Punto Final, Nº826 – Desde el 17 hasta el 30 de abril de 2015.
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Felipe González: deshonra de un político

 

La historia política de Felipe Gonzalez está ligada a la evolución del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) desde los años setenta del siglo XX. El 20 de noviembre de 1975, el dictador Francisco Franco moría de forma natural. La modernización política había desplazado a los viejos camisas azules y una generación de políticos tecnócratas asaltaba el poder. En este contexto, Franco nombraría, en 1969, a su sucesor. El régimen tendría continuidad bajo la restauración monárquica. El elegido no sería el hijo de Alfonso XIII, Don Juan, sino su nieto, Juan Carlos, saltándose la cadena sucesoria. El 22 de noviembre de 1975 será coronado rey, y en noviembre de 1976, las Cortes franquistas aprueban convocar un referéndum para la reforma política a celebrarse el 15 de diciembre. Los actores de la modernización están en el poder, Adolfo Suárez preside el gobierno. En febrero de 1977 se legaliza al PSOE y en abril del mismo año, el Partido Comunista. Los interlocutores se reconocían, pero el itinerario se había diseñado con el caudillo en vida. El objetivo: encontrar una salida negociada, redactar una ley de amnistía y punto final para salvaguardar a los dirigentes del régimen.
Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, avales de Franco, agradecidos por su papel en la lucha anticomunista, requerían una organización opositora fiable, capaz de negociar una vez muerto el dictador. Sus ojos se ponen en el PSOE. En esta estrategia entra a la palestra un hombre oscuro, abogado laboralista y militante del partido: Felipe González. Sería trasformado en líder democrático. La operación contó con fondos y aval de los países señalados y la socialdemocracia internacional. Previamente, Felipe González y su equipo debía tomar las riendas del partido, en manos de la vieja guardia. El momento idóneo: el XXVI congreso a celebrarse en la localidad francesa de Suresnes, en 1974. En dicho evento, Felipe González será nombrado secretario general.
Después, en diciembre de 1976, celebrará en la clandestinidad su XXVII congreso en Madrid, radiado y “televisado” pero nadie será detenido. En ese instante, Felipe Gonzalez, aclamado por el partido, es el hombre de Estados Unidos en España y el interlocutor de la socialdemocracia europea para América Latina. En 1982, elegido presidente de gobierno se quita su careta. En medio de la guerra contrainsurgente en Centroamérica, declara: “Habría que ayudar a Estados Unidos a encontrar la dimensión positiva de su liderazgo en América Latina”. Y de paso “no sorprender nunca a la administración Reagan en las decisiones que tomará el Ejecutivo”.
Su periplo en América Latina no tiene desperdicio. En su currículum debemos destacar la relación personal con el entonces miembro de la Junta Militar argentina, almirante Eduardo Massera, para formar un partido político “Democracia Social”, integrado a la Internacional Socialista. Maniobra que fracasó estrepitosamente. Dichos datos salieron a luz en la causa instruida por el juez Garzón contra la dictadura argentina, publicitados por el equipo Nizkor y reproducidos en La Nación argentina. Durante la dictadura de Videla, Felipe González condecoró a varios militares argentinos, entre otros, al almirante Rubén Franco, condenado posteriormente a 25 años de cárcel por participar en el secuestro y apropiación de hijos de desaparecidos. González personalmente le hizo entrega de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Aeronáutico.
Asimismo, no tuvo escrúpulos en convertirse en fiador para la venta de armas a las dictaduras latinoamericanas. Lo hizo en todo el continente. Sólo en el Chile de Pinochet, entre morteros, lanzacohetes, explosivos, ametralladoras, aviones de entrenamiento, helicópteros, en 1983 los beneficios superaron los 80 millones de dólares. No es de extrañar que pidiera la libertad de Pinochet con tanto ahínco tras su detención en Londres, sin olvidar que en los años ochenta recomendó a Ricardo Lagos que fuese Pinochet el timonel de la transición. La visita de ministros de Pinochet durante su mandato, para asesorar las privatizaciones, la reforma laboral y abrir las puertas a Telefónica, Iberdrola, Endesa, Repsol, Santander, BBVA en Chile, se hizo sin tapujos.
Financió la contra nicaragüense, apoyó el informe Kissinger y negó apoyo al FDR-FMLN en El Salvador. Tras su salida de la política, se transformó en asesor de lobbys y empresas transnacionales españolas, estadounidenses y europeas, entre otras, de venta de armamento, obteniendo pingües beneficios. Además de asesorar empresarios latinoamericanos para esquilmar sus riquezas. Sin olvidarnos de su responsabilidad política en la formación de los GAL, grupos de las fuerzas de seguridad del Estado destinadas al asesinato de miembros de la Izquierda abertzale.
Ahora cultiva su hobby: coleccionista de joyas, y de paso se convierte en abogado de los golpistas en Venezuela. No puede ser de otra forma, siempre estuvo entre ellos. Estados Unidos se lo agradece.

MARCOS ROITMAN ROSENMANN


(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 826, 17 de abril, 2015)

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