Punto Final, Nº779 – Desde el 19 de abril al 2 de mayo de 2013.
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La lucha por la educación gratuita se ha erigido peligrosamente como la madre de todas las batallas. Los estudiantes universitarios la plantearon como un derecho primordial, quedando supeditados temas tan fuertes como la Asamblea Constituyente para trazar una real refundación nacional que nos aleje de la impronta dictatorial, o una reforma tributaria que frene el obsceno saqueo a nuestros recursos naturales explotados sin lógica ni respeto por las comunidades y  la biodiversidad.
Ahora todos se llenan la boca con el “No al lucro”, siendo primera promesa de campaña, una cuestión que ya se encuentra prohibida constitucionalmente.  Es entendible que éste sea el eje de las distintas propuestas de los candidatos, pues las demandas están dirigidas a este punto y hay que responder -tal como nos ha enseñado el modelo- a la demanda de los clientes, en este caso, los electores.
Pero, si  vamos a hablar de educación, permítanme ir más allá y advertir que más importante que el lucro es el acceso a la educación pública, gratuita y de calidad. Si este derecho fuese efectivo desde la primera infancia y luego en educación primaria y secundaria, podríamos asegurar su triunfo natural sobre la educación de mercado.
 La segregación  que se manifiesta con pruebas como la PSU e incluso en los exámenes de admisión para liceos emblemáticos, es una constante que provoca que siempre los que más han “invertido” en educación sean los que logran disfrutar de un aporte sustancial del Estado. Es cosa de observar cómo los alumnos que aprovechan  las instituciones públicas más prestigiosas no son los “hijos de vecino”. En el liceo donde yo estudié, la mayoría provenía de caros colegios privados, que en vista y considerando que podían obtenerse los mismos resultados sin gastar un peso, postulaban y quedaban con facilidad frente a los otros jóvenes que provenían de humildes escuelitas rurales y públicas. Esto mismo se reproduce con mayor fuerza en el paso de la enseñanza media hacia la superior. El fin al lucro no terminará con esa segregación  y las escuelas, liceos y universidades públicas seguirán llenándose de los mismos de siempre. Si participamos de un proceso de concurso para el ingreso, por ejemplo al Instituto Nacional, estaremos alejándonos del verdadero cometido de la educación pública de calidad, que es el derecho a recibirla sin ningún tipo de cortapisa, menos que se impongan como factor clave cuestiones de orden económico-social.
Por otro lado, es un error manifestar que por conceptos de educación los que tienen dinero deben pagar, ya que si tenemos una reforma tributaria, los ricos ya estarían pagando con la tributación por las utilidades que reciben por operar dentro de las fronteras chilenas.
Y por último, y más importante, es plantear que el derecho a la educación puede ser comparado con el derecho a la seguridad pública. Todos tenemos derecho a ella, tanto así que en eventos con fines de lucro y privados las fuerzas armadas y de orden deben resguardar la paz social. Carabineros deben estar dispuestos a proteger tanto a un habitante de Renca como de La Dehesa, sin que este último se vea impedido de pagar seguridad privada si lo prefiere.
Con esta internalización de lo que es la educación podríamos avanzar hacia una concepción más acabada de lo que el país necesita para desarrollarse de forma igualitaria, donde la educación sea un derecho básico, normal, orgánico, recurrente y no un privilegio o una necesidad que impone el mercado para hacer negocio.
En este momento la educación universitaria gratuita responde a una petición burguesa de clientes que quieren dejar de pagar, que se plantean la educación como un trampolín de ascenso social por medio de carreras que tengan como fin el lucro y la diferenciación social por estatus, incluso desde su inicio, dado por el puntaje obtenido para entrar a determinadas carreras sobrevaloradas, como medicina.
Ciertamente es muy largo este tema, pero vale la pena ahondar en él para escapar a la doctrina publicitaria y facilona que es la impronta que lleva la batuta hasta ahora. ¡No más segregación en el acceso a la educación pública y de calidad, para que todos los ciudadanos y ciudadanas de la patria se beneficien de las ventajas que da vivir en un Estado de derecho!

Karen Hermosilla

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 779, 19 de abril, 2013)

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