lavín aprendería muchos de los secretos del poder político y económico, conocería a fondo los vericuetos de la manipulación mediática y debutaría en los salones más restringidos de los poderes fácticos.
Casi veinte años después, transformado en la última y gran esperanza de esos mismos poderes fácticos para llegar a La Moneda, Lavín no ha trepidado en descabezar a los dos partidos de la derecha como única forma de someterlos y alinearlos en torno suyo.
En esta operación contó con el entusiasta apoyo editorial de El Mercurio y La Tercera, que desde hacía meses le insistían en la imperiosa necesidad de poner orden en RN y la UDI, partidos que se estaban transformando en verdaderas montoneras enardecidas por las disputas de sus máximos dirigentes.
Lo más sorprendente, sin embargo, es que Lavín haya elegido asociarse con Andrés Allamand, el hombre que hasta hace muy poco era visto como un franco adversario de los mismos poderes fácticos que hoy lo bendicen.
Transformado en una especie de hijo pródigo que vuelve al redil del cual nunca debió haberse apartado, Allamand blandió los cuchillos sin que le temblara la mano para clavarlos en las espaldas de amigos y enemigos.
En menos de una semana, Allamand consiguió lo que nadie había podido realizar en meses de reyertas y disputas intestinas. Con su teléfono celular en ristre, filtró datos, se paseó por los noticieros centrales de la televisión y se mantuvo en reuniones casi permanentes, moviendo los hilos de los hasta más ínfimos detalles.
Al final, mientras Sebastián Piñera y Pablo Longueira tragaban con dificultad el amargo sabor de la derrota, Allamand -muy serio- posaba para los fotógrafos en los salones de la Municipalidad de Santiago junto a Joaquín Lavín y los nuevos samurais elegidos para los próximos combates.
En la UDI, en tanto, los integrantes del núcleo fundamental decidían poner a la cabeza del partido a su hombre más duro, a Jovino Novoa, el dirigente que mayor confianza otorga también a Agustín Edwards Eastman, el poderoso dueño de El Mercurio. Su designación fue realizada entre cuatro paredes, mostrando sin pudores que la democracia interna del partido y el parecer de los militantes, les importa un rábano.
Más abajo, en la calle Antonio Varas, en la sede de RN, mientras repetían la palabra “traición”, los piñeristas empezaban a reunir firmas para convocar al Consejo General del partido en un desesperado intento por revertir la renuncia de la directiva y arrinconar a la disidencia interna, conformada principalmente por los diputados y senadores del partido.
Sólo 48 horas antes, Sebastián Piñera había asegurado a la radio Cooperativa que era un “duro de matar”. Ahora, con el puñal de la traición en la espalda, no lograba explicarse la verdadera dimensión de lo ocurrido. Incapaz de reconocer los efectos de sus obsesiones, de medir las consecuencias de su arrogancia, Piñera lamía por enésima vez sus heridas.
La drástica cirugía efectuada por Lavín y Allamand contenía, además, el lacerante dolor de lo público, de lo transmitido en directo por la televisión y la radio. Pudo haberse hecho con sigilo, apelando a los calmante y paños tibios, pero se optó por la plaza pública, por la guillotina y los edictos reales. Pocas veces la derecha había asistido a un espectáculo similar.

Lo que se viene

La principal interrogante de esta nueva forma de jugar ajedrez político, donde se entregan las torres y se sacrifican los caballos, e incluso se puede patear el tablero, es saber si el candidato de la derecha tiene alguna posibilidad de triunfo sin el apoyo entusiasta de sus partidos. Requiere todos los votos que consiguió en enero del 2000, más otros 500 mil que nadie hasta ahora se atreve a asegurar de dónde saldrán.
Lavín necesita que las bases piñeristas de RN recorran campos y ciudades, se sumen a los puerta a puerta, peguen afiches y carteles, repartan volantes y chapitas, en fin, hagan las mil y una tareas del proselitismo político. En el Consejo Nacional de RN, programado para el próximo 3 de abril, podrá medirse el barómetro real del entusiasmo, si es que existe. ¿Qué ocurrirá si un sector de la militancia de RN no está dispuesto a dejarse pasar la aplanadora lavinista? ¿Qué pasará si el piñerismo decide no arriar sus banderas?
Más arriba, en la calle Suecia, en casa de la UDI, los fantasmas de las sospechas empezaron a rondar en las oficinas de algunos dirigentes.
¿Representa Lavín las verdaderas aspiraciones del partido? ¿Cuáles son las reales pretensiones de Andrés Allamand? ¿Cuáles serán los criterios que emplearán los samurais para confeccionar las listas de los candidatos a alcaldes y concejales? ¿Y las listas parlamentarias? ¿Se podrá empeñar con Lavín y sus adláteres el futuro de RN?
Hasta ahora, la candidatura de Lavín se ha sostenido en su figura mediática, sin ideas, con pocas palabras, entre sonrisitas bonachonas, piscinitas de plástico y monitos de nieve. La carne, la sangre, las neuronas, las han aportado RN y la UDI. Son figuras como Piñera y Longueira los que han puesto el jugo, la sal y la pimienta. Sin ellos, Lavín no existe.
Pablo Longueira, uno de los dirigentes políticos más brillantes que ha parido la derecha chilena, levantó a la UDI a alturas que nadie hubiese sospechado. Sus métodos, considerados “estalinistas” por algunos, propios de un fanático, por otros, pusieron a su partido a la cabeza de la tabla, en el número uno, mordiendo pedazo a pedazo el ropaje de la Democracia Cristiana.
A los 47 años, Longueira y sus más cercanos, casi todos de su misma generación, pueden conseguir en pocos años el plus que les falta para llegar al gobierno, sin recurrir a los poderes fácticos ni a los bolsillos de los grupos económicos. En ese camino, Lavín y sus gestores sólo son una estación, un atajo, una variante en un mapa trazado hace bastante tiempo.
Sebastián Piñera, por su parte, es como un mono porfiado. Lo botan y se vuelve a levantar más energizado y más dispuesto a reemprender la ruta que lo lleve a La Moneda.
Y Andrés Allamand, de anchas y curtidas espaldas llenas de cicatrices, que volvió del desierto político, lanzó por la ventana sus viejos discursos, quemó libros y rompió doctrinas, se sacó la corbata y decidió sentarse a la diestra de Dios padre, esperando ser bendecido otra vez por quienes alguna vez se atrevió a desafiar. Sólo esa senda le permitirá beber nuevamente del cáliz prohibido.
Cada uno puede elegir su propia ruta, pero en esta pasada -la que llevaría a Lavín a La Moneda- todos se necesitan. Saben que sólo de esa manera tienen una oportunidad. Por ello, lo más probable es que veamos a Longueira como el encargado territorial de la campaña; a Allamand en el diseño logístico y estratégico; y a Piñera, en cualquier otra faena donde su proverbial empuje pueda dar frutos.

Afilando
los cuchillos

El otro escenario, que tampoco puede ser desestimado, supone que no se envainen los cuchillos. Es más, que se desentierren hachas y camorras, y veamos en tres o cuatro semanas una nueva gran batalla, más demoledora y sangrienta, donde se sepulte definitivamente la candidatura de Lavín, se reformulen las alianzas y se empiece a buscar nuevo candidato.
Esta posibilidad, remota pero probable, significaría que de una vez por todas la militancia de RN se haga trasparente; es decir, que los llamados “disidentes” o lavinistas, se vayan de una vez por todas a la UDI y que se manifieste sin ambages el carácter liberal de RN, impuesto en sus inicios por la desaparecida “patrulla juvenil”.
Renovación Nacional cuenta con militantes que nada tienen que ver con la UDI, que se resisten a ser fagocitados por sus socios y que son cotidianamente presionados por los fantasmas de la candidatura de Lavín. No es una casualidad que Sebastián Piñera se ubique en el segundo lugar en las encuestas de popularidad de la derecha y en quinto a nivel general. Quienes le siguen saben claramente que votó por el No en el plebiscito de 1988 y que se ha ido alejando paulatinamente del pinochetismo tradicional. El y varios de sus más cercanos representan un tendencia mucho más próxima a los liberales de la Concertación que al conservadurismo y clericalismo de la UDI y del Opus Dei.
Claramente RN podría transformarse en un partido bisagra que jugase un rol clave a la hora de las alternancias en el poder y que consolidara sus bases en ciertos ámbitos productivos, empresariales y académicos.
Cuesta mucho imaginarse, en la eventualidad de que Lavín llegue a La Moneda, cómo se realizaría la repartición de cargos. El candidato ha dicho que sus decisiones serán suprapartidarias, pero al mirar a sus samurais queda muy claro que no podrá sustraerse ni a los poderes fácticos ni a las cuentas que le pasará la UDI

MANUEL SALAZAR


El nuevo Allamand y su “patrulla”

El pragmatismo parece ser el nuevo factor que mueve a Andrés Allamand. Tras su regreso de Estados Unidos, se asoció con Jorge Schaulsohn para explorar las posibilidades que por estos días da el negocio de hacer lobby. Paralelamente, se hizo cargo del decanato de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, cuyo rector es Andrés Benítez Pereira y donde se aglutinan personajes tan variopintos como Sergio Melnick, José Joaquín Brunner, Claudio Orrego, Eugenio Tironi, Lucía Santa Cruz y el mismo Jorge Schaulsohn, entre otros.
Es, además, consultor del Banco Interamericano de Desarrollo, miembro de la junta directiva de la revista Foreign Affairs y profesor visitante de la Georgetown University. Ha prestado servicios profesionales a entes tan diversos como la Asociación de Isapres o a la empresa Los Silos de Nazareno, uno de cuyos propietarios es Max Marambio.
Caballero como es, durante su último viaje a Cuba, Allamand se dio tiempo para visitar a Gladys Marín, en pleno tratamiento para frenar la malignidad de un tumor cerebral.
En enero, fue invitado a incorporarse al selecto grupo de los samurais, los asesores más directos de Joaquín Lavín en su tránsito hacia La Moneda.
Reconstruyendo confianzas desde hace varios años, sólidamente respaldado por las familias Matte e Ibáñez, con amigos en todos los vericuetos de la política nacional, experto en el manejo de los medios de prensa y muy querido y respetado hasta ese momento en las bases de Renovación Nacional, Andrés Allamand fue tocado una vez más por la varita mágica que lo llamaba de regreso a las “grandes ligas” del protagonismo público.
Así como su socio Jorge Schaulsohn desea ser alcalde de Santiago y desde allí saltar a una eventual carrera hacia la presidencia de la República, Allamand decidió tomar posiciones al lado de Lavín para ayudarlo a ordenar el muy mal barajado naipe de su candidatura.
Demoró menos de un mes en convencerse de que el problema central consistía en la creciente hostilidad entre los presidentes de RN y la UDI, Piñera y Longueira, desbocada desde que la diputada Pía Guzmán se atrevió a decir que dos senadores de la tienda de calle Suecia estaban involucrados en la red de pedofilia que manejaba el empresario Claudio Spiniak.
“Locomotora” Piñera estaba fuera de control, al igual que Pablo Longueira, motor central de la UDI. La posibilidad de una colisión frontal amenazaba con arrastrar a los dos partidos a una debacle de impredecibles consecuencias y sepultar de golpe la candidatura de Lavín.
Allamand recibió luz verde de los poderes fácticos, afinó con el candidato presidencial los últimos detalles y lanzó una rápida y demoledora ofensiva para restablecer el orden en los dos díscolos partidos.
El paso siguiente será explicarle a los militantes de RN por qué hizo lo que hizo y conseguir en el Consejo General del 3 de abril que el partido le entregue su respaldo y elija una nueva directiva, funcional a las tareas por hacer. Luego, junto a los nuevos samurai, deberá conseguir el mayor equilibrio posible en las listas de los candidatos a alcaldes y concejales, para evitar que resurjan las desconfianzas y los roces entre los miembros de la Alianza por Chile.
Simultáneamente, Allamand deberá abocarse a la reingeniería del conglomerado y para ello necesitará contar con la confianza y la colaboración de ambas directivas.
Alberto Espina, Raúl Torrealba y Sergio Romero aparecen como los hombres claves para recomponer a RN. En la UDI, el puente de plata será el mismo Joaquín Lavín, quien conoce al nuevo presidente, Jovino Novoa, desde inicios de los 80, cuando trabajaban codo a codo en El Mercurio. Novoa es, además, el vínculo más directo con el pinochetismo, que pese a estar en extinción, cada cierto tiempo levanta cabeza para exigir pequeñas cuotas de poder.
En no más de dos meses la Alianza deberá lanzar su campaña municipal. Pronto, entonces, empezarán a llegar los flujos de dinero para aceitar la máquina electoral. Ese verdadero maná del cielo aquietará definitivamente los estertores de la batalla reciente y permitirá enfilar la proa sin otros grandes sobresaltos hacia los comicios municipales de octubre.
Simultáneamente, Juan Andrés Fontaine deberá abocarse a la preparación de las líneas programáticas, una gran falencia de la candidatura de Lavín. Es aquí donde la derecha deberá decir si va a privatizar Codelco, Enap, TVN, La Nación y otras empresas públicas; si va a privatizar por completo la salud y la educación; si va a reducir el Estado a su mínima expresión y despedir a decenas de miles de empleados públicos; qué va a hacer con el presupuesto de defensa; cómo combatirá la delincuencia y frenará el narcotráfico, etc. Esto es lo que espera Allamand.
No obstante, algunas variables pueden remecer la escenografía y decorados de la derecha. ¿Qué ocurrirá si Lavín empieza a caer en las encuestas?
Llegado ese momento, los poderes fácticos, los partidos de la Alianza y hasta los más entusiastas partidarios de Lavín, mirarán a su alrededor en busca de otro candidato.
Y allí estará Andrés Allamand, dispuesto a sacrificarse para impedir un cuarto gobierno de la Concertación, o simplemente para decir que está disponible para el 2009, quizás al frente de otro conglomerado donde también estén sus nuevos amigos, como Schaulsohn, Tironi, Brunner y muchos otros. Todos muy liberales y pragmáticos, por supuesto

M.S.

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[ Chile - Santiago ] Punto Final S.A. San Diego 31, of. 606   |    E-mails: Dirección | Webmaster