Edición 563 - Desde el 19 de marzo al 1 de abril de 2004
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Editorial:
Oligarquización de la política
Olor a sangre en la derecha
Esa vieja costumbre
de la puñalada trapera
España en el corazón
Recorte de subsidios
Juicio en Temuco a la etnia mapuche
La segunda guerra
de la Araucania
Final con espada en llamas
Trabajadores de Johnson’s
Balance de la huelga  
Registro nacional de detenidos y torturados El derecho a la verdad  
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Oligarquizacion
de la polItica

El “golpe de mano” que impuso a Joaquín Lavín como líder absoluto de la derecha por sobre los partidos de la Alianza marca, más allá de las vicisitudes de la pugna entre Renovación Nacional y la UDI, una expresión extrema de la oligarquización de la política.
Cada vez más las cosas se deciden y resuelven a espaldas del pueblo y de los propios militantes de los partidos.
Un grupo de dirigentes ligados a los círculos de poder, al gran empresariado y a las transnacionales prepara, de este modo, la toma de la presidencia de la República en las elecciones de diciembre de 2005, aspirando, entretanto, al triunfo en las próximas elecciones municipales.
La derecha está lanzada a la aventura del control total del país. Ya domina el Poder Judicial, las fuerzas armadas, la Iglesia, la economía, los principales medios de comunicación y la mayor parte de la educación superior. Lo que le falta no es poco, pero está confiada en que lo logrará.
El plan maestro de la derecha sigue su curso. Longueira y Piñera dejaron de ser funcionales y fueron, por lo tanto, destituidos. No importó que los medios no fueran éticos o decentes. Bastó alguna traición y la acción de quintacolumnistas para obtener el visto bueno de las directivas respectivas.
En la penumbra quedó el caso Spiniak y los manejos para torcer las investigaciones judiciales. Los involucrados pueden estar tranquilos. Incluso uno de ellos, el senador Jovino Novoa, ya es de hecho presidente de la UDI, en claro desafío a la opinión pública.
Lavín y sus “samurais” tienen como primera tarea armar -siempre en la sombra- el estado mayor que le dará fortaleza, poder y, sobre todo, recursos para las campañas electorales. Los cauteladores de la “moral pública” guardan silencio. Confían en el olvido y en la manipulación informativa.
Ni siquiera las bases de los partidos pueden hacer valer su opinión. Son los dirigentes quienes mandan, como delegados de los poderes fácticos. Se pervierte así aún más el sentido real de la democracia, y el contenido profundo de la lucha que dio el pueblo para liberarse de la dictadura militar. Por otra parte, el sistema electoral favorece la oligarquización a través de parlamentarios que en los hechos pasan a ser inamovibles, mientras sigan cumpliendo dócilmente el deslucido papel que se les asigna. El empate político es asumido y favorecido por la Concertación, sin que importe la creciente pérdida de legitimidad del sistema político y su distanciamiento del verdadero sentir del pueblo.
De manera coherente con lo anterior, el gobierno ha reconocido y consagrado a Lavín como líder de la derecha. Lo ha ungido jefe del poder que pudiera representar la alabada “alternancia”, que no parece inquietar demasiado a los círculos gobernantes. La Concertación ha lanzado así un guante que el alcalde Lavín se ha apresurado a recoger. Ha declarado que está dispuesto a jugar el papel de jefe de la oposisión y ha agregado que el presidente Ricardo Lagos sabe bien que puede contar con su colaboración para iniciativas de interés común.
Se avecina, por lo tanto, una etapa superior de la llamada “democracia de los consensos”, que sirvió para acordar el término de la dictadura y fijar las pautas de una transición interminable hacia la democracia, que nunca llegará, al paso que vamos. La democracia protegida -calificada lúcidamente por algunos como semidictadura- recibe una nueva bendición.
De igual a igual se entenderán el presidente de la República y el alcalde de Santiago. Entre ambos definirán el rumbo del país sobre la base de negociaciones que resguardan los intereses en juego, representados por cada uno de estos supremos árbitros de la política.
La ninguna transparencia y la política manejada en conciliábulos como un arte hermético operado por un círculo de iniciados, aleja a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, del interés por la verdadera política que debe estar al servicio de los intereses legítimos de las personas y de la mayoría nacional. La desprestigia y corrompe. Es otro éxito de la derecha que nunca, en Chile, ha confiado de verdad en el pueblo ni en la democracia. El descrédito del sistema democrático es una consecuencia directa de la oligarquización de la política y una ventaja adicional que recogen los poderes fácticos y sus sirvientes.
Se impone, por lo tanto, hacer claridad sobre el carácter que ha adquirido el sistema político que nos rige. No para abominar de la democracia ni para estimular la pasividad y el desencanto. Por el contrario: la verdad debe servir de acicate para la organización y movilización del pueblo, real destinatario e instrumento de la democracia y la soberanía, entendidas como ejercicio del poder y la participación por parte de sus detentadores


PF

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