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Líder
Autor: JuaFaundesn Jorge
“El hombre es más libre cuando sus herramientas están
proporcionadas a sus necesidades”.
(Yanagi Soetsu, 1889-1961)
Un concepto propio del diseño informático viene en nuestro auxilio si queremos apropiarnos de la política: “usabilidad”. La usabilidad (del inglés usability) es la facilidad con que las personas pueden utilizar un medio (herramienta o cualquier objeto) para un objetivo específico: sea éste lograr una interfaz entre un software y un usuario, la transmisión de conocimientos o un objeto mecánico. Que algo tenga funcionalidad y sea fácil de usar, son los requisitos de la usabilidad. Se verifica si las personas saben utilizar ese objeto para cumplir sus objetivos.
¿Tiene usabilidad la política en Chile? ¿Está al alcance de cualquier persona para la satisfacción eficiente de sus necesidades? ¿Para la plena vigencia, ejercicio o vivencia de sus derechos humanos personales, económicos, sociales, culturales y ambientales?
La cotidianeidad nos muestra que la política es un instrumento usable para quienes tienen el suficiente dinero, pedigree y clientela que traspasar a un caudillo a cambio de prebendas. Quien disponga en algún grado de ese capital político, podrá incidir con eficacia directamente proporcional en las decisiones de los poderes del Estado.
Según Bourdieu el capital político depende del capital simbólico (honor, honradez, solvencia, competencia, generosidad, pundonor); del capital cultural interiorizado o incorporado (que es el que se adquiere en el seno de una familia, sobre todo de clase alta); del capital cultural objetivado (que es el visible en la acumulación de objetos extraordinarios, como obras de arte que muestran el gusto distinguido del personaje); del capital cultural institucionalizado (cuya forma más evidente la constituyen los títulos y diplomas); del capital social (la red de relaciones), y del capital económico (bienestar material). El capital económico y el capital social tienen mayor -aunque no exclusiva- incidencia. El solo capital económico parece no ser suficiente, lo que puede testimoniar Farkas, quien además sumaba un capital farandulero que en Chile ha dado ciertos resultados (Raquel Argandoña, Ramón Farías, Patricio Laguna).
Ejemplos tenemos muchos en la política chilena. Hay verdaderas dinastías dueñas de tal capital político. Sólo llevar un apellido ya es un plus determinante: Piñera y Frei, sin ir más lejos. También Aylwin y ahora Lagos y Girardi, entre otros en el mundo concertacionista. En la derecha tradicional tenemos a los Alessandri, si comenzamos por orden alfabético; los Larraín y otros. Sin duda que desde ahora apellidarse Bachelet será una ventaja.
Cuando el pedigree carece de capital económico suficiente, éste llega por vía empresarial, como fue el apoyo de Max Marambio a Marco Enríquez-Ominami.
Además, estos capitales se nutren de lo que aporta la burguesía global a través de sus fundaciones. La Konrad Adenauer, ente financiero de la Democracia Cristiana internacional, está financiando un nuevo think tank (“tanque de pensamiento”) que ya ha reclutado a algunos ex altos funcionarios de la Concertación. En este caso el aporte es de sólo cuatrocientos mil euros según El Mercurio, medio millón de dólares. Algo es algo. Y no es broma, un think tank influyente debe tener como piso al menos un millón de dólares.
¿Pero de qué manera podemos nosotros (o sea el populacho, el estado llano, “la gente” como dicen) sin apellidos dinásticos, roce social, treinta monedas de plata ni mecenas desinteresados, alcanzar el poder del Estado para realizar una política centrada en los intereses populares en vez de los empresariales?
Tal como está, no veo cómo. ¿Cuántas décadas ha luchado el Partido Comunista, desde el siglo XX, para alcanzar al fin en 2010 tres negociados escaños en la Cámara de Diputados? No es la política (en el contexto democrático burgués) un recurso con usabilidad. No para el pueblo.
Y tampoco tiene usabilidad la guerra (que es la prolongación de la política por vía de la fuerza). Las experiencias de Tupamaros, Montoneros, Sendero Luminoso y otros no fueron políticamente muy fructíferas. Las FARC llevan más de 40 años de lucha y todavía están lejos de coronar. En el mejor de los casos, la guerra no es a corto plazo ni fácil de usar. Y si al fin se logra la victoria, caso del PC chino, los sucesores de Mao descubren que el secreto está ¡en el desarrollo capitalista de las fuerzas productivas bajo dictadura política! Y qué decir de los rusos. O sea, ni usabilidad ni póliza de garantía.
Otras salidas probadas como exitosas en la América Latina actual requieren de un líder de Izquierda carismático, capaz de ganar elecciones con las patas y el buche (sin plata), con mucho apoyo popular, adicto a la democracia participativa y Fuerzas Armadas profesionales. ¿Dónde está ese líder en Chile? ¡Ni el terremoto lo hizo aparecer de entre las masas agobiadas! El llamado queda vigente: ¡Se busca líder!.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 707, 16 de abril, 2010)
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