Punto Final, Nº790 – Desde el 27 de septiembre hasta el 10 de octubre de 2013.
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Siria, el engranaje

 


Desde hace meses, la denominada “comunidad internacional” -en realidad un selecto grupo de países ricos, esencialmente EE.UU. y la Unión Europea, azuzados solapadamente por Tel Aviv- decidió que a la recalcitrante Siria había que meterla en cintura. Siria e Irán, como Yugoslavia en 1999, son reacios a aceptar las “delicias” de la mundialización capitalista. Constituyen escollos al establecimiento de un Cercano y Medio Oriente diseñado por Washington y sus acólitos europeos e israelíes, en beneficio de sus intereses.
La región representa una zona geoestratégica de importancia, por sus recursos naturales en gas y como vía de tránsito del petróleo proveniente de los países del Golfo. Es indispensable para los países europeos. Desde el inicio de la intervención en Siria de mercenarios extranjeros financiados por Qatar, Arabia Saudita, EE.UU., la UE, Tel Aviv -que cuenta con apoyo de parte de la oposición interna-, los países antes citados, han ocultado los verdaderos propósitos de esta nueva agresión imperial.
No es la primera vez que Washington y sus segundones europeos llevan a cabo una sistemática campaña para ablandar a la opinión pública internacional. Un fundamento de toda propaganda de guerra es el ocultamiento de los verdaderos objetivos. Se echa mano a la desinformación y se aplican técnicas que aunque ampliamente conocidas, hacen mella en la opinión pública y logran su consentimiento o inhiben su oposición a un conflicto.

MANIPULANDO LA OPINION PUBLICA
Las técnicas de manipulación de la opinión pública han sido aplicadas en muchas ocasiones: en Tonkin, en 1964, cuando los servicios estadounidenses inventaron el ataque de buques norvietnamitas a un navío de la marina de EE.UU. para justificar la intervención militar masiva en Vietnam. En diciembre de 1989, la prensa “libre” inundó el mundo con embustes relativos a la “revolución” rumana: niños y civiles supuestamente asesinados por el régimen eran cadáveres desenterrados del cementerio de Timisoara.
La operación “Tormenta en el desierto”, en 1991 -patrocinada por la ONU luego de la invasión de Kuwait por Iraq-, fue también una vasta campaña de desinformación destinada a obtener una actitud favorable de la opinión pública de la “comunidad internacional”. Se recurrió a la guerra sicológica y a los embustes y montajes usuales. La TV difundió las imágenes de Nariyah, una jovencita iraquí refugiada en Kuwait, quien contó con voz entrecortada que los soldados iraquíes asesinaban a recién nacidos en las maternidades de Kuwait City, desconectando las incubadoras. Un año después, se descubrió que la encantadora Nariyah era la hija del embajador de Kuwait en EE.UU., que reconoció haber “actuado” en un reportaje preparado por los servicios de inteligencia norteamericanos y filmado por la productora Hill and Knowlton.
La agresión contra Iraq en 2003 obedeció al mismo procedimiento. Ante la imposibilidad de obtener el aval del Consejo de Seguridad de la ONU, Bush contó con el apoyo de Tony Blair, más la ridícula ayuda de José María Aznar.

PROYECTO NABUCCO
El engranaje bélico puesto en marcha contra Siria utiliza las técnicas descritas. La intervención por boca de Barak Obama y del socialdemócrata francés François Hollande, tiene rasgos de cruzada. Pero no se lleva a cabo en nombre de Cristo o del Evangelio, sino en función de los “derechos del hombre”, que sirven como referencia sagrada por sobre toda otra consideración. Los ropajes humanitarios tienen la intención oculta de llevar adelante la mundialización capitalista a regiones refractarias a ella o que hasta ahora habían escapado a su control. De paso buscan dejar el terreno desbrozado para que Tel Aviv no tenga como vecinos a enemigos irreductibles: Damasco y Teherán.
Existen por cierto razones más prosaicas que explican la agresividad de EE.UU. y del presidente Hollande. Se trata del proyecto Nabucco, diseñado por EE.UU. y que evitaría el transporte de gas y petróleo por el estrecho de Ormuz, utilizando territorio sirio. Siria se negó y Rusia la apoyó en su decisión, toda vez que sería en su detrimento, puesto que no ve con buenos ojos la disminución de la dependencia europea de su gas. Por su parte, Arabia Saudita, uno de los países que entre bambalinas financia y empuja a la guerra en Siria, habría alentado a Hollande en su histeria belicista prometiéndole un jugoso contrato -por más de mil millones de euros- relativo a la modernización de navíos saudíes y la compra de seis fragatas de tipo Framm.
Por otra parte, en el plan de remodelación del Cercano y Medio Oriente diseñado por EE.UU. y Tel Aviv, el descuartizamiento de Siria en varias entidades etnoreligiosas disminuiría la capacidad del régimen de Damasco, que se opone a los designios sionistas.
Desde hace años las cancillerías europeas y Washington han alentado la intervención en Siria proporcionando financiamiento, apoyo político, diplomático y militar a la oposición. Dentro de ella existen y llevan el pandero en el terreno las bandas armadas ligadas a Al Qaeda -Al Nusra, entre otras- apertrechadas por Arabia Saudita y Qatar, cuando no por Tel Aviv. Hollande, que lanzó tropas francesas a Mali para combatir a una rebelión armada en la cual participan grupos ligados a la nebulosa de Al Qaeda, es objetivamente aliado de grupos salafistas en Siria. “No se puede estar por el terrorismo en Siria y al mismo tiempo contra el terrorismo en Mali”, ha comentado Bachar El Assad.
Pero poco importa que las pruebas contra Siria no existan, porque de lo que se trata es de alimentar la propaganda destinada a “trabajar” la opinión pública para que abrace lo que es presentado como una causa humanitaria. El matutino Le Monde, otrora más ponderado pero que seguramente debe inclinarse ante las ingentes inversiones de connotados sionistas, editorializa con desparpajo: “No cabe duda del empleo de armas químicas a gran escala por el régimen sirio el 21 de agosto en un suburbio de Damasco”. Y ello cuando aún la recolección de antecedentes por los inspectores de la ONU no había terminado. Políticos “socialistas” rivalizan en quién va más lejos en la mentira. Como las pruebas irrefutables no aparecen, la prensa pro norteamericana-sionista ha comenzado a hablar de destrucción de las mismas, avanzando de antemano la idea que los inspectores de la ONU “no pueden disponer de pruebas palpables”, pero que a pesar de ello la utilización de armas químicas es un hecho irrefutable. De los antecedentes recogidos y denunciados por el gobierno sirio es evidente que no solamente el 21 de agosto hubo dicha utilización, también en ocasiones precedentes.

ARGUMENTOS FALSOS
Los gobiernos sirio y ruso han declarado que las acusaciones contra Damasco no tienen fundamento. El barrio Gutha, donde existiría evidencia del empleo de armas químicas, está muy cerca de la sede del gobierno y de líneas defensivas de éste. Es azaroso entonces achacar su empleo a efectivos gubernamentales, a menos de adjudicarle una lógica suicida.
En marzo pasado, el gobierno sirio entregó pruebas de la utilización de gas sarín por las bandas armadas que asolan su territorio. Carla del Ponte, de la ONU, ratificó en la Radio Suiza dichas acusaciones. Curiosamente, un responsable de la ONU la desautorizó. Hace poco, nuevamente Carla del Ponte manifestó públicamente su sorpresa porque la prensa, además de los dirigentes de Washington, Londres y París, hablaba de la utilización de armas químicas por Damasco, en circunstancias, dijo, que son las bandas armadas apoyadas por Occidente y algunos países árabes las que recurren ellas. La magistrada suiza, que forma parte de la Comisión Investigadora Independiente de la ONU, dijo: “La comisión de expertos no ha encontrado hasta el momento ninguna prueba del uso de armas químicas por el ejército sirio”, según la radio La Voz de Rusia (28/08/2013).
El tinglado montado por los representantes de la “comunidad internacional” ha comenzado a fisurarse, dejando solo, en descampado, lejos de sus líneas y en ridículo a su más virulento adalid, François Hollande. El Consejo de Defensa galo lo persuadió que había que dar marcha atrás, tomando en cuenta que Washington ya había iniciado ese retroceso y que Francia sola no tiene los medios para intervenir en Siria, máxime cuando la crisis azota al país y crece la protesta contra el gobierno de Hollande, que ha borrado con el codo lo que había prometido durante la campaña. Curiosamente, el mismo día que el gobierno anunció alargar los años de cotización para jubilar, Hollande alardeó diciendo que castigaría mediante una acción militar a Siria. Luego del voto británico, Angela Merckel expresó sus reservas; Ema Bonino, ministra de RR.EE. italiana, manifestó que su país no participaría en tal aventura y hasta las obsecuentes Polonia y Canadá dijeron que tampoco formarían parte de una coalición punitiva. Obama tampoco las tiene todas consigo, debido a una creciente oposición parlamentaria y sobre el cual también pesa el “síndrome Iraq”. La decisión de intervenir se debió a los éxitos alcanzados por Siria en la erradicación de los mercenarios de su territorio y por el apoyo que una buena parte de los sirios brinda al gobierno. Se sabe que no existe una solución militar para Siria y por otra parte, si finalmente Washington lanza una operación militar puntual, los sirios responderán, lo que puede desencadenar un conflicto de proporciones incalculables. Entre bambalinas, la avezada diplomacia rusa sigue actuando exitosamente y ha reiterado que la salida es una solución negociada.

Paco Peña
En París

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 790, 27 de septiembre, 2013)

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