Punto Final, Nº779 – Desde el 19 de abril al 2 de mayo de 2013.
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Embajador Ginés González:

“Las Malvinas son de Argentina”

 

 

Hace veintiún años, tropas argentinas invadieron las Islas Malvinas reivindicando los derechos de su país sobre el archipiélago en manos británicas desde 1833. La acción militar fue impulsada por la dictadura argentina, encabezada por el general Leopoldo Fortunato Galtieri.
La primera ministra Margaret Thatcher perdía popularidad aceleradamente. Decidió jugar la carta nacionalista. Desoyendo la opinión de su gabinete y del alto mando militar, la “Dama de Hierro” envió una expedición militar a bordo de una poderosa flota de guerra. En algo más de un mes, las tropas argentinas habían sido derrotadas. Hubo consecuencias paradojales. La derrota precipitó la caída de la dictadura militar argentina y el triunfo británico, producto de la superioridad técnica y militar, dio la victoria electoral a Margaret Thatcher que, sin embargo, no pudo mantenerse mucho tiempo más en la jefatura del Partido Conservador y como primera ministra.
La derrota en las Malvinas empeoró la situación para Argentina. Se cerraron las negociaciones que parecían promisorias, y Gran Bretaña convirtió a las Islas Malvinas (Falkland, para los ingleses) en la más poderosa base militar en el Atlántico Sur e inicio un programa a favor de los isleños, colocándolos a la par con los ingleses. Asimismo fortaleció las actividades de pesca, ganadería y la búsqueda de petróleo, cuyas posibilidades son altas. Ahora el gobierno conservador de David Cameron dio otro paso. Lanzó un referéndum entre los isleños como ejemplo de autodeterminación. Como era previsible, hubo un resultado abrumador en favor de seguir dependiendo de Inglaterra.
Más que un ejercicio de autodeterminación, que en el caso de los británicos que habitan las Malvinas es absurdo, fue una maniobra política destinada a tener efectos en Gran Bretaña en los sectores nacionalistas -que han retomado su vínculo con la figura de Margaret Thatcher recientemente fallecida-, para advertir a Argentina que no habrá negociaciones y mejorar la imagen británica, escondiéndola detrás del disfraz de la autodeterminación y del respeto a los derechos de los pueblos oprimidos.
Sobre este y otros temas conversamos con el embajador de Argentina en Chile, Dr. Ginés González García.
Médico de profesión, y prestigiosa personalidad académica en el campo de la salubridad, ex ministro de Salud en el primer gobierno de Néstor Kirchner es, actualmente, uno de los embajadores argentinos que más tiempo ha servido en nuestro país. Son cinco años y medio, nombrado bajo el gobierno del presidente Kirchner fue ratificado por la presidenta Cristina Fernández con la aprobación del Senado.
A pesar de no ser diplomático de profesión, Ginés González ha demostrado, a juicio de funcionarios de la Cancillería, notables condiciones y preocupación por las buenas relaciones entre nuestros países. Mantuvo estrecho contacto con el fallecido embajador de Chile en Buenos Aires, Adolfo Zaldívar.

HISTORIA DE LAS MALVINAS
Señor embajador, ¿cuál es la actual situación de las Islas Malvinas?
“Algo de historia. Antes de hablar del referéndum, que para nosotros es absolutamente ilegitimo, con rechazo compartido por Naciones Unidas y por la totalidad de los países sudamericanos, por Unasur y Mercosur, en noviembre y diciembre de 2012. Desde el punto de vista del derecho internacional, un referéndum manipulado no tiene efecto alguno, ni cierra el pleito de soberanía entre Argentina y el Reino Unido. El único camino, señalado por Naciones Unidas, es la realización -y acuerdo- en negociaciones bilaterales.
Las llamadas Islas Malvinas fueron descubiertas en el siglo XVI por la expedición de Magallanes y quedaron en el ámbito correspondiente a la corona española. Aparecen como españolas en diversos tratados y ya en el siglo XVIII los ingleses reconocieron el dominio español, que antes de la independencia instaló en las islas, sucesivamente, a 32 gobernadores. Con la independencia, las tierras que habían sido españolas pasaron a ser de los nuevos países, en este caso de Argentina, cuyo gobierno hizo concesiones de tierras, favoreció la crianza de ovejas y estableció una capitanía y un pequeño destacamento.
En 1833, con el respaldo de una fragata, desembarcaron los británicos, que hicieron prisionero y expulsaron al gobernador, representante del gobierno de Buenos Aires. Con él expulsaron a toda la población. Instalaron en su reemplazo, a lo largo de varios años, a familias británicas. Hasta ahora, y a través de los más variados gobiernos, nunca Argentina ha dejado de reclamar las Malvinas. Nunca ha aceptado la ocupación británica o del Reino Unido, que es su nombre oficial. En las Malvinas ocupadas por los ingleses hubo algún intento de resistencia del gaucho Riveros, un héroe, que luchó en las guerras civiles argentinas.
Malvinas, durante el dominio argentino, sirvió también de lugar de confinamiento para delincuentes que debían cumplir trabajos forzados. Se ha establecido que varios de ellos se hicieron soldados del Ejército Libertador. En esos años era difícil encontrar hombres de armas en América Latina, y ese Ejército se constituyó con gauchos, negros, mulatos, huasos, ex soldados, aventureros e incluso delincuentes. De dos o tres de ellos se sabe que venían de las Malvinas, un dato casi ignoto como muchos de esa época.
Hay, y hay que conocerlo, un problema técnico. El Reino Unido ha sostenido que la población de las Malvinas constituye un pueblo que tiene derecho a la autodeterminación. Así justifica el referéndum. La verdad es distinta. En 1960, Naciones Unidas se preocupó intensamente del problema de la descolonización. La resolución 1514 estableció que allí donde está en juego el principio de integridad territorial de los Estados, no puede tener aplicación al principio de autodeterminación.
Y en 1965 la Resolución 2065 (XX) invitó a Argentina y el Reino Unido a proseguir las negociaciones para encontrar una solución pacífica al problema de las Islas Malvinas.
Se ha establecido en el Comité de Descolonización que al haberse expulsado en 1833 a la población originaria y no haber permitido su retorno, se vulneró la integridad territorial argentina. Quedando descartada la posibilidad de aplicación de la autodeterminación. Si se aplicara, dijo Naciones Unidas, se produciría el ‘quebrantamiento de la unidad nacional y la integridad territorial’ de Argentina.
Ha seguido pendiente la controversia, incluso a pesar de la guerra. A partir de 1989, el examen anual de la cuestión de las Islas Malvinas está radicado en el Comité Especial de Descolonización. El tema también figura desde 2004 en la Asamblea General, el cual puede ser tratado previa notificación de un Estado miembro.
Hay algunos que comparan la situación de las Malvinas con la de Gibraltar, enclave británico en territorio español, en el estrecho que separa Europa de Africa. Es comparable en términos del colonialismo, pero -al parecer- hay a lo menos un tratado en que España aceptó la permanencia inglesa. En el caso de las Malvinas, no hay ningún tratado, ningún reconocimiento, lo repito. Y su pueblo no es tal en el concepto de Naciones Unidas, sino una población británica transplantada. Los civiles son algo más de dos mil personas. Los militares computan más de dos mil efectivos, que podrían duplicarse en pocas horas por un puente aéreo.
Otra prueba de lo que decimos es que varias veces ha habido negociaciones. Estuvieron avanzadas en el segundo gobierno de Perón, y se vieron interrumpidas con su muerte. Incluso con las tropas argentinas ocupando la isla, hubo un intento de tregua y negociaciones impulsado por el secretario de Estado de Estados Unidos, Alexander Haig, y el presidente Belaúnde Terry, de Perú. Estados Unidos no quería la guerra ni quería que los ingleses contraatacaran. Se impuso Margaret Thatcher, que convenció a Reagan que Gran Bretaña era un aliado estratégico en la guerra fría y que no podía ser agraviado a favor de una dictadura sangrienta. El hundimiento del Belgrano, un viejo crucero que navegaba fuera de la zona de exclusión y que fue impactado por un torpedo lanzado desde un submarino atómico con un resultado de 333 muertos, cerró toda negociación”.

ARGENTINA Y CHILE
¿Cuál es el actual estado de las relaciones entre Chile y Argentina?
“Es muy positivo. Creo que nunca antes había habido una relación como la que existe actualmente. No hay hipótesis de conflicto, la guerra no se considera como posibilidad alguna. Por el contrario, existe una fuerza militar conjunta para misiones de paz. Son cinco mil kilómetros de frontera tranquila, con algunas diferencias limítrofes que pueden ser resueltas de común acuerdo y hay un creciente intercambio de todo orden: un millón de chilenos viaja todos los años a Argentina y posiblemente una cifra similar de argentinos visita Chile; se mezclan los intereses culturales, turísticos y de otros órdenes entre los dos países. Los aeropuertos no dan abasto para tantos viajeros. Con las relaciones óptimas existentes no quiero decir que no haya nada que hacer. Hay todavía muchas cosas pendientes, y van surgiendo otras. Falta bastante, por ejemplo, en materia de integración física, túneles, caminos pavimentados, complementación energética, intercambio técnico y científico, a pesar de lo que se ha avanzado. Se ha desarrollado bastante la diplomacia subnacional o democracia regional. Provincias argentinas y regiones chilenas se abocan conjuntamente al estudio de problemas que las afectan y buscan soluciones binacionales, en un contexto continental que empuja a la integración.
Con todo, si bien los presidentes y las autoridades superiores dan orientaciones claras y cada vez más viables, todavía hay bastante burocracia en los dos países, tal vez más aquí que en mi país, lo que se ve, por ejemplo, en los controles fronterizos. Todas las declaraciones de hermandad, de futuro conjunto, de complementariedad se debilitan si no hay un buen trato en las fronteras. Para nosotros, el trato fronterizo en Chile es de menor calidad del que tenemos con todos los demás países limítrofes, y no es solo un problema de recursos. Y creo que el problema complica a Chile por sus potencialidades Asia-Pacífico. Chile debería servir de puerta de salida para las producciones de países vecinos.
Energéticamente deberíamos integrarnos a una red sudamericana, fortalecer los lazos interregionales.
Los acercamientos culturales son de primera importancia y encuentran excelente acogida en los dos países. Estamos empeñados, por ejemplo, en la creación de un centro cultural argentino en Santiago, el más importante que se está haciendo en la región. Ya está virtualmente listo el proyecto, que será construido en un terreno aledaño a la embajada, en Vicuña Mackenna, proyectado por el arquitecto chileno Cristián Undurraga, autor del Centro Cultural de La Moneda. Dentro de unos sesenta días comenzaría su construcción, frente al Centro Violeta Parra.
Incluso en nuestras relaciones con Chile ha casi desaparecido el recuerdo de que la dictadura de Pinochet prestó apoyo a los ingleses en la guerra de las Malvinas. Parece algo milagroso, porque ese tipo de recuerdos se mantienen largo tiempo. Todavía en el sur quedan personas que recuerdan haber visto aviones ingleses volando desde Chile, pero el tiempo y la comprensión borran heridas.
Un gran papel ha jugado -y lo sigue haciendo- el grupo Chilenos Amigos de Malvinas en términos de difusión, solidaridad, respaldo y también ayuda.

HERNAN SOTO

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 779, 19 de abril, 2013)


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