Documento sin título
Buscar |
|
último Editorial |
|
Carta al director
|
|
Ediciones
Anteriores. |
|
En
Quioscos |
|
Archivo
Histórico |
|
Publicidad del Estado |
El fallo de la Fiscalia
 |
Regalo |
|
|
Control remoto
La pelota no se mancha…
Autor: Ricardo Pinto Neira
Arturo Vidal mete un cabezazo furibundo ante la estática defensa mexicana y Chile amarra su primera victoria en la Copa América, disputada en Argentina. Esa misma que en la calle o en el comentario de sobremesa se venía jugando hace casi un mes. Esta victoria se asume como motivo suficiente para mejorar el ánimo, el semblante y la expectativa etérea de un pueblo arribista que tras su propio azote en el cemento, cayó sumido en descontentos y despertó a la revuelta social amparada en la crítica a los cuestionados e ineficaces poderes del Estado. Sin duda, tan simple jugada de laboratorio futbolero le dibujó una sonrisa a casi un país completo.
Como el demonio creado por Víctor Frankenstein, lo peor que le puede pasar a un invento humanizado -en características y estímulos visibles- es que se vuelva contraproducente o genere conflicto de interés. Suele pasarle a los medios de comunicación y sobre todo, a la televisión. Por eso no se entiende el afán de fustigar al hincha por sus desbordadas celebraciones ante un gol que más allá de un triunfo, no significaba nada estadísticamente definitorio. Esa reacción desmesurada y a veces poco entendible tiene su origen en los mismos “vendedores de humo” que la critican. Son ellos los que inflan el globo y cuando revienta, se quejan por el ruido. Insólito pero cierto.
Resulta entonces extremadamente absurdo pensar que alguien creerá ese tonito displicente de los “periodistas rostros” en distintos noticiarios llamando a la calma, y observando con espanto a centenares de compatriotas saltar y celebrar en Plaza Baquedano por un simple resultado de 90 minutos. Una actitud cínica, si se piensa que son los que transforman en “el personaje de la semana” a un bus, al que siguen detalladamente en vivo y en directo por tierras trasandinas. Jamás lo harían en suelo nacional con los miles de manifestantes en las calles. No se mide con la misma vara.
Otra vez aparece el síndrome de la incoherencia en el mensaje. La culpa en esta ocasión, al igual que en muchas otras, “no es del chancho, sino de quién le da el afrecho”.
Si me vendes tu producto es paradójico que te quejes si lo compro hasta con las garantías. Poco habrá que reclamar si es que de cada cinco comerciales que aparecen en una tanda de la pantalla, o incluso de la radio, cuatro estarán enfocados en la mentada cita del balón y en el discurso de apoyo sempiterno a “La Roja de todos”. El público, como receptor de los contenidos, siempre será una válvula de escape y una manifestación real de lo que los medios quieren decir. Por algo existe el marketing, la publicidad o los programas franjeados con específica búsqueda del target.
Siendo honestos, el exitismo que engendró varios fenómenos de fama mundial como “La Marea Roja” -que repletaba estadios en Francia tal como ahora lo hace en Mendoza- o el cantito del “Vamos chilenos”, tiene directa relación con el texto sobredimensionado de la televisión a lo largo de varias décadas. En estricto rigor, hay una verdad que duele, pero es matizada con verborrea optimista. Y esa certeza señera nos dice que la selección nacional jamás ha ganado nada en términos competitivamente globales. Absolutamente nada. Siempre rozó la gloria y la dejó escapar a manos de un oponente con mayor tradición.
Apelando al mismo criterio podríamos concordar en que no somos un país futbolizado ni cabalmente identificado con este deporte. Se juegan partidos de primera división con 200 personas que pagan en las graderías. El desinterés podría tener a la actividad en la quiebra, pero incongruentemente, es un canal de televisión el que permite que los clubes locales dispongan de dinero fresco para subsistir. Mientras, la estación católica deja botados los derechos de transmisión de Copa Chile en beneficio de su propia competencia, apostando recursos humanos y técnicos en desbancar a Carcuro y el dominio de TVN sin pensar el aliento significativo que genera poner más espectáculos locales en la parrilla programática.
No hay interés real que no se limite a sacar réditos individuales. Por ello, mejor asumamos que la ilusión bonachona y eterna del hincha es la perfecta resultante de un espíritu de superación y una teleserie de buenos deseos, amparados en una camiseta con el escudo chileno en el pecho. Se entiende el objetivo aunque no se comparta. Y por lo mismo, bueno sería que dejen de criticar al fanático por sus naturales salidas de libreto.
La gente quiere y necesita triunfos. El análisis exhaustivo y carente de cizaña se hace tan necesario como dejar de vender pomadas. Sería un notable avance para levantar una actividad que, lejos de las victorias en tierra argentina, está en franco deterioro. Porque finalmente, el cúmulo de verborrea ganadora se acaba cuando un ataque del rival se mete en el arco propio y tan noble y asumido porrazo es un defecto que hay que dominar con sabiduría.
Al fútbol, en general, le da lo mismo si la barra es la más popular o las tribunas yacen vacías de aliento. Entiéndanlo, más allá de lo que diga tal o cuál líder de opinión, la actividad siempre estará por sobre ellos. Como alguna vez dijo Maradona, “la pelota no se mancha”…
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 738, 22 de julio, 2011
revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
Suscríbase a PF!!
|
Punto Final
|