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Sintonía poco fina
Yo siempre agradecí los paneles políticos en televisión. Quizás porque en la etapa de formación profesional, uno busca sombras de árbol a las cuales arrimarse, formas de hacer comunicación pública que hagan “click” y moldeen perspectivas. O simplemente, porque esa frase rebuscada de que el periodismo “es un mar de conocimientos con cinco centímetros de profundidad” no necesariamente implica no bucear un poco más en los contenidos.
Pero los años no pasan en vano. Con el tiempo, además de más mañoso y crítico, uno comienza a desarrollar la perspectiva y principalmente, la desidia. Más cuando de años electorales se trata y el cúmulo de oferta patrocinando candidatos aparece como una vitrina donde puedes escoger precisamente a quien mejor se acomoda a tus necesidades, ese personaje que sientes que representará ilusamente tus inquietudes bajo la envestidura del poder.
No sólo es una expectativa inútil sino que en el último tiempo se ve poco favorecida gracias al camino que eligen seguir los medios de comunicación, los mismos que en el caso de la televisión hemos apuntado desde siempre en esta tribuna por ser verdaderos cómplices del sistema de consumo que hace votar por quien emite el verso más ingenioso y novedoso.
La insoportable carnicería de debates y programas de entrevistas en panel de los candidatos presidenciales -como Tolerancia Cero de Chilevisión o En Buen Chileno de Canal 13- demuestra con luces de alerta cómo las distintas señales televisivas ya están allanando el camino para que algunos saquen ventajas sobre otros. Primero, porque allí pululan una detestable fila de interventores marcados con ciertos sectores de la política tradicional, que conviven con ella a diario y cuya línea está claramente establecida desde hace rato. La imparcialidad no existe, las ganas de llamar la atención y sostener vigencia, sí.
Se trata de una suerte de cacería descarnada de propuestas, con panelistas empeñados en llevar a las cuerdas al entrevistado como si se tratara de un round donde noquear al que accede a responder preguntas es el fin mayor. La certeza se pierde, el ser incisivo se vuelve cuestionable y el nivel de debate aleja al votante promedio por esa absurda necesidad de “nadar debajo del alquitrán”.
Hay experimentos peores, como Aquí está Chile de Chilevisión, una supuesta intervención pública de los candidatos en medio de una sala con ciudadanos de a pie, que llevan preguntas sin pauta previa y que ponen en aprietos a quienes quieren ocupar cargos de importancia tras las elecciones de noviembre próximo. Y su formato es más que cuestionable.
Si hace un par de meses la candidata Beatriz Sánchez sufrió la interpelación de un compatriota afectado por la delincuencia hogareña -su caso era falso y el programa se siguió emitiendo como si nada, en semanas posteriores-, lo de Alejandro Guillier en los últimos días volvió a poner en cuestionamiento la “blancura” del programa. El ex conductor de noticias de esa misma señal televisiva decidió no llegar a la cita y desde diferentes sectores del canal la respuesta fue decidora, de directa intervención política y con claros indicios de buscar la destrucción de imagen.
¿Tan dueños de la verdad son estos comidillos de la TV como para sentir que son puerta de entrada o salida de los candidatos a La Moneda? Peor es el antecedente de saber que las pautas de preguntas en dichos espacios, como en los antiguos paneles de discusión, están pactadas por intereses superiores, atacan más a unos que otros e intentan hacer prevalecer a quienes vienen pudriéndose dentro del ambiente político hace décadas.
Son salones de compadrazgo transmitidos en vivo, no concilian ni sintonizan con las necesidades o los verdaderos cuestionamientos de la gente, apenas consiguen anotarse puntos compitiendo con teleseries y están lejos de transformarse en alternativas para entender las reales propuestas a un mes de elegir quién dirigirá los destinos del país desde 2018… Casi como para ser suspicaz y afirmar que la verdadera y oculta razón que los mueve es asegurar el triunfo de uno por sobre otro.
Ricardo Pinto
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 886, 13 de octubre 2017).
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