Punto Final, Nº790 – Desde el 27 de septiembre hasta el 10 de octubre de 2013.
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Rebeca Godoy murió de pena

 

Rebeca Godoy, la hermosa y potente voz del cancionero popular y revolucionario, falleció el 20 de agosto, víctima de la ineficiencia y de las limitaciones del servicio público de salud. Rebeca fue una gran intérprete y artista del pueblo, vinculada a las organizaciones sociales y políticas que lucharon contra la dictadura militar. Comenzó a cantar para alimentar a sus dos hijos, e hizo un largo camino solidario que la llevó a identificarse con la resistencia popular. Aunque murió en su casa, estuvo internada varias semanas en los hospitales Salvador y Luis Tisné. A principios de este año se editó su último disco: No me arrepiento. Además de su labor artística y política en Chile, se presentó en varios países de Europa y América Latina. Su hijo, Pablo Sepúlveda, fue su inseparable compañero de trabajo. Una de sus últimas apariciones fue en el concierto Vivas Voces que organizó la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD).
Su otro hijo, Manuel Sepúlveda Godoy, dijo a Punto Final: “En sus funerales estuvieron todos: los eternos resistentes de las poblaciones, los titanes de las artes y las letras, los silenciosos y humildes obreros del arte, los siempre amados, los insustituibles, los inolvidables, los de siempre”. En diciembre se hará una ceremonia para lanzar sus cenizas al mar, “a las olas que siempre la enamoraron”, dice Manuel Sepúlveda.
“Mi mamá era un espíritu libre. Hija única, heredó aptitudes artísticas de sus padres. Estudió dos años de derecho en la Universidad de Chile. Se incorporó al coro de la Universidad Católica y allí conoció a quienes después la acompañarían por muchos años. En tiempos de la Unidad Popular conoció a mi papá, Benjamín Sepúlveda -que también falleció hace poco-. Mi mamá tenía una buena situación, heredada de mis abuelos. Pero el albacea a cargo de los bienes de mis abuelos se quedó con todo. La dejó en la calle, sólo recibió el terreno donde crecimos con mi hermano. El matrimonio con mi padre no resultó: se separaron cuando yo tenía 10 años y mi hermano 6. Mi mamá tenía que ‘parar la olla’ y un día un amigo le dijo: ‘Cantas bien. Vamos a la Vega Central a cantar’. Y así mi mamá fue a cantar, porque tenía que alimentarnos. Fue la primera vez y esa misma semana ya estaba cantando en el circuito de las peñas folclóricas. Desde entonces no paró más, y fueron 40 años.
Durante la dictadura cantaba en cuatro o cinco peñas cada noche y llegaba a casa justo antes del toque de queda, o en la madrugada. Cruzaba la población La Faena a pie, sola. A veces llegaban muchos compañeros a nuestra casa para refugiarse antes del toque de queda. En esa época se requería mucha participación en la lucha popular y mi mamá nunca se negó. Nunca dijo no a nadie, jamás. Si había que cantar gratis, poniendo plata de su bolsillo para taxi, lo hacía. Cuando ya tuvo nombre artístico, de todos lados la buscaban, pero nunca fue militante de ningún partido: los ayudaba a todos. Nuestra casa fue refugio para gente del MIR, PC, FPMR, PS.
Su forma de pensar era muy libertario, muy rebelde. Siempre tuvo un amor muy profundo por el MIR, una especial proximidad ‘con los hermanos del MIR’ -como ella decía- de antes de la división. Para los 80 trabajó codo a codo con el PC, y apoyó la lucha rodriguista. Estuvo con las agrupaciones más cercanas al pueblo, siempre. Cuando los partidos se vieron invadidos por la ‘sensatez política’, mi mamá se dedicó a trabajar con organizaciones populares y juveniles independientes. A mediados de los 90 tuvo que hacer una reingeniería de su arte, y comenzó a cantar boleros y rancheras”.
A mediados de los 80 recibió una invitación para ir a Bélgica por dos semanas. “Nos dejó con una tía abuela, que nos había criado desde chicos. Pero su gira duró seis meses e incluyó Nicaragua, a instancias del comandante Raúl Vergara, ex piloto de la Fach, exiliado en Managua, que había sido su compañero en el coro de la UC. Hizo una gira por Nicaragua y conoció a fondo la revolución sandinista.
Lanzó varios discos, el primero con el Sello Alerce, del cual no vio un peso. Se llamaba Canto Latinoamericano. Después comenzó a autoeditarse. En los años 80: Canto a mi pueblo, Canto a mi pueblo II, Resistencias y otros. Después predominó la interpretación; temas de Teresa Parodi o los hermanos Mejía, tangos, boleros. Se dedicó a hacer edición de revistas, producción de eventos, incluso estuvo a cargo de la peña Chile ríe y canta después del asesinato de René Largo Farías. Hasta vendió quesos para sobrevivir.
Estuvo activa hasta hace poco, pero cayó enferma. Murió en parte por la inoperancia del sistema de salud pública, pero también fue de pena. Padeció cáncer al útero a principios de los 90, le aplicaron radiaciones y se recuperó. Ahora llevaba un mes en el hospital sin ver resultado alguno, padecía dolores y sufría mucho. Dejó de comer, empezó a decirnos que estaba cansada de vivir. Nunca se recuperó de la pena por la traición. Eso fue lo que la mató: ver cómo hubo gente que traicionó todos los principios por los cuales se había luchado con tanto sacrificio. Presenciar cómo todo lo que ella soñaba desaparecía o se convertía en algo horrible. Estaba con mucha pena, sufriendo y se agotó hasta morir. Murió de pena, por la indolencia generalizada. También la afectaba la pérdida constante de amigos, uno tras otro. Estaba cansada de ir a funerales. Rebeca Godoy amaba profundamente a su pueblo, dio la pelea hasta donde pudo, pero la pena la mató”.

Arnaldo Perez Guerra

 

Testimonios sobre Rebeca y su “vía crucis” hospitalario

Carmen Prieto Monreal: “Rebeca Godoy fue sin duda una cantante e intérprete de gran fuerza y coraje. Muy cercana a su público y referente indiscutible de lo que debe ser una artista comprometida con un pensamiento e ideales. Es una pérdida mayor en estos tiempos, y la extrañaremos mucho”.

Jorge Venegas: “Rebeca fue siempre sinónimo de canto popular en resistencia. Siempre estuvo ‘donde las papas queman’ en los años ochenteros de la dictadura. Cómo olvidar aquella vez cuando celebrábamos el triunfo de la revolución sandinista en la población La Victoria. Ella había preparado un sentido homenaje a Carlos Fonseca Amador, el desaparecido líder del FSLN, y se preparaba para cantar esa hermosa y combativa canción dedicada a él. En el momento en que René Largo Farías sube al escenario para presentarla, se da cuenta que estamos rodeados por las Fuerzas Especiales de Carabineros. A René -para no comprometer y complicar más la situación- se le ocurre decir: ‘Nos hemos reunido en esta ocasión… para ir en ayuda de los damnificados de los temporales. Dejo con ustedes a Rebeca Godoy, quien nos interpretará esa hermosa canción titulada Sigo siendo el rey’”.

Carmen Mantilla: “Rebeca no murió de una enfermedad inespecífica: ¡murió de Chile! Ella murió después de soportar un penoso país. Murió de un país organizado para la violencia y la muerte, de un país que dejó caer la noche y el miedo, murió de un país en el cual conoció la agresión, la detención, el ser perseguida, amedrentada, amenazada, reprimida… Sin duda eso estrió su corazón en forma irreparable. Rebeca murió de un país que con extraordinarios índices macroeconómicos no es capaz de entregar una atención digna de salud a quienes lo requieren, con insuficientes médicos especialistas en el sistema público de salud, etc.
Estuvo cuatro semanas hospitalizada y sólo una vez la visitó el médico especialista que requería, durante seis minutos. Con exámenes urgentes para iniciar un tratamiento, los resultados demoraron tres semanas. Le dieron un alta médica que jamás indicó su gravedad. Después de cuatro semanas internada y a la par de un severo detrimento nutricional, la única conclusión fue señalar en el alta que la sintomatología era ‘sugerente con enfermedad inflamatoria intestinal’, dándonos una derivación urgente al especialista. Al ir a tramitarla se nos indicó que necesitaban 15 días para evaluar y luego informar la fecha en que la atenderían. Rebeca murió esperando que se cumplieran esos quince días para saber cuándo saldría la hora para su interconsulta.
Rebeca Godoy murió de un sistema de salud que se supone es un reconocimiento reparatorio a las víctimas políticas de la dictadura, pero ese mismo sistema le amarró las manos y la arrojó al mar como a tantos otros hace cuarenta años. La privó de seguir viviendo o de una muerte menos dolorosa. El sistema PRAIS le dio gratuidad en un sistema de salud que no funciona, o que lo hace con una precariedad negligente y que no permite la libre elección. Si se opta por ella, se debe pagar en forma particular”.

Iris Largo Farías (viuda de José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura): “¡Cuánta injusticia! ¡Cuánto sufrimiento! ¡Cuántos recuerdos! Con mucho dolor, escribo estas líneas. Hace unos ocho años a nuestra nieta Anairis Guerra Varas, de cinco años, le dieron en su jardín infantil la tarea de dibujar a los miembros de su familia. Ella hizo un hermoso dibujo en el que estaba ella, su hermanita Antonieta, su mamá, su papá, su abuelito José Miguel, su abuelita Iris y… Rebeca Godoy. Nos hizo mucha gracia y nos sorprendió ver cuán cercana era Rebeca para ella. Claro: ella estaba siempre en los cumpleaños y en otras reuniones familiares cantándonos la canción de Violeta Parra y otras de su nutrido repertorio. Nos emocionaba y nos hacía reír. Ibamos siempre con José Miguel a sus recitales, a la hora que fuera y en donde fuera; más de una vez llegamos en bus de algún paseo a la costa directamente a sus eventos. Era para nosotros y para nuestras hijas y amigos cercanos una presencia infaltable con su alegría, sus canciones, su música, sus sarcasmos, su risa, sus opiniones tajantes, su amor por la vida y su rebeldía. Nunca imaginamos la pena inmensa de tener que verla en las últimas semanas de su vida sufriendo lo indecible. No solo con la enfermedad sino con el azote, la injusticia y el despiadado trato de nuestro sistema de salud pública”.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 790, 27 de septiembre, 2013)

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