Punto Final, Nº761 – Desde el 06 al 19 de julio de 2012.
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Peripecias de una negra cubana

 

Hasta una vida plana puede resultar interesante cuando se la relata. Con la aventura de vivir de cualquier persona podrían llenarse volúmenes. En este libro cubano, Reyita, sencillamente. Testimonio de una negra cubana nonagenaria, de Daysi Rubiera Castillo (Alba Bicentenario, La Habana, 175 pgs), el interés se multiplica. Esta es la quinta edición de un libro que fue finalista en 1996 en el Premio Casa de las Américas en el género Testimonio.
Editado en Cuba en 1997, apareció pocos días después de la muerte de Reyita, a los 95 años. El año 2000 fue publicado en Inglaterra y Estados Unidos y mereció otra edición en Cuba. Ahora aparece nuevamente, con destino a los latinoamericanos que viven en los países del Alba.
Aunque Reyita -apodo cariñoso porque había nacido el día de Reyes en 1902-, se consideraba “una persona común y corriente”, sin duda no lo era. Narrada en primera persona a su hija Daysi, historiadora especialista en temas afrocubanos, su relato tiene como uno de sus ejes el racismo: “Yo fui víctima de una terrible discriminación de parte de mi mamá”. Madre que no podía tolerar que de sus cuatro hijas, Reyita fuera “la única negra”. Y agrega “pero si a eso se suma la discriminación que había en Cuba, se podrá entender por qué nunca quise un marido negro. Yo tenía una razón importante que lo explica todo… No quería tener hijos negros como yo, para que nadie me los malmirara, para que nadie me los vejara, me los humillara”.
En un ambiente de pobreza e inseguridad, agravado por el racismo, Reyita salió adelante. De gran inteligencia y sensibilidad se educó sola, aprendió diferentes destrezas que compensaron la falta de estudios regulares. Se arregló con pequeños negocios, desde servicio doméstico a la venta de comida, pasando por la enseñanza de niños a los que rodeaba de cariño. Algunas veces juntó algo de dinero, que administraba con prudencia. Y se hizo de una familia con un marido blanco, como quería, un marido extraño, lleno de secretos que Reyita vino a descubrir después de más de cincuenta años de matrimonio, cuando su esposo ya había muerto.
Entretanto, el mundo cambiaba. Más de la mitad de la vida de Reyita trascurrió en Cuba socialista. Un régimen que le agradaba y que la llevó, impulsada por sus hijos, a participar en organizaciones populares. Uno de sus hijos murió en la voladura de un barco en el puerto de La Habana, atentado realizado por agentes de la CIA. Ella seguía ligada a sus tradiciones religiosas. La virgen de la Caridad del Cobre y San Roque le acompañaban en sus aflicciones y muchas veces atendieron sus ruegos.
El telón de fondo de la nueva Cuba sigue a la narración. Al final del libro, Daysi, la hija entrevistadora, narra algunas búsquedas que hizo para tratar de aclarar enigmas de la vida de su padre. No tuvo éxito. Los enredos eran de tal envergadura que era mejor dejarlos así. Un libro notable que merece ser ampliamente conocido.

Antonio J. Salgado

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 762, 20 de julio, 2012)

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